¿Jugamos con la comida?
(AE)
Las declaraciones del presidente de Senegal parece que no daban lugar a duda. Saltándose la exquisita diplomacia que adorna las maneras y actitudes de ciertos políticos, el estadista no dudó en poner a la FAO en el punto de mira de la presente crisis alimentaria que está afectando incluso a los productos más esenciales de los países más pobres e incluso hizo un llamamiento para que se eliminara a esta agencia que, según su opinión, no estaba haciendo su trabajo de la manera debida.
Creo que, aunque la afirmación del presidente pueda ser osada, es cierto que en el terreno más de una vez nos encontramos con organizaciones dependientes de las Naciones Unidas que, debido a gestores incompetentes, a políticas a veces inadecuadas y a situaciones de una administración deficiente, no proveen servicios adecuados a las personas que más lo necesitan. Creo que esto no depende tanto de la mala voluntad o la desidia de la organización como de elementos individuales que a veces, con su entusiasmo o su flojedad, marcan claramente la diferencia entre un programa exitoso y uno calamitoso.
Es justo reconocer el papel que muchas de estas agencias están jugando en la lucha contra la pobreza, pero también es de ley afirmar que la gestión y los resultados en el terreno de estas organizaciones deberían ser controlados para que haya un producto final mucho mejor, más efectivo y más transparente... ese producto no debería ser otra cosa que la mejora de las condiciones de vida de las personas más desfavorecidas y en el caso de emergencias agudas, la supervivencia de aquellos amenazados por los desastres naturales o humanos.
Alguna vez hemos roto una lanza en este blog para que la ayuda alimenticia sea eficiente, suficiente y ajustada a necesidades. Es curioso ver en las partidas de ayuda alimentaria aceite de girasol norteamericano cuando hay países africanos que podrían abastecer de aceite a estas operaciones... pero esto no interesa cuando los gigantes económicos deciden que la ayuda alimentaria es una válvula de escape ideal para poder conseguir sus objetivos de economía nacional y deshacerse de molestos excedentes (y encontrando así también una excusa para poder continuar los subsidios a sus agricultores) Cuando se llega a esos extremos, uno pierde la inocencia sobre la rectitud y el desinterés de la ayuda humanitaria y comienza a preguntarse maliciosamente aquello de ... ¿a quién ayuda en verdad esta comida? ¿a los beneficiarios o a los donantes? ¿habría los mismos niveles de ayuda si esta ayuda alimenticia no estuviera hecha de los residuos de la producción agrícola occidental?
Por todo esto, creo que la queja del presidente tiene una justificación bien clara y amerita una reflexión más profunda sobre el ser y el sentido de la ayuda, sobre la efectividad de las organizaciones que la llevan a cabo y sobre un mundo que, atraído por los biocombustibles y preocupado por el futuro energético, parece despreocuparse del creciente número de hambrientos que, en diferentes lugares del mundo, se manifiestan porque debido al incremento de precios no pueden pagar sus alimentos básicos.
Las declaraciones del presidente de Senegal parece que no daban lugar a duda. Saltándose la exquisita diplomacia que adorna las maneras y actitudes de ciertos políticos, el estadista no dudó en poner a la FAO en el punto de mira de la presente crisis alimentaria que está afectando incluso a los productos más esenciales de los países más pobres e incluso hizo un llamamiento para que se eliminara a esta agencia que, según su opinión, no estaba haciendo su trabajo de la manera debida.
Creo que, aunque la afirmación del presidente pueda ser osada, es cierto que en el terreno más de una vez nos encontramos con organizaciones dependientes de las Naciones Unidas que, debido a gestores incompetentes, a políticas a veces inadecuadas y a situaciones de una administración deficiente, no proveen servicios adecuados a las personas que más lo necesitan. Creo que esto no depende tanto de la mala voluntad o la desidia de la organización como de elementos individuales que a veces, con su entusiasmo o su flojedad, marcan claramente la diferencia entre un programa exitoso y uno calamitoso.
Es justo reconocer el papel que muchas de estas agencias están jugando en la lucha contra la pobreza, pero también es de ley afirmar que la gestión y los resultados en el terreno de estas organizaciones deberían ser controlados para que haya un producto final mucho mejor, más efectivo y más transparente... ese producto no debería ser otra cosa que la mejora de las condiciones de vida de las personas más desfavorecidas y en el caso de emergencias agudas, la supervivencia de aquellos amenazados por los desastres naturales o humanos.
Alguna vez hemos roto una lanza en este blog para que la ayuda alimenticia sea eficiente, suficiente y ajustada a necesidades. Es curioso ver en las partidas de ayuda alimentaria aceite de girasol norteamericano cuando hay países africanos que podrían abastecer de aceite a estas operaciones... pero esto no interesa cuando los gigantes económicos deciden que la ayuda alimentaria es una válvula de escape ideal para poder conseguir sus objetivos de economía nacional y deshacerse de molestos excedentes (y encontrando así también una excusa para poder continuar los subsidios a sus agricultores) Cuando se llega a esos extremos, uno pierde la inocencia sobre la rectitud y el desinterés de la ayuda humanitaria y comienza a preguntarse maliciosamente aquello de ... ¿a quién ayuda en verdad esta comida? ¿a los beneficiarios o a los donantes? ¿habría los mismos niveles de ayuda si esta ayuda alimenticia no estuviera hecha de los residuos de la producción agrícola occidental?
Por todo esto, creo que la queja del presidente tiene una justificación bien clara y amerita una reflexión más profunda sobre el ser y el sentido de la ayuda, sobre la efectividad de las organizaciones que la llevan a cabo y sobre un mundo que, atraído por los biocombustibles y preocupado por el futuro energético, parece despreocuparse del creciente número de hambrientos que, en diferentes lugares del mundo, se manifiestan porque debido al incremento de precios no pueden pagar sus alimentos básicos.