(Pablo 15). Un mismo dogma (Cristo), distintas formulaciones


El catecismo cristiano. Texto base:
3 Porque en primer lugar os he enseñado lo que también recibí:
que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
4 que fue sepultado
y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;
5 que se apareció
a Pedro
y después a los doce.
6 Luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía; y otros ya duermen.
7 Luego se apareció a Santiago,
y después a todos los apóstoles.
8 Y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, me apareció a mí también. 9 Pues yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios...
11 Porque ya sea yo o ya sean ellos, así predicamos, y así habéis creído (1 Cor 15).
El texto supone que hay grupos distintos (yo y ellos, los de Pedro y los de Santiago, los de los quinientoz...), grupos con experiencias distintas y visiones diferentes de la Iglesia. Pero todos tienen un "dogma", una misma experiencia fundante de vida: Jesús ha muerto y ha resucitad por nosotros, conforme a las Promesas (Escritura).
La experiencia pascual es una (muerte-resurrección-encuentro con Cristo: "apariciones", presencia...). Las formulaciones de sa experiencia básica son distintas. Pablo supone aquí que hay cristianos en la línea de Pedro y de Santiago y de los Doce... y también en la suya. Esa experiencia fundante de Cristo les une en medio de las diferencias.
En este momento, Pablo deja las diferencias a un lado (cómo entienden los detalles de la muerte-pascua de Jesús y de las normas de la Iglesia los de Pedro y los de Santiago..), para fundarse en aquello que les une a todos :a afirmación de Jesús, muerto y resucitado: "Porque ya sea yo o ya sean ellos, así predicamos, y así habéis creído". Éstas son las palabras finales del texto, ésta es la palabra central del evangelio, de la buena nueva de Cristo, en medio de la diversidad de las formulaciones. Desde ese fondo indicaré primero la base común de la fe (A), después sus formulaciones distintas (B)
A. BASE COMÚN, LO QUE TODOS CREEMOS.
Para Pablo, la base común de la fe cristiana es muy sobria y se expresa en cuatro "artículos": Cristo murió, fue enterrado, resucitó y se ha manifestado (se ha aparecido). Nada más, pero tampoco nada menos que esto. Ésta es la pascua, el paso de Dios para los critianos. No pidamos más, no nos contentemos con menos.
1. Cristo murió.
Éste es un hecho histórico, que el credo de la Iglesia resaltará diciendo que padeció (murió) bajo Poncio Pilato, dentro de la historia de los hombres. También para Pablo la muerte de Jesús es un hecho histórico, aunque él no cite a Pilato y aunque añada que murió “por nuestros pecados, según las escrituras”.
– Por nuestros pecados. El Mesías muere por los pecados de los hombres, es decir, porque ellos le matado, no por voluntad directa de Dios. La muerte del Cristo no es un dato abstracto, de tipo ontológico, sino un acontecimiento histórico que ha sido motivado “por nuestros pecados”, es decir, porque somos pecadores, porque unos hombres concretos le han (le hemos) matado. Pablo no está hablando aquí del pecado de otros, sino del “nuestro”, en el doble sentido de la palabra: (1) Nosotros, los hombres, le hemos matado, desplegando así nuestro máximo pecado. (2) Él ha muerto para liberarnos de nuestros pecados.
– Según las Escrituras. Esta afirmación puede entenderse también desde dos perspectivas. (a) Camino descendente, de las Escritura a Jesús. A juicio de Pablo y de los primeros cristianos, la muerte de Jesús se hallaba “anunciada” por la Biblia. Por eso, más que los detalles concretos de esa muerte, interesaba su aspecto de cumplimiento bíblico. Más tarde, los judíos de la Misná entenderán la Escritura como libro que se expande y expresa en las leyes nacionales del judaísmo rabínico. Pablo, en cambio, piensa ella desemboca y se cumple en la muerte de Jesús. (b) Camino ascendente, de Jesús a la Escritura. La muerte de Jesús como Mesías permite mirar hacia atrás y entender toda la Escritura israelita como un libro “cristiano”. Por eso, la clave para la interpretación de las Escrituras no es el cumplimiento de la Ley (Misná), sino la muerte del Mesías, una muerte que depende del pecado de los hombres; pero que, al mismo tiempo, sucede “según las Escrituras”.
2. Fue sepultado.
También es un hecho histórico, lo mismo que la muerte, pero hay una diferencia. La muerte tenía un sentido salvador (¡por nuestros pecados!), mientras que la sepultura aparece como un simple hecho histórico, sin carácter salvador, a no ser que la asociemos con la muerte y podemos decir que fue enterrado “por nuestros pecados según las Escrituras”.
– La sepultura es un hecho antropológico fundamental, no sólo para el conjunto de la humanidad, sino para el mismo Cristo. Los hombres se definen, desde su principio, como aquellos que pueden enterrar y entierran a sus muertos. En ese sentido, también a Jesús le han enterrado, pero, como hemos visto, no lo han hecho para honrar su memoria, sino para alejarlo de la faz de la tierra (¡que su cuerpo no cuelgue desnudo e impuro el día de pascua!). De todas formas, lo que importa no es el entierro en cuanto tal (Jesús pudo haber sido devorado por leones o perros callejeros), sino aquello que ese gesto implica y ratifica: que Jesús murió realmente (no sólo en apariencia) y que alejaron, retiraron, su cadáver para no tenerlo siempre al lado.
– La sepultura en cuanto tal, en un primer momento, no tiene carácter salvador. No aparece aquí directamente vinculada a la bajada a los infiernos (como en una tradición posterior), ni se entiende como un gesto momentáneo (¡hasta que llegue la resurrección!). Todo nos permite suponer que para Pablo el “fue sepultado” ha de entenderse como un hecho “definitivo”. En un nivel somático, la vida de Jesús terminó en el sepulcro. En ese plano no se puede hablar de resurrección.
3. Resucitó al tercer día.
Como buen fariseo, Pablo esperaba la resurrección universal de los muertos, de manera que podría haberlo destacado. Pues bien, en lugar de la resurrección universal, Pablo evoca aquí “sólo” la de Jesús, que marca y define la fe de la iglesia, con sus dos palabras interpretativas: “al tercer día” y “según las Escrituras”. Pero esa resurrección de Jesús no es algo aislado, sino que implica de algún modo el comienzo de la “resurrección mesiánica” de los muertos.
– Al tercer día. Es el día escatológico, tiempo de la actuación de Dios que ahora aparece vinculado a la culminación de la historia de Jesús. En el lenguaje de aquel tiempo, el tercer día es el momento de la muerte definitiva (cuando se dice que los difuntos han fallecido ya del todo, realmente, de forma que el alma-vida ha partido ya del cadáver). Pues bien, en el momento en que la muerte aparece como “vencedora” irrumpe, con otro sentido, el tercer día de la acción de Dios. Desde una perspectiva cristiana, ese día es el que viene después del Sábado, es el día del Domingo, entendido como Dies Domini (Día del Kyrios o Señor; cf. Ap 1, 10). Así lo vio la Iglesia, desde muy antiguo, entendiendo ese día como signo del comienzo de la resurrección universal.
– Según las Escrituras. La Resurrección define con la muerte toda la visión cristiana de la revelación. El texto queda un poco ambiguo. (2) La frase “según las Escrituras” puede aludir al “resucitó” (la Escritura avalaría así sólo el hecho de que Jesús resucitó….). (2) Esa frase puede aludir también, y sobre todo, al “tercer día” (la Escritura daría testimonio del tercer día como tiempo de culminación). Sea como fuere, este pasaje supone que la resurrección de Jesús despliega el sentido de la Escritura israelita, leída en su totalidad, sea desde el testimonio del justo sufriente justificado por Dios o desde el Siervo de Yahvé a quien Dios responde.
Entendido así, este pasaje supera la oposición entre una resurrección puramente individual (sólo de Jesús) o universal (de todos los muertos fieles, como esperaban los fariseos, a diferencia de los saduceos: cf. Mc 12, 13; Hech 23, 6-9). Pablo supone que el tercer día de la resurrección ha comenzado en la “pascua” de Jesús, de tal forma que aquellos que aceptan a Jesús viven ya, de algún modo, en la resurrección.
4. Se apareció….
Esta palabra (ophthê), repetida cinco veces en 1 Cor 15, 5-8 (se apareció a Pedro, se apareció a los doce…), define la presencia de Jesús resucitado en forma de “visión”, vinculada a los ojos de la fe. Se trata por tanto de una ampliación de la presencia o, mejor dicho, de una forma de presencia real que supera todos los modelos anteriores. Pablo ha puesto de relieve las apariciones “normativas” (Pedro, los Doce…):
Cristo… se apareció a Cefas, luego a los Doce, luego se apareció a más de quinientos hermanos de una vez, de los cuales muchos viven hasta ahora, algunos han muerto; después se apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; al último de todos, como a un aborto, se me apareció también a mí (1 Cor 15, 5-8).
B. FORMULACIONES DISTINTAS
La única experiencia pascual cristiana (Cristo murió, fue enterrado, resucitó y se ha manifestado) se expresa en las diversas manifestaciones o experiencia de de esa pascua, a través de experiencias y despliegues eclesiales distintos. Al presentar a los grupos y personas a los que Cristo se ha aparecido, Pablo está haciendo un "recuento" de Iglesias. Todas admiten la misma "pascua" de Jesús; cada una entiende con matices distintos, todas dialogan
Por eso tenemos que evocar las "apariciones", que son formas de entender y de vivir la única pascua, en diversas iglesias. La tradición cristiana conoce también otras, entre ellas la de María Magdalena, Pero Pablo no la cita, quizá porque algunos no aceptan el testimonio de las mujeres Nos gustaría que hubiera sido distinto, que hubiera empezado diciendo como Mc 16, 9: "se apareció primero a Magdalena". Por no lo hace, quizá porque algunos le criticarían al hacerlo (¡esto es cosa de simple mujeres!). Por eso apela sólo al testimonio de comunidades de varones, citando las apariciones normativas (la de Pedro, Santiago etc.). No cita tampoco la del Discípulo amado, ni la de Tomás... no otras que conocemos por las tradiciones posteriores. Pero las que citan son muy importantes y son éstas:
1. Simón Pedro.
La aparición de Jesús a Pedro se encuentra también en el fondo de la narración de Mc 16, 7 y de Jn 21, 15, 17, pero sólo ha sido evocada expresamente por Lucas y Pablo. A su vuelta a Jerusalén, los caminante de Emaús encuentran a los discípulos reunidos, exclamando: «Ha resucitado verdaderamente el Señor y se ha aparecido a Simón» (Lc 24, 34). Todo nos permite supone que estas palabras constituyen la confesión de unos cristianos que apoyan su fe sobre el testimonio de Pedro.
En esa línea se sitúa 1 Cor 15, 5 cuando presenta la aparición a Pedro como la primera de las experiencias pascuales que son el fundamento de la confesión creyente de la Iglesia: «Se apareció a Cefas y después a los Doce…». Es muy probable que, conforme a la palabra de Mc 16, 7, hayan sido María Magdalena y las mujeres las que han puesto a Pedro en camino hacia Jesús. Por eso, la visión de Pedro, siendo primera en sentido oficial (conforme a 1 Cor 15, 5), es segunda en sentido histórico, pues estuvo precedida por la experiencia de María y las mujeres.
2. Los Doce.
Significativamente, la aparición a los Doce en cuanto tales sólo ha sido atestiguada por 1 Cor 15, 5, pues en Lc 24, 36-49 y Jn 20, 19-23 los destinatarios de la experiencia fundante de la iglesia no fueron los Doce en cuanto tales sino un grupo indeterminado y quizá más grande de discípulos (cf. Jn 20, 19), reunidos con los once (los Doce menos Judas: cf. Lc 24, 33). Por su parte, los destinatarios de la aparición de Jesús en el monte de Galilea, según Mt 28, 16, fueron los once, que forman ya un grupo nuevo y abierto, que simboliza a todos los misioneros de la Iglesia. Pablo, en cambio, recuerda la aparición a los Doce, recogiendo de esa forma una antigua tradición cristiana, que sirve para marcar la continuidad entre los Doce mensajeros prepascuales de Jesús, que eran signo de la apertura de su mensaje a las tribus de Israel, y los Doce testigos pascuales de la primera iglesia. Es evidente que los Doce se toman aquí en sentido oficial, como un grupo que ha tenido una función en la vida de Jesús en el comienzo de la Iglesia (quizá todavía en tiempo de Pablo).
Ellos no se pueden entender en sentido numérico, pues falta Judas, «uno de los Doce» (cf. Mt 26, 14.47; Mc 14, 10.43, Jn 6, 61). Los once restantes pueden cumplir la función de los Doce, aunque es más probable que para mantener el grupo, en el principio de la iglesia se haya incluido en el grupo a Matías (cf. Hech 1, 12-26). Sea como fuere, los Doce han sido por un tiempo (hasta la disolución del grupo) testigos de Jesús resucitado.
3. Quinientos hermanos.
Vienen después de Pedro y de los Doce y se dice que «muchos de ellos viven hasta ahora, algunos han muerto». Ellos pueden ser los miembros de la primera iglesia de Jerusalén (en la línea de Lc 24 Jn 20), aunque parece preferible vincularlos a las comunidades cristianas de Galilea), que no sólo escucharon al Jesús de la historia, sino que celebraron al Cristo pascual, como puede verse en el fondo de los relatos de las multiplicaciones.
Ciertamente, entre estos 500 puede haber y hay mujeres, con niños... todos los cristianos. Pero Pablo no lo dice. Sólo habla de los 500 ... de Jerusalén o de Galilea, la gran Iglesia, el gran pueblo de la Pascua
4. Santiago.
Pablo reconoce la experiencia pascual de Santiago, el hermano del Señor (Gal 1, 19). Eso significa que acepta como válida su visión eclesial y su teología, aunque él haya seguido un camino distinto. Santiago ha terminado siendo representante de la iglesia judeocristiana que ha tenido dificultades para admitir la misión paulina.
Entre los diversos caminos o trayectorias de la iglesia, Santiago representa la línea más vinculada al judaísmo y toma a Jesús resucitado como culminación de Israel. A su juicio habría que esperar la conversión del pueblo judío y sólo en un segundo momento se podría llevar la palabra de Jesús a los gentiles.
5. Todos los apóstoles.
Vienen después de Santiago, pero antes que Pablo. Ellos son evidentemente los representantes de la iglesia helenista de Jerusalén, a la que alude Hech 6-7; son los primeros apóstoles de la iglesia, en el sentido de enviados o portadores de un mensaje de salvación universal, abierta por encima de Israel a todos los pueblos. Pablo dice en general «todos los apóstoles», no cita ni precisa el número. Pueden ser bastantes, varones y mujeres, son creadores de iglesias.
6. Pablo:
«Y como a último de todos, como a un aborto, se me apareció también a mí». Es evidente que Pablo se sitúa en la línea de los helenistas, como culminando y camino que ellos han iniciado y oponiéndose de esa manera a Pedro que está al principio de la lista. Entendidas así, no todas las apariciones pascuales tuvieron un mismo contenido, ni una misma forma externa. Más que apariciones en sentido visionario pueden ser, en general, experiencias de pascua (es decir, de la presencia de Jesús), vividas en conexión, unas con otras, formando así un mismo continuo pascual, que Pablo ha sabido reconocer en 1 Cor 15, aunque ha dejado fuera el testimonio de las mujeres.
CONCLUSIÓN, TODOS
Así expone Pablo la única experiencia cristiana, expresada en diversas experiencias y caminos de Pascua, en las varias iglesias, en los grupos de creyentes... Uno iglesia de iglesias, eso es ya Corinto, el lugar donde Pablo ha comenzado a crear la gran Comunidad de los Resucitados con Cristo, en comunión tensa, pero amorosa, con otros grupos de cristianos.