José Cerviño. Obispo de Tui-Vigo entre 1975 y 1995 "He vivido años difíciles de seminarista y obispo pero nunca me faltó la fe"
Ayer monseñor Cerviño puso el retrovisor de su memoria sobre sus andanzas infantiles en Aldán, sus estudios en los seminarios de Tui, Santiago y Salamanca, su nombramiento como Rector del Seminario Mayor y luego Menor de Santiago, su entrada en el obispado de Tui-Vigo... Hoy hablaremos de su etapa como obispo, sus aficiones, viajes, alguna anécdota que destaca... Lo recuerda junto a Fernando Franco en Faro de Vigo.
Imposible hacer mención aquí de los servicios que prestó en muy diversos ámbitos del apostolado eclesial, entre otras cosas por no hacer aburrida esta aproximación biográfica. Toda una trama de obligaciones que incluía nombres tan pomposos como Juez Prosinodal del Provisorato, Prefecto de latinos y filósofos (Director de Disciplina), Juez Prosinodal de la Curia, Canónigo Penitenciario...
Años difíciles. Decimos que le tocaron años difíciles a monseñor, tanto como seminarista como a su llegada al obispado, tras la llegada de la democracia. Pero también es verdad que, como recordaba Ceferino de Blas en un artículo sobre su trayectoria, "fue de la generación de obispos del Concilio Vaticano II, de los que nombró aquel Papa del diálogo, de la duda fecunda, que supo conciliar a la Iglesia con los intelectuales, los artistas, el mundo moderno... "Aquella etapa de la Transición -dice- en que se aplaudía a Beatles o Rolling, tiempos en que el PC y CCOO buscaban colaboración de militantes cristianos... Una época de encrucijada, de asalto a todo lo que pareciera viejo o desechable, de invasión de nuevas ideas, de enfrentamientos entre integristas y renovadores... y, como a otros obispos, le tocó hacer de apagafuegos y maestro de la tolerancia". Monseñor Cerviño reconoce que tuvo que hacer frente a "años de secularización en el campo de las conciencias, olvidándose de toda norma; admitiendo sólo el parecer de cada uno; imponiéndose cada vez más los criterios laxistas en la moral prematrimonial y matrimonial; lanzándose a la vida desmesurada del lucro..." Monseñor hace suya una frase de Tagore: "He visto un cristianismo de domingo y un paganismo de a diario". Pero fueron años también del Concilio Pastoral de Galicia y para él sirvieron "de cauce providencial para aquel momento posconciliar".
Una anécdota. Entre las anécdotas que él cuenta porque le conmovieron especialmente está una labrada en los días en que estuvo hospitalizado en Vigo por un infarto y compartió habitación con un niño de nueve o diez años, Eduardo Uriz, afectado de leucemia. "Una estampa que mostraba -comenta él-, a pesar de la diferencia de edad, la igualdad de ambos ante el dolor y la impotencia ante la enfermedad". Por desgracia el niño fallecería poco después, lo que impactó profundamente al obispo "al ver cómo un hombre con la vida hecha como él sobrevivía y un niño con la vida por hacer la perdía".
Los viajes. Entre las aficiones que él suele indicar como preferidas están los viajes, junto a la música clásica (él mismo fue miembro de una Scola Cantorum) y la lectura. "Me gustó siempre viajar y conocer nuevos lugares dentro de las posibilidades de mi cargo -comenta- y me interesan el arte y el paisaje. A lo largo de mi vida hice escapadas por unos días con un pequeño grupo de amigos con los que recorrí muchos pueblos de España, disfrutando muy especialmente con las giras marítimas. Ya en relación con mis obligaciones, tuve que hacerlo por congresos eclesiales, visitas del Papa a España o al Papa en Roma... Visité Italia. Brasil, Perú, Ecuador, Venezuela, Polonia, Tierra Santa..."
La amistad y el carácter. Un cumplidor meticuloso a la hora de felicitar amigos o estar presente en acontecimientos luctuosos y un ser humano que valora mucho la amistad, aunque sus principales amigos se le hayan ido muriendo. Le pregunto a cuáles citaría en el ámbito cultural, señala varios aunque no quiere decir nombres "para no herir a otros" pero señala a uno "vecino de la Colegiata" que uno se arriesga a decir que es Xaime Illa Couto. En cuanto a su trato con con los obispos es directo y cordial (no todos son así), según quienes le conocen.
Un tipo optimista. ¿No hay una pérdida masiva de fe? le pregunto. "Efectivamente hay fallos en la fe y más en los varones pero también hay presencia en actos religiosos. Hay mucha gente unida a la Iglesia, cooperando y sacrificándose por ella. Yo soy optimista porque es una actitud necesaria para hacer frente a la realidad que a veces se muestra díscola o alarmante", nos dice este obispo nonagenario que, en su retiro, ha vuelto a su casa natal de Aldán aunque la comparta con la Residencia Sacerdotal de Vigo, obra de su etapa.