Éste es mi Hijo. No quedéis en las tiendas, seguidle

Presenté anteayer (19.2.16) una versión del evangelio del domingo 2 Cuaresma, que es la Transfiguración según Lucas, poniendo de relieve la importancia del rostro luminoso del Cristo, presente en los marginados de la tierra. Pero el relato de Lucas ofrece otros aspectos que hoy quiero desarrollar: Entre ellos las tres tiendas y la palabra del Dios de la Nube que dice:¡Ese es mi hijo!

Jesús quiso que tres discípulos (Pedro, Santiago, Juan) supieran mejor quién era, y por eso les subió en solitario a la montaña más alta, para enfrentarles allí con la realidad del mundo (¡todo se ve desde la montaña!) y con la propia historia. Le bastó con tres, dejó a los nueve restantes en el llano, discutiendo con escribas.


Tres eran y son suficientes para rehacer el camino de su Reino, tres que vieran, que entendieran y se comprometieran en el monte. Bastaban tres como hoy (año 2016) para rehacer la Iglesia.

Pues bien, esos tres descubrieron allí en la montaña de la absoluta soledad y plenitud ante el misterio, que Jesús dialogaba con Moisés y Elías, con la ley y los profetas, y vieron que su rostro se volvía luminoso, pues la misma luz de Dios le iluminaba desde centro, saliendo de la niebla impenetrable.

Pedro, en nombre de los otros, se sintió aturdido y pensó que habían llegado ya la hora final de la ley, del mundo y de la historia y dijo ¡hagamos tres tiendas! Tiendas para que acampemos y para así quedar custodiando el brillo de Dios por siempre, tiendas de campaña que se vuelven luego inmensos monasterios, catedrales, vaticanos, basílicas gloriosas, para descansar, para admirar.

Pero la cuestión verdadera siguió (y sigue) abierta. Hay un Pedro que sigue soñando con la iglesia-tienda, mientras Jesús seguía dialogando en medio de la nube, con Moisés y Elías sobre la forma de subir a Jerusalén, realizando el gran ´”éxodo”, el camino que conduce a la nueva humanidad.


En ese fondo vuelvo a presentar el texto de Lucas, para que así nosotros podamos hacer también, con la mente, el corazón y la voluntad, el mismo camino de ascenso a la montaña, para saber quién es Jesús, para abandonar nuestras tiendas ilusorias, para seguirle, sabiendo que el brillo divino de su rostro está presente en todos los hombres y mujeres, y en especial en los marginados y explotados.

Lectura: Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle."
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.


1. En el Principio.

Casi todos le estaban esperando, pero cuando vino apenas le conocieron. Esperaban a un legislador como Moisés, un profeta de fuego como Elías, que dialogaban con él en el monte. Pero Jesús no era sin más Moisés, ni era Elías, pues ellos habían venido de la hondura de su sueño a dialogar con él. Jesús no había venido para que Pedro y sus dos “cardenales” hicieran tres tiendas en el monte y se quedarán adorando allí, sobra la gran montaña.

Otros esperaban a un rey como David, a un caudillo victorioso como Judas Macabeo o Galileo, a un sabio como Filón un maestro de la ley como Hillel, a un profeta del juicio como Juan, a un sacerdote... Pero vino él y les pareció insignificante. Y cuando le insistían: "¿Quien eres?" él sólo respondía: "el hijo del hombre tiene que entregar la vida...". Así le había visto Pedro en Cesarea de Filipo, para descubrirle luego en sueños como portador del brillo de Dios. ¡Dejemos ya, hagamos tres tiendas…!

Pero Jesús estaba hablando con Moisés y Elías del camino que debía recorrer hasta Jerusalén, para dar la vida por los demás. Este fue su secreto, su milagro sumo: supo vivir y dar la vida por los otros, de manera simple, a ras de tierra, entre la gente de la calle, con aquellos a quienes casi todos despreciaban: enfermos y prostitutas, leprosos, marginados de la vida... A pesar de ello, y aunque parecía totalmente inofensivo, sin autoridad oficial (militar o religiosa, política o social) tenía gran poder humano y le mataron. Quizá por eso le mataron: tenían miedo de alguien que fuera sólo poderoso como humano, como amigo.

Así pudo haber terminado su historia. Pero "aquellos que antes le habían amado, siguieron amándole" y, con más fuerza, tras la muerte, añadiendo que se hallaba vivo, de otra forma, porque Dios le había recibido en su amor y le había resucitado tras la muerte. De esa forma le presenta F. Josefo, el mayor historiador judío (Antigüedades 18, 63-64). La memoria de su amor, que había triunfado de la muerte, hizo que se unieran sus amigos afirmando que el mismo Dios le había enviado y sostenido.

2. Durante veinte siglos.

Esa memoria del Jesús que, retomando el camino de Moisés y Elías, había subido a Jerusalén para anunciar el Reino, siendo allí crucificado, fundó la iglesia y enriqueció la historia de la humanidad. Así lo acabó bien, muy a su pesar, el mismo Pedro, en hacedor de tiendas, iglesias establecidas, negocios de Dios, vaticanos… Así hemos respondido muchos de nosotros, haciendo teologías establecidas, organizando poderes religiosos sobre el mundo.

Los discípulos cristianos le dieron (le hemos ddo) desde entonces muchos títulos y nombres: al principio y en la Edad Antigua le llamaron Cristo (Mesías), Señor e Hijo de Dios, Sumo Sacerdote o Salvador definitivo. Más tarde, en la Edad Media, le han visto como Poder Cósmico o Hombre Sufriente (Pantocrator, Crucificado). Desde entonces y en la Edad Moderna muchos le han llamado Amigo y se han enamorado de él; otros le han pintado como General del ejército de Dios, Abanderado de la redención, Guía espiritual, Ideal de perfección o Juez último de la historia.

A lo largo de esos siglos, Jesús ha sido el personaje central de occidente, modelo de reyes, animador de monjes, inspirador de obispos, amigo de los pobres. Así le hemos visto y le vemos: como Torturado en la Cruz o con el Corazón de amor abierto, como Maestro del nuevo mandamiento o como Eucaristía que se oculta y revela en el don más exigente del pan celebrado y compartido, como Hermano, Señor, Sacerdote...

Todo eso hemos hecho de Jesús, y no lo hemos hecho mal, pero él sigue dialogando con Moisés y Elías sobre la montaña, sobre la forma de realizar el gran éxodo de la nueva humanidad, desde Jerusalén.

3. Investigación moderna.

A principios del siglo XX inició A. Schweitzer la tarea enorme de recopilar lo que se había dicho de Jesús, descubriendo que casi todos los teólogos y fieles, habían proyectado en él sus sentimientos. Desde entonces y a lo lago de todo el siglo XX, se han desarrollado varios procesos de búsqueda intensa de la historia de Jesús, primero en Alemania, luego en el Europa-América y finalmente en todo el mundo, de forma que existen, escritos en varios idiomas, decenas de libros espléndidos, diversos y divergentes, pero no contradictorios que analizan su figura.

Son libros apasionantes, honrados, escritos por católicos o protestantes, judíos o no-creyentes que nos ayudan a entender mucho mejor su figura. Unos le presentan como judío marginal empeñado en cumplir las profecías, algunos como campesino mediterráneo, experto en amor y pan compartido, otros como taumaturgo capaz de animar a los enfermos, carismático devoto, amigo de los hombres..., líder social y revolucionario...

De un modo u otro, casi todos destacan su amor cercano y fuerte, su gran poder (sin ninguna autoridad oficial), comprometido por los hombres, mártir del reino de Dios, como he señalado en mi libro de síntesis La historia de Jesús (Verbo Divino, Estella 2013), donde podrá documentarse lo que digo.

De todas formas, hay muchos que dicen que todo aquello de la montaña ha sido no sólo un sueño, sino casi un engaño… Ni Jesús era lo que han dicho, ni su historia aporta ya nada en nuestro mundo


4. Y tú ¿qué dices? ¿Quién es Jesús para ti en la montaña?

Hemos evocado su figura en el principio, en la historia y en la actualidad. Podríamos añadir fácilmente otros testimonios de la investigación y la literatura, la mística y el arte, la revolución social o las diversas religiones... También podríamos hablar, hoy como antaño, de aquellos que no creen y que pasan indiferentes a su lado, que le juzgan peligroso o superado. Es normal: estamos hoy como estuvieron sus discípulos, amigos o enemigos, ante el enigma de Dios y de la vida que plantea Jesucristo.

Pues bien, nadie (ni cercano ni lejano) puede responder por otro a su pregunta: "Y vosotros ¿quién decís que yo soy?" (Marcos 8, 27).

Donde nadie puede responder por otro, nos sigue hablando mismo Dios desde la Nube: ¡Ése es mi Hijo Elegido, escuchadle! Escuchar significa dialogar con él, hacer camino… empezar de nuevo.

Ésta es la tarea. De pronto, Pedro (con Santiago y Juan) abren los ojos y ven simplemente a Jesús, al Jesús hombre que les dice “vamos a empezar de nuevo”.

—Ya no hay nube externa… ni Moisés ni Elías, sino Jesús, el hombre, que les dice “vamos a Jerusalén”.

‒ Ya no hay tiendas, ni una ni tres, ni catedral, ni monasterio, ni Vaticano, ni museos religiosos, ni leyes sagradas… No hay nada, a cuerpo empieza a caminar Jesús, seguido por Pedro, Santiago y Juan. Un maestro y tres seguidores, dispuestos a transformar el mundo entero.

‒ Así empieza de nuevo aquí la Iglesia, empezamos, tras veinte siglos, teniendo que bajar de nuevo de la montaña, con la voz de Dios que nos dice: Ése es mi Hijo, seguidle.

‒ Seguir a Jesús significa haber visto su rostro, y seguirle viendo en todos los marginados y oprimidos de la tierras.
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