La mañana de hoy me sorprende con la irrupción cultural y emocional de algo muy importante para mi entorno social y para mí mismo. En escena aparece con fuerza no solo la Santina, sino también Covadonga, pues un día como hoy del año 722 tuvo lugar la “batalla de Covadonga”, considerada la primera escaramuza militar de la larga reconquista de España frente al Islam. No es cuestión de pararse ahora a dilucidar cuánto hay de histórico y cuánto de legendario en lo que, cultural y religiosamente, se ha convertido en el punto de partida de una larga gesta gloriosa. En el fondo, hay un punto de verdad en el orgullo de no pocos asturianos cuando, puestos a presumir de su terruño, dicen que “España es Asturias y lo demás, tierra conquistada”, consuelo que viene a tapar seguramente carencias o deficiencias.

Lo importante hoy, y más en las postrimerías del mes de mayo, el mes católicamente valorado como “mes de María”, el de las “flores a porfía” de mi infancia, es dirigir una mirada limpia y receptora hacia Covadonga para captar, en un paraje tan singularmente bello, la presencia de María, diluida en el fervor de cientos de miles de peregrinos que cada año pasan por allí para depositar en una impresionante cueva, abierta casi en el centro de un impactante roquedal, sus angustias, sus problemas y sus infinitas ansias de bondad y paz. Se corta en el aire la densidad de las emociones y se ven rodar muchas lágrimas cuando lentamente uno recorre, con recogimiento y a la sola luz de velas encendidas, el pequeño túnel que va de la plaza de la basílica a la gruta para saludar a la Santina y confiarle esperanzas y secretos.

Desde luego, en Covadonga hay un algo que flota en el ambiente, que se adhiere a la roca y que hace vibrar el corazón de cuantos visitan tan bendito lugar, exactamente lo mismo que sucede en tantísimos otros santuarios marianos a lo largo y ancho de toda España. ¿Alguien podría imaginar un grupo de terroristas reuniéndose en Covadonga para tramar un atentado? ¿Elegirían ese lugar los mediocres políticos a que estamos acostumbrados para urdir campañas de desprestigio de sus oponentes? ¿Acudirían tal vez allí altos potentados de la economía para, en medio de tanta desazón y carencias de la mayor parte de la población, trazar planes para salir a flote aupándose sobre los hombros de sus “esclavos”? Obviamente, la respuesta es “de ningún modo”, pues allí acuden solo gentes sencillas y humildes en busca de consuelo y fuerza. Claro que también pueden acudir todos los aludidos, pero primero tendrían que despojarse de los pesados ropajes de sus mezquinos intereses.

No son muchas las veces que he ido a Covadonga, pero sí lo he hecho algunas y, sobre todo, cuando me ha tocado pasear por Asturias a amigos que vienen de fuera. Es algo que siempre me ha llenado de orgullo y emoción: el orgullo de contar en Asturias con algo tan bello como Covadonga y la emoción de vibrar, al unísono, con los millones de personas que allí han depositado emociones y vivencias muy íntimas. Recorriendo un entorno tan pequeño, se palpa en el ambiente la presencia de tantos seres humanos sufrientes y de una Virgen pequeña, humilde, la del canto del Magníficat, convertida en Madre de Dios y de todos, que expresa en la consistencia de una montaña rocosa la fuerza de un pueblo indomable, dueño de su destino. En Covadonga se inició entonces la reconquista y a la Santina puede confiársele ahora la unidad de los españoles, tan necesaria para rematar el virus que nos corroe, y pedirle que aligere de intereses torvos la mochila de cuantos políticos tienen la obligación de sacarnos del secarral económico que atravesamos.

Muchos años después de la “batalla de Covadonga”, pero también un 28 de mayo de 1961, el periódico inglés The Observer publicaba un artículo de Peter Benenson, titulado “Los presos olvidados”, que desencadenaría de inmediato la creación de Amnistía Internacional (AI). Es otro tema que también hoy me llega al corazón, pues durante algunos años me tocó ocuparme del grupo de AI que habíamos creado en Mieres. Era mucho el trabajo que esa responsabilidad imponía, y más si, como fue el caso, al mantener durante 18 meses un programa semanal de una hora de duración en una emisora de radio local.

Desde luego, ninguna otra organización internacional ha luchado más por los derechos humanos, sobre todo en el campo de los “presos de conciencia” y de los “condenados a muerte”. De todos es conocido que, para AI, presos de conciencia son cuantos, sin haber delinquido a la hora de defender sus propios derechos de pensamiento, de creencia, de sexo o de etnia, son encarcelados. Que AI reconozca a un recluso como “preso de conciencia” equivale a adoptarlo  como un hijo al que ya nunca abandonará, pues estará pendiente de él y luchará por su libertad hasta conseguirla. De ese trabajo se encargarán uno o varios grupos de AI de todo el mundo, recabando información y emprendiendo cuantas acciones de presión se crean necesarias para esclarecer los hechos y conseguir una libertad justa.

Igual tesón pone AI en la lucha incondicional contra la pena de muerte en todo el mundo. Hacer una sola excepción equivale a justificar todas las penas de muertes. El principio del procedimiento es tan básico y simple como contundente e incontrovertible: el principal bien de un ser humano es su vida. Al arrebatarle a alguien la vida, se le niegan todos los derechos. De no retroceder a la ley del talión o ley del más fuerte, la ley de la selva, es preciso preservar en toda circunstancia la vida del delincuente, al menos para darle la posibilidad de arrepentirse y de reparar los daños que haya causado. Además, un hecho mil veces probado es que han sido ajusticiados muchos inocentes. Ningún poder público, otorgado solo para servir al pueblo, puede abrogarse el derecho de matar a un solo hombre contraviniendo su misma razón de ser.

Referiré brevemente una anécdota sobre el tacto y la finura con que  AI procede en sus determinaciones. En aquellos años nos tocó ampliar el elenco de los presos de conciencia a los homosexuales que lo eran por su sola condición de tales en algunas partes del mundo. Dada la hipersensibilidad que el tema despierta en algunos lugares, era muy delicado ponerlo de relieve. Se nos pidió nuestro parecer a ese respecto y se nos ofrecieron varias opciones. Para no remover las aguas ni incomodar a nadie, desde el primer momento me decanté por la más fácil, sencilla y cómoda, que fue la que a la postre resultó ganadora: ampliar el sentido de “preso de conciencia por su sexo”, entendido solo como referencia a la condición de hombre o mujer, también a la orientación sexual. Así no hizo falta cambiar ni siquiera una coma de las disposiciones a la hora de aceptar como presos de conciencia a los que lo eran por su homosexualidad. Desde ese momento, AI comenzó a trabajar por su libertad con total normalidad y sin escándalo de nadie.

En nuestro desayuno de hoy tenemos a Covadonga, que inicia la reconquista de nuestra condición de españoles, y a  AI, que rescata de las cárceles a cuantos seres humanos han sido condenados solo por la forma en que son tales y trata de liberar a todos los delincuentes de la pena de muerte. Dos puntos de referencia, uno que nos sitúa en mayo como un mes especial para la fe cristiana, confiada al cuidado maternal de María, y otro que nos recuerda la envergadura de la condición humana que no es ni una carta ni una ficha en el juego político, sino el señorío que genera ese juego para su propio servicio. ¡Que aproveche!

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