La guillotina del sida

Es posible que más de un gurú de la moral se eche a temblar al oír la frase “póntelo-pónselo”, cargada de ética y de humanidad, que, paradógicamente, tantas vidas han salvado de la guillotina del Sida.En los países en desarrollo, en África ocurre demasiadoo, sigue exterminando a muchos hombres y mujeres, que no tienen acceso al preservativo o ni siquiera lo conocen.

Estos gurús, como la mujer de Lot, se empeñan en mirar hacia atrás, al pasado, osando detener el dinamismo vital de la historia, en la que se da la mejor revelación de Dios y donde hemos de saber buscarle. En donde quiera que se dé un signo de humanidad allí está presente el Dios bíblico y cristiano.

Un teólogo víctima del nazismo por su talante progresista, Dietrich Bonhoeffer, nos legó una frase lapidaria que ha hecho suya la teología actualizada: “la religión y la moral pueden convertirse en el mayor obstáculo de la venida de Dios a los hombres. Efectivamente, ¿no se encarnó Jesucristo y entregó su vida en la cruz por todos nosotros? ¿Cómo permitir entonces que se amontonen los caídos al borde de los caminos de la historia, en nombre de unos principios moralizantes que no han sabido evolucionar debidamente?

“Desde que Dios se hizo hombre, el hombre es la medida de todas las cosas” (Karl Barth). Urge, pues, renovar la noción de pecado de modo menos lesiva a hombres y mujeres y más en sintonía con el espíritu del Evangelio. Sin negar la malicia del pecado hay que decir que ésta proviene de las estructuras de dominación y explotación, en las que la mayoría somos más víctimas que autores, somos por tanto más dignos de compasión que de inculpación.

De la misma manera la gracia, reverso del pecado, que es inmaterial e invisible como es Dios y su mismo amor, tiene que materializarse de alguna forma en las modificaciones que experimenta la vida de los hombres, para que sea percibida por ellos. Una gracia que afectara sólo al alma no tendría valor ante el mundo.

Lo que más impactó del cristianismo primitivo fue la atención a los problemas humanos, como ponen de manifiesto muchos textos del Evangelio. Hacer frente al problema del sida es un signo de humanidad. Y donde hay un gesto humano allí está Dios.

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