Adhesión de las Iglesias Reformadas a la Doctrina de la Justificación



La Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (=DJ) viene presidiendo los encuentros ecuménicos católico-luteranos con motivo del V Centenario de la Reforma en 2017. Citas, por otra parte, que ya son historia, dado que algunas tienen su referente cronológico en 2016, siendo así que la fecha del susodicho Centenario está por llegar, pues cae justamente el 31 de octubre de 2017. Es como si la familia protestante del mundo entero hubiera querido llegar a ese futuro 31 de octubre con una copiosa cosecha de realizaciones a las espaldas. Todo ello, sin embargo, no es óbice para que destaquemos el singular protagonismo que en dichos encuentros ha tenido, como digo, la famosa DJ.

Un argumento, por lo demás, que, al poco tiempo de clausurado el Concilio Vaticano II, fue incorporado enseguida a los debates de la comisión mixta entre la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial (= FLM). Y es que, en el momento de la Reforma, allá en el siglo XVI, un punto fundamental de controversia fue precisamente este de la Justificación, es decir, cómo se vuelve efectiva en el pecador la gracia de Cristo, la salvación.

Con el fluir del diálogo entonces, católicos y luteranos cayeron pronto en la cuenta de que, en el fondo, tenían la misma visión de tal doctrina. Ello permitió a la FLM y a la Iglesia católica firmar el 31 de octubre de 1999 en Augsburgo la DJ. El texto de 1999 explica, entre otras cosas, que «Sólo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras». Todos los seres humanos somos llamados por Dios a la salvación en Cristo. «Sólo a través de Él somos justificados cuando recibimos esta salvación en fe».

Naturalmente que hubo sus más y sus menos, claro, y no todo el mundo se mostraba conforme con el acuerdo alcanzado, pero el paso estaba dado y sólo hacía falta pulir, matizar, perfeccionar, de ningún modo destruir ni echar a la papelera o por la borda. De hecho, ya el 9 de diciembre de 2005, al recibir a una delegación de la Conferencia Metodista Mundial (=CMM) –encabezada por su presidente, el obispo Sunday Mbang de Nigeria–, decía Benedicto XVI: «En caso de que la CMM exprese su intención de asociarse a la Declaración Conjunta (de Augsburgo 1999), contribuiría a la reconciliación que deseamos ardientemente y sería un paso significativo hacia la meta de la plena y visible unidad en la fe».

Así andaban por esos años con sus cosas luteranos y católicos hasta que al fin, en 2006, la Iglesia metodista se asoció a esta doctrina. La CMM, celebrada en Corea del Sur del 20 al 24 de julio de 2006, se adhirió a la DJ, firmada en Augsburgo el 31 de octubre de 1999 por la Iglesia católica y la FLM. El cardenal Walter Kasper, presidente del CPPUC, que participó en el evento, declaró que dicho gesto constituía «un don de Dios» y «uno de los principales éxitos del diálogo ecuménico». Según el reverendo George H. Freeman, secretario del CMM, el acuerdo «abre la puerta a nuevas relaciones ecuménicas». También manifestó su aprecio por dicha adhesión la FLM. Su secretario general, el doctor Ishmael Noko, expresó el deseo de que otras comunidades cristianas, como las Iglesias reformadas, la Iglesia anglicana o la misma Iglesia ortodoxa, pudieran llegar a esta posición común.

Un paso más, ya con vistas al año 2017 que estamos celebrando, o conmemorando –ambos verbos son importantes y los dos encierran su aquél- se dio en 2013 con el documento Del conflicto a la comunión. Y así llegamos al viaje papal a Suecia en 2016, prólogo propiamente dicho del V Centenario. En Lund se firmó una Declaración común conocida ya como la Declaración conjunta de Lund. El Papa y los jefes de la FLM se atuvieron a un protocolo de encuentros y plegarias marcado por el espíritu Del conflicto a la comunión (a. 2013).



Había entre ambas partes puntos aún menesterosos de ulteriores debates y clarificaciones. Por ejemplo, fue preciso matizar bien qué se pretendía con incorporar el tema de la DJ al Octavario de 2017. Porque los organizadores tenían claro que el documento Del conflicto a la comunión, recogía un entendimiento básico, aunque fundamental, de la DJ capaz de convertirla en referente del material a utilizar durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2017. Lo que ya no estaba tan claro era qué alcance o calificativo había de darse al V Centenario dentro de dicha Semana de la Unidad 2017: ¿celebración, quizás, como la FLM quería, o más bien conmemoración, según terciaban los del PCPUC?

La Comisión Luterano-Católico Romana sobre la Unidad trabajó de lo lindo para ello. Y el informe Del conflicto a la comunión hizo el resto. Tras siglos de mutuas condenas y vilipendios, católicos y luteranos lograron conmemorar en 2017, ¡por primera vez juntos!, el comienzo de la Reforma.

De este acuerdo surgió el grandioso tema paulino de este año: «Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia (2 Co 5,14)». El Consejo de las Iglesias de Alemania (ACK), invitado por el CEI, asumió la tarea de elaborar los materiales. Un comité compuesto por diez miembros que representaban distintas Iglesias se reunió tres veces en 2014/2015 para su redacción.

Cuando el Comité nacional alemán de planificación puso manos a la obra en otoño de 2014, enseguida comprendió que los materiales del Octavario tendrían que poner el énfasis en una celebración de la gracia y el amor de Dios reflejando la preocupación principal de las Iglesias marcadas por la Reforma de Martín Lutero; y, a la vez, en reconocer el dolor por las profundas divisiones subsiguientes que afligieron a la Iglesia. La Exhortación Apostólica del papa Francisco Evangelii Gaudium («La alegría del Evangelio»: a. 2013) aportó el tema con la cita: «El amor de Cristo nos apremia» (n. 9).



El PCPUC, con el cardenal Koch a la cabeza, se oponía a que el V Centenario de la Reforma fuese celebrado por la Iglesia católica, ya que la ruptura del siglo XVI había sido traumática y desgarradora, y eso Roma no lo podía celebrar. Era tanto como festejar un cisma. Bien distinto asunto era conmemorar ambas partes todo aquello con espíritu de reconciliación, de penitencia, de perdón y de fraternidad. El V Centenario no podía ser, pues, una Reformefest, de acuerdo. Pero sí podía y sí debía ser, si a ello accedía la FLM, una Christusfest, o sea una celebración de Cristo durante todo el Octavario. El mundo luterano de Alemania, encargado de preparar los materiales del Octavario, acogió gustosamente dicha propuesta y todo salió con referencia conmemorativa y aire celebrativo de Christusfest. Quisiera, sin embargo, volver unos meses atrás, al 2016, antes de proseguir.

El 10 de junio de 2016, en efecto, Francisco recibió en el Vaticano a una delegación de la CMIR. Tras recordar que habían pasado diez años desde que una delegación de la Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas visitó a su predecesor, el papa Benedicto XVI, y que en esta década la histórica unificación del Consejo Ecuménico Reformado y de la Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas, que tuvo lugar en 2010, había sido un ejemplo tangible de progreso hacia la meta de la unidad de los cristianos y, para muchos, un estímulo en el camino ecuménico, agregó:

«Hoy debemos dar gracias a Dios ante todo por el redescubrimiento de nuestra fraternidad que, como escribió san Juan Pablo II, “no es la consecuencia de un filantropismo liberal o de un vago espíritu de familia. Tiene su raíz en el reconocimiento del único Bautismo y en la consiguiente exigencia de que Dios sea glorificado en su obra”».

«La reciente conclusión de la cuarta fase del diálogo teológico entre la CMIR y el PCPUC con el tema “La justificación y la sacramentalidad: la comunidad cristiana como artesana de justicia” representa –siguió diciendo Francisco- un motivo especial de agradecimiento. Me alegra ver que el informe final destaca con claridad el vínculo inseparable entre la justificación y la justicia […] Sobre la base del acuerdo acerca de la doctrina de la justificación, hay muchos campos en que reformados y católicos pueden trabajar juntos para testimoniar el amor misericordioso de Dios, verdadero antídoto frente al sentido de desorientación y a la indiferencia que nos circundan».



«Hoy se experimenta a menudo una “desertificación espiritual”. Especialmente allí donde se vive como si Dios no existiera, nuestras comunidades cristianas están llamadas a ser “cántaros” que apagan la sed con la esperanza, presencias capaces de inspirar fraternidad, encuentro, solidaridad, amor genuino y desinteresado; han de acoger y avivar la gracia de Dios, para no encerrarse en sí mismos y abrirse a la misión. No se puede, en efecto, comunicar la fe viviéndola de manera aislada o en grupos cerrados y separados, en una especie de falsa autonomía y de inmanentismo comunitario».

Por eso se necesita urgentemente «un ecumenismo que, junto con el esfuerzo teológico que busca recomponer las disputas doctrinales entre los cristianos, promueva una misión común de evangelización y de servicio. Ya hay ciertamente muchas iniciativas y buena colaboración en diferentes lugares. Pero todos podemos hacer mucho más juntos […] Que este encontrarnos –concluyó Francisco- sirva de ánimo a todas las comunidades reformadas y católicas para seguir trabajando juntos en la transmisión de la alegría del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo». Cabría decir que este ambiente fue el caldo de cultivo de lo que habría de llegar meses más tarde.

Porque, efectivamente, el consenso de católicos, luteranos y metodistas ha visto cómo el pasado 5 de julio del corriente 2017 las Iglesias Reformadas representadas por la CMIR (con unos 80 millones de fieles en 108 países) se sumaban, en Wittenberg, Alemania, precisamente donde Lutero impulsó la reforma, a la DJ firmada el año 1999 en Augsburgo. Lo cual «quiere decir prácticamente, según monseñor Brian Farrell, secretario del PCPUC, que la Iglesia católica y todas las Iglesias históricas protestantes tienen la misma visión teológica de cómo se hace real la salvación. Y, por lo tanto, tenemos una base común para una gran colaboración, no sólo espiritual, sino también eclesial: es decir que ahora las Iglesias tienen una base para poder colaborar más intensamente».

Para pasar de los temas teológicos a los sociales, monseñor Farrell explicó por Radio Vaticano la importancia del trabajo por la justicia: «Quieren subrayar que cuando somos justificados ante Dios por la gracia, tenemos por eso una responsabilidad, un compromiso: el de trabajar por la justicia en el mundo, que es una consecuencia natural de la justificación. Los reformados - las Iglesias reformadas - tienen este sentido del deber de subrayar, en este momento concreto en el que vivimos, la importancia de este compromiso con la justicia, de trabajar para transformar el mundo, según las reglas del Evangelio».

Puede significar, sin duda, un paso así que «a nivel local o regional, católicos, luteranos, metodistas y reformados -todos juntos- están en grado de trabajar juntos por la transformación de la sociedad, para brindar ayuda a la humanidad que sufre». El papa Francisco no se cansa de repetir que urge volvernos todos más conscientes de que «no basta creer en lo abstracto, sino que nuestra fe nos lleve a trabajar, a caminar, a cambiar el mundo».

Las Reformadas son Iglesias cristianas protestantes históricamente relacionadas con la doctrina de Juan Calvino. Surgieron por primera vez en Europa en el siglo XV, dentro de la Reforma protestante encabezada por teólogos reformadores como: Ulrico Zuinglio, Martin Bucer, Heinrich Bullinger, Pietro Martire Vermigli, Teodoro de Beza y Guillaume Farel. A lo largo del siglo XVI, se extendieron a varias naciones de la Europa Occidental como: Suiza, Escocia, Francia y Países Bajos.

En cuanto a la CMIR cuenta con 229 denominaciones adheridas en 108 países, que suman unos 80 millones de protestantes, sobre todo de tipo presbiteriano y evangélicos poco conservadores. Su sede está en Hannover, Alemania, y tienen a Jerry Pillay como presidente. La Iglesia de Escocia (presbiteriana), la Iglesia Reformada de Hungría, la de Rumanía, las grandes iglesias presbiterianas de EEUU y África, etc..., pertenecen a esta plataforma.

Su representante en España es la Iglesia Evangélica Española, del todo favorable a la ideología de género y expulsada recientemente del Consejo Evangélico de Madrid por no aceptar la enseñanza bíblica tradicional sobre la castidad y las relaciones homosexuales. En Hispanoamérica la integran 21 congregaciones que se definen como reformadas, presbiterianas o evangélicas.



El V Centenario de la Reforma, en conclusión, está dando mucho de sí. Cuando su clausura haya puesto el punto final, sin embargo, hará falta ver qué grado de entidad encierran estas firmas y estas adhesiones de ahora. El ecumenismo, de todos modos, nunca, o casi nunca, es rectilíneo. Suele, más bien, discurrir en zigzag. De modo que lo entendido a veces como avance puede significar, por contra, un retroceso o quién sabe si la entrada en vía muerta. Y al revés, claro. Pero también contamos en esta tierra nuestra, que debe ser la de todos, con el españolísimo y machadiano

«Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar».

Eso mismo ha de ser el ecumenismo: algo que se hace, que se va haciendo, conforme uno lo vive. Lejos de ser algo inerte, confuso y acabado, el ecumenismo representa, más bien, un continuado esfuerzo de unidad y un permanente signo de los tiempos a leer y discernir, que impulsa a gastarse y desgastarse por dar cumplida respuesta al Ut unum sint del divino Maestro «para que el mundo crea» (Jn 17,21).

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