Arzobispo de Bukavu denuncia masacres en Congo

(JCR)
Interrumpo un momento la serie de la vida cotidiana del misionero porque de nuevo ocurren matanzas en África sin que nadie se entere, o se moleste en enterarse. Aunque con algo de retraso, hemos sabido que el pasado 27 de mayo bandas armadas mataron a 18 personas en el pueblo de Kaniola, 50 kilómetros al Este de Bukavu, en la República Democrática del Congo, hirieron de gravedad a 20 y secuestraron a otros tantos. Lo acaba de denunciar en una carta dirigida a la Red Africa Europa Fe y Justicia el arzobispo de Bukavu monseñor Francois Xavier Rusengo, uno de los pastores africanos más valerosos. Tuve la suerte de conocerle el año pasado en su sufrida diócesis.

La región del Kivu, en el Este de la República Democrática del Congo, ya sufrió dos cruentas guerras en 1996 y 1998 que dejaron más de tres millones de muertos. La comunidad internacional estaba por aquel entonces más preocupada por Bosnia y Kosovo, y prestó poca atención a esta masacre que sobrepasó el número de muertos del genocidio de Ruanda de 1994. Curiosamente, el régimen de Ruanda, responsable número uno de estas muertes, cuenta con todos los favores de la Comunidad Europea (excepto Francia) y de Estados Unidos. Ruanda ha seguido armando en estos últimos años a los rebeldes Tutsis del general Laurent Nkunda, que durante años han sembrado el terror en zonas próximas a Goma (150 kilómetros al norte de Bukavu, también en la región del Kivu).

El arzobispo Rusengo ha tenido tres antecesores que han muerto en circunstancias trágicas. Monseñor Munzihirwa, que denunció la invasión del Congo por parte del ejército ruandés para explotar sus riquezas mineras (oro, diamantes y coltán) murió asesinado por milicias pro-ruandesas en 1996. Su sucesor, Emmanuel Kataliko, no pudo entrar en su diócesis a la vuelta de un viaje a Roma porque se lo impidió el gobierno ruandés, y cuando finalmente pudo poner allí el pie murió de un ataque al corazón, aunque la gente de Bukavu está convencida de que lo envenenaron. El arzobispo que vino detrás, Charles, sufrió un ictus el día de su consagración episcopal y murió poco después. Cuando pregunté al actual arzobispo cuál era su prioridad pastoral se echó a reir y me respondió: “estar vivo”.

A pesar de todo, Rusengo no tiene miedo y es una de las pocas voces de esta zona tan martirizada que dice las cosas claras. Ha denunciado la infiltración de soldados desde Ruanda, la pasividad del ejército congoleño, el reparto de armas entre los Banyamulenge (Tutsis congoleños, que gozan del favor de Ruanda) y la falta de acción de las tropas de Naciones Unidas en misión de paz, conocidas como MONUC. Curiosamente la MONUC tiene 17.000 soldados en la zona, lo que no impide que la población viva en esta psicosis de terror. Víctimas particularmente vulnerables de esta agresión son las mujeres –a las que se ha violado sistemáticamente durante años como estrategia de humillación- y los niños, a los que se ha obligado a combatir como soldados.

Bukavu, una ciudad a orillas del lago Kivi, fronteriza con Ruanda, cuenta con cerca de 700.000 habitantes, la mayor parte de los cuales son desplazados a causa de la guerra, a los que no asiste nadie con ningún tipo de ayuda y que malviven hacinados en suburbios insalubres en las laderas de las colinas donde termina la ciudad en condiciones de extrema pobreza.
Para más información se puede consultar la página web de la Red Fe y Justicia: www.aefjn.org
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