(Md 2) Cuatro formas cristianas de responder al Islam

En su visita a Beirut, Benedicto XVI ha retomado catorce siglos de relaciones con los musulmanes, reformulando con valentía unos argumentos que son clásicos: Sacralidad de la vida (no matar), respeto a cada religión y sus símbolos, iniciativas de diálogo… Lo que ha dicho es muy importante (es necesario), pero no es todo, y el asunto tiene, por ahora, difícil solución, pues hacen falta cambios fuertes en línea social y religiosa.

En este contexto quiero evocar cuatro figuras ejemplares que pueden ayudarnos a plantear la relación con los musulmanes, desde una perspectiva cristiana (¡no musulmana!), superando los modelos de cruzada, que han dominado por siglos en la Iglesia. Ofrezco por tanto unos principios de actuación cristiana (no en clave de política, ni de economía actual, donde hay otras normas). Quiero situarme, pues, en la línea del Sermón de la Montaña, actualizado por cuatro grandes cristianos de la Edad Media.

Éste post se sitúa en la línea de los anteriores (retomando motivos propuestos por F. Marín y L. E. Antolín), en perspectiva de diálogo religioso y de Merced (¡decía ayer que hemos empezado la novena). Verá quien siga cuatro figuras “ejemplares”, aunque pueda lamentar el hecho de que haya dejado un lado otras muy importantes (N. de Cusa, Ch. de Foucauld…):

SON CUATRO PROYECTOS

1. Francisco de Asís (siglo XIII), un modelo de pobreza.


Terminaban fracasando las cruzadas que marcaron todo el siglo XII, y a principios del XIII fue sin armas ni dinero a tierra musulmana, diciéndole al Sultán que sólo quería obtener el permiso de “estar”, es decir, de vivir, entre musulmanes, sin promover litigios, sin buscar ventajas, sin hacer negocios, simplemente por testimonio cristiano. Era un simple y pobre cristiano de la nueva Italia; había dejado las armas (fue soldado) y el dinero (su padre fue comerciante) y sólo creía en la fraternidad universal; de esa forma quiso presentar a los cristianos como hermanos, en tierra musulmana, sin poder ninguno (sin buscar ninguna guerra), en pobreza humana, volviendo a la base de la vida donde todos son (somos) hermanos.

Nos divide la política (el deseo de poder y la riqueza), nos separa un tipo de religión autosuficiente… pero hay algo anterior, en la vida y en las religiones: La fraternidad de los pobres (cristianos, musulmanes…), que dejan la guerra para abrazarse unos a otros. Ese modelo sigue siendo clave para entender las relaciones de cristianos con musulmanes. Donde uno deja de querer imponerse sobre el otro la controversia cesa y puede comenzar el diálogo…

De todas formas, el problema sigue cuando uno (cristiano musulmán) quiere impedir que exista el otro, y por ser otro le expulsa (o le mata).

2. San Juan de Mata, un modo de igualdad.


Era un clérigo francés, hombre de letras, buen teólogo. Pensó que lo primero es el respeto hacia todos los hombres, la igualdad universal, por encima de las diferencias religiosas. En esa línea, entre el siglo XII y el XIII, apenas terminadas las grandes cruzadas, buscó unos modelos de paz más alta, desde el fundamento de la fe: Tanto vale un musulmán como un cristiano, de manera que cada uno puede y debe vivir en paz en su ambiente (en su tierra). No se trata de “convertir” por la fuerza a los otros, ni de imponer un tipo de ideología, sino de buscar y encontrar una paz más honda, desde lo humano; o, mejor dicho, de buscar dos paces: La de los musulmanes entre sí, y la de los cristianos entre sí.

Por eso inició un movimiento de “canje” universal, creando para ello la Orden de la Trinidad, es decir, de la comunión: Que se pudieran canjear, uno a uno, persona a persona, todos los cristianos y musulmanes que vivían en situación de opresión, para que cada uno pueda estar en su propia tierra, y todos en paz, desde. Se trata, como he dicho, de una paz y de dos formas de vivirla, por un lado los cristianos, por otros los musulmanes, todos iguales y libres, bajo la protección de un Dios (de un Cristo) que les ama igualmente a todos, como su muestra su icono del Cristo que da la mano a un cristiano y a un musulmán, buscando la paz para unos y otros.

Éste es un ideal precioso, pero tiene el riesgo de dividir la humanidad en dos (o más) conjuntos sociales, separados entre sí. El gran problema es que muchos estamos mezclados y tenemos que aprender a vivir en paz en una tierra común.

3. San Pedro Nolasco, un modelo económico

Vivió a principios del siglo XIII, y era un comerciante del Mediterráneo, de la nueva burguesía, entre el Lagedoc y Cataluña. Era un hombre de negocios y buscaba eso que hoy pudiéramos llamar el “mercado globalizado”. Pensó que el tema de fondo era ante todo económico, vinculado al dinero. No renunció a la riqueza (como Francisco), ni buscó la igualdad en un planos separados (como Juan de Mata), sino “convertir” el dinero en principio de liberación. Ésta fue su apuesta, en la línea de la nueva sociedad de mercado que estaba surgiendo en ese momento en el Mediterráneo.

Puso así el dinero al servicio de la libertad de los cautivos cristianos (y en el fondo de todos los hombres). Dicen las crónicas que acabó arruinándose, pero fundó una orden económico-religiosa (la Merced), para convertir el comercio en fuente de libertad. Éste fue su sueño: Convertir el mercado (el dinero) no sólo en medio de intercambio de bienes, sino en principio de liberación. En esa línea, su proyecto sigue pendiente tras ocho siglos de historia. Se trata de invertir el sentido y transformar la economía, poniendo mercado al servicio de la vida de todos (cristianos y musulmanes). Sin negar las tareas anteriores (de Francisco y Juan de Mata), la de Nolasco sigue siendo esencial.

Ésta es una tarea pendiente: Sólo cuando la economía esté al servicio de los hombres podrá hablarse de libertad y comunión humana. Pero, en contra del ideal de P. Nolasco tenemos que decir que ocho siglos de mercado (del 1200 al 2000) no han creado más libertad, sino en gran parte menos. Está pendiente la tarea de Nolasco: Humanizar el dinero, para hacerlo fuente de libertad.

4. Ramón Lull, un nuevo pensamiento.

Fue un burgués mallorquín (catalán) del siglo XIV, y tuvo el sueño de unificar a los hombres (cristianos y musulmanes) a través de un nuevo conocimiento universal. Conservaba elementos de viejo cruzado (vinculados a una forma quizá “superior” de visión del cristianismo), era quizá demasiado racionalista en la forma de entender su lógica universal…, pero en el fondo de su proyecto sigue latiendo un ideal de conocimiento que se abre al amor y que vincula (en amor) a todos los hombres.

R. Lull vivió en un tiempo en que aún era posible el diálogo en igualdad entre las diversas culturas y religiones (cristianos, judíos, musulmanes…), antes del despliegue de la Ilustración (siglo XVIII-XIX), que ha dado a los países “cristianos” (occidentales) una supremacía (al menos aparente) sobre los musulmanes. En aquel contexto promovió un “escuela” de estudios comunes, en latín, árabe y hebreo…, una especie de “facultad” común de filosofía/teología para las tres religiones.

El proyecto de R. Lull no triunfó (la Ilustración se hizo en Europa occidental, no en los países musulmanes), pero sigue abierto. Para que haya concordia y libertad es preciso un cambio de cultura, una forma nueva de plantear el conocimiento. Sin una nueva lógica, sin un cambio de corazón, sin un respeto mutuo y una disposición grande para escuchar y hablarse no será posible la paz entre cristianos y musulmanes.

Y LOS CUATRO SON UNO

Esos cuatro proyectos se vinculan.

1. Francisco. La paz no es posible con victorias de una parte o de otra, ni con discursos superiores, sino desde la humildad atenta a las necesidades de los otros, desde la pobreza fraterna. Quien quiera ganar e imponerse a los otros no creará nunca la paz.


2. Juan de Mata. La paz sólo es posible allí donde cada uno sepa y quiera ponerse en el lugar de los otros. En eso consiste el “canje”, el intercambio , que sólo es posible donde cada uno reconoce los derechos de los demás, de los distintos.

3. Pedro Nolasco. Sólo habrá paz si sabemos “convertir” el dinero, transformar la riqueza del mundo en medio de liberación. Dicen muchos hoy que eso es imposible, pues todo dinero (y todo mercado) es en principio malo. En contra de eso se sigue elevando el ideal de una riqueza (un comercio) convertido en fuente de libertad.

4. Ramón Lull, la sabiduría. El camino de la paz cristiana sólo es posible allí donde surge un tipo de sabiduría superior, universal, que todos puedan compender y aplicar, una sabiduría de la vida convertida en lugar de gratitud, en fuente de creatividad.
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