Cur Deus? ¿Por qué hay Dios y por qué decimos que es bueno? (Fernando)

Sólo hay dos preguntas importantes:
(1) ¿Por qué hay Dios? Es decir: ¿Por qué existen las cosas y nosotros entre ellas y estamos más bien “condenados” a la nada.
(2) ¿Cómo se puede afirmar que Dios es bueno? Es decir: ¿Cómo sabemos que la vida es buena, que merece la pena nacer y crecer e incluso sufrir en esta dura tierra?


Durante casi treinta años (del 1973 al 2003) he querido responder a esas preguntas como catedrático de Teodicea y de Historia de las religiones (la asignatura que trata de ellas) en la Universidad del Episcopado Español de Salamanca. Hoy quiero empezar a responder de nuevo a ellas, con la ayuda de Fernando, que fue mi compañero, que es mi amigo, uno de los mayores filósofos del tiempo actual. El tema, que hoy empieza con el signo de la humanidad dormida, en forma de mujer (¡bella durmiente!) seguirá mañana. ¿Quién la despertará: sólo Dios, sólo el amor?

El argumento de Anselmo ¿un argumeento "erótico" (en línea de Platón)?

A Fernando le conocemos bien los amigos y contertulios de este blog, pues ha participado varias veces. Ha sido profesor la citada universidad (la Pontificia de Salamanca) y sabe casi todo lo que puede saberse de esas Dios (¡Dios sabe algo más, si se pone a ello!), en un plano filosófico y teológico.
Recordarán mis lectores que el 21 del pasado abril (día de San Anselmo) presenté una página sobre las pruebas de la existencia de Dios según San Anselmo de Canterbury, el mayor especialista antiguo de la Iglesia sobre el tema. Pasados unos días (el 27 de abril) Fernando presentó y preciso comentario al argumento anselmiano, pidiéndome que no lo publicara unido, que lo dejara como respuestas sueltas. Ayer, 26 de mayo, ha vuelto a presentar una serie de respuestas y afirmaciones, que quedan perdidas allá en los comentarios del post del día 21 de abril. Como su petición sigue pendiente no puedo publicarlas, pero quiero que mis lectores las vean.
Por eso, hago dos cosas. (a) Presento las respuestas de Fernando, citando algunas de sus afirmaciones, para que aquellos que estén interesados puedan entrar en ellas y valorarlas por sí mismos.(a) Aprovecho la ocasión para recoger el prólogo de un libro mío sobre el tema de Dios.

Como he dicho, Fernando no quiere que publique su texto, recogiendo de un modo unitario sus aportaciones de ayer (26 de mayo) al post del 21 de abril. Es un hombre que sabe lo que cuestan las cosas y no quiere ponerlas fáciles; auien le siga a la montaña de Dios ha de hacerlo porque quiere de verdad. Por eso, quien quiera conocer su pensamiento admirable sobre el tema ha de armarse de paciencia y tener el tiempo de buscar sus comentarios, aquel día, y leerles de atrás adelante, con amor a la verdad. Pero, conforme a la ley intelectual vigente, se puede “citar” algunos párrafos significativos de un escrito ajeno (siempre que no pasen, dicen, del cuarenta por ciento). Así quiero citar yo algunos párrafos de Fernando. Sigue parte de lo suyo:

Extracto de Fernando: Dios, el deseo (¿sexual?)

He releído de nuevo el texto de san Anselmo y me he percatado de que su estudio resume bien una cuestión que hasta ahora no había caído en la cuenta: el tema del deseo en tanto percepción sexual. ¡Dios mío –pensarás- Fernando se ha vuelto loco o le ha dado un ataque subliminal! ¿Anselmo de Aosta, tan intelectual y metafísico, además de santo teólogo, tratando del deseo sexual? Naturalmente, no voy a entrar en especulaciones innecesarias sobre la probada castidad y venerable condición del Abad de Canterbury, al que además de sus acendradas virtudes, entre las que seguramente descollaría ser hijo devotísimo de la Santísima Virgen María, se unía la excelencia del nombramiento episcopal, y todos sabemos que los católicos obispos nunca jamás piensan en términos de deseo sexual. Mitra y refocile son en esencia una contradictio in terminis. ¡A ver si empezamos a tener un poco de respeto!...

Cuando digo ‘deseo’ en términos de percepción sexual no hablo de cosas raras. Bien es verdad que el argumento ontológico trata por sí mismo de la cuestión del PUENTE entre lo limitado y lo ilimitado. Basta repasar la filosofía occidental desde entonces para acá, para darse cuenta de que su problema nuclear se resume, incluso para la conciencia religiosa, en saber si lo concebido está o no acogido por lo real. A partir de ahí surgen todos los pares fundamentales de la tradición filosófica:

unidad & pluralidad
finito & infinito
transcurso & estabilidad
todo & fragmento
dinamismo & repetición
estructura & sustancia
forma & ilusión
etc.

La línea de pensamiento suscitada por San Anselmo ya venía de atrás; él tuvo en suerte dar coherencia argumentativa a las intuiciones previas de corte ontologista…. Hablaba del ontologismo en términos de deseo, pero de un deseo tan concreto como es la percepción sexual. ¿Qué es lo sexual? ¿Comunicación, apetito, propensión? ¿Y cómo se percibe? Analizada en su estricta condición metafísica –porque de hecho, el hecho sexual es la más alta metafísica cósmica posible- la presencia de lo sexual constituye la verdadera teología natural.

Balanceo del deseo, no lo olvides. Y no hay deseo si los límites de su extensión no se mueven, en definitiva, entre lo alcanzable pleno (esse) y la desolación absoluta (nihil).

Pocos entienden bien el texto de San Anselmo. Se limitan a leer de pasada los primeros capítulos del Proslogion –si lo leen-, dejando de lado los otros capítulos. Pero antes, en el cap.I, el cantuariense sitúa el problema no como una pesquisa estrictamente intelectual sino como una búsqueda de potencia desiderativa. El texto es ya conocido:

‘Que te busque deseándote,
te desee buscándote,
te encuentre amándote,
te ame encontrándote’


(Quaeram te desiderando, desiderem quaerendo. Inveniam amando, amem inveniendo)

Buscando lo bueno, tendía hacia Dios, dice el cantuariense, pero la turbación (el pecado) me hace tropezar conmigo mismo. Pide que le permita ir más allá, ver a lo lejos y en lo profundo. Esto demanda el plus de lo que es inconcebible. Y lo impensable no es un mero ejercicio mental, sino una noción más amplia cuya última aspiración es hacer sensible su percepción. Hablando del pecador que busca a Dios, dice: ‘Mira alrededor, y no ve tu belleza [pulchritudinem tuam]. Escucha, y no oye tu armonía [harmoniam tuam]. Huele, y no percibe tu olor [odorem tuam]. Gusta, y no conoce tu sabor [odorem tuum]. Palpa y no siente tu suavidad [lenitatem tuam]’. Y concluye decisivo: ‘Habes enim haec, Domine Deus, in te tuo ineffabili modo’, ‘En efecto, todo eso, tú, Señor Dios, lo posees a tu modo inefable’ (Pros. 17).
Observa la gradación: ¿qué hace pues el enamorado o enamorada ante la belleza de su amor? Se encandila ante sus proporciones, su olor personal, el sabor de sus besos y su cuerpo, el brillo y textura de su piel, etc. ¿Habré entonces de dar alguna referencia bíblica, tipo Cantar de los Cantares, para que el texto no parezca deshonesto?
¿A dónde nos lleva esto? Al hecho decisivo del proceder anselmiano: la idea de completud sin circunscripción. No se trata simplemente de la causa final en sentido teológico, sino de una idea reguladora que convierte lo desiderativo en realización de su propia extensión.
Dicho en palabras que se entiendan: visto desde la argumentación ontologista anselmiana, a fin de cuentas expresión de los muchos modos cómo los seres humanos regulan la satisfacción completiva de su deseo, basta la propia satisfacción del deseo en sí bajo supuesto de conocimiento (ipsum delectabilis, Pros. 24), la satisfacción del objeto deseado. Basta intuir repetitivamente para conducirnos por la vida con relativa eficacia; basta calcular los hechos sin excesiva penetración lógica para guiarnos socialmente de forma razonable; basta sentirnos enamorados para creer que amamos rotundamente. No es necesario multiplicar las analogías. Ahora bien, la diferencia entre estos procesos habituales y el modelo ontologista del cantuariense es su propia pretensión de completud que da al puente entre el concebir y el representar un carácter de real posibilidad… [[quien quiera más deberá leer ya directamente a Fernando]]


Pikaza, prólogo a “Dios es palabra”. Dios, el caballero


Fernando no se hacía propaganda… pues vive de sus meditaciones. Un amigo mío dijo que era el último ontólogo de España. Yo no soy tan modesto; vivo de lo que publico y así debo hacer publicidad. Por eso, en la línea de lo dicho por Fernando, quiero recordar que publiqué hace unos años un libro titulado “Dios es palabra. Teodicea cristiana” (Sal Terrae, Santander 1004). Allí quería responder a las cuestiones arriba planteadas. Muchas de las preguntas arriba planteadas aparecen expuestas (y en parte respondidas) allí. El prólogo del libro decía y dice (pues sigue en venta):

La tradición ha presentado a Dios como Palabra que llama y dialoga con los hombres, caminando en ellos y con ellos, en un proceso fascinante y doloroso que llamamos historia. Dios ha despertado a los hombres y mujeres del gran sueño en el que duermen estrellas y animales (cf. Gen 2), para recorrer con ellos una travesía de diálogo bello, arriesgado y creador. En esa línea he procurado verle, trazado una teodicea cristiana, monoteísta y mesiánica, abierta al conjunto de las religiones, conversando con el pensamiento de occidente, en este comienzo del tercer milenio.
Dios aparece así, de alguna forma, como buen caballero que besa y despierta a la humanidad durmiente, para que viva y sufra, saliendo después a buscarle por montes y riberas, bosques y espesuras, como han dicho caminantes y poetas. Algunos piensan que hubiera sido preferible dejar la princesa dormida o añaden que esa princesa/humanidad se ha despertado ella misma, convirtiéndose en masa violenta de guerreros, que se matan entre sí, quemando al fin su propio bosque y su poblado. Otros afirman que todo este asunto de Dios ha sido y sigue siendo una ilusión completa y compleja, o comentan que no ha existido tema alguno, que no sabemos absolutamente nada de aquello que pudiera haberse llamado Dios. Pues bien, a diferencia de esos (¡no en contra ellos!), estoy convencido de que el Dios del amor (que puede volverse violencia), el Dios de la palabra ofrecida, buscada y compartida (que puede volverse ilusión o ignorancia), está en el centro de la historia de occidente y de la humanidad y así he querido estudiar con cuidado su influjo y figura en la historia cultural de occidente, partiendo de los antiguos dioses y, especialmente, de la Biblia.
Debo indicar que he querido escribir un libro de tesis, para mostrar que la naturaleza y la historia son en el fondo una palabra en la que Dios se dice y nos hace capaces de decirnos, de forma amorosa, amenazada, audaz, gozosa y llena de dolores. Es más, yo pienso que Dios ha querido arriesgarse al decir su verdad en nuestra vida, dejando que nosotros le digamos (nos digamos), en una historia que podríamos centrar entre el Cantar de los Cantares (¡todo es amor!) y el Apocalipsis (¡bodas al fin, sobre la muerte!). Esta es la trama de la historia que quiero contar a lo largo de siete capítulos densos, en diálogo intenso con la Biblia y con la historia de occidente, desde nuestra situación de posmodernos ricos, que parecen olvidar a Dios, mientras dejan morir a los pobres de hambre y violencia a su lado… [[y seguía el libro]]
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