1 de Mayo: Ante la "fiesta" del trabajo. Una parábola inquietante

¿Dictadura del Fascismo sobre el trabajo?
Mi primer recuerdo de esta fiesta se remonta al 1951... Íbamos al colegio, pues entonces se "trabajaba ese día", en la España autocrática de Franco. Pasando por Ezkurdi, Durango (Euskadi), vimos corriendo a un grupo de obreros perseguidos por la policía. Nos escondimos en un portal. Parecieron oírse unos tiros. Alguien, también escondido, nos, dijo: "Es la fiesta del trabajo, este gobierno persigue a los obreros y les llama rojos"
-- Supe así, de niño, que éste es un campo de disputa. Ciertamente, depende de la tierra y la salud de los hombres... pero también de la innovación de la ciencia y del estudio y el dinero, pero también de la política económica y laboral (de los antiguos o nuevos fascistas... que entonces (¿y ahora?) perseguían a tiros a unos rojos trabajadores.

-- El trabajo une a gentes de diversas tierras , y así venían ya entonces a Durango muchos obreros de fuera, en un tiempo en que el fascismo quería dirigir a su gloria a todo el pueblo, manteniendo oprimidos a obreros que querían organizarse, un día uno de mayo.
-- El trabajo es religioso (Dios dijo al hombre que trabajara: Gen 1-2) y la Iglesia católica creó poco después del 1951 la fiesta del 1 de Mayo, como día de San José Obrero... Pero es, al mismo tiempo, un derecho humano...: un trabajo justo, básicamente igualitario para todos los hombres y pueblos (igual en Texas que en Burundi o México), como dice la Declaración del año 1948, pero se siguen poniendo muros militares y aranceles y leyes para impedirlo.
¿Dictadura del Capital y el Mercado sobre el trabajo?

-- No es nada fácil el tema del trabajo, cumplir lo que pide la Biblia y la Declaración de los Derechos humanos del 1948, porque todos (muchos) quieren (queremos) tener más a costa de los otros... unos viviendo sin trabajar, otros del trabajo de los demás, todos al fin al servicio del Capital, porque este mundo (en general) ha decidido servir a una Mammona/Capital que al Dios de la libertad y fraternidad de todos.
Por esas y otras muchas razones, quiero decir que en la actualidad (año 2018), tras casi setenta años de mi primera experiencia "violenta" de la opresión del trabajo por el fascismo político de unos, vivimos bajo una nueva, y quizá más dura, opresión de gran parte de los trabajadores por el fascismo de un Capital que se dice libre y liberador.
Por eso, esta "fiesta" del 1 de Mayo es en gran parte la celebración de un fracaso (¡no se valora el trabajo, sino el capital y el mercado, con su dominio y propaganda!), la celebración de un sarcasmo (los poderes fácticos se "ríen" de los trabajadores y les utilizan en conjunto como "carne de cañón" para su propia guerra). Basten unas simples consideraciones:

-- Hoy aún el trabajo se sigue tomando como un factor subordinado: Lo que se impone y manda en el mundo actual no es ya el fascismo bruto de Franco (como el año 1951), sino el fascismo camuflado del Capital (en gran parte "virtual") y el mercado, con su propaganda en todo tipo de "medios". El trabajo y el trabajador son algo subordinado.
--La diferencias salariales entre una élite superior y el grueso de los trabajadores sigue aumentando, crisis tras crisis, como ha dicho la prensa en los últimos días (de uno a cien, de uno a mil...). Lo que se paga no es el trabajo, sino el puesto que uno ocupa, sobre todo en las grandes finanzas.
-- De hecho, en este sistema, no importa la vida y las necesidades de los trabajadores, sino el rendimiento del sistema económico... El trabajador se le utiliza al servicio del dinero...
-- Es bueno para el sistema que crezcan los parados... Así la mano de obra puede resultar más barata...
-- Un gran parte de la población del mundo (más de la mitad) no entra en la "fiesta del trabajo", porque no tiene trabajo digno o porque simplemente no lo tiene, porque las relaciones de trabajo, poder y economía han cambiado de un modo radical, y ellos han quedado fuera de la "fiesta" del trabajo, son como si no existieran para el gran mundo de la economía...

Éstas y otras muchas cosas se pueden decir del "mundo del trabajo actual", precisamente en este día. No es fácil resolver los temas de fondo, no es fácil hablar sin más de buenos y malos... pero se puede y debe reflexionar sobre ellos, con indignación, con deseo de cambio...
No se trata de demonizar sin más el "capital" (sino un tipo de capitalismo). No se trata de condenar el "mercado", sino un tipo de mercado. No se trata tampoco de celebrar el trabajo que hay, sino de cambiarlo, cambiando la forma de pensar y actuar de "muchos", y en esa línea nos puede ayudar el evangelio que voy a comentar.
Imagen primera. Sobre la parábola de Jesús
Imagen última . ¿Qué significa en este campo la gran protesta de hace 50 años?
Trabajadores de la viña
El Evangelio de Mateo (20, 1-16) cuenta la parábola de los trabajadores de la viña, llevándonos de un sistema de retribución salarial, que se formula y establece según ley (dentro de un mercado de trabajo, controlado por los poderosos), a un modelo de gratuidad y comunicación personal, donde cada uno aporta lo que puede y recibe lo que necesita para vivir él y su familia (un denario).
En el punto de partida, la parábola evoca un sistema de retribución regido por un tipo de justicia legal...(¡os pagaré lo justo: to dikaion, Mt 20, 5). Pero después, a lo largo de la parábola, vemos que Jesús ha superado ese sistema proponiendo un modelo de gratuidad y comunicación personal, donde el “amo” (señor de casa) paga (da) a los últimos igual que a los primeros, de un modo gratuito, porque él es bueno (agathos: Mt 20, 15), y porque así lo necesitan para vivir los trabajadores.
La parábola supone así el valor de sistema trabajo y de la retribución salarial justa (pagar según lo trabajado), pero lo supera, en dos planos:
-- en línea de gratuidad (bondad): El "amo" (Dios) quiere a todos...
-- en línea de necesidad: El salario ha de alcanzar a todos para vivir.
Parábola
El Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que al amanecer (=hora de pri-ma) salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana (=hora de tercia), vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo justo. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde (=hora de sexta, hora de nona) e hizo lo mismo. 6 Salió al caer la tarde (=hora undécima) y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al administrador: Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron los del atar-decer (hora undécima) y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros pensa-ban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y recibiendo (el de-nario) se pusieron a protestar contra el amo, diciendo: Esos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor. Pero él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete, pues yo quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿O no puedo hacer yo con mis cosas lo que quiero? ¿O será malo tu ojo porque yo soy bueno? (Mt 20, 1-15) .
En un sistema corrupto como el nuestro...
Esta parábola no nos lleva sólo de un sistema corrupto (con diferencias inmensas de salario, hasta de mil a uno) a otro mejor, sino de un sistema proporcional “justo” (los que han trabajado doce horas han de cobrar más que los de media hora) a otro de gratuidad, donde cada uno trabaja lo que puede y recibe lo que necesita, para así vivir por gracia.
Algo de esto han sabido y querido muchos grupos humanos antiguos, con millones de familias y grupos religiosos en los que se comparte en gratuidad trabajo y sueldo, en un contexto de comunión personal (cada uno lo que puede, a cada uno lo que necesita), no de “talión” salarial (ojo por ojo, salario por trabajo realizado…).
Esto lo han sabido muchos socialistas utópicos del siglo XIX, quizá mejor que algunos cristianos más centrados en “lo justo” de Mt 20, 4 que en “lo bueno” de 20, 15. La parábola empieza evocando cinco grupos de trabajadores, contratados al amanecer, a la hora tercia, sexta, nona, y finalmente a la caída de la tarde, pero en el momento del desenlace sólo se fija de dos grupos: Los del amanecer (hora de prima)…, y los del final (=hora undécima). Pues bien, en contra de las normas la-borales (de lo que en un sentido es justo), todos reciben al fin igual salario (que es la vida).
Mateo empieza a contar la parábola en perspectiva eclesial, y así parece referirse primero a los judeo-cristianos que vienen trabajando desde tiempo antiguo y después a los pagano-cristianos, que han empezado a trabajar más tarde en la viña de la nueva humanidad. Pero al final la parábola recibe un sentido universal, mostrando que lo decisivo es el valor del hombre, de forma que cada trabajador recibirá lo que necesitan para vivir él y su familia (un denario), pues la vida de ellos (trabaja-dores y familia) se encuentra por encima de toda ley de mercado.
Leída así, esta parábola nos lleva más allá del plano del salario y del mercado al de las relaciones humanas, sabiendo que no es el hombre para el mercado, sino el mercado y el trabajo (con el capi-tal) para el hombre. De esa forma, ella condena de raíz un sistema salarial establecido, que distingue y clasifica a los hombres según sus trabajos, para situarnos en un plano superior de gratuidad o, mejor dicho, de humanidad. Estamos tan acostumbrados a leerla en un contexto espiritual que no adverti-mos su implicación económica y social, que nos permite volver de alguna forma al principio simbólico de la humanidad (como en Gen 1-2), cuando no había división de clases y trabajos. De esa forma han podido entenderla algunos socialistas utópicos del siglo XIX: De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades. Evidentemente, en un plano legal moderno (capitalista) esta parábo-la es injusta, pero abre un camino de humanidad fraterna por encima del sistema actual de trabajos y salarios .
El mercado salarial (en línea de talión) mide la recompensa por las horas y calidad del trabajo (en línea de sistema, donde un tipo de trabajo y capital importan más que el hombre). En contra de eso, esta parábola destaca el valor del ser humano, de manera que los trabajos están al servicio de la humanidad en cuanto tal (de todos los hombres y sus familias).
De esa manera supera la distinción de unos y otros (judíos y gentiles; trabajadores de primera y última hora, de blancos y negros, nacio-nales y extranjeros). En esa línea, la división laboral (la diversidad de los trabajos) no es para ganar menos o más, sino para que cada uno exprese y realice lo que sabe y lo que puede, al servicio de los demás, de forma que todos reciban, un “denario”, el equivalente al pan nuestro de cada día (cf. Mt 6, 11).
Esta parábola nos sitúa así ante un universo de gratuidad, según el cual cada uno trabaja por solidaridad, para expresar sus capacidades, por el gozo de ser y compartir, para enriquecer la vida de los otros; no por salario, sino por gracia, como la madre trabajo por el hijo, como el amigo por el ami-go.
Lógicamente, al superar el trabajo por salario supera también la diferencia de salarios según los trabajos, pues cada uno recibe lo que necesita para vivir, un denario. Se podrá decir, sin duda, que un “denario” de judeo-cristiano no es igual que uno de pagano-cristiano, que uno de ministro o banquero no es igual que uno de peón… Es claro, pero no se trata de más o menos en cantidad, sino en necesi-dad de vivir, en un contexto de gratuidad básica, donde lo que importa son las personas.
En esa línea, Jesús nos lleva de un sistema salarial (donde lo que importa es el dinero) a un espacio abierto de humanidad, en el que puede y debe decirse, paradójicamente, que los últimos son los primeros (Mt 20, 16). Sin duda, en un sentido nadie tiene ventaja sobre nadie. Pero en otro sentido Mateo ha destacado la importancia de los niños y pequeños (Mt 18, 1-14; 19, 13-14) y de aquellos que lo dejan y dan todo por los pobres, diciendo así que los últimos (los que no pueden imponerse sobre los demás) serán los primeros (cf. también 19, 30) .
Nota 1
Mateo empieza asumiendo el sistema salarial, pero a fin superarlo, en una línea que había destacado poderosamente San Pablo, cuando interpretaba la experiencia mesiánica como puro don de Dios, superando la división entre judíos y gentiles (cf. Rom 3, 1-3; 9, 1-5). Este pasaje no nos pone ante una pura salvación interior por fe, sino ante el don y trabajo de la vida (salario), que ha de ofrecerse por igual (por gracia) a todos los trabajadores.
Sobre el trasfondo económico del tema, cf. É. Durckheim, La división del trabajo social, 1893; L. Polanyi, La Gran Transformación, 1944. En principio, parece que esta parábola trataba de la relación entre judeo- y pagano-cristianos, pero ella se puede y debe universalizar.
Leída desde la actualidad, ella debe entenderse no sólo como crítica contra creyentes o comunidades que se piensan superiores, sino también contra un sistema salarial que divide a los hombres de manera despiadada.