A vueltas con las ONGs (I)

(AE)
Hoy quisiera tocar un tema que seguro dará para muchos artículos de este

blog: las ONGs, Oenegés o las Organizaciones No Gubernamentales. Muchas personas preguntan si funcionan, si son necesarias, si merecen la pena o si tienen una razón de ser en esta sociedad. Mi experiencia se limita simplemente a un puñado de países de África del Este y por tanto todo lo que pueda decir está circunscrito a esa región de África y no espero que tenga necesariamente validez para otros países o circunstancias.

Me gustaría poder hacer una clasificación de ONGs pero es difícil porque no se puede trazar una línea clara entre las buenas y las menos buenas; estas organizaciones dependen en mucha medida de las personas que las gestionan a nivel regional y local. Muchas de estas organizaciones son de buenas lo que tenga de bueno y de profesional la persona que las guíe y las gestione. No voy a hacer aquí no voy a hacer una lista de ONGs buenas o malas… aunque prometo que, si hubiera alguna que por razones especiales mereciera una mención tanto en un sentido como en otro, también aparecerán mencionadas en este blog.

Desde la perspectiva de Sudán, creo que hay que romper una lanza por las diferentes organizaciones que han estado allí con mil dificultades durante todo el tiempo de la guerra. Algunas han llegado ahora, cuando todo es fácil y comienza a haber facilidades… pero hay que reconocer el gran sacrificio hecho por miles de trabajadores de organizaciones humanitarias y de desarrollo, los cuales pusieron literalmente sus vidas en juego para poder servir una población que estaba en gran necesidad y amenazada en su integridad física por hambrunas, desplazamientos forzados y otras circunstancias. Desde la gran hambruna de 1998, Sudán ha estado en el punto de mira debido a las cíclicas emergencias que padecía y al masivo desplazamiento de su gente. Yo he sido testigo de los esfuerzos de muchas organizaciones por llegar adonde estaban tal o cual grupo de refugiados o de desplazados internos. Muchas de estas operaciones han sido muy peligrosas para el personal que las llevaba a cabo. En Sudán ha habido cientos de evacuaciones de personal debido a que la situación de guerra se recrudecía y las condiciones mínimas de seguridad ya no se daban. A pesar de estas medidas, algunos de estos trabajadores han sufrido en su carne las consecuencias de la guerra: han sido bombardeados, heridos, secuestrados… Quisiera que estas líneas fueran un homenaje a su entrega, que sin duda ha salvado miles de vidas en momentos muy difíciles de la guerra civil. Sería injusto no recordarlos.

Como en todo, hay también otra cara. Está la cara de quienes se vienen a África a hacer “su aventura tropical” y ven a este terreno simplemente como una nueva etapa conveniente para el propio Currículum importándoles tres pepinos lo que le pase a la gente. Algunas de estas personas se vienen a África a hacer lo que no pueden hacer en Europa; quizás vienen a saciar ciertas ansias de poder porque, si en Europa un trabajador medio no es nadie y se pierde en la masa, con poco poder que tengas en una ONG en África, ya eres mucho más poderoso que todas las personas locales que te rodean. Eres blanco, tienes dinero, tienes ascendencia y –aunque seas el último gato de la organización- tienes poder de decisión. Aquí vendría el capítulo vergonzoso de aquellos casos donde la peor explotación sexual y laboral ha tenido lugar a manos de personas llamadas en principio a servir y a ayudar a esa población. Otros vienen exigiendo condiciones laborales de lujo, sueldos astronómicos, dietas escandalosas… ven la labor humanitaria como una carrera más.

Algunas personas tienen a etiquetar las ONGs como los misioneros del siglo XXI. Ojalá lo fueran. Lo que de verdad quiero decir con esto es que, aunque las ONGs sean mucho más profesionales, más preparadas y mejor gestionadas que los misioneros, ninguna ONG -por buena que sea- tendrá el conocimiento local y el arraigo que tienen los misioneros en el terreno. Las ONGs vienen y van, su personal tiene gran volatilidad y comienza a cansarse cuando llevan ya uno o dos años en un país; muchas veces te encuentras que la misma persona ha estado en Azerbaiyán, en Bosnia, en Colombia, en Burundi y en Timor… y por tanto intenta aplicar los mismo métodos o criterios a situaciones que le parece parecidas pero que en verdad no tienen nada que ver. Con una volatilidad de destinos tal es siempre difícil que aprendan la lengua, que conozcan las costumbres y que puedan en suma profundizar en el conocimiento del medio en el que se mueven.

Para mí lo ideal sería: A) que los misioneros (a los que también se les puede achacar defectos, de eso hablaremos otra vez) aprendieran de las ONGs y de su gestión interna. Creo que les ayudaría mucho a ser más estratégicos en el trabajo y a maximizar sus recursos. B) Que las organizaciones no gubernamentales combinaran su profesionalidad con un cierto llamado vocacional/misional (que obviamente no tiene porqué ser cristiano). Con esto quiero decir, que haya un claro altruismo, una motivación bien clara de servir y mejorar las circunstancias de la gente de manera que se evite el “hacer carrera” a costa de la indigencia de las personas.

Continuará…
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