Dom 27 II 11. No podéis servir a dos dioses… Un Señor llamado Mamona

Quedan en segundo plano otros ídolos menores (astros del cielo, fetiches del suelo e incluso hombres o poderes divinizados) y aparece en el centro de la vida personal y social el Gran Ídolo, a quien la Biblia llama el anti-Dios y el anti-Cristo, la gran perversidad (Mt 6, 24). De ese tema trata el evangelio de Dios, y así quiero presentarlo. Buen fin de semana a todos los amigos y lectores.
Introducción. Tres rasgos de Mamona. La protesta de Jesús
a. Plano antropológico (subjetivo): La Mamona es un “deseo o pasión”, que se puede expresar como avaricia: Es el Pecado Capital Primero, el primero de todos los pecados. Animal de buenos deseos es el hombre. Cuando esos deseos se pervierten en forma de pasión por tenerlo todo (todo para mí, para mi grupo) a costa de los otros, surge la Mamona, que la tradición de Pablo ha concebido como Pecado Original (cf. Col. 3, 5; Ef 5, 5; cf. Lc 12, 5).
b. Plano económico-social (objetivo). Ese deseo-mamona se encarna en instituciones racionales (y pasionales) al servicio de la “posesión”. La mamona es el “tesoro externo”, expresado en las posesiones cada vez más grandes, de campos/casas o de bienes simbólicos, que se concretizan en eso que actualmente se llama Capital (lo que es Cabeza), que desembocan en un tipo de Capitalismo (cuando el principio rector de la vida aparece como Capital). De esa manera lo que es bueno, la Biblia dice incluso muy bueno (el universo, árboles, campos, animales, comida…) se convierte en lo muy malo. Los sociólogos del siglo XIX/XX (de K. Marx a M. Weber) han estudiado el tema, pero no han avanzado mucho respecto a lo que ya sabían Jesús y sus discípulos.
c. Plano religioso (intento de trascendencia). Tanto el deseo subjetivo como los bienes objetivos se “divinizan”, convirtiéndose en Dios, conforme a un proceso de “fetichización” que han estudiado también los filósofos y sociólogos del XIX/XX (y que habían analizado quizá mejor algunos Padres de la Iglesia en el siglo IV). La Mamona se convierte de esa forma en el ”Dios del mundo”, el único Señor que domina de verdad (en el fondo) en las instituciones sociales y políticas del mundo
Ese Dios Mamona no es un dios irracional (que lo es), sino que filósofos y economistas se han esforzado en “racionalizarlo”, desde el famoso Behemot de Hobbes. Así, los mentores de un tipo de Sistema se esfuerzan en decirnos que el único Dios que reina en el mundo (sobre todo en épocas de crisis) es Mamona, haciéndonos de hecho esclavos de ella.
En general, la antropología filosófica, de origen griego, había sido idealista, propia de hombres «ociosos» y ricos, que se hacían alimentar por sus siervos o esclavos. En contra de eso, la antropología bíblica ha sido y sigue siendo materialista: entiende al hombre desde la perspectiva de la gracia y del dinero. Este tema (unido al de la envidia) se encontrará en el centro del juicio de aquellos que condenan a Jesús.
Pero tanto allí como aquí (en la vida y mensaje de Jesús) la diferencia básica no es aquella que existe entre una antropología judía y otra cristiana (si es que por ahora pueden distinguirse), sino entre una antropología del dinero (fundada en la mamona y expresada en forma de sistema) y una de la gratuidad, que se expresa allí donde el hombre es capaz de dar su propia vida y compartir sus bienes con los pobres.
Punto de partida: El contexto: Mt 6, 19–7, 5.
El texto de la liturgia de hoy (que invito a leer a mis lectores) es extenso: Mt 6, 24-34. Pero el pasaje que quiero estudiar es sólo Mt 6, 24. Para entenderlo bien debe situarse todavía en un contexto más extenso. Ese pasaje (¡no podéis servir a Dios a la Mamona!) nos pone ante los dos principios de la antropología:
– uno es la ley, que actúa en forma de correspondencia judicial y puede objetivarse y poseerse en forma de dinero (mamona);
– otro es la gracia, entendida como don y regalo de la vida, que no puede objetivarse en forma posesiva.
Así lo ha destacado esta palabra clave de Jesús, que ha sido transmitida en dos versiones (ambas deudoras del Q, de una antigua comunidad palestina). En Mt 6, 24 aparece , como revelación básica del sermón de la montaña; y en Lc 16, 13 se sitúa en el centro de una intensa discusión sobre la posible trasformación (conversión) del dinero. Quiero empezar presentando el texto de Mateo, que va 6, 19 a 7, 5:
a. Dos tesoros (Mt 6, 19-20). La riqueza de este mundo se corrompe (consumida por la polilla o la carcoma) y es objeto de envidia (ladrones). Pero hay una riqueza superior que no suscita envidia y siempre permanece.
b. Corazón y ojos limpios (6, 21-23). Mirada y corazón se ensucian
por deseo de riqueza y quedan limpios por la gracia.
c. Dios y la mamona (6, 24). Oposición central
b'. Saber mirar y querer (6, 25-34). Corazón y ojos limpios nos
permiten penetrar en el misterio de Dios, que revela su rostro como
gracia (principio del reino).
a'. No juzgar (7, 1-5). La riqueza del mundo es amiga de juicio: divide a los hombres en guerra por las posesiones. Solo la gracia (hecha riqueza compartida) supera el juicio y la violencia.
((Estudio formal de Mt 6, 24 en S. SCHULZ, Die Spruchquelle der Evangelisten, TV Zürich 1972, 459-461; cf. también H. BRAUN, Spatjüdisch-häretischer und frühchristlicher Radikalismus, BHTh 24, Tübingen 1957, II, 58ss)).
La oposición entre Dios y la mamona aparece así en el centro (c) de las preocupaciones y disputas de la historia, precisando el tema de los tesoros (a), que definen al hombre como ser que se encierra en la muerte-violencia o se abre a la gracia y el sentido del juicio y la superaciòn del juicio (a'). Para entender la oposición entre Dios y la mamona hay que tener el corazón limpio, aprendiendo a mirar las cosas con los ojos de Dios (b y b').
En este contexto se entienden los riesgos de una antropología, que ha de entenderse a partir del la mamona (es decir, de la preocupación económica del hombre), como muestra la comparación entre los dos tesoros con los que empieza el texto (cf. Mt 6, 19-20). Ya aquí apareen los rasgos que definirán a la Mamona, que son la caducidad y la envidia:
(1) Caducidad. La mamona es riqueza caduca, amenazada por el orín y la polilla. Dios hizo al hombre para la vida (para que busque eternidad) y el hombre se encierra en una trama de muerte, que caracteriza y define todas las riquezas del mundo, incluidos los ejércitos, imperios y sistemas económicos. Esta es la gran idolatría: vamos construyendo tesoros que el tiempo se encarga de roer o apolillar, cayendo así en un tipo de ansiedad contradictoria, pues el deseo de asegurar nuestra vida en aquello que tenemos nos acaba haciendo esclavos de la muere.
(2) Envidia. Todos los tesoros de este mundo, sin excepción alguna, encienden el deseo de los ladrones, es decir, de competidores, suscitando así una guerra sin fin entre aquellos que tienen y aquellos que quieren tener. En este plano es imposible el equilibrio, a no ser por dictadura de algunos (los triunfadores) o del sistema mismo que domina sobre todos. La desigualdad en el nivel de las posesiones materiales suscita siempre envidia: lo que el otro tiene crea en el otro un deseo de tenerlo o un rechazo que le lleva a destruirlo. En este lugar surge y se expresa el pecado original.
Texto. Mamona, el Dios del mundo
Campo de batalla y muerte son las riquezas cuando se idolatran y se vuelven valor fundamental de la existencia, esto es, mamona. La reflexión sobre los dos tesoros, la advertencia sobre el corazón y el ojo limpio (a y b) querían preparamos para esta gran revelación. La palabra posterior sobre la confianza fundamental (por encima de las riquezas) y la superación del juicio (b' y a') ha de entenderse partiendo de esa revelación. En este campo no es posible una armonía entre los dos principios (Dios «y» y la mamona), ni una paz más alta que nos lleve por encima, pues ellos se excluyen de tal forma que debemos optar por uno u otro. Este es el tiempo y lugar de la contradicción esencial, como muestra el mismo esquema del texto:
Principio: Nadie puede servir a dos señores
Explicación – Pues odiará a uno y amará al otro.
– O se apegará a uno y despreciará a otro.
Aplicación ¡No podéis servir a Dios y a la mamona!
(Mt 6, 24; cf. Lc 16, 9).
El texto ha sido formulado con gran cuidado, de un modo solemne, con principio general, explicación y aplicación. El punto de partida es claro y puede precisarse desde paralelos judíos: existen realidades (¡señores!) que nos marcan y llenan de tal forma que no pueden compartirse; por definición, el más valioso, aquel a quien la tradición llama «único», en clave de monoteísmo radical, es Dios (Dt 6, 4; cf. Lc 10, 42).
Pues bien, lo opuesto a Dios, aquello que destruye su unidad de gracia y nos conduce al «deseo de dominio violento y al enfrentamiento, en línea de poder y posesión, es el dinero absolutizado o mamona, que puede interpretarse como capital objetivado y pecado original, principio y expresión de todos los sistemas que esclavizan al hombre y le condenan a la lucha mutua y a la muerte. Desde este fondo interpretamos el a partir del árbol del conocimiento del bien y del mal. En el nivel del juicio, allí donde se habían situado los violadores de 1 Henoc y los violentos de Sab, encontramos ahora la mamona, es decir, aquello que el hombre quiere elevar frente a Dios, como iremos indicando de un modo teórico y esquemático.
Pequeño dodecálogo sobre Mamón
1. Lo contrario a Dios no es ya el deseo subjetivo, sino una estructura objetiva construida y absolutizada por los hombres: la mamona (el capital, en su forma opresora). Lo malo no es el mundo; lo contrario a Dios no son las cosas de la creación finita como podría suponer un dualismo gnóstico, que condena la materia, el sexo...
En su Crítica de la Razón Práctica, al afirmar que lo único bueno es una buena voluntad, Kant está suponiendo que lo único malo es una mala voluntad, entendida en línea subjetiva.
Pues bien, superando ese nivel kantiano, de tipo en el fondo idealista, nuestro pasaje identifica el mal con una entidad trans-subjetiva, fabricada por los hombres, con una estructura objetivada, en forma de sistema de dominio económico: la mamona. En ese contexto, podemos añadir, corrigiendo a Kant, que la buena voluntad, en el nivel subjetivo o individual, no basta, sino que ella debe expresarse en un movimiento o camino de encuentro interhumano en gratuidad (lo contrario a la mamona).
2. El mal brota de la mala voluntad (de la envidia, del juicio y del deseo de dominio), pero se objetiva y concreta de tal forma, que puede recibir y ha recibido una realidad idolátrica, externa: es la mamona. El mal es algo que el hombre mismo hace (construye) para luego quedar esclavizado por ello. Esto es lo que la Biblia llama ídolo, conforme a lo indicado en Sab 13-15: representación que carece en sí misma de verdad y fuerza y que solo tiene aquella que nosotros mismos le ofrecemos.
Eso significa que el mal no es creación positiva de Dios; pero tampoco es pura nada: es algo que nosotros construimos, una vez que hemos comido (hecho nuestro) el árbol del bien y del mal (del juicio). El mal es algo que nosotros hacemos con la intención de dominarlo, pero de tal forma que al fin quedamos dominados por ello. En este contexto no hacen falta Vigilantes invasores (satanes externos) como en 1 Henoc, pues la misma mamona que nosotros mismos hemos «hecho» nos invade y deshace.
3. La mamona es el ídolo englobante. Sab 13-15 presentaba muchas figuras destructoras. Mt 4 y Lc 4 han destacado tres deseos primigenios (pan, reino y milagro). Pues bien, nuestro pasaje ha concentrado aquellas figuras y estos deseos en un equivalente universal que es la mamona, la gran construcción que los hombres elevan «contra Dios» (es decir, contra la gracia), como los constructores de la Torre-Ciudad de Babel (Gen 11). Los hombres han unificado de esta forma todo aquello que realizan y que tienen: sus producciones se convierten ya en dinero, de manera que el capital puede comprarlo así y venderlo todo, apareciendo como «Dios del mundo».
Al identificar a la mamona con el antidiós, nuestro pasaje ha realizado una opción hermenéutica de consecuencias incalculables: lo que en plano de pecado une a los hombres no es la razón o la pasión, no es el ateísmo o la irreligión, ni un tipo de poder abstracto; lo que a todos iguala y destruye (a nivel de compraventa) es el gran «edificio del capital», entendido como Torre de Babel en que los hombres quieren refugiarse sin lograrlo. Este es el pecado original.
4. Este es un ídolo engañoso que suele camuflarse, oculto en ropajes de piedad, libertad o sacralismo. Los hombres siguen entregándose a sus cultos de tipo social o religioso, pensando que es allí donde se expresa la verdad de su existencia. De esa forma van al templo, para encontrar allí a su Dios. Pero el evangelio sabe que el mismo templo de Jerusalén está «hecho por manos humanas» (kheiropoiêton: Mc 14, 58) y vinculado por tanto al dinero (cf. Mc 11, 15-19), como una construcción del hombre, en la línea de la torre de Babel; en ese sentido puede formar parte de la mamona, es decir, de la adoración del dinero, pues «allí donde está tu tesoro está tu corazón» (cf. Mt 6, 21).
Griegos y romanos adoraban a sus dioses. Filósofos y sabios posteriores han seguido trazando sus discursos conceptuales para defender su propia forma de existencia. Pues bien, al fondo de esos dioses y de esos discursos, de tipo moralizante e incluso piadoso, se ha escondido normalmente el «cuerpo» de una adoración económica, un tipo de culto concreto a la mamona como ha sucedido en el templo de Jerusalén.
5. El descubrimiento del carácter antidivino de la mamona tiene rasgos de revelación. No se logra con discursos conceptuales o teorías cósmicas que siguen inscritas en un lenguajes de «talión», que es en el fondo una expresión de la mamona (equivalencia racional o monetaria). Solo se descubre el carácter anti-divino de la mamona allí donde ha venido a revelarse el verdadero Dios como poder de gratuidad y principio de amor que fundamenta de manera amorosa la existencia de los hombres. Eso ha podido hacerlo Jesús, cuando descubre aquello que se opone al mesianismo de la gracia y cuando lucha contra el diablo, que en el fondo es el deseo posesivo (aquello que posee a las personas, impidiendo que ellas sean libres); eso lo ha hecho Jesús cuando descubre y muestra con su vida que lo contrario a Dios es la mamona.
En ese contexto podemos decir que Satán (el enemigo de Dios) es la mamona, el deseo de seguridad que se expresa de forma impositiva. Este es el Satán del pecado original que descubriremos en el próximo capítulo, cuando hablemos también de la muerte de Jesús como pecado original.
6. La mamona es un dios fuerte, un dios que nos hace capaces de construir muchas cosas, en clave de juicio, como dice la Biblia al hablar de la Torre de Babel (Gen 11), como muestra muy bien el Capitalismo moderno. Los bienes de la mamona determinan esta vida: nos dan poder intenso y nos permiten ordenar, comprar o construir casi todas las cosas. Lo que Jesús dijo en su tiempo resulta mucho más claro en el nuestro, pues el capitalismo de occidente ha racionalizado la economía, convirtiéndola en principio y motor de las relaciones sociales y de esa forma ha creado la industria, ha producido muchos bienes y, en algún sentido, ha conquistado todo el mundo.
Pues bien, esa mamona del gran capitalismo, que está vinculada al imperio militar y que domina sobre el conjunto de los hombres, es en el fondo el anti-diós, como sabe el Apocalipsis, cuando la interpreta como Gran Prostituta y diosa de este mundo (Ap 17-18): un ídolo al que todos podemos acabar vendiendo lo que somos, quedando cautivados por su fuerza. Lo contrario a Dios no es el dinero en sí, como medio para realizar intercambios económicos, sino el dinero convertido en capital, bien absoluto.
7. Nuestro texto ha vinculado revelación de Dios y mamona. Ambos se asemejan y asemejándose se oponen. Dios es creador, es Vida que se regala, la mamona, en cambio, ha sido creada por los hombres (y se aprovecha de ellos, les devora, como en Dragón de Ap 12). Dios nos hace libres, para que podamos realizamos de manera autónoma. La mamona, en cambio, nos posee (como el diablo) y nos convierte en siervos al introducimos dentro de un esquema de mérito y negocio, de ganancia y juicio donde vale más el que más tiene, aunque al final todos acaban siendo esclavos del mismo sistema.
Dios nos ama de manera personal y, al dirigimos su palabra de llamada, espera una respuesta. El dinero, en cambio, nos permite gozar y poseer pero al final nos esclaviza, sin dejar ya que podamos responderle, pues vive de nosotros.
8. Lo que se opone a la mamona es la gracia de Dios, el amor generoso que crea y da vida, por encima de toda ley, más allá de todo mérito. Por eso, el conocimiento de Dios está vinculado a la experiencia de la gratuidad, como suponía ya Sab (cf. 1, 1-2) y como desarrolla Pablo en Rom 1-3. Se ha dicho desde antiguo que a Dios le conocemos más por aquello que no es que por lo que es (teología negativa). Pues bien, ahora que conocemos a su contrario (mamona), podemos conocerle mejor: Dios es aquello (aquel) que se opone como gracia creadora y principio de vida al egoísmo del dinero.
A partir de aquí debemos precisar el monoteísmo israelita: «Escucha, Israel, Yahvé nuestro Dios es un Dios único; amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón...» (Dt 6, 45; cf. Mc 12, 29-30). Esa palabra sigue siendo valiosa, pero al fin resulta insuficiente, pues sólo superando la sacralización económica, destructora de los hombres, podemos definir la unidad original y creadora de Dios.
9. Lo opuesto a Dios es la unificación económica en clave de mamona, el capital absolutizado. En línea de mamona, el mundo acabaría convirtiéndose en un puro mercado, con una moneda que todo lo compra y lo vende, de manera que todos se miden (se igualan o distinguen) por ella y de esa forma se negocian, en un tipo de inmenso proceso donde el «juez» (quien dicta la sentencia de lo bueno y lo malo) es el mismo dinero.
Esto significa que los hombres acaban siendo esclavos de un instrumento de cambio (de juicio comercial) que ellos mismos han creado. Cesa el valor de la persona, pues ella se compre y vende, como se compra el trabajo. Se pierde así la gracia de la vida y todo resulta al fin equivalente porque todo se mide y negocia, nada se regala. Este es el talión final: ojo por ojo, dinero por dinero; los hombres se valoran y definen y ajustan su sentido en un nivel de competencia o negocio que termina siempre en muerte.
10. El conocimiento de Dios se expresa en el despliegue de la vida como gracia compartida, en contra de la divinización del dinero o capital. Por eso, si queremos conocerle no podemos refugiamos en un nivel interno para interpretarlo en clave de emoción o sentimiento. Tampoco le podemos definir por las ideas. Conocer a Dios implica descubrir y potenciar un tipo de existencia que es contraria a los modelos que se imponen y extienden por dinero (capital), en un mundo donde sólo se valoran las empresas productivas (obras) y al final todo se adquiere y rechaza en el mercado.
Frente al desvalor universal de la mamona (forjada en clave de juicio y compraventa) ha de expresarse ahora la apertura universal de Dios que es gracia y que se expresa como unión gratuita entre los hombres. Dios se define (se revela) por lo tanto como fuente de diálogo, como amor y gracia para todas las personas. Pasan a segundo plano (y a veces desaparecen) otros principios de vinculación social fundados en tradiciones populares o identidades de grupo. Lo que de verdad vincula a los humanos por Jesús es lo contrario a la mamona: la gracia que les hace libres y les capacita para unirse en gesto de amor abierto a todos (en la línea de 1 Cor 13).
11. Conocer a Dios es vivir y crear en actitud de gracia. Contra la mamona, que es anti-gracia (ley que regula por fuerza lo que existe), Dios viene a presentarse como Vida que se regala y comparte, sin intereses ni egoísmo, haciendo que exista vida humana. Los poderes del mundo (pan y circo, afán de placer y deseo de poder...) acaban por centrarse en la mamona que así aparece como esencia y verdad (¡mentira!) de todos ellos, como fuerza capaz de construir torres de Babel, inmensos edificios de seguridad, según sistema.
Pues bien, a diferencia de la mamona, Dios es Aquel que crea gratuitamente vida, Aquel que no se compra ni se venda (no es dinero), siendo, sin embargo, el principio y fuente de todo lo que existe. Dios es creatividad, gozo de dar, dejando en libertad y acompañando en amor a lo creado. Así se muestra en Jesús. Por eso se define como lo contrario a la mamona.
12. La mamona no crea, sino que regula las cosas que ya existen por la fuerza, con envidia: cada uno quiere lo que tiene el otro, en mercado que excita los deseos para aumentar la producción y viceversa, de tal forma que nadie logrará jamás saciarse. Lógicamente, la mamona «fabrica» pobres: suscita la desigualdad entre los hombres, en proceso de competencia que lleva al enfrentamiento y a la opresión de los perdedores.
Más aún, el mismo sistema de la mamona acaba convirtiendo a todos en pobres, pues les hace esclavos del proceso económico de producción y distribución de bienes. Pues bien, en contra de eso, Dios se define como amigo de los pobres: se muestra como gracia, gozándose en dar precisamente a los que menos tienen, en proceso de generosidad gratuita.
((He desarrollado el tema en Dios es palabra. Teodicea cristiana, Sal Terrae, Santander 2004, destacando el riesgo de la «trinidad de la mamona»: lo contrario a Dios Padre es el capital, lo contrario al Hijo es la empresa productora (en el nivel de las obras y los méritos) y lo opuesto al Espíritu Santo es el mercado. Para un estudio del carácter idolátrico del sistema económica: R. PETRELLA, «Le Dieu du capital mondial», en Où va Dieu?, Revue de l’Univ. de Bruxelles 1999, 1, 189-204. Cf. también F. J. HINKELAMMERT, Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión, DEI, San José de C. R. 1995; Crítica de la razón utópica, Desclée, Bilbao 2002; J. MO SUNG, Deseo, mercado y religión, Sal Terrae, Santander 1999))
Conclusión. Gracia de Dios, el riesgo de la Mamona
Desde ese fondo, superando el nivel del juicio y la mamona, afirmamos que Dios es gracia, para destacar, al mismo tiempo, que el hombre verdadero es también gracia. Esta es la única definición antropológica que tiene sentido después de todo lo indicado. El sistema del juicio económico o social nos sigue esclavizando.
No podemos volver a la simple evolución de la vida, de la que procedemos, pues en ella se han impuesto por fuerza los más hábiles o fuertes, dejando morir o matando a los menos capaces. En ese plano de evolución nada se crea, nada se destruye, sino que todo se transforma..., pero a favor de los triunfadores, en camino que lleva a la muerte, como ya sabía Gen 2-3. Pues bien, en contra de la visión en que aparece dominado por la mamona (=poseído por lo diabólico), afirmamos que el hombre verdadero es gracia; nace por regalo de amor (no por negocio) y sólo regalando su vida puede realizarse humanamente. Esta es su identidad, esta es su fuerza, por encima de las diferencias que, en otro plano, pueden separar a judíos y cristianos, pero que aquí resultan marginales.
Desde ese fondo podemos distinguir de nuevo los niveles.
1. El mundo en cuanto tal es equilibrio de fuerzas: una estructura donde cada elemento necesita del otro, conforme a una ley de correspondencia. Ningún elemento puede subsistir en aislamiento, porque en ese caso desaparecería. Cada uno necesita de los otros, dentro de un «juego de fuerzas» que se puede definir como talión, al interior de un equilibrio tensional o de un proceso donde nada se crea y nada se destruye, todo se trasforma, conforme a una ley de acción y reacción que la escolástica llamaba de generación y corrupción.
3. Dios es la gratitud: da sin recibir, sin esperar recompensa (aunque agradece inmensamente la respuesta), por puro amor. Dios no forma parte del sistema cerrado de fuerzas. No tiene que alimentarse de lo que le ofrecen. Por eso supera la ley de acción y reacción, la generación y corrupción, el talión. Dios existe en si, no por aquello que recibe del mundo; da en generosidad y no pierde lo que da. Por eso regala lo que tiene (=se regala) sin tener que andar midiendo lo que ofrece. De esa forma, superando el nivel de un mundo en el que nada se crea y nada se destruye, podemos definirle como poder de creación gratuita y generosa. Por eso decimos que se encuentra más allá del talión (economía social), estando más allá del mundo entendido como sistema de equilibrios mercantiles.
3. El hombre ha superado el puro nivel cósmico, de manera que no puede equilibrar su vida a través de un tipo de evolución material. Desde ese fondo se entienden las dos «posibilidades» que hemos venido destacando a lo largo de este apartado: o se abre al Dios de la gracia (siendo él mismo gracia) o se destruye a sí mismo, quedando esclavizado por un capital hecho Mamona.
Excurso erudito.
F. HAUCK, «Mamona»: TWNT IV, 390-392; K. H. SCHELKLE, Teología del Nuevo Testamento III: Moral, Herder, Barcelona 1975, 433-446; W. SCHRAGE, Ética del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1987, 127-137; R. SCHNACKENBURG, Mensaje moral del Nuevo Testamento, Herder, Barcelona 1989, 160-169.
Resulta significativo el poco eco que este texto ha tenido en la literatura del cristianismo primitivo. Ev Tom 47a lo cita de un modo formal (sin asumir su contenido económico). Sólo 2 Clem 6, 1 descubre y condena su contenido radical. El Dios Mamón ha sido conocido por los grandes Padres de la Iglesia.
San Agustín afirma que es un Dios púnico (en el entorno fenicio/cartaginés del Norte de África se adoraba a un Dios de ese nombre).
San Jerónimo dice que es un Dios Sirio (y tiene razón en sentido etimológico, porque el origen de la palabra Mamón que utiliza Jesús es sirio/arameo). Sea como fueren, ambos Padres (Agustín y Jerónimo) tienden a entenderlo de un modo intimista, como un ídolo del corazón (es decir, como un demonio).
Ciertamente, Mamón es un Dios del Corazón (lo que esclaviza a corazón humano), pero como he dicho, tiene en su origen un sentido también económico y social (e idolátrico/religioso) . Ciertamente, se puede divinizar o demonizar simbólicamente, pero expresa una forma de conducta social (y personal) de los hombres que idolatran el aspecto económico de la vida, divinizando el dinero.
Sigue el excurso (en parte en inglés; para los interesados en pura exégesis)
MAMMON Heb mmwn y/o del Aram mnw y significa en su principio dinero, riqueza (en sentido material y simbólico). In Mishnaic Hebrew, and is also attested in that sense several times in documents from Qumran (1QS 6:2; 1Q27 1,2,5 [probably], and CD 14:20), although the more usual word for “wealth” in Qumran literature is
“Mammon” is not inherently evil, as may be seen from m. Ber. 9:5, commenting on Deut 6:5 (from the Shema): “[thou shalt love the LORD thy God . . .] with all thy strength” [that is], “with all thy wealth (mammon).” Its use then is broadly parallel to that of Qumran which often refers to the money or wealth which the prospective member is required to bring into the community when he joins it. In all gospel examples it occurs in words ascribed to Jesus. Here we may note:
(a) Matt 6:24 and Luke 16: 13c are verbally identical (not always the case in “Q” material);
(b) Luke 16:1–13, apart from v 13, which acts as a call line for the whole passage, is material peculiar to Luke; yet within that material, in v 9, two well-known Semiticisms occur, namely, ek “from,” meaning “by means of,” and the “adjectival genitive”: “[Make friends for yourselves] by means of the mammon of unrighteousness (= “unrighteous mammon,” as given idiomatically in 16:11).
All of this supports the view that Semitic material is to be found in the tradition preserved here by Luke. Because the Greek form of the word is it is on balance more probable that it reflects the Aram (pronounced “mammona”) than the corresponding Hebrew (( MAX WILCOX, Anchor Bible Dictionary))
Mamona. Palabra de origen arameo. . The derivation is uncertain, though it most likely comes from wma, = “that in which one trusts” (J. Buxtorf), aquello en lo que uno cree, aquello en lo que uno confía.
In some circles at least (cf. the piety of the Anawim) the idea of the impure, dishonest and worldly is intrinsically bound up with the word Mammon. In Eth. En., esp. in the admonitions (94–105), one may see the same hostility to love of mammon (Plusios, Ptojos) as is later found in Jesus. The righteous who love God rather than earthly possessions (108:7) stand opposed to the rich and powerful who trust in dishonestly won money and property (94:6, 8; 97:8) and who exploit their position with injustice and violence (94:6ff.; 96:5ff.). In the hereafter, when the position will be reversed (94:10; 96:8; cf. Lk. 16:19 ff.), the rich will lament: Our souls are sated with unrighteous mammon, but this does not prevent us from plunging into the flames of hell (63:10).
In the NT mamwna`" occurs only on the lips of Jesus. In the first instance it means “property,” “earthly goods,” but always with a derogatory sense of the materialistic, anti-godly and sinful. In the earthly property which man gathers (Mt. 6:19 ff.), in which he erroneously seeks security (Lk. 12:15 ff.), to which he gives his heart (Mt. 6:21), and because of which he ceases to love, Jesus finds the very opposite of God (Mt. 6:24 par.). Because of the demonic power immanent in possessions, surrender to them brings practical enslavement (Mt. 6:19 ff.). The righteous must resolutely break free from this entanglement and stand in exclusive religious dependence on God, Mt. 6:24 par. This realistic view of the actual facts makes it impossible for Jesus to think of earthly possessions with religious optimism or to regard them as a mark of special divine blessing (Job 1:10).
The phrase mamona tês adikias, in Lk. 16:9 ((corresponde a una palabra aramea, que significa), == possessions acquired dishonestly. The saying of Jesus need not have been originally directed against publicans, for in practice no property can be acquired except with some element of injustice (cf. Seir. 26ò29). The estimation of God as the supreme good, and the high ethical emphasis placed on brotherly love, especially in expectation of the imminent end, rule out all ideas of using mammon in the world to serve cultural aims and concerns. The only possibility for Jesus is the renunciation of earthly wealth as this is expressed in giving it to the poor.
This ethically unobjectionable and religiously prudent use of earthly riches in the service of love for others is something which the righteous may learn from the ethically unjustifiable but clever use of money for corrupt purposes as this may be seen in the world (Lk. 16:17, 9). Even in respect of modest earthly wealth, the righteous is under the obligation of faithfulness, Lk. 16:11. Faithfulness in small things is the presupposition of participation in the eternal (great) things which are the true wealth of the disciples (to alêthinon) ((Hauck, Mamona, TDNT)).