Sigue Unamuno. Las tres bienaventuranzas
1. Primera bienaventuranza; los pobres sin patria y sin trabajo
Es la del poema que comenté el domingo. Me basta repetir alguno de sus versos para estremecerme, pues los cien años que han pasado desde que Unamuno lo compuso han dejado los grandes problemas intactos. Hay un tipo de religión y una falsa patria que sirve para esclavizar a los pobres. ¿Tiene sentido la vida con ellos? ¿Tiene sentido la religión para ellos? El trasfondo es un campo quemado, de cotos cada vez más cerrados , con urbanizaciones exclusivas (¡cerradas!) para ricos. Muchos han dicho que el futuro de occidente serán ricas ciudades de gente separada del "pueblo", conectada entre sí por autopistas que atraviesan las inmensas ciudades/lumpen de los expulsados, condenados a vivir muriendo.
Cruzan los sin patria, esto es, sin trabajo… Siguen cruzando caminos y mares y otros muchos se mueren cada día, de hambre.
Sus abuelos con su sangre cimentaron estos campos… Lucharon por una tierra, que ahora les hace esclavos; ganaron muchas guerras, para perder las paces.
Donde vayan se tropiezan con un coto… es decir, con la propiedad cerrada de los otros. El mundo entero ha venido a cerrarse en forma de cotos o clubs para privilegiados, mientras la gran mayoría pasa hambre
Huyen mozos, ¡los ingratos!, desertores… ¿Son desertores los que huyen? ¿Encuentran todos ellos las américas…?
Y a los que ni pueden emigrar, ¡los pobres!... ¿Les engaña la religión de Juan Robres… una religión que les manda al cielo, robándoles la tierra?
2. Segunda bienaventurados: pobres de espíritu (San Manuel Bueno y Mártir)
La religión del poema anterior estaba al servicio de la opresión y de la muerte y en ella no quedan ni siquiera los cementerios donde puedan descansar los muertos pobres. Pasados (¡parados!)los años, en plena madurez, el año 1930, escribió Unamuno una obra fuerte, en cuyo centro está la palabra de la bienaventuranza de Jesús según Mateo: Bienaventurados los pobres de Espíritu.
Aquí, la religión ya no hace pobres, sino que permite que los pobres se consuelen de la fuerte tragedia de la vida, siendo pobres, en un paisaje de idilio, que puede ser el entorno del lago de Sanabria, al norte de Zamora. La religión es consuelo interior para los pobres, consuelo y mentira. El sacerdote San Manuel el Bueno les engaña, pero les engaña para su bien, para que no se desesperen. No es un sacerdote opresor, sino un sacerdote Mártir, casi en la línea del Buen Inquisidor (¡un inquisidor compasivo de la novela de Dostoievsky!.
Es como si el "demonio" al que ataca Marx y el Inusididor de Dostoievsky se encarnaran en este "cura bueno", que tiene también rasgos de "idiota" (en el sentido de Nietzsche). Aquí se juntan las críticas modernas al cristianismo, aquí se canta la grandeza de Jesús, de un Jesús que "se equivoca" para bien de los "pobres hombres". Así habla Lázaro, el resucitado, hermano de la protagonista, amigo del “buen” sacerdote:
Texto de Unamuno:
Y en aquel momento pasó por la calle Blasillo el bobo, clamando su: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Y Lázaro se estremeció creyendo oír la voz de Don Manuel, acaso la de Nuestro Señor Jesucristo.
-Entonces -prosiguió mi hermano- comprendí sus móviles, y con esto comprendí su santidad; porque es un santo, hermana, todo un santo. No trataba al emprender ganarme para su santa causa – porque es una causa santa, santísima–, arrogarse un triunfo, sino que lo hacía por la paz, por la felicidad, por la ilusión si quieres, de los que le están encomendados; comprendí que si les engaña así -si es que esto es engaño- no es por medrar. Me rendí a sus razones, y he aquí mi conversión. Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, Don Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído -y eso que estábamos solos en medio del campo-: «¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella». «¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí, como en confesión?», le dije. Y él: «Porque si no, me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerles felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarles. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerles vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío».
-Y ahora -añadió mi hermano- hay otro más para consolar al pueblo.
-¿Para engañarle? -le dije.
-Para engañarle no -me replicó-, sino para corroborarle en su fe.
-Y él, el pueblo -dije-, ¿cree de veras?
-¡Qué sé yo ...! Cree sin querer, por hábito, por tradición. Y lo que hace falta es no despertarle. Y que viva en su pobreza de sentimientos para que no adquiera torturas de lujo. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu!
-Eso, hermano, lo has aprendido de Don Manuel.
Comentario.
El resto de la novela puede encontrarse en http://www.ciudadseva.com/textos/novela/sanmanu.htm
Esta es la definición clave de la religión para este Unamuno: Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho.
3. Tercera bienaventuranza. Consuelo para morir, o fuerza para luchar y vivir
Más allá del Unamuno de la religión de los pobres/pobres (que es opresora) y de la religión de los pobres de espíritu (que es un opio más o menos bueno que les permite vivir sin desesperarse) está la religión que puede vislumbrarse las obras centrales de Unamuno, en torno a la lucha por la vida en medio de la certeza de la muerte. Ésta es la religión de fondo de La Agonía del Cristianismo y de El Cristo de Velázquez. En busca de esa religión, descubriendo y desarrollando la experiencia de Jesús de Galilea, seguimos todavía. Ésta es la religión del Jesús verdadero, es la religión que busca Buda al superar la mentira... En ese lugar de “agonía”, que es también lugar de gozo por la vida, podemos situarnos. Pero, como he dicho, quiero dejar esta bienaventuranza por hoy en silencio.