Morris Ogenga Latigo es el jefe de la oposición en Uganda. No es una tarea fácil en un país con décadas de regímenes autoritarios a sus espaldas y que adoptó el multipartidismo a finales del año pasado. Sencillo, cordial y de una gran humildad, el buen hombre –que ha sido profesor de agricultura muchos años- no me ha hecho esperar ni un minuto cuando acudí a verlo en su despacho del Parlamento ugandés.
Ogenga Latigo es miembro del Foro para el Cambio Democrático (FDC en siglas inglesas), el principal partido de la oposición. Su fundador, Kiiza Besigye, fue médico personal del presidente ugandés Museveni durante los años en que éste luchaba en la guerrilla contra Obote. Más tarde Besigye acusó a Museveni de usar métodos dictatoriales y se separó del partido único, el Movimiento Nacional de Resistencia (NRM). En el 2001 y este año en febrero Besigye se presentó a candidato para las elecciones presidenciales, pero perdió. En noviembre del año pasado fue detenido y acusado de alta traición. En la actualidad sigue en libertad bajo fianza y su caso sigue “sub iudice”.
En estas circunstancias, y puesto que Besigye no es diputado, Ogenga Latigo reconoce que no le resulta fácil ser el líder oficial de la oposición: “El pasado 9 de octubre, día de la independencia, me pusieron en la tribuna presidencial, y cuando Besigye llegó le dieron una silla de plástico para que se sentara en un rincón”.
Detalles como éste parecen ser típicos del gobierno de Museveni, que según Ogenga “se dedica a dividir a la oposición para permitirle gobernar en solitario y avanzar sus propios intereses”. Y es que hacer funcionar una democracia multipartidista después de 20 años de gobierno de partido único alrededor de Museveni no es fácil. “Por ejemplo, aún tenemos altos cargos militares que son parlamentarios. ¿A qué partido representan? Todavía sucede que cuando organizamos mítines políticos la policía nos corta el paso. La ley del multipartidismo existe en el papel, pero en la práctica hay demasiados obstáculos en el camino de los derechos democráticos”.
Ogenga Latigo es uno de los observadores oficiales en las conversaciones de paz entre el gobierno ugandés y la guerrilla del LRA que tienen lugar en Juba (Sudán meridional) desde julio de este año. En agosto visitó a los máximos líderes rebeldes, Joseph Kony y Vincent Ottii, en su refugio de la selva de Garamba (República Democrática del Congo), y regresó con un gran optimismo, seguro de que esta vez el LRA deseaba sinceramente un final negociado de la guerra. “El problema es que la delegación negociadora del LRA en Juba tienen otra agenda distinta que no tiene nada que ver con los deseos de la gente del norte de Uganda de vivir en paz”, asegura Ogenga Latigo. Al líder opositor, que representa un distrito electoral de medio millón de personas desplazadas internas, le preocupa que la gente que ha empezado a abandonar los campos de desplazados para regresar a sus casas carezca de servicios adecuados en los nuevos reasentamientos, como agua, saneamiento, medicinas y escuelas. “Pero lo peor de todo es que últimamente las negociaciones de paz están yendo a pique, ha habido nuevas emboscadas del LRA, y la gente ha interrumpido el proceso de regresar a sus aldeas de origen porque no están seguros de qué ocurrirá en el futuro”.
Uno de los problemas endémicos que no desaparece de la escena política ugandesa es la corrupción. En julio del año pasado, el Fondo Global de Naciones Unidas de lucha contra el SIDA interrumpió su ayuda al país después de que se descubriera la desaparición de enormes cantidades de dinero. El entonces ministro de Sanidad, Jim Muhwezi, fue salpicado directamente por el escándalo. “El problema, dice Latigo, es que el presidente nunca ha destituido a ningún ministro implicado en casos de corrupción, porque necesita apoyos en todas partes. Parece como si la corrupción se estuviera empleando como un método para recompensar las lealtades políticas, con una total insensibilidad hacia el sufrimiento de la gente”.
Ogenga Latigo recuerda el día, hace ahora dos años, en que fue apaleado por un grupo de airados soldados cuando se dirigía con otros tres compañeros parlamentarios a pronunciar un discurso durante un mitin político en su distrito. “Los he perdonado, y considero que aquel momento fue una parte del sacrificio necesario que tenemos que hacer por la gente, y que pude exigir incluso que entreguemos la vida. En momentos difíciles yo me inspiro en personas como el arzobispo Odama, que no es miembro de nuestra comunidad acholi, pero se ha jugado el cuello por nosotros muchas veces”.
¿Se ve Ogenga Latigo como candidato presidencial de aquí a cinco años? ¿Le parece que podría ser el próximo presidente de Uganda? “No lo creo, responde sin dudarlo. Me gusta asegurarme que las cosas son hechas a su debido tiempo, pero una vez que todo ha salido bien a mí no me gusta salir en la foto. Durante mis años de estudiante universitario jugaba al hockey y al rugby, pero nunca quise ser el capitán del equipo. También en política prefiero realizar bien mis jugadas con efectividad y discreción, pero el capitán del equipo es el señor Besigye”.
Y es que Ogenga Latigo es humilde y discreto. No parece ni político.