MORIR CON ESPERANZA

MORIR CON ESPERANZA

En una reunión de catequesis un joven expresó con intensidad su inquietud y su preocupación acerca de la resurrección de los muertos. Él no sabía a ciencia cierta si los muertos podían volver a vivir cuando en el cementerio sólo quedaba silencio y huesos, y cómo resucitaban los muertos.
Todos callaron de pronto porque aquella pregunta les preocupaba tanto o más que a su compañero y las miradas quedaron fijas en el catequista.
El catequista, un tanto nervioso, se alegró que saliera este tema tan importante para la fe cristiana y para el ser humano. Releyó despacio el capítulo 15 de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, y contestó a los chicos: "El ser humano siempre se ha resistido a admitir que la muerte es la experiencia última de la vida y que la muerte, la injusticia, el dolor y el sufrimiento venzan en el devenir histórico. Siempre ha anhelado el triunfo de Dios sobre estas realidades y que el triunfo vendría del mismo Dios. La resurrección es el sí amoroso de Dios Padre a toda la obra y persona de Jesucristo, injustamente tratado y crucificado en la cruz.
¿Qué comparación haremos para comprender la resurrección de los muertos? ¡La que utiliza San Pablo! "Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra palabra. Y Dios le da un cuerpo a su voluntad; a cada semilla un cuerpo peculiar" (1 Cor 15,37-38).
Martín Descalzo decía: “Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba”. No sabemos cómo resucitarán los muertos pero lo seguro es que tu identidad personal será conservada y que Dios saldrá en busca de tu humanidad, purificada y redimida".

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