J. P. Meier, Nueve rasgos de la vida pública de Jesús

Con ocasión de de la publicación del volumen sobre las Parábolas, presenté ayer una visión de conjunto del famoso libro/enciclopedia de J. P. Meier, titulado Un judío marginal. Varias personas me han escrito, pidiéndome que ofrezca una visión de conjunto de los títulos y rasgos de Jesús que él toma como fundamentales.

Ésta es a mi juicio la visión de conjunto más completa que él (J. P. Meier) ha presentado de Jesús:


“Sin duda, la última coherencia interna entre el profeta escatológico, hacedor de milagros, como-Elías, y el Hijo de David regio (el Rey davídico, el Mesías davídico) sigue siendo elusiva, si no es insoluble. Quizá no exista una coherencia interna, de tipo teórico. Quizá los esfuerzos académicos de occidente no hagan más que descargar su frustración ante un antiguo profeta semita a quien no le importaba la coherencia de su mensaje y de sus acciones. O quizá la conexión y coherencia sean puramente personales y existenciales y dependan de la forma en que cada entienda la persona, el mensaje, la visión y las opciones finales de este judío enigmático llamado Jesús.


Ningún judío individual de los que podamos identificar, que viviera en Palestina, en aquel tiempo de cambio de era, ha encarnado en sí mismo y, ciertamente, en una carrera que sólo ha durado unos pocos años esta variedad de funciones:

1. predicador itinerante,
2. profeta escatológico,
3. heraldo del Reino de Dios,
4. hacedor de milagros (así se le suponía),
5. maestro e intérprete de la Ley de Moisés,
6. maestro de sabiduría y tejedor de parábolas y aforismos,
7. gurú personal y líder de una banda itinerante de discípulos, varones y mujeres,
8. profeta judío de Galilea, que terminó siendo crucificado en Jerusalén por el prefecto romano, a causa de su pretensión de ser Rey de los Judíos
9. Hijo-de-David.

Simplemente en un nivel histórico, dejando aparte cualquier visión de fe o cualquier pretensión teológica, la combinación anterior de tantos factores diferentes resulta asombrosa. A todos ellos, debemos añadir éste último: se presentó al final como Hijo de David.


(cf. J. P. Meier, Del Profeta como-Elías al Mesías real davídico, en D. Donnelly (ed.), Jesús: Un coloquio en tierra santa, Verbo Divino, Estella 2004, 107-108).


Los nueve rasgos de Jesús

Retomo desde otra clave los nuevo rasgos de la historia de Jesús que J. P. Meier ha puesto de relieve, para ofrecer así una visión de conjunto de su obra, desde una perspectiva histórica. Éstos rasgos pueden ser Pueden ser admitidos por cristianos y no cristianos, antes de una decisión de fe:

1. Profeta escatológico, mensajero de Dios.

– Los profetas escatológicos o en su meta la acción transformadora de Dios que interviene en la historia (contra los puros escribas). Entre ellos se sitúan Juan Bautista y Jesús
– Jesús viene a Galilea, anunciando allí el reino. No bautiza para conversión y esperanza de juicio (paso del Jordán), como el Bautista, sino que ofrece los signos del reino dentro de la misma tierra: no en Judea-Jerusalén (lugar de sacerdotes), sino en Galilea

2. Sabio en el mundo, experto en humanidad.

Habló en parábolas. Ellas expresan su sabiduría de Reino: hablan desde el otro lado, desde el fondo de la gratuidad divina en forma paradójica, cercana, exigente.
¿Maestro cínico? Algunos exegetas (cf. Crossan, Mack y Funk: Jesus Seminar), han tendido a rechazar el aspecto apocalíptico y teológico de Jesús: habría sido un sabio cínico, poco israelita.

3. Poderoso en obras: sanador y/o carismático.

– Cura. Jesús descubre que la humanidad concreta del entorno (en Galilea) está enferma. Por eso, su primer gesto es “curar”, ayudar a las personas a que vivan en libertad. Curar implica restablecer un tipo de humanidad enferma, que está precisamente así por culpa del sistema religioso y social.
– Le acusan de magia. Jesús sería. (a). Un mago no judío: galileo paganizado, pero buen exorcista, que se creyó hijo de Dios por su capacidad de hacer milagros. (M. Smith) (b) Un mago judío heterodoxo, (Honi y Hannina), a quienes los rabinos posteriores citaron con recelo y marginaron en su tradición, pues ponían en riesgo la seguridad legal y ortodoxa del pueblo (G. Vermes).
– Conflicto. Crossan destaca el conflicto que los milagros de Jesús implican (expresan) en clave de pureza, oponiéndose así a la visión anterior: Los milagros son un signo mesiánico de universalidad: Jesús supera por ella la barrera que separa a varones y mujeres, puros e impuros, poderosos y desgraciados

4. Hombre de mesa común. Pan compartido. Multiplicaciones

– La religión de Jesús se centra en la comida. Ofrece y comparte un comida integral, de panes-peces, en la que se habla (palabra). Jesús un espacio de comunicación para todos los humanos, empezando con los pecadores con los que come (cf. Mc 2, 15-16). Esta no es comida monetaria, que se compra y vende, separando así a ricos y pobres (cf. Mc 6, 36-37), ni comida pura, preparada sólo para "manos limpias" (cf. Mc 7, 1-23), sino mesa gratuita, que vincula en esperanza y gozo a todos los humanos.
– Es comida histórica (recuerdo de la vida de Jesús) y celebración pascual, en el comienzo de la iglesia: signo supremo del profeta y sabio galileo, según la tradición de Mc (cf. 8, 14-21; 14, 22-26). Esta es posiblemente la primera "eucaristía" de la iglesia, su signo distintivo, en gesto de abundancia marcada por la saciedad de los presentes y la cantidad de sobras (Mc 6, 42-43; 8, 8).

5. Creador de familia, amigo de hombre y mujeres.

--Jesús crea un movimiento de “comunicación humana”, de creación de un comunión (de pueblo) en el que caben todos. No es maestro elitista que sólo enseña a ociosos sabios. No es siquiera un profeta de conversión, como Juan Bautista (y quizá Teudas y el Egipcio) que ofrece su mensaje a quienes vienen a buscarle en el desierto. La tradición evangélica le recuerda anunciando el reino a campo abierto.
– Su movimiento ofrece salud y mesa compartida. Es profeta de cumplimiento: de reunión y curación (comunión) del antiguo pueblo de Israel, conforme a un tema repetido en muchas profecías nacionales (cf. Bar 4-5; Sir 36; SalSal 17; 1QM etc). Para ello, sus discípulos se vuelven carismáticos ambulantes. Al servicio de ese nuevo surgimiento israelita (centrado en los pobres y expulsados) estarán sus discípulos estrictos, llamados para acompañarle en su lucha contra lo diabólico, es decir, contra aquello que oprime a los humanos.

6. Testigo de Dios. El Padre de Jesús

– Jesús funda un movimiento de liberación nacional partiendo de una experiencia radical de Dios. Su Dios no es principio de ley nacional, ni fuente de sometimiento, ni impulsor de un guerra nacionalista. Jesús ha destacado la gratuidad de Dios, como reconoce la misma tradición judía (de Klausner a Vermes). El poder de Dios se expresa por la fe, como fuente de curación. Dios no existe para sancionar su autoridad por ley, ni para mostrarse superior, de manera que debamos acatarle en obediencia. Dios sigue siendo para Jesús el Rey que viene, como indica de manera velada pero irrefutable su mensaje (cf. Mc 1, 15 par: ¡llega el reino de Dios!) y oración (Lc 11, 2 par:¡venga tu reino!).
– Dios es ante todo Padre (Madre), como sabe también el judaísmo, pero Jesús lo ha destacado de manera sorprendente. Padre es, ante todo, palabra de promesa: transforma nuestra pequeñez en signo de esperanza, pues Él (Dios) cuida de nosotros y nos garantiza amor, futuro, crecimiento.

7. Maestro de la ley. El desafío de la gracia y del amor al enemigo.

– Perdón judío. Reconciliación legal. El judaísmo perdona, recibiendo de nuevo en el seno del pueblo de Dios, a quienes cumplen la ley, según ritual determinado para el templo (sacrificios...) o aplicado por la tradición rabínica. Es simple el camino: los pobres han de cumplir la ley, los ritualmente manchados limpiar su mancha, los pecadores estrictos dejar el pecado y volver a la alianza de Dios, cumpliendo su ritual de penitencia, en gesto de conversión. Este es el único camino: hay una ley que
– Jesús no necesita distinguir con esa precisión a los pobres, manchados y pecadores estrictamente dichos, sino que los mira a todos como necesitados, ofreciéndoles gracia de Dios por encima de la ley. En esa línea, Jesús inicia un movimiento de “amor” que rompe las fronteras del judaísmo establecido… Amar el enemigo implica iniciar un tipo de política distinta de apertura y trasformación humana, desde los excluidos.
– Algunos judíos modernos (Klausner, Vermes) han actualizado esta paradoja. Por un lado miran a Jesús como lo mejor del pueblo: alguien que lleva hasta su límite principios de gracia escatológica que son patrimonio espiritual de la tradición israelita. Por otro lado le juzgan peligroso.

8. Conflicto con Jerusalén. Crucifixión

– ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Pregunta del Sumo Sacerdote (Mc 14, 61). Ha quedado en manos de la autoridad judía que, de forma al menos indirecta, le condena. El conjunto de la escena (Mc 14, 53-72) y de un modo especial el juicio del sanedrín ha sido construido por la iglesia y adaptado por Mc, pero en su fondo late una fuerte certeza de historia. Jesús ha rechazado el poder sacral del templo, declarándolo caduco; por eso ha realizado un claro gesto de condena y destrucción (cf. Mc 11, 15-19 par). Lógicamente, los sacerdotes de la sacralidad oficial, vinculados a la ley de sacrificios y al poder económico-social le interrogan y condenan. La cruz eleva así su fuerte paradoja sobre el arco de la historia. Por un lado es signo de fidelidad (Jesús ha mantenido su pretensión, por ella ha muerto). Por otro es signo de fracaso, como muestran los discípulos que huyen y el mismo grito final de Jesús: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

9. Algunos discípulos (principalmente mujeres) le han visto como resucitado.


Del Jesús histórico a la historia de la Iglesia
– Hubo visiones. La certeza pascual del encuentro con Jesús tras la muerte ha sido básicamente expresada en términos de visión (cf. ôphthê: fue visto, 1 Cor 15, 5-7; opsesthe, le veréis, Mc 16, 7 par; Lc 24, 34 etc). A mi juicio, es indudable que al principio de la iglesia hubo visiones: algunos discípulos de Jesús le descubrieron vivo tras la muerte, con tal fuerza que ello cambió su existencia.
– ¿Hubo apariciones? La visión es un fenómeno subjetivo, propio de la capacidad visual más honda de algunos sujetos que, sin duda alguna, vieron a Jesús. Pero ¿hubo apariciones? ¿vino Jesús vivo (y resucitado), desde su propia dimensión de gloria, para mostrarse y hablar a sus discípulos? Esta es una pregunta a la que sólo en fe puede responderse.
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