" A la Corte Constitucional ‘se le fue la mano’ y legislaron para morir fácilmente, pero no para vivir dignamente" Eutanasia en Colombia: necedad de los legisladores vs. el sabio arte de cuidar

"El tiempo en que los sabios legislaban por una vida más digna, pareciera estar en los libros de historia, en las Escrituras Sagradas y en las narraciones de ciencia ficción"

"El Congreso fue incapaz de legislar representando los intereses de un pueblo que ama la vida, que busca construir una sociedad solidaria y que sueña con un futuro en el que todos quepamos"

"Una cultura oscurecida por el hedonismo, la productividad y el individualismo, facilita argumentos a-morales que se abren paso en las legislaciones"

Un puñado de legisladores ha aprobado la eutanasia en Colombia. Sus sinuosas argumentaciones y sombrías jergas legislativas, evidencian ausencia de sabiduría. Sin embargo, parecen abrogarse el poder de sentenciar sobre la vida y la muerte. A la Corte Constitucional ‘se le fue la mano’ y legislaron para morir fácilmente, pero no para vivir dignamente.

Los cientos de páginas argumentativas para evitar la eutanasia, las contundentes ponencias de serios legisladores defensores de la vida y las miles de voces de ciudadanos veraces, honestos y solidarios, fueron recibidos por sordos togados. ¿Para qué volver a enunciar los sólidos argumentos, cuando la muerte que tan violentamente nos ronda, ahora, disfrazada de ‘dignidad’, se ha abierto paso en la normatividad colombiana, gracias a quienes no está allí para sentenciar con sabiduría?

El tiempo en que los sabios legislaban por una vida más digna, pareciera estar en los libros de historia, en las Escrituras Sagradas y en las narraciones de ciencia ficción. Los cementerios también tienen sus propios padrinos. Esa es la realidad actual de la legislación colombiana.

Eutanasia

El Congreso fue incapaz de legislar representando los intereses de un pueblo que ama la vida, que busca construir una sociedad solidaria y que sueña con un futuro en el que todos quepamos. La responsabilidad pasó a este puñado de legisladores de turno, que no estuvieron a la altura de cuidar la paz de los hogares. Es decir, no hay quien legisle sabiamente. En un país en el que persiste el desplazamiento forzoso a causa de la violencia, ‘Sofía’ pareciera también haber sido desterrada.

Pero, aun así, la sabiduría se abre paso, -no precisamente en estas cortes-, sino en quienes conocen el arte de cuidar: “Gracias te doy, Padre, porque has ocultado estas cosas a los doctos y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11, 25). Son los seres queridos capaces de acompañar, -no sin dificultades-, a quien padece, en medio de tratamientos paliativos, e ‘inyectan’ sentido y dignidad hasta el último momento. ¿Los legisladores serán agraciados con tal bondad? ¿Y qué decir de los médicos, que han demostrado durante la pandemia su capacidad de jugarse la vida por cuidar a otros, y ahora serán invitados a dar muerte a algunos? ¿Qué necedad es esta?

Una cultura oscurecida por el hedonismo, la productividad y el individualismo, facilita argumentos a-morales que se abren paso en las legislaciones. No se puede buscar borrar el sentido profundo del dolor en el contexto de una existencia digna. Esta cultura parece haber arrancado sus raíces de la Vida misma, plantándolas en las arenas estériles del pragmatismo. ¿Qué horizonte queda?

Eutanasia

Si bien, la ciencia ha de avanzar en el desarrollo de paliativos para atender enfermos terminales y en esto se ha logrado mucho, es sabio recordar que un ser humano nace con dolor, crece en medio del dolor, logra sus mejores metas con grandes sacrificios y su muerte no esta exenta de dolor, y, aun así, puede hablar de una vida plena y feliz, pues la felicidad también está surcada de dolor. La argumentación que desvía la mirada del dolor, es el caldo para una idea ilusoria de la existencia, que desconoce las limitaciones de la condición encarnada.

No permitiremos que se pierda la profundidad de educar en el conocimiento de la sabiduría del dolor propio de la condición humana. La exacerbada publicidad a una supuesta vida feliz, basada en el consumo hedonista, tiende a impedir el sentido de la existencia por sí misma como templo Divino. De este modo no hay lugar para compadecerse del dolor ajeno y propio. Si no hay capacidad de contemplar el dolor, no se despierta la compasión y no habrá cuidado del otro. Quien tiene el Espíritu del Buen Samaritano lo sabe.

Es tiempo de preparar una morada para la sabiduría en las nuevas generaciones: “la sabiduría se ha preparado una morada” (Prov 9,1). Ser una morada de la sabiduría es saber dar sabor a la existencia hasta el último momento, y tener la capacidad de ser luz de en medio de esta necia cultura. Pero como nos recordaba el sabio Raimon Pánikkar, aunque la sabiduría no se puede alcanzar, ni poseer, ni manipular, porque no es sierva, sí se hace presente en quien esté bien dispuesto.

El Testamento vital
El Testamento vital

Nuestra milenaria tradición está enriquecida por los ‘saberes’ de las Bienaventuranzas (Mt 5, 3–10), y por los ‘sabores’ propios de sus prácticas, que siempre tienen que ver con el cuidado del otro; ellas nos disponen. “La sabiduría ilumina el rostro del hombre y transfigura sus facciones severas” (Ecles. 8,1); iluminación más necesaria en medio de la oscuridad legislativa que nos rodea, cuando más necesitamos de misericordia; pues la sabiduría no es un bien privado, es un bien para los demás.

El cuidado del otro emerge por la sola fuerza de la ‘sabiduría’ cuando ha construido una morada en la sociedad, y abre en ella las puertas de la Vida, y encuentra las posibilidades de armonizarse con las ruinas humanas, sobre todo cuando la existencia es asumida en el silencio contemplativo de cada corazón. La sabiduría no es una teoría ni se le ha de confundir con erudición (los legisladores han demostrado ser eruditos, pero no sabios), pues debe ir acompañada por el ‘gustar’ con los sentidos, las actitudes y las acciones que implican la totalidad de la persona.

La sabiduría es espiritualidad encarnada y misericordiosa; no es intimista, ni se queda en obras de caridad esporádicas, sino que lleva al encuentro de las personas y de la creación, para descubrir a Dios en ellas. La sabiduría conduce, con sabor solidario, hacia el que sufre, e integra, con el brillo de su Luz, la oscuridad que nos rodea. La sabiduría, nos da el sabio arte de cuidar.

Eutanasia
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