La cigüeña sobre el campanario

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La blanca cigüeña,
como un garabato,

tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado

¡Yo creo en la esperanza...!
El credo que ha dado sentido a mi vida


4. El Cristo de mi fe

II. Descubrimiento de la Religión
Verdadera


(Continuación, viene del día 23)

En mi camino de "conversión de la mente", iluminado por los profetas, me ha ayudado a dar un paso más un libro extraordinario de mi amigo José Porfirio Miranda, cuyo título es "Marx y la Biblia. Crítica a la filosofía de la opresión", y que nos viene de Méjico en 1971.

No todos los análisis de Miranda me convencen al ciento por ciento. En su interpretación de la Carta a los Romanos parece que hay una extrapolación y una visiòn unilateral. Pero las intuiciones de base son formidables y certeras. Su análisis bíblico del Antiguo Testamento ma ha dado nueva luz. En lo fundamental, no podría ser negado sino por mentes inconscientes condicionadas por la falsa actitud ontológico-cultualista.

Miranda me ha hecho comprender el valor del segundo mandamiento del Decálogo bíblico. Y esta comprensión es de capital importancia para comprender la tragedia del "paganismo" de los cristianos.

El punto focal desde donde hay que mirar al contenido del Pentateuco, para comprender su sentido profundo es la aparición de Dios a Moisés, consignada en el Éxodo. Aquí está la "revelación de Dios a Israel.

Todo lo demás es un prólogo para este momento, verdaderamente "inicial".

Dios le dice a Moisés: "Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado el clamor que le arrancan sus capataces; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle", etc. (Exodo 3, 7-8). "Así pues, el clamor de los hijos de Isrrael ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen (3, 9). Moisés entonces responde: Cuando los hijos de Israel me pregunten por el nombre del Dios de nuestros padres ¿qué les respoderé? Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros (3, 14).

Hoy conocemos bastante bien el sentido de este diálogo misterioso. En la cultura semítica, conocer el nombre de una cosa equivalía a poseer un conocimento esencial, que aseguraba un cierto poder sobre la misma. El Génesis nos cuenta que Yahvé llevó a todos los animales del campo y a todass las aves del cielo ante el hombre, para ver cómo los llamaba, y para que todo ser viviente tuviese el nombre que el hombre les diera(Génesis 2, 19).

En este contexto cultural, se comprende el sentido de la respuesta de Dios "Yo soy el que soy" no significa que Dios dé un concepto de su ser, una indicación ontológica sobre sí mismo. Es todo lo contrario. Dios se niega a declarar su esencia. Para nosotros la mejor traducción de "Yo soy el que soy" sería ésta: "Yo soy yo". Y basta. No puedes conocer mi íntima esencia. Pero debes saber que yo estoy aquí, y que quiero la liberación de mi pueblo oprimido y que puedes contar conmigo.

Es totalmente legítimo e inexcusable profundizar en la significación de esta revelación de Yahvé, el "Yo soy", el Dios único de Israel.

La denegación de dar su nombre significa la transcendencia absoluta. Es el Dios "invisible". Pero la denegación se da en esta forma: No te digo mi nombre, pero sí te digo que Yo estoy aquí, que me presento, porque he oído el clamor de los oprimidos y he visto la opresión. Y yo estoy contra la opresión y en favor de los oprimidos.

Es decir, que Dios no nos dá ninguna revelación ontológica de esencia, fuera de la revelación de la absoluta transcendecia que lo deja en el misterio: yo soy yo, no me preguntes más. Pero nos da una revelación de su juicio sobre la historia. Nos da una revelación, por decirlo así, de su esencia ética, de su actitud como Señor y juez de la historia y de la vida. Es el mismo Dios que interpela a Caín asesino de su hermano:

Yahvé dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: "No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?". Replicó Yahvé ¿qué has hecho?. Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo.
(Génesis 4, 9-19).

---Ver:José Mº Díez-Alegría, ¡Yo Creo en la Esperanza!
Desclée de Brouwer 1972
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