¿Dios en nosotros, con nosotros, por nosotros? Casi tres poemas.

El problema central de la teología y de la vida cristiana es el de las relaciones de Dios con (en, por) los hombres/mujeres. Es un tema que he venido desarrollando esta semana a partir de las palabras de Jesús que, al situarse ante el tema del hambre de muchos hombres y mujeres, dice a sus discípulos: ¡Dadles vosotros de comer! ¿Qué hace Jesús? Nos manda que demos de comer y que arreglemos el tema del hambre. Pero él ¿qué hace? ¿Cómo se compromete con nosotros para dar de comer? Las respuestas posible son muchas. Presentaré tres versiones del tema, tres variaciones de un único misterio. No son poemas para discutir, sino quizá para orar. Buen fin de semana para todos.

Dios por nosotros. Somos las manos de Dios

Jesús nos dice ¡dadles de comer! Por eso, nosotros podemos ser y somos las “manos de Dios” . En esa línea iba la gran reflexión que ayer he presentado... el poema y texto que nos dice que somos las manos de Dios. Somos encarnación de Dios, realizamos la obra del Cristo.

Y comprendí que las manos de Dios somos "TU y YO",
los que tenemos voluntad, el conocimiento y el coraje para luchar por un mundo más humano y justo, aquellos cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando el dolor, la crítica y la blasfemia se reten a sí mismos para ser las manos de Dios.

Dios y nosotros. Blanco Vega.

Pero ayer presenté también un poema del inmenso poeta gallego Jose Luis Blanco Vega, recientemente fallecido. Suyos son gran parte de los himnos litúrgicos en castellano. Era jesuita, le conocí y le admiré en la Coruña donde residía. Murió hace unos meses. suyo era el poema que decía:

Regresa, desde el sueño, el hombre a su memoria,
acude a su trabajo, madruga a sus dolores;
le confías la tierra, y a la tarde la encuentras
rica de pan y amarga de sudores.
Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.


Estamos así los dos, Dios y los hombres, colaborando. Le dije un día a José Luis que esa visión de su poema se parecía a la hipótesis teológica de uno de los mayores jesuitas de todos los tiempos, el P. Molina, autor de la teoría de la Concordia entre el hombre y Dios… Los dos, hombre y Dios, colaborando en la creación. Los dos, hombre y Dios, tirando como en sirga de un mismo barco... Los dos, hombre y Dios, alimentando a los hambrientos.... Sonreía, sonreía….

Dámaso Alonso. Dios es todo, el mar entero, pero el hombre es libre

De entre los poemas modernos sobre Dios y el hombre en lengua castellana quizá me quedo con uno de Dámaso Alonso (Hombre y Dios, en Hijos de ira). No somos nada ante Dios… y sin embargo somos libres. Con Dámaso Alonso quiero terminar, con estos versos insondables... Con ellos os dejo, sin comentarlos, porque así como están son misteriosamente bellos y profundos:

Dios es inmenso lago sin orilla,
salvo en un punto tierno,
minúsculo, asustado,
donde se ha complacido limitándose:
yo.
Yo, límite de Dios, voluntad libre
por su divina voluntad.
Yo, ribera de Dios, junto a sus olas grandes.


No, Dios mío, tú, todo: la ola y la ribera.
Yo, sólo, el junco verde que los vientos agitan
en tus orillas grises.
Yo, afirmación delgada
—ah, pero concretísima—, terca en su verde: verde
sobre el gris infinito.
Yo, el Hombre: yo, tu Hombre,
oh tú, mi Dios, mi Dios.

Acaba así, con estos tres pasajes, mi reflexión sobre el Dios que nos pide ¡dadles de comer!, sobre el Dios que es nuestro alimento.
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