Más sobre Melloni. La esencia mística del cristianismo

Ayer publiqué un trabajo esencial de Javier Melloni, sorprendido y emocionado por su limpidez. Hoy quiero presentar de un modo más general alguno uno de sus textos básicos sobre mística y cristianismo.

Dije ayer que Xavier Melloni era una referencia esencial... Hoy añado que su lugar (la Cova de Manresa) es también esencial para entender la riqueza de la vida cristiana y de la experiencia religiosa, no sólo en los países de España, sino en toda la cristiandad, por lo que fue Ignacio, por lo que es su Compañía. La Cova de Ignacio en Manresa, Cueva que Xavier Melloni mima y comparte, es un Leku-Locus donde muchos hemos ido, a estar y orar con él, un espacio de recuerdo y presencia creyente que sigue emocionando, a miles y millones de cristianos y creyentes.

Gracias, Javier, por estar ahí y por enseñarnos. Ayer puse tu foto pequeña. Hoy quiero poner una imagen del Locus, una Cueva para estar con (ser en) Dios, con ese Ignacio, vasco, catalán, universal, de su primera y más honda experiencia, junto al río de Manresa.

Un libro:


Entre los libros de Melloni que ayer destaqué está El Uno en lo Múltiple. Aproximación a la diversidad y unidad de las religiones (Santander 2004), de donde provienen algunas ideas que ahora presento:


1. La tentación de Absoluto.

«Las religiones, polarizadas por su búsqueda del Absoluto, están contaminadas por el instinto de apropiación de ese Absoluto hacia el que aspiran. En cuanto elaboraciones humanas, contienen elementos de poder y dominio de los que ninguna religión es inmune. En nombre de los principios más sagrados, se han cometido y se cometen aberraciones que quedan justificadas por esa avidez ciega de Absoluto. La vocación universalista de las religiones está permanentemente amenazada de convertirse en totalitarismo: cuando, en lugar de ofrecerse como oportunidad para todos, se convierte en una compulsión de dominio sobre los otros. No hace falta recordar episodios tan lamentables de nuestro pasado como las Cruzadas, la Inquisición, la expulsión de la Península de musulmanes y judíos; más recientemente, los fundamentalismos político religiosos del Islam. Forman parte del mismo fenómeno los regímenes totalitaristas de la “religión marxista”».

2. Trinidad. El carácter distintivo del cristianismo).

«La Iglesia Primitiva necesitó cuatro siglos para ir elaborando su comprensión de Jesucristo a partir de una reflexión orante. Y lo hizo con la terminología de su época, tomada de la filosofía griega. Poco a poco se fue precisando la formulación del Dios Trinitario, queriendo expresar que el Misterio de Dios revelado en Jesús se manifiesta como una Comunión de relaciones entre un Núcleo Original y personal que crea sin cesar –lo que llamamos Padre–, un receptáculo, un cuenco, que acoge ese verterse infinito –lo que llamados Hijo–, y una incandescencia de esa relación que fluye entre los dos, expandiéndose hacia “fuera” de sí mismos –lo que llamamos Espíritu–.

El conflicto entre la particularidad histórica de Jesús de Nazaret y la universalidad atemporal de Cristo se pone de manifiesto al confrontarse con el mensaje de otras religiones. Al mismo tiempo, se llegó a una formulación paradójica: que en la persona de Jesús se había encarnado la plenitud de Dios a través del Logos, dándose plenamente en él la conjunción de la naturaleza humana y la naturaleza divina. Dicho de otro modo, en Cristo Jesús se da el encuentro de dos donaciones, de dos despojos radicales (kénosis, Fipl 2, 7): el divino y el humano. Ambos se hacen Uno porque ambos se vacían para dejar paso al otro.

Lo que en la Cruz parece una aniquilación, se revela como la máxima plenitud: la Vida auténtica, la Humanidad Nueva comienza en la Cruz, donde lo divino (eje vertical) se une con lo humano (eje horizontal) en un punto de encuentro que es un Vacío hecho de Luz. Ello llevó a decir a Máximo el Confesor (s.VI VII) que todas las cosas están atravesadas por la cruz, en cuanto están redimidas de su encerramiento sobre sí mismas. Y ello se ha dado “de una vez por todas” y para toda la Humanidad, no sólo para una cultura o un pueblo determinados. Cristo resucitado es el Hombre nuevo (1Cor 15, 45; Rm 5, 14), a través del cual todas las cosas se reconcilian con Dios (Col 1,20).

El dinamismo misionero está contenido en la experiencia fundante del Cristianismo: la comunicación a todos los pueblos de la Buena Nueva de la encarnación, muerte y resurrección del Verbo de Dios en un ser humano, para que, a través de él, la humanidad se transforme en Dios. Como dice el adagio patrístico, Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios».

3. Cristo y el Espíritu.

«Cristo es la Forma acabada de Dios, su Imagen plena, mientras que el Espíritu es el dinamismo que conforma la Historia hacia esa Forma crística que late en todas las formas. Con todo, desde esta perspectiva, cabe plantearse si la acción (oikonomía) del Verbo se restringe al acontecimiento encarnatorio de Jesús de Nazaret. Que se haya dado plenamente en él no significa que se agote en él. Es decir, no es impertinente preguntarse si hay una dimensión no-encarnada del Hijo –el Logos asarkos– que perdura después de su encarnación en Jesús.

El retirarse simbólico de la Ascensión significa que, en cierto modo, la presencia histórico-concreta de Jesucristo debe ser trascendida: “Conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Defensor no vendrá a vosotros” (Jn 16, 7). El Defensor es el Espíritu Santo, el otro brazo del Padre, según la expresión de San Ireneo. Es importante caer en la cuenta de que Cristo significa el Ungido, “Aquél que ha recibido el Espíritu”. Es decir, que en el mismo término Jesucristo se está mencionado conjuntamente la acción y la presencia del Hijo y del Espíritu.

Un Espíritu que actúa en el mundo antes de la encarnación del Verbo y sigue actuando después. Es el Espíritu Creador que sobrevoló sobre el Caos primigenio (Gen 1,2), dando forma a las Aguas informes. Cristo es la Forma acabada de Dios, su Imagen plena (Jn 1, 18; 14, 9), mientras que el Espíritu es el dinamismo que conforma la Historia hacia esa Forma crística que late en todas las formas. En la tradición mística, se concibe un engendramiento no único sino sucesivo del Verbo, a través de la plena obertura a la acción del Espíritu.

Así dice el Maestro Eckhart: “El Padre engendra a su Hijo sin cesar. Y yo digo más aún: el Padre me engendra en tanto que Hijo suyo y el mismo Hijo (...). Todo lo que Dios realiza es Uno, por lo cual, Él me engendra en tanto que su Hijo, sin diferencia alguna" (El fruto de la nada: Sermones, Tratados y otros escritos, Madrid, 1998, 54). Esta interpretación de la acción del Espíritu deja un campo muy abierto a otras manifestaciones del Verbo. No en vano el Maestro Eckhart es una de las referencias puente con las religiones de Oriente. Tal posibilidad de interpretaciones se ha puesto de relieve a propósito del encuentro interreligioso».
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