Jesús 8. Juan y Bano, bautistas y penitentes. Empezar por el desierto

Completar la visión de Juan Bautista. Un hombre llamado Bano
Marcos y los restantes evangelios saben que Juan había reunido a muchos hombres y mujeres de Judea y Jerusalén, que se convertían y bautizaban (Mc 1, 4-5), y sabe también que ha tenido discípulos más íntimos, que le han seguido fielmente (cf. Mc 2, 18) y que han recogido y enterrado su cuerpo, decapitado por Herodes (6, 29). Es muy posible que el mismo Marcos conozca otros detalles de la doctrina y la vida de Juan (cf. Mt 3, 1-12; Lc 3, 1-9; Jn 1, 19-28 etc.), pero sólo ha destacado sus relaciones con Jesús, como hemos visto.
F. Josefo, quien, hablando de sí mismo, afirma que quiso aprender las filosofías o escuelas de su pueblo (fariseos, saduceos y esenios) para ir después con Bano, de quien ofrece unos rasgos que le acercan a Juan. Así, después de haber comparado a Juan con Jesús, será bueno que le comparemos con Bano (que vivió unos veinticinco años más tarde, entre el 50-60 d.C.).
Bano: (cf. Josefo, Autobiografía II, 11)
– vivía en el desierto
– llevaba un vestido hecho de hojas,
– se lavaba (=bautizaba) a sí mismo, a
Diario, con agua fría para purificarse
– Comía alimentos silvestres
Juan: (cf. Mc 1, 4-7)
– apareció (vivía) en el desierto
– vestido: pelo de camello y cinto de cuero
– bautizaba a otros, por penitencia, para
perdón de los pecados.
– comía saltamontes y miel silvestre
Bano y Juan rechazaban la cultura dominante (con su estructura social y sus comidas), no para negar la historia israelita sino, al contrario, para recuperarla en su principio. Ni Bano ni Juan fueron hombres de comunidad y comida, de libro y rito, como los esenios (de Qumrán), sino portadores de una fuerte protesta social, sacral y alimenticia, vinculada al desierto y al bautismo. Éstos son sus rasgos distintivos (que completan lo ya visto al hablar de las gentes de Juan):
1. Juan y Bano son hombres desierto,
lugar que evoca una vuelta a la naturaleza (un rechazo a la cultura del poder, de las ciudades y tierras cultivadas), pero también un retorno al principio de la historia bíblica, cuando los hebreos caminaban buscando la tierra prometida, que aún no habían encontrado (tema de los libros del Éxodo, Números, Deuteronomio y Josué). En una línea convergente se sitúan los esenios de Qumrán cuando afirman que se han retirado al desierto «para preparar el camino del Señor» (cf. 1QS 8, 14; 9, 19-20; así asumen, con Mc 1, 2-3, el texto de Is 40, 3 LXX). Pero el desierto de los esenios es lugar de estudio (Ley) y celebración (pan y vino), mientras que el de Bano y el de Juan implica una vuelta a la naturaleza (aunque el de Juan es también camino que conduce a la tierra prometida). En una línea distinta, pero muy importante, Flavio Josefo dirá también que el desierto es morada preferida de bandidos, asociales y/o rebeldes contra Roma (como muestra en el libro de la Guerra).También Jesús vivió con Juan la experiencia del desierto, que la tradición cristiana vincula después con su tiempo de prueba o tentaciones (cf. Mc 1, 12-13; Mt 4, 1; Lc 4, 1).
2. Llevan un vestido especial,
que les distingue de los hombres y mujeres que moran en tierras habitadas. El vestido de Bano remite al principio de la historia bíblica: está hecho de hojas (como el de Gen 3, 7-8). El cinturón de cuero de Juan está relacionado con Elías (cf. 2 Rey 1, 8: «era un hombre velludo, con un cinturón de cuero»), a quien la tradición presenta como predicador de penitencia. Más difícil es hallar sentido a su túnica de pelo de camello, un animal relacionado a las historias patriarcales (Gen 12, 16; 24, 10-63; 30, 43; 31, 17), aunque, como ya hemos dicho, según la Ley sacerdotal, propia de limpios sedentarios, es un animal impuro (Lev 11, 4; Dt 14, 7). Pues bien, todo nos permite suponer que Juan protesta con su vestido contra las normas de pureza de esa ley sacerdotal, enfrentándose a los grupos de esenios y/o proto-fariseos .
3. Ambos son bautistas.
El bautismo de Juan no es un signo de purificación diaria, como el del los separados de Qumrán, que se inmergían en el agua cada día para comer en la mesa limpia de los elegidos. No es tampoco una ablución diaria, como la de Bano, para recuperar la situación original del paraíso cósmico. Bano es un auto-bautista (se limpia a sí mismo) y es hémero-bautista (se bautiza cada día), para purificarse de los propios pecados e impurezas, como hacían los esenios de Qumrán (cf. también la Vita Latina de Adán y Eva, 4 -7). Por el contrario, Juan es hetero-bautista, porque bautiza (purifica) a los demás, iniciando con ellos, una vez y para siempre, no cada día, un camino de transformación escatológica, que lleva, a través del río Jordán, hacia la tierra prometida.
Juan actúa así como profeta y liturgo (sacerdote) del juicio de Dios. No deja que los hombres y mujeres se bauticen, sino que les bautiza él mismo (cf. Mc 1, 5 par), presentándose como portador de un signo que culminará el mismo Dios (el Más fuerte), bautizando a todos los hombres y mujeres en el huracán y el fuego del juicio (cf. Mt 3, 11-12 par), para que así entren en la tierra prometida. Juan no es simplemente alguien que dice (¡va a venir el juicio!), sino alguien que hace un gesto profético (¡está anticipando y provocando el juicio!), ante las aguas primordiales (como en el Éxodo y el libro de Josué) para dejar el desierto anterior (o Egipto) y entrar en la tierra prometida. Es evidente que Jesús, dejándose bautizar por Juan, se ha puesto con él y como él en manos de Dios, ante el fin de una historia humana fracasada, dispuesto a penetrar en la Tierra nueva.
4. Sus comidas
muestran, como hemos dicho, una exigencia de retorno al principio de la historia, antes de la cultura ciudadana actual. La referencia más amplia y clara es la de Bano que comía alimentos silvestres, es decir, naturales, no cultivados, ni elaborados de un modo cultural. Silvestres son las yerbas que brotan de forma espontánea, como en el paraíso (cf. Gen 1-3), y quizá algunos pequeños animales. En esa línea se dice que Juan se alimentaba de saltamontes y miel silvestre (agrion; cf. Mc 1, 4-7). Posiblemente, el texto no quiere citar esos alimentos de un modo excluyente, sino como ejemplo significativo del resto de comidas naturales (no cultivadas en huertos o colmenas propias) del grupo de bautistas.
Como discípulo de Juan, Jesús se educó en la protesta contra un tipo de cultivo (de cultura) que conduce, de un modo palpable, a la división social imperante. El pan bien amasado y cocido es producto de una tierra dividida, que expulsa a los pobres y les condena al hambre. Por eso, en este primer momento, Jesús sale de la tierra cultivada donde vivía y, en gesto de protesta radical, se une a Juan, que no come ni bebe (cf. Mt 11, 18 par). No ha ido donde Juan para aprender teorías, a tiempo parcial (como en las escuelas modernas), sino para compartir con él vida y comida. Cuando después se diga que «el Hijo del hombre come y bebe» con los pecadores (Mt 11, 19) se estará indicando su separación respecto a Juan (pero no contra Juan) .
Conforme a la versión de Flavio Josefo, Bano parece un penitente más individual y moralista (aunque ese tema puede estar interpretado por Josefo). Juan, en cambio, es un profeta escatológico y se dirige a todo el pueblo, anunciando, con su mensaje y bautismo, la llegada del juicio de Dios, que permitirá que los elegidos atraviesen el río Jordán, para entrar en la tierra prometida, instaurando de esa forma el verdadero Israel. Por eso, él aparece como peligroso y es normal que un día lleguen a matarle, pues su movimiento puede y debe traducirse en forma política (pues el anuncio del juicio de Dios prepara a los hombres y mujeres para la entrada la tierra prometida). Por el contrario, Bano podrá seguir viviendo sin peligro (según parece), pues no instaura un movimiento de toma y transformación de la tierra prometida, ni ofrece una amenaza contra el orden establecido. Lógicamente, Josefo, en una línea más elitista (partidario del pacto sometimiento a Roma), será discípulo de Bano. Jesús, por el contrario, será discípulo de Juan.