Tentaciones de Jesús y de Emilita. Las preguntas de la fe


Querido Xabier.
Alguna vez te he expresado desde las páginas de tu blog mi perplejidad ante lo que llamo “extraño modo de ser y actuar de Dios”. Yo también me pregunto muchas veces, con Benedicto XVI o con el padre de Mª Luz (la niña desaparecida): ¿dónde está Dios? ¿Por qué no nos ayuda con sus milagros? ¿Por qué calla? En ocasiones estas preguntas son eso, perplejidad. En otras, son la expresión escandalizada de nuestros íntimos sentimientos, y las más de las veces son la forma de nuestras tentaciones. La reflexión que sigue puede ser leída en esta clave, lejos pues de las claves política, histórica o filosófica.
La historia está hecha, lo que supone que las claves religiosas que introduzco en el debate entre el diablo y Jesús están leídas desde el presente. No es el Santo frente al Maligno de la ascética clásica, ni el sabio frente al sofista de la filosofía antigua. Es el debate del hombre actual ante las cosas. Sólo busco constatar que la tentación se ha convertido ahora en la capacidad de hacer de todo, algo sustituible, etiquetable y opinable. Estas tres “bestias” culminan en un único proceso: arrastrarnos a la soledad indiferente.
No quiero enmendar la plana a nadie. Simplemente abro la interpretación del texto a otros matices.
Escenografía
Es importante analizar la escenografía: el diablo y Jesús están en el desierto, (lugar de la nada), encarados y solos. No están los discípulos, ni la familia, ni los seguidores. En el desierto no se conoce la idea de la amistad. Si la historia es hacerse enemigos, según dicen, en el espacio desértico, que es no-historia, amistad y enemistad no tienen significado alguno. No hay direcciones. No hay pan, casa, lecho. Todo es idéntico a sí. No existen diferencias, no hay compañías. Sólo hay un rostro, un solo “Logos” del vacío, si me permites la expresión Xabier, una extrema uniformidad en la que el lejos-cerca, arriba-abajo, alto-bajo son recuerdos difuminados.
Por tanto, tenemos el marco: la extensión de lo Uno, de todo aquello que rota alrededor de sí mismo. Simple y sin equívoco. Arriba el cielo azul y el Sol inmisericorde. Abajo el plano de la simetría sin fin. Digamos, Xabier, que el desierto de Jesús y el diablo, es la victoria de la reducción a la perfecta simplicidad. El desierto es como la imagen del Dios absoluto, sin posibilidad de número, distancia y divergencia. Dios todo en todo. Sin que medien nombres, vidas, historias, acontecimientos, sufrimientos, alegrías...
Es en esta especie de “solus Deus” desértico, donde Jesús y el diablo se ponen a una misma altura. Parece como si en el interior de esa nada y en un mismo Logos se diera una singular lucha. Naturalmente, nosotros sabemos la historia y el desenlace y quién es quién en este relato. Por eso, advierto, no veas en ello una interpretación simbólica. Hay algo más. Olvidamos con frecuencia que el diablo puede arrogarse de alguna manera el título de Logos, en un sentido perfectamente religioso. También él da y quita, como toda cosa que brota de Dios antes de la historia de los hombres. Para el mundo antiguo, el ser de Dios se expresaba como la iniciativa del dar. El Rey daba, el Templo daba, Dios o los dioses daban, y todos quitaban. Yahvéh da la creación, y a todos concede el alimento (el pan) y la vida (Sal 104). Y en esta economía de dar, Dios demandaba el reconocimiento de la ofrenda y la recepción del don de los hombres: diezmos, primicias, sacrificios (Dt 26, Lv 1).
«Si eres Hijo de Dios», ¿recuerdas? Esta prótasis revela que, a juicio de Satanás, se podría otorgar a Jesús ese título, en clara conexión con la tradición del dar y recibir divinos. Eso sí: a cambio exige hechos concretos, “omnis potestas a Deo”, que lo validen como potencia dadivosa. Satanás también tiene sus títulos y por eso demanda cartas credenciales dentro del esquema del Don. Es de alguna manera un Logos “como-sí”. El que existía antes de la creación del mundo, el Logos de Dios, el que tiene el poder y la gloria, se debate ante ese otro Logos infernal. Ha sido servidor de Dios “como si” fuera un confuso ángel exterminador enviado para atormentar a los hombre en su Nombre (1S 16,14; 18,10; 19,9; Ex 12,13, 2R 19,35, etc.). Por eso, el demonio se sitúa ante Jesús con un estatuto quasidivino. Como dice Goethe en “Fausto”, de vez en cuando sube al cielo para ver al Viejo. Ahora, está demarcado como ente con DNI perfectamente identificable distinto de ese D.O.M. que está en los Cielos. Ante nosotros y ante el mismo Jesús retoma el papel del Enemigo, el que da los males y quita los bienes, pero guardándose un cierto derecho a decidir y desplazarse sobre esa coma que separa los dos miembros del adagio popular: «Dios me lo dio [coma] Dios me lo quitó».
Y se aparece a Jesús, repito, antes de toda predicación y antes de su intervención en los acontecimientos finales. No hay nadie. Sólo el Uno del desierto y el Logos en pugna. Y Satanás habla: «Si eres Hijo de Dios». ¿Duda acaso? No, no duda. La prueba que pone a Jesús -un Jesús judío, con respuestas judías-, va más allá de la simple duda. A decir verdad, el diablo no miente cuando declara que, como hijo complacido del Padre (Mt 3,17), Jesús puede hacerse cargo de una historia de hechos y palabras salvadoras. Es sabido que todo lo que proviene de Yahvéh Dios es “don que mana del cielo”, como la misma Ley. Yahvéh da carne al pueblo en el desierto y ofrece su gracia cuando quiere y a quien quiere. Lo que hace Satanás, pues, es inducir a un hambriento Jesús a que revele su “Historia salutis”, puesto que está lleno de la potencia de Dios que es el Espíritu (Lc 4,1). Por eso, pienso que las tentaciones no versan sobre un simple debate escriturístico o un “toma y daca” entre dos fuerzas antagónicas. Más bien se trata de inducir a Jesús a que ya, ahí, en medio de la Unidad de lo indiferente y del silencio absoluto del desierto, ponga en marcha, como Engendrado de Dios, la historia definitiva del Espíritu lleno. ¿Y cómo? Llevando a sus últimas consecuencias el “hoy” teofánico del bautismo del Jordán. Lc 3,21: «Tú eres mi Hijo: HOY te he engendrado». Satanás no es tonto. Sabe que este “hoy” es como mil años. Se trata por tanto, de eliminar el pasado y el futuro. Convertirlo todo en presente, merced a un Dios apresurado, con flamantes títulos y nombres. Todo es Dios, luego, no existen términos medios, ni complejidades, ni resistencias. Nada. Es el Don absoluto, en sus tres vertientes del hoy tentador.
Primera tentación
Transformar las piedras en pan (es decir, dar alimento tras la transformación de lo duro incompartible –piedra- en lo blando compartible –alimento-), exige para el Tentador una condición indispensable: no pasar por el trabajo, la transformación, la economía que demanda de hombres que transforman el fruto de la tierra y de otros hombres que compren su producto en el mercado. Este pan del que habla Satanás es más que una mera satisfacción de las necesidades del hombre. Es el pan totalmente regalado, el pan que elimina la acción humana y su participación en el proceso del mundo. Es el pan del desierto, de ese “solus Deus” cuya eucaristía está estrictamente confinada a la pura donación y que hace del hombre un simple mecanismo de recepción. Es un pan incontaminado por la existencia quebrada del triste, feliz o aburrido “hoy” de la historia humana. Es un pan transformado en Icono, donde ya no caben dudas, complejidades, diálogos dolorosos o tensiones intermedias. Satanás está enamorado de Dios, por si no lo sabíamos, pero del Dios que él conoce, no de este supuestamente transformado en un Jesús traído y llevado por la historia y arrastrado por el hambre. «Si eres Hijo de Dios». Si lo eres, parece retarle, sé como Yahvéh: puro don que se basta a sí mismo, que no padece hambre, que no padece sed. Satanás invita a Jesús:
– «¡Sé inagotable, como el Viejo!… pero no necesites de nadie para serlo». «Sé sólo Dios», sigue diciendo. «Nada más, como este desierto, donde cada grano de arena es idéntico al cualquier otro. Da Pan.… Incluso, si quieres, sé pan, pero sólo pan, especie similar a sí misma. No necesites de nadie para hacerte lo que eres. Redúcelo todo a pan, a una sola cosa, a sólo Forma, sin transformación, sin cambio, sin yuxtaposición, sin separación. Da, pero no recibas de nadie salvo del Uno. Así, de verdad, serás el Logos lleno del Espíritu,… lleno sólo de ti mismo. Soy un clásico, ya ves; me gusta este tipo de Dios».
Por eso pide una demostración de poder para que todos crean en él, estableciendo un paralelismo entre Jesús y Moisés a quien le fue concedido hacer milagros para que el pueblo le reconociera como enviado de Dios y le siguiera en el Éxodo. Es mentira que el diablo quiera ser como Dios, ocupar su lugar, ser adorado, a pesar de lo que se dice en la tercera tentación. Lo único que quiere es que todo lo que brote de Dios sea como el desierto, una soledad gozosa vuelta sobre sí y un don que no requiera de nadie.
Y entonces Jesús le responde: «No solo de pan vive el hombre». Pues en el hombre hay mucho, y Dios se complace en ese mucho no autárquico. Y nadie puede decir que ese mucho es ajeno a Dios.
Segunda tentación
- Satanás le dice a Jesús que salte del alero del Templo (que es dar a luz), pues hace aparecer ángeles que le recogen en el vacío. Para el Engendrado de Dios, piensa Satanás, liberarse de las magnitudes del “arriba y abajo”, es negarse, no ya a la caída, sino al límite del suelo donde reside la vida de los hombres. Para él, el Logos de Dios no cae atraído por el pozo de gravedad que son los hombres, sino que debe dirigirse hacia ellos como algo determinado de antemano, saltado al vacío, tomado por ángeles y regresado después al Padre. El Logos es luz, pues los ángeles, que son luz, son su soporte permanente cuando salta de los aleros de Dios… “para que todos lo vean”, insiste el diablo. Nada que ver con la kénosis. Incluso en la kénosis puede residir Satanás. ¿Qué más da que descienda o que caiga allí o aquí, de esta u otra manera… si lo urgente es que “todos vean” que no taca el suelo? Si cae, el Engendrado, conoce de antemano que no hay vacío. Siempre hallará ángeles. Satanás lo sabe. El Engendrado HOY debe darse a conocer HOY.
Saltar de los aleros del Templo implica que los ángeles menudean, sobrevolando la cabeza de hombres y mujeres, dispuestos a una fe espectáculo, a ser testigos de acontecimientos gloriosos en el descenso permanente de los grandes en la religión. Los habitantes del Templo están ahí para confesar agradecidos, quietos y fascinados. Viven en los enlosados del Templo, perfectos religiosos en un tiempo convertido HOY en espacio espectacular. Esta tentación busca eliminar el vaivén de la historia y sus vicisitudes, y convertirla en espacio religioso-angelical. Es decir, niega la posibilidad de entrar y salir del Templo, echarlo abajo o reconstruirlo. Incluso nos priva del poder negar o afirmar tal o cual cosa, que es a fin de cuentas “hacer historia”. Con ese Logos sostenido por los ángeles cuando cae hacia abajo, la gloria religiosa se aleja del suelo y de su historia diversificada, es decir: sólo queda la visión perfecta de un mundo donde todo es Templo-Uno, como el desierto.¿Qué dice Satanás?
–
«Haz sólo espectadores, hombres y mujeres religiosos, cada cual limitado a la loseta que le ha sido asignada, a ras del enlosado del Templo. Ni ellos deben subir, ni el Engendrado caer al suelo. Todos tienen que ver a tus emisarios, y al Logos descender, y que las escalas, las medidas, los promedios, los números, se salvaguarden escrupulosamente. Es la única liturgia posible. Acuérdate: “Fiat scala”; pues sólo los Ángeles y las jerarquías del mundo de arriba y abajo entienden al Logos circular y perfecto».
Por eso es tentación. Satanás desea que Jesús se haga visible “divinamente sometido”, eso sí, al proceso de descenso-ascenso que sólo conocen los ángeles, sus jerarquías y liturgias. Quiere reducirlo a potencia y no a estancia, a concepto y no a sujeto. El suelo no debe tocarse jamás (es como si quisiera invertir el proceso de la encarnación). El nuevo Cristo que proclama Satanás no conoce los nombres y apellidos de nadie salvo los de los suyos, que no lo tienen. Y Jesús responde: «No pondrás a prueba al Señor, tu Dios». Es una respuesta extraña, al margen de que sea cita del Deuteronomio. ¿Puede ser Dios puesto a prueba? Parece que el diablo ha tocado una fibra sensible. El también tiene algo de Logos. ¿Hay en Dios o en Jesús una “fascinatio religiosa”? ¿O es sólo tentación suprema de los hombres? Jesús no entra en debate. Parece querer huir de ahí.
Tercera Tentación
Y Satanás se llevó a Jesús al monte y le mostró los reinos del mundo: «Todo eso te daré si me adoras». El don de nuevo, pero ahora más sutil. Hablas Xabier, de la tentación mesiánico-política. Efectivamente, así parece desprenderse de la propia historia de Jesús. Pero el diablo seduce, y seduce doblemente, con una capacidad que va más allá del simple mesianismo judío. ¿Desea el Ángel malvado ser adorado como Dios? Quizás como sucedía en tierras paganas en las que el judío de bien decía que el Demonio, como Asmodeo, era adorado entre otras divinidades más o menos animalescas. Pero un judío no puede ser tentado tan burdamente. O sí, si la cuestión trasciende la mera forma judía del viejo Yahvéh. Veamos. El diablo seduce porque reduce la historia de los reinos del mundo a su dominio. El altísimo monte –sea el de Moisés o el de Abraham- convierte toda la historia humana en una escala diminuta de luces, masas y accidentes geográficos indistinguibles.
Parece un western en el que el vaquero dice a su compañero: “Todo lo que ves de aquí al Río Grande es mío”. Pues no. La historia de los reinos, no puede ser dominada simbólicamente por la potestad oculta del Adversario. Satanás es aquí un buen filósofo. Quiere hacer creer a Jesús que la historia se disuelve en esta u otra estructura, sistema, idea o categoría político-económica; porque le impide distinguir, desde la altura del “monte santo”, que las cosas son complejas en la proximidad. Satanás no quiere que Jesús estudie Geografía e Historia o lea literatura. Sólo le demanda la Teología del homenaje regio, porque al final la Teología hace creer a quien la estudia que Otro tiene la manija del mundo para cambiar su historia, una historia reducida a movimientos religiosos, políticos y económicos simples. Satanás aspira a ser el Viejo, el Padre. Le entregará lo que no tiene (o tiene sólo fragmentariamente), dramatizando que es el propio Padre la potencia que da y quita cuando quiere. Si en el Jordán hubo una teofanía de complacencia, ahora habrá otra, confeccionada como teofanía de postración. “Proskinesis y latría”, son los términos en griego. Y el Padre calla…
Satanás no le muestra el Israel real. Ni siquiera el mundo. Sólo le deja ver un esquema limitadísimo de la historia mundana, simple esbozo desde lo alto. Todas (“pásas” en griego) y cada una de las tierras, no contienen personas sino Estados, Reinos y Repúblicas. Así en bruto, sin matices. Todo le sirve de escenario. No explica que dominar la historia del hombre no puede hacerse sólo con Alejandros, Césares, Genghis-khanes, Napoleones o Hitlers. Se necesita algo más. De ahí que el final de esta historia no es una tierra concreta o un periodo histórico dominado por un tal Rey Jesús. El diablo busca algo más preciado: hacer creer a ése Mesías -que en el capítulo precedente de Mt se le ha concedido el título del Engendrado-, que puede concebirse, junto al Logos del Ángel caído, como una especie de intradivinidad engendrante basada en la prosternación.
El diablo pinta a Jesús un mundo divino virtual, de ellos Dos… o de Tres, esta vez como un despliegue de ambos en el que el mundo es el Tercero dominado. Pero este Tercero no existe en realidad. Por eso lleva a Jesús a lo más alto, para que crea que respira divinidad, que es aire con bajísima concentración de oxígeno. Ahí le hace contemplar el mundo como debería ser, no como es en realidad. Desde el monte nada resulta importante. Satanás resta importancia a nuestras cosas relegándolas a superestructura de poder y espectáculo. Busca que el Engendrado se aleje de la concreción y la singularidad de cada ser y vea todo como una “doxa”, como una Gloria que brota del mundo hacia ellos y de éstos al mundo. ¿Mesianismo judío? Es más que eso. Será Rey si quiere, pero será como Herodes, aunque podría ser como Trajano, quién sabe. Sin embargo, la tentación trasciende el simple poder de la historia inmediata: revela lo fácil que es hacer creer que Dios es modelo adaptable a nuestros íntimos deseos.
Ahora queda la contrapartida: si Jesús le adora como al Viejo, como a un nuevo Padre, ¿qué pasa con su engendramiento? Jesús ha ido al desierto a encontrarse con el Espíritu, y se le ofrece la oportunidad de confeccionar con el diablo un modelo de divinidad. Jesús no ha visto nada. Está en tentación, y la tentación es una forma de ver a Dios como algo que parece pero que no es. Aquí parece que el Hijo de Dios ha sido engendrado para el desierto. Y Satanás es número: como los sabios que hablaron con Job. Es legión de destreza discursiva.
Para esta nueva representación, el Ángel caído se transforma en el perfecto profesor de dogmática, aseado, circunspecto, liberal en ocasiones, grave en otras. Diserta en varios idiomas y concita numerosos lectores agradecidos. Sabe dar en el clavo. Posee la palabra perfecta:
–
«Tu simplicidad aseguraría la radical alteridad y trascendencia de tu ser divino respecto de todo, mientras que tu omnímoda perfección y bondad fundamentarían tanto tu comunicabilidad como la inmanencia de todo en ti. Estos atributos configuran la paradoja de tu modo de ser. Ambos permiten recuperar la paradoja de la distancia y atracción que el objeto religioso muestra como lo que eres, tremendo y fascinante».
Hay más capítulos y artículos que trataría nuestro querido catedrático, pero no es cuestión, Xabier, de ahondar en ellos. Lo que importa es que para este Nuevo Padre propuesto por el Tentador, el Hijo pasaría a ser “lo otro” engendrado para sí, fascinante y terrible. Y todos los creyentes, tan crédulos, lo creerán y harán otras tantas teologías y cantos y celebraciones (¿Anticristo, Apocalipsis?). El resultado final será una división determinante: el Hijo por un lado, nosotros por otro. Así de simple. Así de paradójico. Satanás dice:
– «No te preocupes: tu ser de Engendrado y tus títulos de Hijo y Logos se conservarán. Incluso se acrecentarán. Basta con que entre Tú y Yo hagamos una economía intradivina de prosternación y latría. Eres mi con-dilecto, mi amado. Ambos Dos nos abriremos al Mundo, distante y alejado, yo como Potencia donante y tú como Canon de lo que es prosternado e inmanente. Será nuestra paradoja, la más alta de todas: poder ser Dios haciendo “como si” nos comunicásemos al Tercero, aunque en realidad sólo estaremos gozosos en este cristal teológico donde el mundo se convierte en mapa de signos, letras, ríos, fronteras, naciones, batallas y vértices topográficos».
Y Jesús le responde: «Lárgate». El resto es copia de la Escritura. Y Satanás, como es educado, se va, y ve a los ángeles acercarse a Jesús y servirle (Mt 4,11). Y entonces sonríe, porque sabe que nadie que entra en el desierto es servido por ángeles.
Querido Xabier. Lo curioso del episodio de las tentaciones es el cómo resuelve Jesús los extremos de la percepción que tiene de sí mismo respecto del Dios de la Escritura y por otra la dirección que otorga a la Revelación de Dios: no entrando en la dinámica teológica de Satanás.El Dios de Satanás es un Dios que puede vivir sin nadie y sin nada. El resto es intrascendente, reemplazable, puramente indeliberado. El aserto de que Dios no necesita de nadie para ser, es declarado cierto a lo largo de la historia de la teología, pero tiene un envés perverso que conoce bien cualquier Satanás más o menos perspicaz que aparezca por ahí. Jesús destaca ante el diablo, que el ser más íntimo de Dios es precisamente el emplazamiento en su humanidad, y que, consecuentemente, El mismo se desvela en el nombre nuevo que le ha sido otorgado: “Dios-con-nosotros”.
El problema no es “Dios”, ni siquiera el “con”, sino el “nosotros”. Satanás seguiría respondiendo: «¿Quién es “tu nosotros”?». En la nueva economía Dios no está sólo. Está con nosotros, entre nosotros. Ha dejado la zarza ardiente, el Arca de la Alianza, incluso el Templo, y se ha emplazado en la humanidad de un hombre que se niega a ser el Dios que el Diablo le pinta. Pero nadie explica quién forma ese “nosotros”, si es un conjunto vacío, un número primo, los elegidos o cualquiera que pasa por ahí, sea lo que sea. Satanás le está indicando que ese “nosotros” para ser digno de Dios debe ser tan perfecto como estrecho, es decir, cada vez más reducido a la selección de los electos, simplificados de nuevo a los ultra-selectos y así hasta llegar a la más estricta y pura soledad.
Satanás, tenga la forma que tenga, ocupe o no espacio, parece saber que hay quienes a la vista del hambre de los pobres, de los que han perdido el sentido de la vida, y de los que se rinden al poder, preguntan: ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no nos ayuda? ¿Por qué calla? En definitiva, la respuesta da miedo, porque descubrimos el silencio. Y este silencio parece desvelar que somos reemplazables en un mundo extraño. En el desierto, sin nadie al que acogerse o que nos sirva de contraste o ayuda, somos presas fáciles. Por eso, Satanás busca el desierto. En éste, todo puede ser creído con el fin de llevarnos a la extrema insignificancia. De ahí su invitación perversa y pervertida. Nos habla con nuestro propio rostro.
– 1 1 «Yo estoy contigo, pero no hay nadie más. Dios se envuelve en el silencio porque para Él la razón del mundo no es el alivio sino la trama. 2 Por eso das importancia a lo que no hay, y lo que no hay, aquí y ahora, es atención. Dios provee para todos, pero yo soy el único que estoy atento a lo particular, a ti mismo. 3 Está dicho: mira al Universo, pero el Universo no te mira a ti. Si tú no eres, otro será para Él.
4 En “el Viejo” no hay distinción, ni diferencia. Todo es silencio. Pan para todos. ¿Crees que estás acompañado y sostenido por sus ojos misericordiosos? Ah, qué bien. Te asusta razonarlo y por eso lo tiñes de sentimiento, de consuelo. Sólo es bla-blá. 5 Tú y los demás os hacéis compañía, sumando los vacíos que contienen las palabras de los demás. Qué engañoso es el legado que te han dado ¡Qué vaciedad sin provecho! ¿Ansías el día del Señor? ¿De qué te servirá, si es tenebroso y sin luz? Dios es tu propio Vacío. Asúmelo.
6 La Resurrección es la suma de tus precarios deseos. Dios sólo se ve a sí mismo, su propia Nada en vosotros. Dios se ha vaciado. ¿No oyes el hueco que ha dejado? Ni eso ni esotro, ni esto ni aquello, es su fórmula. Yo te digo incluso: aún arriba sólo hay Nada. 7 Tus palabras de compañía se sostienen al final en su Nada, como fardos pesados colgados de un frágil clavo. Sin embargo, yo te ofrezco la oportunidad de ser importante y especial, bien firme en este tiempo y espacio, que es Todo, verte sólo a ti y ser único para mí. 8 Te hago dueño de ti mismo. Eres mi Mayúscula. Todo es lo mismo para los demás. Ahora, yo resucito en ti Hoy en la distinción. Te doy el señorío sobre las obras de mis manos; todo lo pongo bajo tus pies. Soy la Catedral de Cristal engullida desde antiguo. Soy la caridad en la penumbra.
9 He salido fiador de ti. Te he dado mi mano, y no como extraño. Mis palabras no se enredan ni quedan atrapadas por la boca. No te vayas. No guardo ocultas mis riquezas, porque soy para ti inagotable. ¿Crees esto? No me puedes echar, porque estás solo y no hay una piara de hombres sobre la que enviarme.
10 Ven conmigo donde el horizonte desaparece y la tierra se convierte en una sábana transparente y luminosa. En ella lo impenetrable, lo sólido, que es piedra, se hace comestible y líquido para ti. 11 El Vacío ya no existe porque te cegarán las luces de los ángeles para ti; y verás el mundo a tu altura, pues eres montaña para mí. Un mundo reducido a la síntesis, al viaje y al conocimiento, para ti. Mi nombre es Fácil. 12 Serás dichoso en el dolor porque al servirme te injuriarán y perseguirán porque abominan a los malditos. 13 Solo y nada más que solo, en soledad para mí. Yo te amo, solo, solo. Ésta es la verdadera comunicación de propiedades».
He aquí la perversidad de la tentación de Jesús y la nuestra propia.