Beata Mariana de la Merced (de Jesús), patrona de Madrid. Orar y servir a los más pobres

En el centro del Madrid más rico y castizo, en la zona de Fuencarral, a cien metros de la Gran Vía, se abrió (17.4.18),


un año más, la iglesia de las Mercedarias de D. Juan de Alarcón, en la calle Puebla, tras la Telefónica (muy cerca de la Iglesia de los Pobres, de la calle Fuencarral, donde el P. Ángel, sigue realizando una obra como la suya...), para exponer y “venerar” el cuerpo “incorrupto” de la Beata Mariana de Jesús, uno de los tres patronos de Madrid (junto a la Virgen de la Almudena y a San Isidro Labrador).

Es la menos venerada, pero quizá la más castiza de e históricamente la más documentada de los tres patronos: Una Virgen (Almudena), un Labrador (Isidro) y una Mujer Orante y Caritativa, al servicio de los más pobres (Mariana). Su vida se puede resumir en pocos rasgos:


-- María Ana Navarro de Guevara y Romero nació en Madrid el 17 de enero de 1565, en el seno de una familia acomodada, relacionada con los círculos cortesanos del rey Felipe II.
-- Quiso ser religiosa de convento, pero se lo impidieron sus familiares, y el año 1598 se retiró como penitente a la ermita de santa Bárbara, junto al convento de los mercedarios descalzos, donde pasó varios años dedicada a la oración y al servicio a los pobres-necesitados de la ciudad, con quienes compartió la vida y a quienes ayudó con su trabajo y servicio.
-- El año 1613 tomó el hábito de terciaria mercedarias, y siguió dedicada a la oración y al servicio a los pobres. Fue mujer de gran hondura mística, que ella vinculó con el servicio a los pobres, dentro de la tradición mercedaria. Murió el 17 de abril de 1624 en el convento mercedario de santa Bárbara, a los 59 años.


Ayer, 17 de abril, se ha celebrado, como he dicho, la fiesta de esta “patronos de Madrid” y en ese contexto quiero ofrecer una reflexión sobre la oración y espiritualidad activa de la Orden de la Merced, de la que ella, la Beata Mariana de Jesús, es una de las figuras más representativas, en el centro de un Madrid riquísimo y muy pobre, pero necesitado de personas que, como ella, oren y acompañen a los más pobres. Al final incluyo una referencia al trabajo que le ha dedicado diario El Pais, de Madrid.

Imágenes:
Beata Mariana: Catedral de la Almudena de Madrid
Ayer, 17.4.18: Ante el cuerpo "incorrupto" de la B. Mariana en Madrid
Beata Mariana, fachada de la Merced de Guadalajara, México, a la Izquierda
de la Virgen (a la derecha: Santa María de Cervellón).

Para iconografía y biografía:
CURROS Y ARES, María de los Ángeles, Madres Mercedarias de Don Juan de Alarcón, vol. II,Madrid, Orden de Nuestra Señora de la Merced 1986.
http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/ceclm/ARTREVISTAS/Brat/N16-17/n16-17_labeata.pdf
http://revistas.ucm.es/index.php/ANHA/article/viewFile/ANHA1010220239A/30748
https://elpais.com/ccaa/2018/04/17/madrid/1523989636_232158.html


BETA MARIANA DE JESUS. ORACIÓN MERCEDARIA, ESPIRITUALIDAD REDENTORA.

Principio


En la línea de Mt 25, 31-46, la oración redentora, representada por la Beata Mariana de Jesús, se funda en descubrimiento y servicio de Dios en los expulsados, enfermos y oprimidos de la tierra. Normalmente pasamos por la vida como ciegos, incapaces de ver lo que se esconde en la existencia de los otros, ocupados sólo en nuestras propias opiniones y problemas. Pues bien, la oración mercedaria comienza día descubrimos de la presencia de Cristo en el dolor y opresión concreta de los hombres y mujeres.

Este es el nuevo misticismo de los cristianos redentores que viven la oración como experiencia de Jesús en los enfermos-exiliados-cautivos. De esa forma, los místicos redentores, como Mariana Ana de Jesús, traducen su oración en exigencia activa, en compromiso de ayuda a los perdidos. Esto implica una actitud pasiva: el orante asume como propios de Jesús y propios de su mismo corazón los sufrimientos de los hombres, en gesto compasivo de contemplación y de acción concreta.

Hay en esta «compasión» un elemento primordial de solidaridad humana y de vivencia del misterio de Dios que se ha encarnado para asumir nuestros dolores. La pasión del mundo viene a presentarse como una pasión de Dios, y así la descubrimos en hondura de plegaria. Lógicamente, el orante ha de asumir un gesto activo. Sabe que Jesús ha liberado a los hombres plenamente, pero sabe también que la palabra y gesto de Jesús debe expresarse en cada uno de los gestos de ayuda interhumana.

Por eso, el contemplativo se convierte en hombre activo. Vive el misterio de Jesús desde la entraña de la vida y sufrimiento de la tierra; asume como propios todos los aspectos de la ayuda a los que están necesitados; sufre donde sufren los enfermos y pequeños; les ofrece el gesto de su ayuda. De esa forma, la solidaridad orante se convierte en solidaridad y urgencia redentora. No basta con sentir que nuestra vida está pendiente de Jesús; ha de encontrarse pendiente de los pobres. Así podremos vibrar por los dolores de la historia.

Éste fue el fundamento y sentido de la oración de la Beata Mariana de Jesús. Ese modo de asumir el sufrimiento de los otros no es un masoquismo enfermo, sino signo de más alta vivencia espiritual, de un humanismo más profundo. Muchas veces vamos destruyendo la vida unos a otros; no queremos escucharnos ni sufrir el sufrimiento ajeno. Sólo el día en que lo hagamos, sólo el día en que el dolor del oprimido nos impulse a caminar, comenzaremos a vivir y construir un mundo nuevo.

Esta solidaridad se convierte en gesto de presencia. Los hombres nos hallamos solos, nos vamos hundiendo en la impotencia de nuestro activismo egoísta. Estamos muy aislados y no hay nadie que se ocupe de ir tendiendo puentes de acogida, escucha mutua. Pues bien, esta es la tarea para los orantes redentores: ellos convierten la oración en experiencia de encuentro profundo con los otros (con los pobres). No basta con sentir con los demás; es necesario acompañarles. No basta con saber lo que hay por dentro del que llora; es necesario ofrecerle una presencia de palabra, cariño y asistencia.

Por eso, orar implica aprender a convivir y en especial a compartir la vida de los necesitados, acompañándoles en el camino de la vdia. Se rompen las barreras de la vida individual, de los pequeños grupos que se enfrentan unos con los otros. De esa forma penetramos en la vida del que se halla a nuestro lado, comenzando una existencia compartida: lo mío es suyo, se lo ofrezco; su dolor es mío, se lo asumo. Normalmente, si el otro está necesitado, he de empezar a ofrecerle lo que tengo: acogeré su dolor, le ofreceré mi presencia; acogeré su pena, le daré mi cercanía. Lo haré de una manera respetuosa, sin buscar protagonismos, sin crear dependencias, sin trazar imposiciones.

Este camino es necesario en el proceso de eso que llamamos la contemplación redentora. El encuentro de amor con Jesús se ha de expresar en formas de encuentro con el otro, ante todo con el más necesitado. Ofrezco lo que soy y lo que tengo, en gratuidad, sin imponer mis convicciones, sin buscar formas ocultas de dominio sobre el otro. De ese modo irá surgiendo una existencia redimida, liberada.

Sobre este fondo adquieren su sentido y se vuelven necesarias las acciones más concretas de liberación, aquellas formas de asistencia (acogida, ayuda material...) que expanden y explicitan la tarea de la vida compartida. Son formas que podrán variar y variarán con el transcurso de los tiempos y las mismas situaciones económicas, sociales, ideológicas del mundo. Pero a través de ellas procuramos expresar nuestra oración: hallamos a Jesús en los que sufren; le ayudamos ayudando, redimiendo a los que están necesitados. Así vino a mostrarlo, con el ejemplo de San Pedro Nolasco, la Beata Mariana de Jesús, de Madrid, ella aprendió a orar al descubrir al Cristo sufriente (crucificado, eucarístico) en el mismo dolor y opresión de los enfermos y abandonados de la ciudad.

Elementos básicos

1. Misterio cristológico. Nosotros no debemos llamarnos redentores o liberadores. Redentor es Cristo, el Hijo de Dios que se ha entregado por los hombres, encarnando su misterio en nuestra misma historia humana. Pues bien, ese misterio de Cristo son los pobres, los hambrientos-exiliados-desnudos-enfermos-cautivos de Mt 25, 31-46: son ellos los que salvan nuestra historia; nos «evangelizan» ofreciéndonos al mismo Hijo de Dios en su dolor, en su miseria. Por eso, estrictamente hablando, no somos nosotros los que les libramos. Ellos, los oprimidos y enfermos, los expulsados, marginados y pobres, nos liberan de la lucha de la vida, de la idolatría del poder, del egoísmo del dinero; de esa forma son principio y garantía de nuestro cristianismo.

2. Asistencia concreta, ayuda a los necesitados. La misma oración implica una exigencia de compromiso activo, en la línea de Mt 25, 31-46: doy comida a unos hambrientos, curo a unos enfermos, visito a unos cautivos... pero sin cambiar a fondo la existencia.

Ciertamente, esa postura asistencial se encuentra llena de sentido: lo que importa es ayudar muy en concreto a los que están necesitados. Pero si sólo hiciéramos así, ayudando a algunos pocos y dejando que el conjunto de las estructuras sigan como estaban, no seríamos ya fieles a Jesús y su evangelio. Jesús cuidó en concreto a algunos pobres (enfermos, leprosos, marginados...), anunciando, al mismo tiempo, y preparando el gran cambio estructural del reino. Por eso le mataron: porque su palabra y gesto iban quebrando la estructura de seguridades sociales, religiosas y económicas del mundo de su tiempo (judaísmo del templo, imperio romano). Lo mismo ha de pasarnos a nosotros, si queremos llamarnos redentores: realizamos unos gestos de carácter asistencial, pero, al mismo tiempo, promovemos un cambio estructural que abarca al hombre entero, en apertura al reino.

3. Liberación integral. Las actividades redentoras (de tipo asistencial), como las de la Beata Mariana de Jesús, deben encontrarse dirigidas hacia un ámbito más amplio de liberación integral, en que se incluye el mismo cambio de estructuras de la sociedad y de la historia. De esta forma, la oración se vuelve principio redentor, una exigencia de liberación completa que, partiendo de los pobres de la historia, implica un cambio intenso, profundo, de estructuras.

Aquí se sitúa el testimonio y exigencia de la Beata Mariana para la ciudad “cristiana” de Madrid y para la Iglesia, en este año 2018. No podemos trazar una teoría integral, pero debemos iniciar unos caminos, de manera que la misma praxis, alumbrada y dirigida desde Cristo, nos enseñe los pasos que después iremos probando en el camino. No hay teoría integral, pero puede haber análisis parciales que nos capaciten para enfocar mejor los temas.

En este contexto la oración y acción cristiana ha de suscitar y abrir unos caminos de solidaridad y de acción intensa (eclesial, laboral…) al servicio de la transformación de la sociedad. En la línea de la Beata Marian, creemos que Jesús está encarnado en los pobres concretos, de Madrid y del mundo. Por eso, por encima de todas las estructuras sociales y políticas, de la Iglesia y del mundo, sabiendo Jesús que está encarnado en los pobres de la tierra, debemos encontrar caminos para estar a su lado, para dejarnos enseñar por ellos, para acompañarles y ayudarles.

Éste es un misterio de fe, de oración contemplativa, como la de la Beata Mariana de Jesús: El descubrimiento del Cristo crucificado, pobre, humillado por los hombres. Pero ésta es una contemplación abierta a la acción liberadora, en forma social concreta, como está poniendo de relieve el Papa Francisco, en la línea de la tradición mercedaria. En ese sentido pueden y deben transformarse los modelos actuales de producción y participación económica, sabiendo que todo lo que se produce y tiene ha de estar al servicio de los hombres concretos, empezando por los cautivos y necesitados, de los enfermos y expulsados de la sociedad, como sabía la Beata Mariana de Jesús.

NOTA DE PRENSA: https://elpais.com/ccaa/2018/04/17/madrid/1523989636_232158.html
Una beata de cuerpo presente en el Madrid ‘hipster’
Los restos de María Ana de Jesús, copatrona de la capital, se exponen una vez al año en una iglesia de Malasaña

La beata María Ana de Jesús, en la Iglesia Don Juan de Alarcón en Madrid este martes. SAMUEL SÁNCHEZ

Rodeada de cafeterías con mobiliario de abuela, de esas en las que las galletas María han pasado a ser de tamaño mini y los cafés se sirven con trazados propios de Velázquez, se encuentra la iglesia de Don Juan de Alarcón, propiedad de las Madres Mercedarias de Madrid. En ella reposa el cuerpo de la beata María Ana de Jesús, que este martes, como todos los años desde su muerte en 1624, se muestra al público en una urna de madera y cristal.

Pese a que su cara no se puede ver y una sábana cubre todo su cuerpo, excepto las manos, decenas de madrileños visitan desde las 10.00 a las 20.00 los restos de la que es copatrona de la capital, junto a San Isidro y la Virgen de la Almudena, en el número 1 de la calle de Puebla. Hasta el lugar se acercan curiosos y devotos de todas las edades, la mayoría jubilados que conservan sus antiguas casas en una zona colonizada por tiendas de diseño, saunas, gimnasios y panaderías que promocionan a bombo y platillo la elaboración de sus productos con “masa madre”.

La fama de la beata no ha trascendido tanto como la de los otros patrones de la ciudad. Por ello, la Asociación Amigos de María Ana de Jesús trabaja para que se recuerde la labor solidaria que llevó a cabo esta mujer y se lleve a término el proceso de canonización que presentó en 2013 en Roma para lograr que sea reconocida como santa. “Lo más importante de su vida es todo lo que trabajó para ayudar a los pobres, a los que siempre daba de comer. Fue tal la devoción que sentía por esta causa y su entrega a la fe cristiana, que llegó a cortarse la cara para evitar casarse presionada por sus padres y así dedicarse por completo a la caridad”, asegura María de los Ángeles Curros, delegada del culto a la beata.

Uno de los hechos más curiosos que defienden los fieles de la beata, según Curros, es un milagro que realizó después de muerta, en 1999: una niña que padecía cáncer y se recuperó. Los informes médicos son parte de los documentos que la asociación trasladó a Roma para conseguir que sea reconocida como santa. “La beata ha hecho milagros antes y después de muerta, pero no queremos centrarnos en eso. Nos interesa su obra. Los tiempos cambian y las circunstancias también, pero la beatificación de María de Jesús fue promovida por el pueblo y el Ayuntamiento de Madrid en 1783. Hace siglos su imagen llegó incluso a estar representada en el segundo arco de la Puerta de Alcalá”, explica Curros.

La urna que alberga a la beata ha sido trasladada para la ocasión a la nave central de la iglesia y ha estado custodiada por dos jóvenes trajeados que colaboran con la asociación. Una de sus misiones es impedir que los visitantes introduzcan objetos en el arcón. “Nos hemos encontrado hasta gafas”, dice Curros.

Los fieles se acercan a cuentagotas para ver los restos de la beata y dejar una limosna a cambio de una estampita de recuerdo. Cuenta Mariano Rivera, asesor canciller de la asociación, que muchos de los chavales que colaboran con ellos vienen obligados después de haber sido multados por hacer botellón en la calle. “A veces vienen para a hacer algún servicio social y contactan con nosotros. Después, cuando ya han cumplido, siguen acercándose para repartir ropa y comida a los desfavorecidos todos los 17 y 30 de cada mes. El único requisito para recibir esta ayuda es que estén censados para comprobar que tienen pocos o ningún ingreso”. Para completar la tradición, este sábado una talla en homenaje a la figura de María Ana de Jesús desfilará en procesión desde la calle de Góngora hasta la iglesia Don Juan de Alarcón. “Fue una mujer revolucionaria, merece la pena saberlo”, afirma Rivera.

Volver arriba