Bergoglio regresa a los orígenes de su pontificado en la primera misa en caldeo de un Papa Francisco: "¿Cómo se cambia el mundo? No con el poder o con la fuerza,  sino con las bienaventuranzas"

Francisco se encuentra con unos niños antes de entrar en la catedral de Bagdad
Francisco se encuentra con unos niños antes de entrar en la catedral de Bagdad

"Los pobres, los que  lloran, los perseguidos son llamados bienaventurados. ¿Cómo es posible? Bienaventurados, para el  mundo, son los ricos, los poderosos, los famosos. Vale quien tiene, quien puede y quien cuenta. Pero no  para Dios"

"El amor es nuestra fuerza, la  fuerza de tantos hermanos y hermanas que aquí también han sufrido prejuicios y ofensas, maltratos y  persecuciones por el nombre de Jesús"

"El testigo de Dios (...): no es pasivo, ni fatalista, no vive a merced de las circunstancias, del  instinto y del momento, sino que está siempre esperanzado"

"Las bienaventuranzas son  para ti, para ti que estás afligido, hambriento y sediento de justicia, perseguido"

"Ni la huida ni la espada  resolvieron nada. Jesús, en cambio, cambió la historia. ¿Cómo? Con la humilde fuerza del amor, con su  testimonio paciente. Esto es lo que estamos llamados a hacer; es así como Dios cumple sus promesas"

"La sabiduría de Jesús, que se encarna en las bienaventuranzas, exige el testimonio y  ofrece la recompensa, contenida en las promesas divinas"

"Vivir las  bienaventuranzas es hacer eterno lo que pasa. Es traer el cielo a la tierra"

"Sabiduría, testimonio y promesas": así abrió el Papa Francisco su primera misa en Irak, la primera Eucaristía celebrada, en caldeo, por un Obispo de Roma. Al menos, en la memoria histórica de la sede de Pedro. Una liturgia larga, intensa, bellísima, que en cierto modo permite imaginar cómo se rezaría en tiempos de Jesús.

Tras un largo día, con viajes a Nayaf y Ur de los Caldeos, y todavía con la emoción del histórico diálogo con el ayatolá Al Sistani y el posterior encuentro interreligioso en la cuna del padre Abraham, Bergoglio acudió a la catedral caldea de San José, ya en Bagdad, para reivindicar el poder irresistible del amor.

Francisco, Sako y Parolin entran en la catedral caldea
Francisco, Sako y Parolin entran en la catedral caldea Sala Stampa de la Santa Sede

Bienaventurados, maltratados, perseguidos

"El amor es nuestra fuerza, la  fuerza de tantos hermanos y hermanas que aquí también han sufrido prejuicios y ofensas, maltratos y  persecuciones por el nombre de Jesús", declaró Bergoglio, volviendo a proponer las Bienaventuranzas como eje de un "cambio total" en el que "los pobres, los que  lloran, los perseguidos son llamados bienaventurados".

Como ya hiciera en 2013, durante la JMJ de Brasil, reivindicó el programa de Jesús, reflejado en Mateo 25. "¿Cómo es posible? Bienaventurados, para el mundo, son los ricos, los poderosos, los famosos. Vale quien tiene, quien puede y quien cuenta. Pero no  para Dios".

Acompañado, como casi siempre durante esta visita, por el patriarca caldeo, el cardenal Sako, Francisco desentrañó el significado profundo de las tres palabras. En primer lugar, la sabiduría, "cultivada en estas tierras desde la antigüedad", pero que puede generar desigualdad de oportunidades. "Se trata de una desigualdad inaceptable, que hoy se ha ampliado".

"Para el mundo, quien posee poco es descartado y quien tiene más es privilegiado. Pero para Dios, no; quien tiene más poder es sometido a un examen riguroso,  mientras que los últimos son los privilegiados de Dios", subrayó el Papa, quien recordó cómo Jesús, "la sabiduría en persona", da un vuelco a esta visión en el pasaje de las Bienaventuranzas.

No es más grande el que tiene más, sino el que es pobre de espíritu; no el que domina a  los demás, sino el que es manso con todos; no el que es aclamado por las multitudes, sino el que es  misericordioso con su hermano

"El cambio es total. Los pobres, los que  lloran, los perseguidos son llamados bienaventurados. ¿Cómo es posible? Bienaventurados, para el  mundo, son los ricos, los poderosos, los famosos. Vale quien tiene, quien puede y quien cuenta. Pero no  para Dios", insistió Bergoglio. Porque, para Dios, "no es más grande el que tiene más, sino el que es pobre de espíritu; no el que domina a  los demás, sino el que es manso con todos; no el que es aclamado por las multitudes, sino el que es  misericordioso con su hermano".

Una propuesta con muchas dudas. El Papa planteó algunas: "Si vivo como pide Jesús, ¿qué gano? ¿No corro el riesgo de que los demás me pisoteen? ¿Vale la pena la propuesta de Jesús? ¿O es un perdedor? No es perdedor sino sabio". 

El amor siempre vence

"La propuesta de Jesús es sabia porque el amor, que es el corazón de las bienaventuranzas, aunque  parezca débil a los ojos del mundo, en realidad vence", como se demuestra en la cruz, "en el sepulcro venció a la muerte". O que logró que "los mártires salieran victoriosos de las  pruebas, ¡y cuántos hubo en el último siglo, más que en los anteriores!"

"El amor es nuestra fuerza, la  fuerza de tantos hermanos y hermanas que aquí también han sufrido prejuicios y ofensas, maltratos y  persecuciones por el nombre de Jesús", proclamó. "Vivir las  bienaventuranzas, pues, es hacer eterno lo que pasa. Es traer el cielo a la tierra". 

Para cumplir con las Bienaventuranzas, es preciso "un testimonio cotidiano". Y es que, "para convertirse en bienaventurado  no es necesario ser un héroe de vez en cuando, sino un testigo todos los días (...). Así es como se cambia el mundo, no con el poder o con la fuerza,  sino con las bienaventuranzas", porque "así lo hizo Jesús, viviendo hasta el final lo que había dicho al principio. Se trata de dar testimonio del amor de Jesús".

Francisco saluda a los fieles a su entrada a la catedral de Bagdad
Francisco saluda a los fieles a su entrada a la catedral de Bagdad Sala Stampa de la Santa Sede

Dios es paciente, siempre perdona, comienza de nuevo

Repasando el famoso pasaje de San Pablo sobre el amor, Francisco se quedó con la expresión "magnánima", una palabra que "en la Biblia, habla de la paciencia de Dios". Y es que Dios tiene mucha paciencia con los hombres, que "han seguido traicionando la alianza con Él, cayendo en los pecados de siempre y el Señor, en lugar  de cansarse y marcharse, siempre ha permanecido fiel, ha perdonado, ha comenzado de nuevo".

"La paciencia para comenzar de nuevo es la primera característica del amor, porque el amor no se indigna,  sino que siempre vuelve a empezar. No se entristece, sino que da nuevas fuerzas; no se desanima, sino  que sigue siendo creativo. Ante el mal no se rinde, no se resigna", recordó el Papa. "Quien ama no se encierra en sí mismo  cuando las cosas van mal, sino que responde al mal con el bien, recordando la sabiduría victoriosa de la cruz".

Testigos de Dios

Así actúa el "testigo de Dios (...): no es pasivo, ni fatalista, no vive a merced de las circunstancias, del  instinto y del momento, sino que está siempre esperanzado, porque está cimentado en el amor que  «siempre disculpa y confía, siempre espera y soporta»".

Y, ¿qué hacemos nosotros? "Ante la adversidad hay siempre dos tentaciones. La primera es la huida. Escapar, dar la espalda, no querer saber más. La segunda es reaccionar con rabia, con la fuerza. Es lo que les ocurrió a los discípulos en Getsemaní; en su desconcierto, muchos huyeron y Pedro tomó la espada. Pero ni la huida ni la espada  resolvieron nada. Jesús, en cambio, cambió la historia. ¿Cómo? Con la humilde fuerza del amor, con su  testimonio paciente. Esto es lo que estamos llamados a hacer; es así como Dios cumple sus promesas".

Dios habla a través de nuestras debilidades

Finalmente, Bergoglio se refirió a las promesas divinas. "Vemos que a cada bienaventuranza  sigue una promesa. Quien la vive poseerá el reino de los cielos, será consolado, será saciado, verá a Dios". Pero, "cómo se cumplen?", preguntó. "A través de nuestras debilidades. Dios hace bienaventurados a los que recorren el camino de su  pobreza interior hasta el final. Este es el camino, no hay otro", como hicieron Abraham y Sara, a quienes "Dios promete una gran descendencia" ya siendo ancianos.

Religiosas esperando al Papa

También ocurre con Moisés, o con María. Incluso con Pedro, "que niega al Señor, y Jesús lo llama para que confirme a sus hermanos". "Queridos hermanos y hermanas, a veces podemos sentirnos incapaces, inútiles. Pero no hagamos caso, porque Dios quiere hacer maravillas precisamente a través de nuestras debilidades". 

"Pasamos por pruebas, caemos a menudo, pero no debemos olvidar que, con Jesús, somos bienaventurados. Todo lo que el mundo nos quita no es nada comparado con el amor tierno y paciente con que el Señor cumple sus promesas", finalizó el Papa, recordando que, pese a las dificultades o la desconfianza, "las bienaventuranzas son  para ti, para ti que estás afligido, hambriento y sediento de justicia, perseguido".

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