Sacerdotes de base alaban su "valentía" Dimite Joan Darder, el número tres del obispado de Mallorca
El malestar generalizado entre el clero mallorquín por el modo en que el obispo Jesús Murgui dirige la diócesis no es exclusivo de las bases, también alcanza a cierto sector de la jerarquía. De hecho, las discrepancias entre miembros de la misma se ha cobrado la primera víctima de calado: El canónigo Joan Darder ha dimitido recientemente como canceller de la diócesis, el tercer cargo en importancia de la curia de la Iglesia de Mallorca. Lo cuenta Mateu Ferrer en Diario de Mallorca.
Darder continuará como presidente del Cabildo catedralicio -otro cargo de máxima proyección- hasta octubre, cuando oficialmente expira su mandato, pero no optará a la reelección, lo que fuentes eclesiásticas interpretan como otra dimisión encubierta, para no levantar más polvareda interna.
"Tengo que confesarle que me siento falto de la comunicación y confianza que este cargo requiere", le expuso Darder por escrito al prelado para justificar su dimisión. El ex canceller afirma que seguirá siendo "un fiel y obediente servidor", aunque sea en "ministerios más humildes y sin ninguna remuneración", si bien se despidió de Murgui con una frase que da pie a más de una interpretación: "Ruego a Dios que jamás le falten, señor obispo, buenos y necesarios colaboradores de su ministerio".
En medios eclesiásticos se señala al vicario general y la mano derecha del obispo, Lluc Riera, como el verdadero detonante de la marcha de Darder. Las discrepancias entre ambos son patentes y conocidas. El número 2 de la Iglesia ejerce como "el auténtico obispo" -le definen la inmensa mayoría de presbíteros mallorquines-, y hay quejas generalizadas por la atonía con que se conduce la diócesis.
Con todo, Darder también lleva tiempo sin cortarse a la hora de despotricar en público en contra del propio obispo, dentro y fuera de Mallorca y de ambientes sacerdotales. Su principal crítica es que Murgui "vive aislado en el palacio episcopal, sin enterarse de nada, y deja que otros manejen la diócesis a su manera", reproducen palabras del dimitido varias fuentes.
Darder, un experto en Derecho canónico, tenía hasta ahora la importante función como canceller de validar todos los documentos oficiales e importantes del Obispado. En su web, éste ya ha eliminado el nombre del canónigo en el cargo que ha dejado vacante.
La dimisión del canciller de la Iglesia de Mallorca -el número 3 en el escalafón de la curia diocesana-, Joan Darder, es apoyada por varios sacerdotes y religiosos de los llamados ´de base´, es decir, que no ocupan cargos de relevancia en la jerarquía eclesiástica.
Todos los curas consultados por este diario piden preservar su identidad -"la cúpula está que trina cada vez que sale algo del obispo en los periódicos", resume uno de ellos-, y se apresuran a afirmar que no son "de la cuerda" de Darder, que también es canónigo y presidente del Cabildo catedralicio. Sin embargo, loan unánimente "su valentía", puesto que, pese a las críticas generalizadas hacia la curia, es difícil, dicen, plantar cara.
"No comulgo mucho con Joan Darder, pero tengo que reconocerle su coherencia; no se sentía bien con el actual estado de cosas, y ha decidido irse a su casa. Me parece muy bien hecho", explica un párroco de la part forana. "Darder es un poco especial, ya lo sabemos, pero por lo menos ha sido valiente y ha dicho lo que pensaba. La carta que mandó al obispo es muy dura", apunta un religioso aludiendo a la misiva remitida por el canónigo al obispo.
En ella, Darder "confesaba" que se sentía "falto de la comunicación y confianza" de Jesús Murgui, y que por ello dimitía. El prelado se reunió posteriormente con él, e intentó persuadirle para que desistiera, pero no lo logró.
"Joan y Lluc Riera [el vicario general, número 2 del obispo] chocaban mucho, es normal con el poder que ha cogido el segundo, que al final Darder se marchara. No todos los que critican por detrás tienen su coraje", sentencia un sacerdote conocedor de los intríngulis de las altas esferas diocesanas.
El malestar por la bicefalia que rige actualmente la Iglesia mallorquina -"el que manda es Lluc Riera, y el obispo se pasa el día rezando en el palacio episcopal, desconectado del mundo", es la frase que resume el sentir de la mayoría de párrocos de pueblo- va in crescendo. La queja más extendida es que la diócesis funciona con más atonía que nunca desde el episcopado de Murgui, y que el clero está muy desatendido.