Mitos y relato bíblico

El próximo domingo, decimo del tiempo ordinario, vamos a proclamar en la primera lectura el relato bíblico del pecado original (Gen 3, 9-15). A través de estos relatos se nos transmite un mensaje trascendente, una palabra que Dios nos envía. Pero todos sabemos que el lenguaje empleado para construir estos relatos se sirve de imágenes y configuraciones inspiradas en mitos y leyendas antiguas. Ahora voy a fijarme en el relato del pecado original mostrando, al mismo tiempo, su innegable conexión con viejas tradiciones míticas del oriente medio.

La conciencia de un pecado original aparece claramente en las antiguas culturas de Siria y Mesopotamia. Tanto el sumerio como el acadio se sirven de diferentes términos para denominar lo que nosotros llamamos pecado. Dos poemas acadios, de la segunda mitad del segundo milenio a.C., Ludlul bel nemeqi (= “Quiero alabar al Señor de la sabiduría”), llamado también “Job mesopotámico”, y la llamada Teodicea babilónica, consideran el pecado como causa de la ruptura de relaciones con la divinidad.

El mito de Atrahasis describe la historia de la humanidad, a partir de la creación obrada por la divinidad, y asegura que la humanidad está destinada al trabajo, como servicio a los dioses. Esta leyenda nos dice que el pecado original consistió en la rebelión del hombre contra la ley del trabajo. Se cruzaron de brazos y lanzaron gritos contra el dios Enlil. Pero los dioses sofocaron la rebelión castigando duramente a los hombres con una cruel epidemia que terminó diezmando poderosamente a la humanidad.

Pero el castigo más definitivo fue el diluvio. El dios Enlil, con la aprobación de los demás dioses, decide que todos los hombres rebeldes, sin excepción alguna, deberán ser exterminados con las aguas del diluvio.
Las fuentes sumeroarcadias nos ofrecen una descripción del diluvio que contiene estrechas semejanzas con el relato bíblico (Gen. 6-9).Se cuenta con un héroe del diluvio, semejante al Noé bíblico; a él se le manda construir el arca y se le invita a entrar en ella con toda su familia y los animales elegidos. Se menciona la clausura del arca y el uso del betún (Atrahasis). Sigue la caída torrencial de las aguas y la devastación. Al final cesa el diluvio y se envían algunas aves para controlar el terreno. El arca toca tierra en la zona del monte Nisir. Todo culmina con la ofrenda de un sacrificio a los dioses ejecutada por el héroe del diluvio.

Por otra parte, el poema babilónico de Erra, reconocido como la última gran composición mitológica de Mesopotamia, datado en el 765 a.C., interpreta el desastre desencadenado sobre Babilonia como un castigo de Marduk en respuesta al desprecio mostrado por los babilonios contra la divinidad. El dios se aleja airado de su sede babilónica y abandona a los babilonios a su suerte, privándoles de su protección.

Pero el hombre pecador mesopotámico puede arrepentirse de haber ofendido a la divinidad con su pecado. Para ello, con la asistencia del sacerdote, recurre a la confesión de los pecados, al rezo de letanías y al uso de diversas abluciones. Esta impetración de perdón solía hacerse durante la fiesta de fin de año en Babilonia (akitu) implorando la benevolencia de Marduk.

Estas informaciones aparecen atestiguadas por diversas fuentes, sumerias, acadias y griegas. Entre las fuentes sumerias destaca la Narración sumeria del diluvio, datada en el 1600 a.C. Entre las acadias debo citar Atrahasis, que se remonta al periodo babilónico antiguo; Gilgames, poema babilónico perteneciente igualmente al periodo antiguo; Fragmento de Ugarit que se remonta a los siglos XIV-XIII a.C. En la fuente griega encontramos Beroso, sacerdote de Marduk. Aquí se describe la situación de los hombres primitivos y la creación del hombre con arcilla y con la sangre de un dios.

Este comentario es el resultado de una lectura atenta de: Julien Ries y otros, Tratado de antropología de lo sagrado V, Trotta, Madrid 1993.

La cercanía de estos mitos con los relatos bíblicos es evidente. El escritor bíblico, para expresar el mensaje inspirado por Dios, se ha servido, sin duda, de formas de expresión, de recursos literarios y de figuraciones simbólicas, mitos y leyendas pertenecientes al acervo cultural y religioso de su entorno geográfico e histórico. Los lectores creyentes de los escritos bíblicos deben ser conscientes de este fenómeno a fin de ahondar en la entraña del mensaje divino, sin dejarse atrapar por el enredo enmarañado del lenguaje.
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