J. Garrido, Eucaristía: Diez propuesta serenas, rompedoras, esenciales

Javier Garrido Goitia, franciscano, es uno de los cuatro o cinco pensadores y guías cristianos más significativos de la iglesia española el momento actual.
No sale en los medios (es difícil conseguir una foto suya en google), no dirige manifiestos de tipo llamativo... y, sin embargo, desde el silencio sonoro de sus conferencias en Huarte-Pamplona y desde sus libros de antropología, espiritualidad y dirección de conciencias, ha guiado y sigue guiando a millares de personas, estudiantes de universidad, religiosas deseosas de palabras, cristianos de todo tipo.
Actualmente empieza a escucharse la voz de nuevos guías, como Pablo D'Ors, J. M. R. Olaizaola, que saben conectar con la juventud... Pero nadie, por ahora, como Javier Garrido que se ha mantenido más de 40 años en la brecha de la palabra y de la vida como ejemplo de interioridad, en sencillez austera, en "minoridad", en gran sabiduría.
No le conozco en persona, y sin embargo es uno de los escritores cristianos que más y mejor me han acompañado desde hace 40 años. Es vizcaíno como yo (él de Bermeo), nacimos el mismo año (1941), y tenemos vidas paralelas, aunque él estudió filosofía y teología en Friburgo (Suiza) y yo en Salamanca y Roma.
Empezó enseñando en los franciscanos y formó parte de un equipo de renovación de la Orden, para dirigir durante largos decenios un tipo de “escuela de vida cristiana” en Pamplona y en su entorno, donde cientos y miles le recuerdan como maestro y amigo.
Tiene, además, un “cuerpo” impresionante de libros escritos sobre espiritualidad, psicología y maduración personal que forman uno de los mejores legados del cristianismo en el momento actual. Me han dicho que acaba de retirarse en su convento central de Arantzazu, donde quisiera visitarle, Dios mediante, este verano.
UN LIBRO SOBRE LA EUCARISTÍA, EL MISTERIO, LA FRATERNIDAD CRISTIANA
Nunca le he visto, como he dicho, pero le escribí hacia el año 1980, preguntándole sobre la raíz del franciscanismo y la relación entre pobreza (minoridad) y fraternidad. Su respuesta, reposada, larga, esencial, me ha venido acompañando desde entonces para interpretar la experiencia, y así quiero recordárselo ahora, si es que lee esta simple recensión agradecida a su última obra, subtitulada Meditación de la Eucaristía, que se divide en cuatro partes bien unidas:
-- DON, sobre el origen y sentido de la eucaristía cristiana.
-- CELEBRACIÓN, un recorrido orante y sobre los diversos momentos del rito eucarístico.
-- REFLEXIÓN ESPIRITUAL, sobre el sentido teológico y antropológico de la eucaristía.
-- PROBLEMÁTICA PASTORAL, donde se exponen algunos temas abiertos de la celebración cristiana en la actualidad.
En esa cuarta parte voy a detenerme. Se trata, como todo lo que suele escribir Garrido, de una propuesta serena y sufrida, rompedora y experimentada, tanto en su vida como en su práctica pastoral. Algunos clérigos y "legos" (como aquellos que miraron con recelo su compromiso pastoral en Pamplona), recibirán aún con más recelo su nueva propuesta, diciendo que viene de un hombre acostumbrado a transitar por libre en los caminos de la Iglesia, por la “vía franciscana”.
Pero estoy convencido de que es una propuesta esencial, para que la Iglesia siga siendo Iglesia, y la Eucaristía, Eucaristía, el “don incomparable” de la vida de Dios para los cristianos, como podrá ver quien siga leyendo. Javier Garrido no es la "palabra de Dios", pero tiene una palabra clave para la Iglesia actual, en Pamplona y en el mundo entero.
DIEZ PROPUESTAS DE GARRIDO SOBRE LA EUCARISTÍA
1. En mi opinión, la eucaristía no debe ofrecerse a niños ni a adolescentes (pag. 222), (ni a todos los que vienen, sin más, para ver el espectáculo) pues ella es el momento clave de la oración y vida de unos cristianos adultos, comprometidos en su fe, que con-celebran el misterio de Cristo.
2. La eucaristía no se ha de exigir bajo pecado (223). Ciertamente, hay un “mandato” del Señor: “si no coméis mi carne… no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 53), pero ese mandato no se puede imponer jurídicamente, con amenaza de condena para aquel que no lo cumple, con mentalidad jurídica. La eucaristía es don, y un don impuesto deja de serlo
3. En contra de la misa diaria: “Me he preguntado si no habría que suprimir la misa diaria…” (224), pues “misa” no es una devoción individual (para distinguir así a los “de misa diaria”) sino una celebración comunitaria, vinculada a la “fiesta” de la resurrección, que los cristianos celebran cada domingo.
4. Con un ritmo pausado: Cada eucaristía debería durar, al menos, hora y media (228). Es una fiesta, y la fiesta no se improvisa “ni se puede despachar en 20 minutos” (226). Muchas veces se “escucha” (se oye) una mentalidad funcional, de cumplimiento, y así se ha convertido en un rito rápido, sin que los celebrantes puedan entrar en su ritmo, dejándose enriquecer por ella.
5. Una eucaristía inculturada, que no sea clerical , en sentido ordinario del término: “La liturgia romana es altamente clerical y no facilita la inculturación” (232), es decir, el hecho de que la celebración del Señor, siendo fiel a los principios del Nuevo Testamento, acepte las formas y ritmos de cada cultura y de cada tiempo, en un plano social, religioso.
6. Una eucaristía no clericalista, que no está dominada por un tipo de clero superior, que celebra,, mientras el pueblo simple asiste, escucha y asiente (233-234). En este contexto ofrece Garrido tres propuestas:
--Revisar (=superar) la sacralización del clero (234)
-- Reconocer con el NT que sólo Cristo es sacerdote, y que todo el pueblo cristiano es pueblo sacerdotal (234)
--Saber que la mujer debería ser ordenada para el ministerio sacerdotal, pues el impedimento actual no es dogmático, sino cultural (234)
7. Contra el monopolio de la eucaristía, que ha tendido a convertirse en el único rito para el conjunto de los cristianos (236). Para todo se acude a la eucaristía (para funerales, bodas, fiestas o simples reuniones…), dejando en segundo plano o suprimiendo todas las demás celebraciones y devociones cristianas, que han de ocupar su lugar.
8. Importancia de los pre-sacramentos (241), o quizá “para-sacramentos”, es decir, los gestos y ritos comunitarios, que no son eucaristía en sentido estricto, pero que alientan y alimentan la vida cristiana:
‒ Celebraciones de la Palabra, vividas en libertad, entre grupos cristianos, sin necesidad de convertirlas en eucaristía.
‒ Reuniones comunitarias, con símbolos compartidos (con pan y con vino, en recuerdo de Jesús, o sin pan y vino), que no son eucaristías en sentido escrito (legal), pero que son presencia de Jesús
‒ Reflexiones y oraciones compartidas, diálogos comunitarios etc.
9. Ante el fracaso del Vaticano II (245). El Concilio abrió un camino…, pero la realidad de la Iglesia no ha respondido a sus aspiraciones… Quizá no estábamos preparados para el impacto del Vaticano II. Lo cierto es que el Concilio no logró expresarse y expandirse en una transformación de la Eucaristía, ni en una revitalización de otros ritos cristianos.
10. Éste es el modelo de Iglesia que me gustaría, dice Garrido, en la última página de su libro, como conclusión de todo lo anterior (246)
‒ que se dé primado al laicado… y a la evangelización sobre la sacramentalización
‒ que se insista en la humanización (en línea social, personal…) y en la espiritualidad (en línea orante)
‒ que se enseñe a combinar Palabra, Oración personal y Eucaristía.
‒ que se opte por las minorías (personas y grupos pequeños, pero no por las élites)
BREVE REFLEXIÓN PERSONAL
Éste es el Garrido que yo quiero, entre los que yo conozco, de la última generación de “clérigos” creadores de la iglesia hispana (con Mons. Uriarte y M. Legido, con J. M. Castillo y J. A. Pagola, L. Alonso Schökel y J. Martín Velasco…), una generación de grandes creadores, que “se está yendo” por edad, sin que yo advierta renuevos de esa altura…
Quiero decirle aquí que estoy básicamente de acuerdo con su proyecto y camino de vida, y que me alegro “cantidad” cada vez que encuentro a personas que me hablan de él con admiración humana, con asentimiento cristiano. Y así quiero felicitarle por su vida, y en especial por este libro, que es una meditación, siendo al mismo tiempo una reflexión teológica y una propuesta de transformación de eucarística de la iglesia.
De todas formas, desde mi sensibilidad social (y por lectura de evangelio), sin criticar ni un ápice lo que él Garrido, yo insistiría “también” en otros elementos:
1. Pienso que la eucaristía es también “pan de los pobres”, y puede entenderse como principio y argumento de una crítica y transformación social, partiendo de los relatos pre-eucarísticos (¿o eucarísticos?) de las multiplicaciones de Jesús.
2. La eucaristía es también signo de la “revolución” social del cristianismo, en línea ecológica, de trabajo y cultivo de la tierra, de manera que junto al aspecto más “espiritual” (que Garrido propone, en la línea del Evangelio de Juan) hay que colocar el aspecto de fiesta de muerte y de vida, e incluso de música y baile.
3. En ese sentido me gustaría que se concretara mejor lo que Garrido dice (pag. 246) de vincular la humanización y la espiritualidad, siempre que la humanización se entienda en el aspecto fuerte de creación de vínculos de vida y fiesta entre los hombres.