El Corazón de Jesús en África y Daniel Comboni

(JCR)
Colegio del Sagrado Corazón, parroquia del Corazón de Jesús, hermanas del Sagrado Corazón de Jesús… En Uganda, así como en muchos otros países de África, abundan las instituciones católicas que llevan este sello. Y donde han sido los combonianos los que fundaron las iglesias locales (como es el caso del Norte de Uganda y el Sur de Sudán) la cosa no podría ser de otra manera. San Daniel Comboni tuvo el corazón de Jesús en el centro de su espiritualidad, y lógicamente sus seguidores también. Al acercarse esta fiesta litúrgica esta semana quisiera ofrecerles un par de reflexiones al respecto.

La primera es más bien de tipo histórico. Comboni vivió en el siglo XIX, un siglo que en la espiritualidad católica estuvo marcado por “conceptos” más que por “hechos bíblicos”. Fue el siglo en el que se desarrollaron conceptos teológicos como Cristo Rey, la Inmaculada Concepción y también el Sagrado Corazón. Por todo África se puede uno encontrar con abundantes iglesias, colegios y congregaciones religiosas que llevan estos nombres. Esta última devoción se extendió en la Iglesia sobre todo por Santa Margarita María Alacoque y de esta fuente bebió sin duda Daniel Comboni, pero con una diferencia: mientras que para la santa francesa la devoción al Sagrado Corazón se centraba en hacer reparaciones por los pecados cometidos, Comboni vivió este símbolo como una experiencia del amor de Dios que quiere llegar a todos los seres humanos. Y como él vivía inquieto porque el Evangelio de Jesús no había llegado a los africanos, para él el corazón de Jesús se convirtió en un impulso misionero para ir a evangelizar a los que aún no conocían el mensaje de salvación.

Comboni enriquece además la espiritualidad del corazón de Jesús al relacionarlas con dos imágenes bíblicas: Jesús traspasado en la cruz y el buen pastor que da la vida por las ovejas. Para él esto no fue cuestión de puro estudio teológico. Los misioneros que iban al África central a mediados del siglo XIX morían a muy temprana edad víctimas de las fiebres tropicales, y él mismo (que murió apenas con 50 años) tuvo sobrada experiencia de lo que significaba viajar en condiciones penosas. Era aquella una época en la que la esclavitud campaba por sus fueros en aquellas regiones de Sudán, a pesar de haber sido abolida. Comboni, que luchó con todas sus fuerzas contra esta lacra, sufrió en su interior por ver la condición penosa de los africanos, de los que incluso algunos teólogos en aquella época dudaban que tuvieran alma. Esta espiritualidad ha seguido viva en los muchos misioneros y misioneras de Comboni que han muerto en territorio de misión víctimas de ataques violentas, han sido heridos, encarcelados, expulsados o han sufrido como consecuencia de permanecer al lado de la gente durante tiempos difíciles.

Lo segundo que me gustaría comentar se refiere al valor del corazón de Jesús como símbolo del amor de Dios manifestado en su Hijo. Como todos los símbolos, tienen su poder de expresar pero también sus limitaciones culturales. En los pueblos bantúes de África la sede de los sentimientos se expresa también con el corazón (“mutima”), pero en los pueblos nilóticos –que habitan el norte de Uganda y el sur de Sudán- las emociones se expresan con el hígado (“cwiny”). En la lengua acholi, por ejemplo, para decir que uno está feliz se dice que “mi hígado está blando”, y si uno está triste, “mi hígado está goteando”, y si uno está enfadado entonces habrá que afirmar que “mi hígado se quema”, etc, etc.

En este contexto cultural, el corazón es sólo un órgano anatómico como podría serlo el bazo o los riñones y no tiene la significación de ser el centro de las emociones. Por eso la idea del corazón de Jesús expresada así no dice nada a la gente. Si se hubiera traducido de otra manera, la cosa sería distinta. En fin, este es uno de los muchos ejemplos que se pueden poner sobre cómo una inculturación del mensaje cristiano bien hecha haría que en otras culturas africanas la gente entendiera y viviera su espiritualidad de forma más natural.

Por lo demás, les transmito con humildad pero con convicción que durante mis años en África he aprendido que este símbolo bíblico del “corazón traspasado” es la fuente de una espiritualidad que nos impulsa a ser más misioneros y a trabajar más por los que viven la existencia como una carga pesada. Leo que ahora la Iglesia española quiere realizar un nuevo acto de consagración al corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles. Sería bueno que ese gesto ayudara a tantas diócesis que viven bastante cerradas en sí mismas a salir de ellas hacia los más alejados y los que viven crucificados en su vida diaria. Por ellos latió el corazón de Jesús en la cruz y hacia ellos tiene que orientarse la acción de la Iglesia si de verdad se inspira en esta devoción.
Volver arriba