Pandora y María dos mujeres, una esperanza. Adviento pagano y cristiano

Analicé ayer el canto de María, madre de Jesús, como signo supremo del adviento bíblico y cristiano en línea de esperanza de liberación social, canto al Dios que actúa salva a los hombres,canto a la nueva humanidad reconciliada.

Hoy analizo el adviento pagano (griego) de Pandora, conforme al mito de su nombre, que por una parte es antifeminista (con la mujer llegaron al hombre todos los males), pero por otra parte es feminista, en el más hondo sentido del término. Ella,a mujer de todos los dones que pueden convertirse en males, es un ánfora-seno de esperanza.

Estamos ante dos mujeres (María y Pandora), ante dos formas de entender a Dios (que es Señor de libertad o Zeus envidioso), ante dos formas de entender y de vivir la condición humana.

− Este mito de Pandora recoge de algún modo el principio femenino de la vida. En el origen estaban las grandes diosas madres (sobre todo Gea y Rea: Cf. Hesíodo, Teogonía 116-130). Ellas son la tierra engendradora femenina, son la fuerza germinante de la vida buena.

− Pero el mundo ha sido dominado luego por los poderes masculinos (Urano, Cronos, Zeus...). Ellos son monstruosos, violentos, derivados, pro, en función de su violencia (Cronos castrador, Zeus victorioso en la batalla), ellos se imponen y dominan sobre el mundo de los dioses y los hombres (los humanos).


− Pues bien, en el cruce de esos dos momentos se sitúa la figura de Pandora, que significa todos los dones (pero también todos los dolores de la vida…), vinculados en el fondo a la esperanza.

Pandora pertenece al dolor de la mujer en casi todas las culturas de la tierra. Pero en el fondo de ese dolor ella eleva un canto a la vida. Ella misma es ánfora misteriosa donde se conserva la esperanza de los pueblos.

Por eso la presento hoy como mujer de adviento, al lado de María, retomando un motivo que desarrollé en mi libro: Hombre y mujer en las grandes religiones.

1. Ante el riesgo del hombre poderoso

El mito de Pandora se funda sobre el riesgo del poder de los hombres varones. Al dominar el fuego, Prometeo y aquellos hombres que le siguen se hab aventurado a transitar por un camino difícil. Lo puede casi todo (es como un Dios), pero no puede controlar su propia dualidad de varón/mujer. En el comienzo de las dos versiones del mito (Teog y Erga) hallamos la misma inquietadora (y polivalente) conexión entre el fuego y la mujer:

- (Zeus se irrita cuando ve entre los hombres el fuego...) y, al punto, a cambio del fuego (anti pyros), preparó un mal para los humanos (anthropoisin) (Teog 570).

- Yo (Zeus), a cambio del fuego (anti pyros) les daré (a los varones: andrásin) un mal con el que todos se alegren de corazón, acariciando con cariño su propia desgracia. Ese mal será la mujer, pero en ella se despliega la esperanza (Erga 56-58).

Así comienza el mito de Pandora. Se trata de un mito polivalente y todo intento de reducirlo, entendiéndolo sólo en una dirección resulta equivocado. Por un lado es una especie de canto a la mujer, entendida como belleza de Dios sobre la tierra. Pero, al mismo tiempo, es un lamento a la fragilidad, pues la mujer, siendo lo más bello y deseable (más que el mismo fuego) nos recuerda que estamos condenados a la fragilidad de los mismos deseos fugaces y la muerte.

Si el ser humano fuera solamente dominio sobre el fuego (Prometeo) sería inmortal, lo tendría todo, como un "superman" de perfecciones, pero le faltaría el amor, la espina del deseo más profundo y de la muerte. Pandora, la mujer, es el recuerdo de aquello que somos; es la vuelta a la humanidad de la belleza y de la tierra, el retorno a las diosas primitivas que son (viven) dando la existencia (Gea, Rea). Pues bien, el auténtico varón (Epimeteo) ha optado y sigue optando por Pandora. De esa forma hemos nacido, surge el verdadero ser humano: el sexo (amor dual) nos ofrece aquello que oscuramente estábamos buscando por el fuego.

Versión de la Teogonía. El mito dice así

El ilustre Patizambo (Hefesto, Dios del fuego) modeló de tierra una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida (Zeus, hijo de Cronos). La diosa Atenea de ojos glaucos (verdes) le dio ceñidor y la adornó con vestido de resplandeciente blancura... En su cabeza colocó una diadema de oro que él mismo cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella había artísticamente grabados, maravilla de verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles cría el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquel (Hefesto), y en todos se respiraba su arte, admirables, cual seres vivos dotados de voz.

Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien, la llevó (Zeus) donde estaban los demás dioses y los hombres (anthrôpoi), engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre. Y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y de los hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los humanos (anthrôpoisin); pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres... Gran calamidad para los mortales: con los varones (andrásin) conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad (Teog 571-594).


Estrictamente hablando, esta ginecogonía (surgimiento de la mujer) puede presentarse como verdadera antropogonía. Pandora es la humanidad originaria que brota de la madre tierra (como el Adam o humano de Gen 2), modelada y ensalzada por el arte de los dioses: Atenea le da su hermosura, como diosa del gozo y del fuerte poder de triunfar sobre el mundo; Hefesto le ha dado su fuerza de Dios artesano y herrero que vence y modela el metal con su fuego. Ella, la mujer lleva en su frente una diadema donde está reflejado el abismo o misterio de todos los monstruos de tierras y mares. Por eso es arte y naturaleza, es la vida concreta hecha individuo atractivo sobre el mundo.

Mujer entre varones

El mito supone que ella es atractiva e importante: reflejo y cumbre del proceso de humanización. Sólo allí donde aparece, fascinando y perturbando a los varones, existe en realidad el ser humano. Antes sólo había un proyecto de humanidad, encarnado en un varón violento. Sólo al optar por la mujer (es decir, al realizarse como varón/mujer, en bella y arriesgada complementariedad) emerge el verdadero ser humano, expresado por Epimeteo, aquel que por vez primera aceptó a una joven mujer modelada por Zeus (Teog 511-514). Seguimos conservando un elemento de Prometeo, que va en línea de riesgo de trabajo, titanismo y fuego. Pero sobre todo somos herederos de Epimeteo, varón que pone su vida en brazos de una mujer y viceversa.

El Hesíodo austero, patriarcalista y moralizante, ha visto aquí un principio de ruina para los humanos. Le hubiera gustado que fuéramos sólo Prometeo, trabajadores organizados, buenos y duros productores. A su juicio, la mujer ha introducido un principio de ruptura, desigualdad y fracaso en los humanos. Ella es como reina en la colmena: vive del trabajo ajeno, sólo se afana en recibir y consumir lo que producen los varones. Sin ella no se puede vivir; faltan los hijos; pero donde ella aparece y domina la existencia se hace mala para los "honrados" varones laboriosos, amenazados siempre por su ruina (cf Teog 595-616).

Precisamente aquello que parece más deseable (la belleza de la mujer) ha venido a convertirse en principio de más ruina. Ella misma aparece como como signo y fuente de los males, entendidos sobre todo en plano laboral. Aquí no existe perversión erótica, en el plano que destacan luego los autores más moralizanes (griegos o cristianos) sino una perversión laboral: el ser humano, engendrado a la vida por el fuego (trabajo de Prometeo), viene a prenderse y perderse en los lazos de la mujer (torpeza de Epimeteo).

La versión de “Erga”: Los “trabajos” de los hombres.

Ésta es la nueva versión del mito. Por un lado, los hombres-varones han querido competir con lo divino, oponiéndose al mismo Zeus y superando así todas las fronteras de una vida limitada por la muerte (plano de Prometeo). Pero al mismo tiempo ellos se encuentran atrapados en las cadenas del engaño sexual (plano de Epimeteo). Así lo ha decidido Zeus, inscribiendo en la vida humana una especie de bella y hermosa locura llamada mujer (la dualidad sexual, pero también la maternidad, con el poder creador de la mujer):

El Padre de hombres (Zeus)....

- mandó al muy ilustre Hefesto mezclar cuanto antes tierra con agua, infundirle voz y vida humana y hacer una linda y encantadora figura de doncella semejante en rostro a las diosas inmortales.

- Luego encargó a Atenea que le enseñara las labores, a tejer la tela de finos encajes.
- A la dorada Afrodita le mandó rodear su cabeza de gracia, irresistible sensualidad y halagos cautivadores.

- A Hermes, el mensajero Argifonte (matador de Argos), le mandó dotarle de una mente cínica (kyneon) y de un carácter voluble... (Erga 59-68).


Pandora es por un lado el signo de la vieja tierra madre, cargada de los dones de la vida. Ella aparece al mismo tiempo como mujer deseada que atrae a los varones. Finamente, ha venido a presentarse como una expresión de la gracia concreta de los dioses y las diosas que le ofrecen sus encantos, bajo la dirección del "padre y rey" que es Zeus. Intervienen de manera expresa dos figuras masculinas (Hefesto, Dios del fuego, alfarero y escultor del cuerpo) y Hermes (Dios de la sabiduría, educador de su mente) y tres femeninas (Atenea, señora del trabajo bello, Afrodita, misterio del amor, y las Gracias, diosas del gozo más excelso; cf Erga 69-89). Sólo falta entre las grandes Artemisa.

Todo es hermosura y gracia en ella. Pero no olvidemos que por voluntad de Zeus, ella aparece como hermosura que mata: manzana de buena apariencia que esconde el gusano de muerte (cf Gen 2-3: Eva y la fruta del árbol). Es como esfinge enigmática que afila sus garras de muerte bajo el atractivo de un cuerpo inocente. Por eso dice el texto que Hermes le dio una mente cínica y un carácter voluble, poniendo en su pecho mentira y palabras seductoras (Erga 68, 79). Esta es para el mito la mujer: cuerpo de belleza hecho apariencia y engaño para los varones.

(Zeus...) dio estas órdenes y aquellos (Hefesto, Atenea, las Gracias, Afrodita...) obedecieron. Le infundió habla el Heraldo de los dioses (Hermes) y puso a esta mujer el nombre de Pandora, porque todos los que poseen mansiones olímpicas le concedieron un regalo, perdición para los varones (andrásin) que se alimentan de pan (Teog 70-83; trad de A. Pérez)

Sobre un mundo de fuertes varones que forjan la vida en camino de austera violencia y trabajo (sacrificio ante los dioses, dominio sobre el fuego), la mujer viene a a expresarse como fuente de dulzura peligrosa. Ciertamente, ella suscita admiración y gozo, es principio del arte y la belleza, es lugar de verdadera humanidad. Pero, al mismo tiempo, aparece como engaño: separa al varón de su trabajo, introduce la perturbación sexual en su existencia.

Hemos dicho que el mito es ambiguo o, mejor, ambivalente. Por un lado nos hace recordar y desear el fuego (debiéramos ser Prometeo). Por otro nos hace descubrir la verdad de Epimeteo, que se abre al gozo de la mirada bella, al placer que se abre por el cuerpo. Hasta ahora no existía verdadera humanidad sino batalla con Dios y por el fuego... Sólo ahora, a través de la mujer, ha nacido el ser humano en su forma concreta de belleza admirada y miedo ala muerte. Este es el momento en que Epimeteo (varón concreto de la historia) sustituye (completa) a Prometeo.

Luego que remató su espinoso e irresistible engaño, el Padre (Zeus) despachó hacia Epimeteo al ilustre Argifonte con el regalo de los dioses, al rápido mensajero. Y no se cuidó Epimeteo de lo que le había advertido Prometeo: no aceptar jamás un regalo de manos de Zeus Olímpico, sino devolvérselo en el acto, para que nunca sobreviniera una desgracia a los mortales. Luego cayó en la cuenta el que lo aceptó, cuando ya era desgraciado (Erga 83-89; Trad. A. Pérez).

Prometeo y Epimeteo. Hombre sin mujer, hombre con n mujer

En el fondo está Zeus, Dios de engaño, que utiliza la mentira para dividir y dominar a lo humanos. Seguimos en el centro de la guerra. Esta será la batalla fundamental. Recordemos a los personajes: dos varones gemelos, una mujer, la humanidad entera. En contra de Gen 2-3, la mujer está pasiva. La histora la deciden, en enfrentamiento repetido, los varones:

- Prometeo era el astuto o arriesgado. Ha sabido engañar a y pretende vivir sin emoción (sin belleza o encanto) de mujer sobre la tierra, centrándose en la fuerza que le ofrece el fuego.

- Epimeteo aparece como el torpe; es aquel a quien los dioses engañan a través de una mujer. Quizá pudiéramos decir que él ha vendido su primogenitura por la enigmática belleza de un cuerpo femenino (no por las lentejas de Esaú como en Ge 27).

- Ella, Pandora, está a la espera (es en el fondo la esperanza). No es madre que engendra; no es tierra que puede tomar la iniciativa. Es como un adorno, una esfinge elevando su interrogación sobre la tierra. No puede hacer nada, se limita a ser lo que le han hecho, presentando su cuerpo de apariencia (engaño) ante los varones.

- Finalmente, están presentes los "mortales" (es decir, los humanos en general) a los que llega una desgracia a través de Pandora interpretada como expresión de mal (de engaño y muerte) para los humanos. Se inicia así una línea cultural que acabará presentando a la mujer como signo de caída y perdición para los humanos (como en la Gnosis).

Ciertamente, es una historia de varones. Solo ellos escogen, definiendo el sentido de su humanidad ante la mujer Pandora. Las mujeres no pueden cambiar ni escoger. Ellas son un cuerpo a la espera, como objeto discutido o premio ante el que luchan (se definen) dos gemelos, hermanos y varones contrapuestos:

- Todo varón es de algún modo Prometeo, domador del fuego que desconfía de los dioses y rechaza como peligroso y destructivo lo que está simbolizado por Pandora. Quizá en el fondo es el más débil, pues no sabe aceptar la realidad de la mujer. Parece que tiene miedo. Por eso prefiere encerrare en su fuego, enquistado su odio contra Zeus, sospechando siempre que le engañan.

- Todo varón es también Epimeteo: acepta el don de Pandora y tiende a convertirse en desgraciado con/por ella (conforme a la visión de Hesíodo). En un primer momento es débil, pues se deja llevar por el encanto o atracción del cuerpo. Pero mirándole con más profundidad, podemos presentarle como el fuerte: se arriesga a recibir a la mujer, realizando con ella su camino.

El mito nos ha colocado en el tiempo y lugar donde se decide el verdadero destino de lo humano. Prometeo y Epimeteo pueden escoger pues tienen libertad, son dueños de su propia vida. Pandora, en cambio, no puede escoger; es puro objeto, un cuerpo de rechazo o de deseo para los varones. Sobre el toro del sacrificio de Mecona y el fuego del dominio sobre el mundo discutieron antes de Prometeo y Zeus . Sobre un cuerpo de mujer discuten ahora los gemelos.

Epimeteo escoge a la mujer

Ese cuerpo es una esfinge, como un ánfora atractiva y engañosa donde se contienen los dones y las penas (sufrimientos) de la vida. En ese cuerpo hemos caido; por el engaño de esa esfinge padecemos. De esta forma sigue el mito, narrando con enigmática precisión el principio de nuestra historia.

Y no se cuidó Epimeteo de lo que Prometeo le había advertido: no aceptar jamás un regalo de manos de Zeus Olímpico, sino devolverlo acto seguido, para que nunca sobreviviera una desgracia a los mortales. Luego cayó en la cuenta el que lo aceptó (Epimeteo), cuando ya era desgraciado.
En efecto, antes vivían sobre la tierra las tribus de los humanos (anthrôpôn) libres de males y exentas de la dura fatiga y las penosas enfermedades que acarrea la muerte a los hombres... Pero aquella mujer (=Pandora), al quitar con sus manos la enorme tapa de la jarra (pithos: tinaja, ánfora) los dejó diseminarse y procuró a los hombres lamentables inquietudes.
Sólo permaneció allí dentro la Espera (elpis: esperanza), aprisionada entre infrangibles muros, bajo los bordes de la jarra y no pudo volar hacia la puerta; pues antes cayó la tapa de la jarra, por voluntad de Zeus, portador de la égida y amontonador de nubes.
Mil diversas amarguras deambulan entre los hombres; repleta está la tierra de males y repleto el mar. Las enfermedades ya de día ya de noche van y vienen a su capricho entre los hombres, acarreando penas a los mortales en silencio, puesto que el providente Zeus les negó el habla. Y así no es posible en ninguna parte escapar a la voluntad de Zeus ( Erga 85-105).


Esta es la versión final del tema. Prometeo y Epimeteo representan la humanidad masculina. Uno es la parte titánica (Prometeo), otro la parte dominada por la enfermedad de los deseos (Epimeteo). Zeus les ofrece su regalo de mujer ánfora llena de belleza, cargada de engaños (dolores de la historia). La escena se puede mirar desde dos perspectivas:

- Puede acentuarse la acción de Epimeteo que desoye los consejos de su hermano y recibe a la mujer que es todo dones (Pandora) convertidos en mentira. De esa forma es el mismo varón quien asume el camino concreto de la historia, en gesto de deseo engañoso abierto a la mujer.

- Pero también se puede afirmar que es la mujer Pandora quien eleva la tapa de su "jarra" (abre su cuerpo) y de esa forma deja que los males brotan de ella. Los varones la escogen, ella se les muestra, mostrando su engaño interior: es cuerpo de belleza hecha dolor y muerte para los humanos .

El texto la presenta como pithos, palabra que suele traducirse por "caja", perdiendo así gran parte de su simbolismo. Estrictamente hablando, pithos es un ánfora o jarra con tapa. Suele estar hecha de barro como las tinajas; es curvilínea, semejante a un cuerpo de mujer, y puede hallarse bien pintada, siendo muy hermosa. Como saben muchos mitos y representaciones figuradas, la misma mujer es recipiente. Eso significa aquí Pandora: cuerpo bello, vaso que lleva bendición o maldición dentro de sí, olor de vida o muerte .

Los varones la desean y ella misma, la mujer que es cuerpo/jarra se destapa, desplegando así su contenido de belleza e inquietudes. Antes vivían inconscientes los varones. No se conocían. Sólo cuando Epimeteo recibe a Pandora que destapa el frasco precioso de sus dones comienza la andadura humana sobre la tierra. Esto es lo que sabe el mito y así lo ha proclamado en palabras de belleza y fuerza impresionante, interpretando la culminación de la antropogonía como desgracia capital para los humanos (los varones).

La mujer es signo de los males, pero ella es también (y por eso) la esperanza.


Con la mujer llegan los males para el hombre (varón). Lo que era signo de gozo y promesa de bendición se ha convertido en fuente de dolor y muerte para el pobre Epimeteo. Pero en el fondo del ánfora (cuerpo de mujer) ha quedado algo precioso, la espís o esperanza. Son muchas las interpretaciones que se pueden dar a esa palabra y aquí sólo queremos evocar las más significativas:

- Esperanza sería la ilusión siempre engañosa de alcanzar la plenitud humana. El hombre (varón) busca en un cuerpo de mujer su propio cielo, aunque ese cuerpo le sigue engañando. Por eso vive siempre en actitud de espera: sin llegar nunca a su fin de plenitud completa.

- El cuerpo de mujer es esperanza positiva porque representa la promesa de los hijos. El tema no aparece en la versión actual del texto, pero está en su fondo. Así lo ha interpretado gran parte de la tradición posterior, tanto en plano filosófico como religioso.

- La esperanza vendría a un signo de engaño porque en ella falta la acción o compromiso creador de los varones. Da la impresión de que Prometeo queda al margen, viviendo en un plano de lucha posesiva, más allá (o más acá) del lugar de la esperanza. El que espera es el pobre hombre Epimeteo. Esta es su limitación, esta su grandeza.

-- Pero la esperanza es finalmente la verdad del ser humano,el motor de su vida... En ese sentido, Pandora es como María de Nazaret, signo de una humanidad que vive porque espera. En ese sentido, dentro de su inmensa tristeza, el mito de Pandora implica la superación del mito de Prometeo, el descubrimiento de la verdadera humanidad, que es al mismo tiempo un tipo de "pecado" (con ella vienen muchos males),pero también un signo y principio de vida más alta, es decir,de humanidad.

- Por Pandora vivimos.... Por ella somos adviento, con María de Nazaret, como María. Desde ese fondo, el mito griego puede ayudarnos a entender la historia y profecía de María de Nazaret.

Tal es el contenido principal del mito que cumple sin duda un papel de catarsis. Nos lleva al lugar de la gran elección, el cuerpo de mujer, para que allí decidamos nuestro destino, dentro de un mundo amenazado por la dureza y fatiga, enfermedad y muerte. Pero con esto entramos en un campo nuevo que debería ser explorado con mucha más precisión .

Baste aquí lo dicho, añadiendo sólo que el mito de Prometeo y Pandora es reflejo de un tiempo que juzgamos ya pasado, es el símbolo engañoso que unos varones han creado para seguir dominando a las mujeres (tomadas como un jarrón hermoso que no tiene libertad). Sólo si el mito preguntara a Pandora lo que quiere y esperara su respuesta, sólo si ella pudiera situarse en el lugar de Prometeo y viceversa, empezará a tener sentido para nosotros. Es hermoso lo que dice Hesíodo, es bello el mito (y la filosofía) de los griegos. Pero no podemos olvidar que su manera de contar la problemática del hombre es unilateral, no puede aparecer como modelo permanente de antropología en nuestro tiempo.
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