Dios salve a Ucrania

El cese de las hostilidades rusas en Siria y la colecta del 24 de abril para Ucrania convocada por el Papa tienen que ver con el encuentro Francisco-Kirill del 12 de febrero en La Habana. Ya sé que hay políticos y politólogos –proclives unos y otros a equivocarse- que esbozarán su displicente sonrisa ante semejante afirmación. Tampoco se me ocultan los analistas capaces de probar la verdad aunque no exista, que ya es pasarse. Pero una regla elemental de hermenéutica prescribe como medida prudente no dejar cabos sueltos en el análisis. Y nadie ignora que las dos noticias de cabecera pueden suponer ese cabo suelto por atar.

A estas alturas de la película es voz común que la Declaración de La Habana contiene puntos discutibles. Y si a Kirill no le han ahorrado críticas algunos metropolitas «halcones» de su Santo Sínodo, tampoco el papa Francisco se va esta vez de rositas, más a causa de la Declaración suscrita que por el encuentro en sí. La entrevista de Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de Kiev-Halyc y primado de los greco-católicos de Ucrania, más de cinco millones, dejando traslucir el malestar de sus fieles, que han llegado a tachar el documento de «traición», tuvo que escocer en el Vaticano. Y al patriarcado de Moscú, ya ni te cuento. Prueba de ello es que Hilarión (Alfeyev), su número 2 y uno de los cerebros del escrito, replicó duramente a Sviatoslav dos días después en Interfax.

Pero Sviatoslav es mucho Sviatoslav. Y más joven también que Hilarión. De modo que el 10-3-2016, 70º aniversario del malhadado pseudo-Sínodo de Leópolis (1946), es decir, del atropello canónico de que fue víctima la Iglesia greco-católica que él preside desde 2011, era fecha muy apropiada para tratar las cosas entre su viejo amigo Jorge Mario Bergoglio, hoy papa Francisco, y él mismo, antiguo administrador apostólico de Santa María del Patrocinio en Buenos Aires. Así que se llegó a Roma con su plana mayor del Santo Sínodo, presidió el 3 de marzo la Divina Liturgia en la basílica de Santa María la Mayor, y el 5 fueron recibidos por Francisco, a quien trasladaron la pesadumbre del pueblo.

El papa Francisco dirigió unas horas más tarde un delicado mensaje de apoyo a esta Iglesia, y ahora se ha visto que no dejaron entonces por atar ni el cabo suelto de la colecta. Porque expertos hay a quienes no se les ha ido que tal vez esta quiera ser un gesto de reconciliación con la Iglesia greco-católica de Ucrania, después de los desacuerdos subsiguientes al encuentro ruso-católico de la Habana, en el que los católicos ucranianos se han sentido «traicionados» (cf. PIME, AsiaNews. it, 03/04/2016).

«En este día que es como el corazón del Año Santo de la Misericordia –dice textualmente Francisco-, mi pensamiento se dirige a todas las poblaciones que tienen más sed de reconciliación y de paz. Pienso en particular al drama, aquí en Europa, de quien sufre las consecuencias de la violencia en Ucrania: de todos aquellos (que) se quedan en las tierras golpeadas por las hostilidades que han causado ya varios miles de muertos, y de todos aquellos, más de un millón, que fueron desplazados por la grave situación que perdura. Los afectados son principalmente ancianos y niños. Además de acompañarlos con mi constante pensamiento y con mi oración, he sentido la necesidad de promover una ayuda humanitaria para ellos. Con esta finalidad se realizará una colecta especial en todas las iglesias católicas de Europa, el próximo domingo 24 de abril. Invito a los fieles a unirse a esta iniciativa del Papa con una generosa contribución. Este gesto de caridad, además de aliviar los sufrimientos materiales, quiere expresar la cercanía y la solidaridad mía personal y de toda la Iglesia, a Ucrania. Deseo vivamente que esto pueda ayudar a promover sin posteriores atrasos la paz y el respeto del Derecho en aquella tierra tan probada».

Es, por otra parte, voz común, hablando ya de Kirill, que mantiene gran amistad con Putin, a quien se debe, junto con Estados Unidos evidentemente, haber levantado el acelerador de los bombardeos en Siria. A nadie se le oculta, pues, que si dio su plácet al encuentro de La Habana, no va a dejar ahora a los pies de los caballos a su amigo el Patriarca, el cual, desde la anexión de Crimea, está en un permanente vivir sin vivir.

Y es que las jurisdicciones ortodoxas de Ucrania, excepto la suya, y los greco-católicos de Sviatoslav han cerrado filas contra todo lo ruso y filo-ruso que en el territorio se mueva, auspiciando de paso una sola Iglesia nacional ortodoxa frente al patriarcado de Moscú. Por supuesto que Sviatoslav, siendo greco-católico como es, no se va a sumar a esa fiesta, pero sí está, en cambio, con quienes ahora mismo, sean católicos u ortodoxos, sufren en Ucrania los efectos devastadores de una guerra contra la que algo habrá que hacer. Y Sviatoslav, consciente de la importancia internacional del Vaticano, y de su amigo Francisco en concreto, ha sabido reaccionar a tiempo.

Ahora les toca mover ficha a sus oponentes moscovitas (no de Kiev). Sabe Kirill, además, que los plazos se le agotan, porque tiene ya casi a la vuelta de la esquina -finales de junio en Creta- la celebración del Santo y Gran Sínodo pan-ortodoxo, cumbre de primera magnitud a la que le gustaría asistir como líder de la Ortodoxia eslava, ahora mismo bastante revuelta por el citado contencioso.

De sobra sé que estos hilos apenas son perceptibles para la alta política internacional, a la que lo mismo Religiones que Iglesias traen al pairo. Pero tampoco dejo de comprender que el protagonismo de los líderes religiosos es cada vez más grande en el mundo. Los que firmaron la Declaración de La Habana representan a unos 1.330 millones de cristianos, entre católicos (la gran mayoría) y ruso-ortodoxos, quienes en la actualidad comprenden unos 130 millones de fieles sobre un total de 250 millones de ortodoxos. Cifras muy respetables, ciertamente. Tal vez esto solo sea un salir del paso. Su razón de ser, en cambio, sí es, sin duda, de peso.
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