Juan Carlos Ortega ya ha renunciado y Florencio Sánchez se lo está planteando El caso que deja en evidencia a dos capitulares españoles de la Legión de Cristo

(José M. Vidal).- A tres semanas escasas para el Capítulo General, las aguas de la Legión vuelven a bajar turbias. Los nombres de dos importantes capitulares españoles, Juan Carlos Ortega y Florencio Sánchez, están en la picota por un caso que rezuma infantilismo y moralismo ridículo. En un largo intercambio de correos y cartas a los que ha tenido acceso Religión Digital, los dos legionarios se retratan y ponen de manifiesto que el "sistema marcialista" sigue anclado en el alma de la institución, con superiores aferrados "a lo de siempre" y con claros signos de inseguridad psicológica.

Para el Capítulo general, que comienza el día 8 de enero en Roma, la Legión eligió 61 padres capitulares de todo el mundo. Entre ellos, tres por el territorio España: Carlos Villalba, Florencio Sánchez y Juan Carlos Ortega. Los elegidos debían ser hombres de prestigio consolidado y sin mácula.

Pero, en España, pocos días después de la elección de los tres representantes, surgen las primeras informaciones sobre un episodio, entre grotesco y surrealista, en el que está implicado el padre Ortega e, indirectamente, el Padre Florencio. No se trata de nada relacionado con lo sexual ni con lo financiero, sino con la espiritualidad de la Legión y la forma de entender la obediencia, según consta en los documentos que obran en nuestro poder.

El propio padre Ortega describe así el caso en carta dirigida a los padres capitulares, fechada el pasado 26 de noviembre:

"Durante mi estancia en Roma era director espiritual de una estudiante en nuestro Ateneo. Estuvimos trabajando sobre una situación complicada en su vida familiar. Cuando yo regresé a España seguimos en contacto ocasionalmente. Me manifestó que, a raíz de una circunstancia particular de su vida, se había sentido rechazada humanamente por algunos alumnos del ateneo y también por algún sacerdote legionario. Esto le abrió nuevas heridas y yo sentí una necesidad de acompañarla en su dolor. Comprenderá que no puedo decir más sobre esta persona para no revelar su identidad".

De vuelta a España, el padre Ortega siguió carteándose con su dirigida y, a veces, le escribía emails después de la oración de la noche ("cosa que no debemos hacer", reconoce el propio sacerdote). El superior se dio cuenta (con lo cual se deduce que controla los correos personales de entrada y salida de todos los legionarios de su comunidad), le llamó al orden y le impuso una serie de penitencias.

La primera que "durante quince días no te escribiera". Pero Ortega desobedeció y, según su propio relato, "el superior se molestó y me prohibió hacer cualquier uso del Internet y del mail por otros quince días. Aquí me molesté y falté al respeto y a la caridad al superior. Tampoco cumplí la penitencia tal cómo me lo pidió, sino que escribí algunos mensajes que juzgué urgentes".

Pasados unos días, a Ortega le entraron remordimientos de conciencia, se fue a ver al superior, Padre Florencio, reconoció sus faltas y le pidió perdón.

"El superior se comportó con gran caridad y paciencia. Para nada se airó, pero me indicó que te escribiera pidiéndote perdón por medio de una fotografía mía de rodillas y con los brazos en cruz y con un cartel indicando la causa de mi castigo. No me pareció. Me dio vergüenza y no me atreví a hacerlo. Por lo que el padre me castigó prohibiéndome escribirte hasta que te enviara esas fotografías. En realidad tampoco he cumplido con esto pues te he enviado la felicitación de Navidad", cuenta Ortega.

Pero continúa desobedeciendo al superior, con los consabidos remordimientos posteriores:

"La verdad que me siento muy mal. Sé que me he portado muy mal con Dios, conmigo mismo, con el superior y también contigo. Me merezco estos castigos y quiero cumplirlos. Me avergüenzo que a mi edad sea tan poco generoso y me haya dejado llevar por mi orgullo y pasión. Te pido perdón por el mal ejemplo que pueda darte a causa de todo esto. La verdad que tú, con lo joven que eres, me has dado ejemplo de ser más madura que yo. Anne Marie, te pido que me perdones y que pidas mucho por mí para que sea muy fiel Dios".

Y tras una larga lista de peticiones de perdón (por ser "desobediente, iracundo, mal hablado, soberbio y mentiroso") le manda a Anne Marie, por prescripción del padre Florencio, le propone a la chica que lo "humille más" y que le imponga como castigo una de estas tres cosas o las tres:

"Enviarte una fotografía mía imitando a Cristo humillado en la cruz, enviarte una confesión general de mis faltas contra el sexto mandamiento desde cuando era adolescente hasta ahora que soy sacerdote y durante tres meses someterme a ti como si fueras mi superiora espiritual, contándote toda mi vida personal y espiritual, y pidiéndote permisos, penitencias y consejos".

Y le envía la fotografía que también obra en nuestro poder. No sabemos si Anne Marie utilizó las prerrogativas que los padres Ortega y Florencio le concedieron, para recibir la confesión general en materia sexual de este último o actuar con él como su "superiora espiritual".

Texto integro de la carta del Padre Ortega a Anne Marie


¡Venga tu Reino!

Estimada en Jesucristo,:

Dios sabe lo que me cuesta escribir este mensaje y enviártelo. Pero ya no puedo más. Ayer, durante el retiro de fin de año, el ejemplo de humildad suma del Niño Jesús doblegó mi orgullo y soberbia y, aunque con gran vergüenza, decidí reconocer mis errores, pedirte perdón y cumplir las penitencias que mi superior me ha pedido desde hace tiempo aunque me parezcan desproporcionadas y humillantes. Las cumplo porque quiero someterme en todo a lo que Dios me pida, sea lo que sea y cueste lo que cueste. Me apena mucho haberme retrasado tanto en cumplirlo.

Quiero decirte que mi retraso en responder tus mensajes es porque estoy castigado sin poder escribirte, pero la historia es larga y la verdad me he portado muy mal. Todo comenzó a finales del mes de octubre, cuando respondí a un mensaje tuyo después de las oraciones de la noche, cosa que no debemos hacer pues después de esas oraciones debemos ir a dormir o quedarnos en oración, pero no trabajar. Se ve que el superior se dio cuenta y al día siguiente me preguntó. Yo, malamente, le mentí y negué el hecho. Después de uno o dos días me volvió a preguntar. Ahí ya me di cuenta que lo sabía y lo reconocí. Como penitencia me indicó que durante quince días no te escribiera. Pero desobedecí y volví a escribirte un breve mensaje en esos días. El superior se molestó y me prohibió hacer cualquier uso del Internet y del mail por otros quince días. Aquí me molesté y falté al respeto y a la caridad al superior. Tampoco cumplí la penitencia tal cómo me lo pidió, sino que escribí algunos mensajes que juzgué urgentes. Pasados unos días fui con el superior, reconocí mis faltas y le pedí perdón al superior y le pedí que me ayudara a ser humilde. El superior se comportó con gran caridad y paciencia. Para nada se airó, pero me indicó que te escribiera pidiéndote perdón por medio de una fotografía mía de rodillas y con los brazos en cruz y con un cartel indicando la causa de mi castigo. No me pareció. Me dio vergüenza y no me atreví a hacerlo. Por lo que el padre me castigó prohibiéndome escribirte hasta que te enviara esas fotografías. En realidad tampoco he cumplido con esto pues te he enviado la felicitación de Navidad.

La verdad que me siento muy mal. Sé que me he portado muy mal con Dios, conmigo mismo, con el superior y también contigo. Me merezco estos castigos y quiero cumplirlos. Me avergüenzo que a mi edad sea tan poco generoso y me haya dejado llevar por mi orgullo y pasión. Te pido perdón por el mal ejemplo que pueda darte a causa de todo esto. La verdad que tú, con lo joven que eres, me has dado ejemplo de ser más madura que yo.

Anne Marie, te pido que me perdones y que pidas mucho por mí para que sea muy fiel Dios. Para reparar mis faltas te envío las fotografías que me indicó el superior.


. Te pido perdón por no haber cumplido mi deber de acostarme cuando Dios me pide,
. Te pido perdón por no ser sincero y esconder mi actuar al superior
. Te pido perdón porque soy mentiroso y he mentido a mi superior
. Te pido perdón porque soy desobediente y no he hecho lo que mi superior me ha pedido
. Te pido perdón porque he sido soberbio y no he reconocido mis errores
. Te pido perdón por faltar a la caridad a mi superior
. Te pido perdón porque he sido orgulloso y no he aceptado las correcciones y consejos de mi superior
. Te pido perdón por haber faltado al respeto a mi superior
. Te pido perdón por ser vanidoso y no haberte pedido perdón anteriormente
. Te pido perdón por ser mal hablado al insultar al superior
. Te pido perdón por ser iracundo y haberme enojado con el superior
. Te pido perdón por mi falta de fe y confianza en Dios al no seguir lo que Él me ha pedido por el superior


Por último, por haber retrasado tanto el cumplimiento de esta penitencia al sentir vergüenza contigo, el superior me ha indicado que te pregunte si quieres que me humille más ante ti, realizando una o varias de estas cosas, o cualquier otra cosa que tú me pidas:
- enviarte una fotografía mía imitando a Cristo humillado en la cruz
- enviarte una confesión general de mis faltas contra el sexto mandamiento desde cuando era adolescente hasta ahora que soy sacerdote
- durante tres meses someterme a ti como si fueras mi superiora espiritual, contándote toda mi vida personal y espiritual, y pidiéndote permisos, penitencias y consejos

Dios sabe lo que me costará cumplir cualquiera de esas tres humillaciones, pero estoy dispuesto a hacerlo. Soy consciente que esto también es difícil para ti, pero de este modo me ayudarás a ser manso y humilde y a reparar a Dios las faltas que he cometido. Por ello te pido, por favor, que me indiques si quieres que haga algo.

Te pido nuevamente perdón nuevamente por todo esto. No te sientas obligada. Si no me quieres pedir nada, no habría problema, aunque ya no podría seguir escribiéndote. Espero tu respuesta. Te aseguro mis oraciones y no dejes de pedir por mí.

Afmo. en Jesucristo, P. Juan Carlos Ortega, L.C.


La confesión ante los capitulares

La carta y la foto del padre Ortega comenzó a circular después de su elección como capitular. Y entre los legionarios comienzan a proliferar todo tipo de comentarios. "La carta es surrealista y refleja su absoluta falta de criterio no sólo sacerdotal sino de sentido común", dicen unos. Otro añaden que "la foto no es un acto de humildad, sino de estupidez, para morirse de vergüenza".

Consciente de la rumorología interna, el Padre Ortega decide enviar una carta a los 61 capitulares. En ella confirma que "la carta y la fotografía son mías", reconoce que los hechos pueden causar "confusión y sufrimiento" y explica "el contexto".

Achaca su imprudencia a "la situación que atravesaba el movimiento" y a "la necesidad de pedir perdón y reparar el mal que la Legión había causado por medio de su fundador y por la actuación de algunos legionarios". Y concluye como comenzó: "Pido perdón, como ya hice en su momento, a quien fui motivo de confusión por darle a conocer aspectos de mis dificultades personales. Me apena el dolor y la confusión que estos hechos, ya encauzados y superados, puedan ocasionar en estos momentos".

Texto íntegro de la carta del Padre Ortega a los capitulares

¡Venga tu Reino!

Roma. 26 de noviembre de 2013.

A los padres capitulares

Estimados en Jesucristo:

Reciban un saludo fraterno en estos meses de gracia para todo el Movimiento.
Desconozco cuántos de ustedes han recibido una carta y una fotografía mías que están circulando en diversas cadenas de mensajes en los últimos días. Me ha parecido oportuno escribirles para que conozcan de primera mano los hechos que, sin duda, causan confusión y sufrimiento, no sólo a mí, sino también al Movimiento.
  Confirmo que la carta y la fotografía son mías. Son de hace unos cuatro años. Reconozco humildemente que han sido cosas desafortunadas. Quiero explicar el contexto que pueda ayudar a entender cómo llegué a proceder de esta manera.  
Durante mi estancia en Roma era director espiritual de una estudiante en nuestro Ateneo. Estuvimos trabajando sobre una situación complicada en su vida familiar. Cuando yo regresé a España seguimos en contacto ocasionalmente. Me manifestó que, a raíz de una circunstancia particular de su vida, se había sentido rechazada humanamente por algunos alumnos del ateneo y también por algún sacerdote legionario. Esto le abrió nuevas heridas y yo sentí una necesidad de acompañarla en su dolor. Comprenderá que no puedo decir más sobre esta persona para no revelar su identidad. 
Poco después, se insistió en la congregación sobre la necesidad de pedir perdón y reparar el mal que la Legión había causado por medio de su fundador y por la actuación de algunos legionarios. Después de reflexionarlo ante el Señor y con la intención de acompañar a esta persona en su humillación y, de alguna manera, como forma de pedir también yo ayuda, escogí un medio de reparación que hoy se demuestra claramente inadecuado. La gran confusión personal que estaba viviendo entonces por la situación que atravesaba el Movimiento me llevó a actuar imprudentemente. 
Quiero también dejar en claro que ningún superior me pidió que hiciera penitencias extrañas. La acción se debió a una necesidad espiritual muy concreta que vivía una persona, a una necesidad de reparación confusa y no bien encauzada, y a dificultades personales que pasaba entonces. Este escrito era algo personal, fruto de un momento de oscuridad interior y estaba destinada a quien entonces podía entenderla.  
Gracias a Dios todo esto ha pasado. Pido perdón, como ya hice en su momento, a quien fui motivo de confusión por darle a conocer aspectos de mis dificultades personales. Me apena el dolor y la confusión que estos hechos, ya encauzados y superados, puedan ocasionar en estos momentos. Agradezco también a quienes me han ayudado en ese período con su oración, respeto y cercanía. 
Si alguno tuviera alguna inquietud sobre estos hechos, quedo a su disposición para comentarlo. Igualmente, pueden compartir esta carta con las personas a quienes ustedes juzguen puede ayudar conocerla. 
Les pido sus oraciones por mí y por los frutos de las asambleas que están en curso y por el futuro capítulo general.

Su hermano en Jesucristo,

P. Juan Carlos Ortega, L.C.


El intercambio de notas entre los padre Florencio y Juan Carlos

El Padre ortega pide perdón a los capitulares, pero, en su carta al menos, no presenta su renuncia. Eso lo hará muchos días después, tras un intenso intercambio de emails entre él y su superior, el Padre Florencio, con copia a todos los legionarios de España.

El 10 de diciembre, el Padre Florencio envía un correo, en el que advierte de las consecuencias que la publicación del caso podría tener sobre la "credibilidad" del Capítulo general.

"El caso del P. Juan Carlos es algo del pasado que alguien está sacando a colación estos días para minar la credibilidad del Capítulo. Comenté con el P. Juan Carlos todo esto y sé que lo está pensando seriamente, igual que yo. Pero creo que esto es también cosa de aquellos a los que representamos porque nos votaron. Algunos piensan esto es cosa de unos días y que pronto se apagará. Es verdad que se podrá haber apagado en unos días, pero el daño real a la credibilidad del Capítulo es que esto se airee durante el Capítulo mismo (el daño actual claro que es menor). Y aunque no fuera un daño grande a esa credibilidad, todo daño debemos evitarlo si nos es posible, y éste lo es".

A continuación ahonda en una de las consecuencias más inmediatas: la asistencia o no al Capítulo.

"La responsabilidad de asistir es del P. Juan Carlos y mía. Pero me parece que en este asunto tenemos que escuchar la opinión de los electores puesto que, habiendo sido elegidos válidamente, y no constituyendo delito ninguno de los hechos, no hay forma "legal" de evitar que asistamos. Pero sí hay forma de que los electores expresen su opinión respeto a nuestra asistencia".

Aún así, asegura el Padre Florencio que "el bien del Capítulo está por encima del nuestro" y, por eso, pide a los legionarios españoles que se pronuncien al respecto.

El 12 de diciembre, los legionarios españoles reciben un largo y enjundioso correo del Padre Ortega, en el que, entre otras cosas, explica sus razones para asistir al Capítulo y realiza esta confesión:

"Me he sentido engañado por el fundador y he sufrido las consecuencias de un cierto estilo de ejercer la autoridad. Si ustedes hablaran con quien fue mi director espiritual en Roma durante los años 1997 a 2006 le podría decir cómo advertía con frecuencia de algunos aspectos sobre el modo de gobernar del P. Maciel y que yo no compartía. Se me decía que yo no era objetivo. De hecho, al conocerse el escándalo del fundador, tanto el superior de Roma como el de España me dijeron: "padre, se ve que usted tenía razón respecto a lo que decía del P. Maciel".

Asegura el Padre Ortega que, entre los superiores de la legión se da "una cierta resistencia y lentitud al cambio", achaca el "penoso hecho" que protagonizó al "estilo de autoridad que hemos vivido" y cree que debe ir al capítulo para "exponer en el aula capitular las lagunas de formación y de autoridad" que hay en la Legión.

Con dos objetivos: echar por tierra el principio todavía vigente de "proteger a la institución por encima de las personas" y de que la Legión "se gobierne como una empresa". Aunque al final, el padre Ortega ha decidido renunciar a su elección como capitular.

Muchos, en la Legión, creen que el padre Florencio tampoco debería ir al Capítulo, porque "los que los votaron no lo hubieran hecho, conociendo estas cosas de antemano". También critican la "incompetencia" del Padre Delgado, el provincial de España, porque "conocía esta historia desde hace años y no hizo nada al respecto, como fiel hijo del sistema marcialista".

Y es que, para los legionarios del sector renovador (enfrentados a los gatopardistas o los que quieren que cambie algo para que nada cambie), "el Capítulo no puede ser un barniz, sino una ocasión para renovarse y purificarse a fondo y de verdad, como pide el Papa Francisco. La Legión debe ser otra después del capítulo y acabar en su seno con tanta mentira, engaño y falsedad".

Los dos protagonistas del caso

Florencio Sñanchez es, según sus propios compañeros, toda una institución en la Universidad Francisco de Vitoria. En ella trabaja desde hace décadas y fue el impulsor y formador del equipo de seglares (casi todos miembros del Regum Christi) que dirigen le centro universitario privado madrileño. Es, además, el hombre de confianza del provincial, Padre Delgado.

Juan Carlos Ortega tiene reconocimiento especialmente en el campo formativo. Especialista en cursos y ejercicios espirituales a monjas, pasa por ser un gran formado en espiritualidad.

Volver arriba