LOS CONDENADOS (2). MIGUEL DE MOLINOS

MOLINOS, MIGUEL DE (1628-1696).
Sacerdote y escritor místico español, uno de los grandes teóricos de la contemplación, cuya obra ha influido y sigue influyendo hasta el presente. Murió tras una larga y vergonzosa prisión, que sigue manchando la memoria de la inquisición vaticana. Había nacido en Muniesa, Aragón, y se doctoró en teología y se ordenó sacerdote en Valencia, donde ejerció su apostolado. Las autoridades civiles le nombraron postulador del proceso de beatificación de Francisco J. Simó, para lo que se trasladó a Roma (el año 1665), realizando allí una gran labor como predicador y director espiritual, relacionándose con las mayores autoridades de su tiempo (como la reina Cristina de Suecia y el papa Inocencio XI, que se declaraba su amigo).
El año 1675 publicó su Guía espiritual, con el subtítulo Que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz (Roma, 1675). A su juicio, el mejor camino para llegar a Dios, en línea de amor, consisten en “no hacer nada”, en vacío espiritual, en quietud y silencio ante Dios.
Una propuesta espiritual una condena.
La obra Guia de Molinos tuvo un éxito enorme, de manera que diez años tuvo más de ocho ediciones (tres en castellano), con traducciones al italiano, al francés, al holandés, al inglés y al alemán. La palabra clave era la contemplación, es decir, la unión mística con Dios, a través de un tipo de “aniquilación”, de muerte mística, en profunda quietud (de ahí la palabra “quietismo”), para allá de las razones. Pronto surgió la sospecha y la persecución, dirigida básicamente por algunos jesuitas franceses que temían que Molinos negara no sólo la libertad humana, sino el valor de la meditación activa y de las buenas obras. Molinos quiso responder, escribiendo el 1679-1680 un nuevo libro titulado Defensa de la contemplación, pero no pudo publicarlo. Sus “enemigos”, entre ellos el cardenal D'Estrées, embajador de Luis XIV en Roma (que antes había sido su amigo), lograron que la Guia espiritual fuera incluida en el Índice de libros prohibidos (1681).
A los pocos años (el 1685), Molinos fue encarcelado y se inició uno de los procesos más vergonzosos de la historia de la Iglesia católica, utilizando para ello torturas, mentiras y engaños de todo tipo. Se le acusó de todo tipo de inmoralidades, que él debió confesar bajo tortura. De esa manera, el 13 de septiembre de 1687, tras “abjurar” de sus errores, fue condenado a cadena perpetua "por inmoralidad y heterodoxia" y la condena fue ratificada por su “amigo”, el papa Inocencio XI, que había sido su discípulo. Nueve años después, cuando estaba gravemente enfermo, se le conmutó la prisión, teniendo que vivir en un monasterio donde murió poco después.
El proceso de Molinos es más triste que el de Galileo, más doloroso… uno de los momentos tristes de la vida de la Iglesia.
Molinos representa el último gran florecimiento de la mística española, cuyas repercusiones fueron especialmente significativas en Francia (→ Fenelon, Guyon). Posiblemente exageraba el aspecto “pasivo” (receptivo) de la contemplación, en una línea que puede vincularse a la tradición de las religiones orientales. Pero ese elemento es absolutamente fundamental para el encuentro con Dios y para el despliegue de su vida en el interior del alma, como han sabido todos los grandes místicos. Él tuvo la “mala suerte” de exponer su doctrina de un modo consecuente y de hacerlo en un momento en que se enfrentaban dos facciones poderosas de la Iglesia, dominaba en aquel momento por la política francesa.
Una condena teológica.
La mejor manera de situar la polémica en torno a M. de Molinos será recoger algunos textos básicos de su condena, formulada por la Inquisición y ratificada por el Papa Inocencio XI el de 20 de noviembre de 1687.en la Constitución Coelestis Pastor. A Molinos se le acusa de haber dicho y defendido, entre otras cosas, lo siguiente
«1. Es menester que el hombre aniquile sus potencias y este el camino interno.
2. Querer obrar activamente es ofender a Dios, que quiere ser Él el único agente; y por tanto es necesario abandonarse a sí mismo todo y enteramente en Dios, y luego permanecer como un cuerpo exánime.
3. Los votos de hacer alguna cosa son impedimentos de la perfección.
5. No obrando nada, el alma se aniquila y vuelve a su principio y a su origen, que es la esencia de Dios, en la que permanece transformada y divinizada, y Dios permanece entonces en si mismo; porque entonces no son ya dos cosas unidas, sino una sola y de este modo vive y reina Dios en nosotros, y el alma se aniquila a sí misma en el ser operativo.
14. El que está resignado a la divina voluntad no conviene que pida a Dios cosa alguna, porque el pedir es imperfección, como quiera que sea acto de la propia voluntad y elección y es querer que la voluntad divina se conforme a la nuestra y no la nuestra a la divina…
15. Como no deben pedir a Dios cosa alguna, así tampoco le deben dar gracias por nada, porque una y otra cosa es acto de la propia voluntad.
17. Entregado a Dios el libre albedrío y abandonado a Él el pensamiento y cuidado de nuestra alma, no hay que tener más cuenta de las tentaciones, ni debe oponérseles otra resistencia que la negativa, sin poner industria alguna; y si la naturaleza se conmueve, hay que dejarla que se conmueva, porque es naturaleza.
18. El que en la oración usa de imágenes, figuras, especies y de conceptos propios, no adora a Dios en espíritu y en verdad [Ioh. 4, 23].19. El que ama a Dios del modo como la razón argumenta y el entendimiento comprende, no ama al verdadero Dios.
20. Afirmar que debe uno ayudarse a si mismo en la oración por medio de discurso y pensamientos, cuando Dios no habla al alma, es ignorancia. Dios no habla nunca; su locución es operación y siempre obra en el alma, cuando ésta no se la impide con sus discursos, pensamientos y operaciones…». Éstas y otras proposiciones fueron «Condenadas como heréticas, sospechosas, erróneas, escandalosas, blasfemas, ofensivas a los piadosos oídos, temerarias, relajadoras de la disciplina cristiana, subversivas y sediciosas respectivamente». (cf. DH 2201ss).
Recuperar a Molinos.
Las proposiciones que acabamos de citar, y el conjunto de la condena de Molinos constituyen el dictamen más extenso y razonado del Magisterio católico sobre el pensamiento místico. Ellas pueden y deben revisarse, desde una doble perspectiva.
(a) Debe revisarse radicalmente el método (la utilización de torturas y de falsedades, la condena a prisión), pidiendo públicamente perdón o reconociendo la inmoralidad de aquel proceso y de aquella condena; la condena de Molinos ha sido, y sigue siendo, mucho más escandalosa que la de → Galileo, aunque sea menos conocida.
(b) Debe revisarse la doctrina de fondo, admitiendo el valor de un elemento de “quietud” en la contemplación cristiana; está en juego el diálogo del cristianismo con las religiones orientales y con las formas de oración que esas religiones proponen. El tema sigue siendo discutido, como muestran los casos de → T. de Mello y de E. Lasalle.
Un primer elemento en la recuperación de Molinos lo ofrece el buen conocimiento de sus obras. La Guia espiritual tiene muchas ediciones, entre ellas la de J. I. Tellechea, Salamanca 1976. La Defensa de la Contemplación ha sido editada por E. Pacho, Salamanca 1988. Entre los trabajos sobre Molinos, dejando a un lado el de → Menéndez y Pelayo, cf. Pilar Moreno. El pensamiento de Miguel de Molinos (Salamanca 1992); J. I. Tellechea Molinosiana. Investigaciones históricas sobre Miguel de Molinos (Madrid 1987); M. Andrés, Los Recogidos. Nueva visión de la mística española (1500-1700) (Madrid 1975). A pesar de ello, que yo sepa, la doctrina de M. de Molinos no ha sido aún suficientemente valorada y recibida/recreada desde una perspectiva católica.