Aspirar a la verdad y entender la verdad

El 24 de febrero de 2016, dos días después del regreso del patriarca ruso Kirill de su viaje a Cuba y América del Sur, dieron una conferencia de prensa en Moscú el presidente del Departamento sinodal para las relaciones de la Iglesia con la sociedad y los medios, V. R. Legoïda, el vicepresidente del Departamento de las relaciones eclesiásticas exteriores del Patriarcado de Moscú, archimandrita Filaret (Bulékov), y el sacerdote Alexandre Volkov, director del servicio de prensa del Patriarcado.

Del encuentro en La Habana el 12 de febrero, destacó Legoïda que se había dado «ejemplo a los responsables políticos de cómo elevarse por encima de las divergencias en las relaciones ». Definió la Declaración como un apelo la comunidad internacional para unir esfuerzos en defensa de los cristianos del Oriente Próximo, África y otras regiones. Filaret, por su parte, precisó que el diálogo ortodoxo-católico iniciado en 1979 prosigue estudiando un largo elenco de problemas. Y del encuentro en sí, que «no dice relación al diálogo panortodoxo con la Iglesia católica romana, en la medida en que la agenda es diferente. Las Iglesias ortodoxas no mantienen unilateralmente diálogos teológicos, pues cada una se considera parte de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Nosotros –añadió- no podemos tener diferencias doctrinales y es imposible que una Iglesia se entienda con quien sea y sobre lo que sea o introduzca modificaciones en su doctrina. Ninguna puede discutir en ningún caso cuestiones de doctrina directamente en diálogo bilateral, eso se hace siempre en plan panortodoxo. Todas las cuestiones de teología de las que discutimos con la Iglesia católica romana son, pues, abordadas a la vez por todas las Iglesias ortodoxas.»



El padre Alexandre afirmó que el encuentro favorecerá el desarrollo positivo de las relaciones bilaterales y del diálogo sobre las cuestiones abordadas en la Declaración común, la cual, según Legoïda, estará siempre de actualidad, « leída y estudiada ». No es preciso buscar lazo directo entre ella y los actos concretos de unos u otros. Sabe el Patriarca –prosiguió- que una parte de los fieles de la Iglesia ortodoxa rusa están preocupados por su encuentro con el papa Francisco de Roma, « preocupaciones que provienen de gentes que tal vez no han comprendido del todo lo que pasó y se forman una opinión según aquello que han entendido en las informaciones. »

Filaret destacó las reacciones, incluso negativas, del encuentro. « Comprensible, no es nuevo. A menudo –dijo- los que emiten tales críticas son los mismos. Pienso que se ha respondido ya a la mayor parte de sus cuestiones. Que la mayoría de los fieles de nuestra Iglesia hayan percibido el encuentro y sus resultados positivamente decidirá en adelante los acontecimientos. Quienes aspiran a la verdad, pueden esperarla. A los que no quieren entenderla, ningún argumento les convencerá. » Misión de la Iglesia es explicar una vez y otra lo que pasó en Cuba y responder a las cuestiones que los fieles se plantean, precisó Filaret. « Puedo decir responsablemente (y ello concierne tanto a los medios “tradicionales” como a las redes sociales y los otros “nuevos medios”, como a veces se dice) que la reacción es mayoritariamente positiva, terció Legoïda. Ciertamente hay asuntos, algunos embarazosos, sí, pero se les ha dado respuesta detallada y exhaustiva. » La reacción de los medios nacionales y extranjeros ha sido positiva al 90%, constató refiriéndose al monitoring de las fuentes informativas. Los 10% restantes fueron neutrales o críticos, estos en un 1,5% al máximo.

En el último día del viaje del Patriarca, 21 de febrero -informó Filaret-, «miles de personas se reunieron en la inmensa catedral (de Sao-Paolo) con el fin de expresar su reconocimiento a la Iglesia rusa por lo que ella hace por Siria, Irak y los otros países del Oriente Próximo. Obispos de la Iglesia de Antioquía con ministerio en América Latina o en otra parte acudieron y agradecieron al Patriarca la posición de la Iglesia rusa. ». Todos –según Filaret- agradecieron sinceramente la ayuda humanitaria de la Iglesia rusa y de numerosas organizaciones ortodoxas en Rusia y en los otros países confiados a la responsabilidad pastoral del Patriarcado de Moscú. Sobre todo, el haber «introducido el término “cristianofobia” en el discurso político », añadió. « Todo el mundo sabe lo que son la islamofobia o el antisemitismo, pero la palabra cristianofobia estaba ausente del discurso político antes de que los representantes de la Iglesia ortodoxa rusa hiciesen una larga utilización. » Según Filaret, esta reacción viva y sincera es uno de los frutos visibles de los esfuerzos emprendidos por la Iglesia ortodoxa rusa en la defensa de los cristianos del Oriente Próximo.

«Hemos pasado dos horas en conversación abierta de hermanos con pleno entendimiento de la responsabilidad por nuestras Iglesias, nuestro pueblo creyente, el futuro del cristianismo y el futuro de la civilización humana. Las dos Iglesias pueden trabajar hoy conjuntamente de manera activa protegiendo a los cristianos por todo el mundo, y trabajar juntas con toda la responsabilidad para que no haya guerras, para que en todas partes se respete la vida humana», declaró Kirill apenas firmada la Declaración. Y el papa Francisco en su cuenta de Twitter minutos antes: «Hoy es un día de gracia. Es un regalo de Dios este encuentro con el patriarca Kirill. Recen por nosotros.»

La Declaración conjunta, pues, no lleva el acento al campo teológico. Esta conferencia de prensa deja entender el porqué: para eso está la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en conjunto. Diciendo en conjunto me refiero a lo que la conferencia de prensa deja claro más arriba: actuación no unilateral de las Iglesias ortodoxas autocéfalas en temas doctrinales. Si la Declaración es buen ejemplo para los políticos, lo es también para las otras Iglesias ortodoxas. Desdichadamente, la conferencia de prensa ni siquiera se pronunció sobre una laguna insoslayable (pero que, de hecho, fue soslayada): el espinoso asunto de la guerra en Ucrania y el tema no menos preocupante de las relaciones ecuménicas allí planteado, ya por el autodenominado Patriarcado de Kiev, ya por la Iglesia greco-católica. El 3 de junio de 2015 La Croix hacía saber que el patriarca Kirill había declinado asistir a la JMJ de Cracovia en 2016. ¿Razón? Muy simple: por la toma de postura de los obispos polacos en el conflicto ucraniano según la agencia de prensa católica polaca KAI. Puede también aplicarse, por tanto, a la Declaración común, y por supuesto que también a la misma conferencia de prensa, la frase del propio Filaret: «Quienes aspiran a la verdad pueden esperarla. A los que no quieren entenderla, ningún argumento les convencerá. »
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