Impresiones de viaje (II)

(AE)
No te fíes de cifras y estimaciones “de experimentados viajeros”. Las distancias sobre todo si te las dan “en horas” son de lo más engañoso… en este viaje sin ir mas lejos, el llegar a un sitio que me habían dicho que se llega “en 30 minutos” me costó casi dos horitas. Mejor no tomar las distancias en serio… al final lo que tiene uno que creerse es solamente la cifra del cuentakilómetros, todo el resto es especulación. Al mismo tiempo, en el camino es donde se descubre que “cerca” o “lejos” son adjetivos que tienen un componente muy importante de subjetividad y relatividad. Mi “cerca” no tiene nada que ver con el del vecino y eso hay que aceptarlo.

Disfruta el paisaje. Creo que viajar por África tal como lo estoy haciendo, en coche y con un ritmo moderado es un privilegio maravilloso, ya que te ayuda a tomar el pulso de la población. Uno ve la diferencia entre el campo y la ciudad, las dificultades para hacer posible que una escuela rural cumpla con sus horarios y con su cometido social, el escandaloso hecho que un dispensario rural no cuente ni con el equipo más básico… y al mismo tiempo el heroísmo de tantas personas que son capaces de salir adelante con su pequeña huertita de maíz, sus tomates y sus verduras. El viajar así es un baño de realidad, un tomar la tensión de la sociedad que tenemos alrededor y de los problemas que la acosan.

Eres el centro de atención, mal que te pese En muchos pueblos no es normal que un blanco pase por ahí con un coche y menos aún que se pare en un quiosco rural a comprar un refresco o una fruta. Hay que acostumbrarse al hecho que cientos de ojos curiosos se posen sobre ti, comenzando por los niños y siguiendo por los curiosos que no faltan en ningún pueblo del mundo. Tus movimientos son controlados, la gente cuchichea o sonríe al hilo de tus reacciones y miden cada una de tus palabras y gestos. Más vale no molestarse por esto, porque si no llevará uno las de perder y comenzará a sulfurarse y a desear mandar a todo el mundo a que se ocupe de nuevo de sus asuntos. Pero lo curioso de la cosa es que parte de “sus asuntos” es ese blanco pintoresco y extraño que se acaba de bajar del coche…

Como diría el torero, hay gente “pa tó”. En el camino te encuentras de todo, desde el funcionario o policía que no para hasta encontrarte un fallo por el cual “perdonarte” (para que le des algo y no te multe, claro) hasta la señora que se compadece de ti y te ofrece una pieza de fruta para que sobrelleves los sinsabores del camino. Y luego están los que no te hacen ni bien ni mal, pero te saludan cordialmente por el camino como un hermano al que encuentras en el camino; este tipo de personas te hacen creer que al fin y al cabo, hay por el mundo mucha más gente buena de lo que nos pensamos.

No hay bares de carretera. El viajar por África supone también el moverse entre puntos a veces considerablemente distantes y aislados. Puede ser que uno pase periodos bastante prolongados sin ver un alma… y ¿qué pasa si se le malogra algo al coche y deja de funcionar? Huelga decir que no hay cobertura para móviles ni se puede llamar a la Ayuda en Carretera. Si la cosa puede arreglarse in situ y el conductor se las arregla también en términos mecánicos, miel sobre hojuelas, pero si no, hay que armarse de paciencia y esperar a que pase el próximo coche en una dirección u otra. La espera puede llegar a alargarse en ciertos casos, ya que algunas carreteras no son tan transitadas puesto que los locales no tienen el privilegio de tener los medios de comunicación que algunos afortunados tenemos… por tanto, uno tiene que proveer para cualquier contingencia: agua, algo de alimento, fruta, un botiquín de primeros auxilios, protección contra el sol… todo esto es algo que si uno mismo no lo procura, en la carretera posiblemente no lo vas a encontrar y menos aún lo vas a poder comprar en cualquier kiosquito, por lo que más vale ser prevenido, no vaya a ser que lo pagues con una deshidratación, un desmayo o un buen susto de cualquier calibre.

Continuará...
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