La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
Violencia y no violencia
(Cont., viene del día 24)
El "espíritu de violencia" es ajeno al cristianismo. Pero no se puede confundir, sin más, todo ejercicio de violencia armada, en caso de necesidad y en defensa de derechos fundamentales, con el "espíritu de violencia".
La razón de que el "espíritu de violencia" sea incompatible con el cristianismo es que la actitud radical, esencial y determinante del cristianismo genuino es el amor al prójimo, incluso al enemigo.
Si se parte del amor al prójimo, abierto incluso al enemigo, es difícil poder llegar, sobre esta raíz, a acciones armadas contra otros hombres. Es difícil, pero no podemos decir a priori, que sea absolutamente imposible en todos los tiempos y en todas las circunstancias. No se puede vincular absolutamente la posibilidad del amor al prójimo al hecho material de la "no violencia armada".
No se puede decir incondicionalmente que, quien ejercita acciones de violencia armada (cualesquiera sean las circunstancias y modos de acción), no puede tener amor al prójimo, incluso al enemigo. Hay que decir, en cambio, que quien recurre a la violencia armada porque ha cerrado su corazón a un amor al prójimo, que incluye al enemigo, está fuera del cristianismo vivido.
Es realmente díficil, poder ejercitar la violencia armada contra un hombre que es reconocido como prójimo. Pero no se puede decir a priori que sea imposible. Aquí entra en juego la complejidad de una situación histórica y social, que es una situación de "pecado". (Pretender obrar "angélicamente" en una situación de pecado, ¿no puede a veces convertirse en una trampa de iniquidad?). Hay que tener en cuenta la ambigüedad del concepto y de la realidad de la violencia en el mundo.
¿Es posible que una persona, en un determinado momento, al rechazar el empleo de las armas (en determinada medida), esté contribuyendo de manera inexorable, dadas sus condiciones personales y su situación, a formas de violencia injusta estructural o, incluso armada, de las que vendría a hacerse corresponsable? En este caso, sin traicionar el amor al prójimo y la capacidad de perdón, se podría llegar a la violencia armada.
El problema queda abierto, tanto en la moral de la conciencia humana, como en lo que podríamos llamar inspiración cristiana. Pero es fuerte la llamada a tratar de vencer la violencia armada con la violencia enérgicamente activa: a vencer al mal con el bien.
Volviendo ahora de un plano de reflexión específicamente cristiano a un nivel de consideración común a todos los hombres, se puede establecer otro punto de referencia sólido, para calibrar los diversos aspectos del problema real de la violencia...
Ver: JM. Diez-Alegría. Rebajas teológicas de otoño Desclée de Brouwer 1980