Lo que importa – 67 La experiencia religiosa

La fe, adhesión emocional, racional y social

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En la presentación del libro Del Dios de Job al Dios de Auschwitz que venimos haciendo ya hemos vito que no existe un sufrimiento humano genérico: cada ámbito vital, deteriorado o destruido por sus propios contravalores, padece un sufrimiento específico, irreductible a los demás, según Eladio Chávarri. El sufrimiento de Job, del que trata este ensayo, es de orden religioso; por ello, en esta quinta reflexión sobre dicho libro buscamos comprender qué función desempeñan los padecimientos en la relación del ser humano con el Dios de la tradición judía y cristiana. O también, de qué imagen de Dios son reflejo ciertas explicaciones teológicas de sufrimientos tan concretos como el de Job.

Una imagen de Dios en cada experiencia religiosa

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El término “experiencia” presenta múltiples estructuras intelectuales, unas simples y otras complejas. Al igual que el sufrimiento, nuestro filósofo Chávarri estudia la experiencia como eje fundamental. En ella nacen, crecen, menguan y mueren los valores y contravalores. Baldo trata de completar su armazón formal general con el contenido específico de las experiencias religiosas judía y cristiana, pues el Dios de ambas es el objeto del libro que presentamos.

1. Definición de experiencia

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La experiencia es el trato vital específico que las personas mantienen con seres concretos, con el fin de asimilarlos para desarrollar o deteriorar alguna dimensión humana. Es decir, los entes pueden tanto aportar valores como provocar contravalores. Dado que la vida tiene múltiples manifestaciones vitales, cada experiencia influye en una vertiente humana particular.

2. Estructuras de la experiencia

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Para que una experiencia exista, se requieren condiciones necesarias y suficientes, que formarán un marco experiencial que se compone de cuatro estructuras: entitativa, de equipamiento, racional y social.Estas estructuras constituyen el esqueleto o el armazón formal de toda experiencia, que ha de rellenarse de contenidos específicos con los seres concretos con que se relaciona. En nuestro caso, hablamos de tratos con Dioses concretos, como Amón Ra, Zeus, Venus, Wiracocha, Hunab Kultzamná, Tor, Yahvé, Abba de Jesús, Alá, etc.

a) Estructura entitativa

Las experiencias religiosas tienen como entes a los dioses. Los dioses solo existen como tales dentro de la experiencia con ellos, al igual que los valores y contravalores. La madre es tal solo en la experiencia de la maternidad.

b) Estructura de equipamiento

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Incluye capacidades, actividad, disposiciones afines y recursos:

Capacidad de ser afectados por Dios. Activación: si no se realizan las actuaciones adecuadas, esa capacidad permanece vacía (potencia vs acto). Los dioses también deben corresponder con su acción. El libro de Job critica la aparente inhibición divina en su Alianza. Los filósofos suelen reducir la actividad humana al plano ético, y también los estudios de Job tienden a ver a Yahvé como un Dios moral. Job reprocha a Dios por no satisfacer la justicia retributiva en su caso. Aun así, excluir la moral del análisis resultaría antropológicamente incorrecto. Fe como disposición: no es solo cognitiva (“creer lo que no ves”); es adhesión total —emocional, racional, social— a alguien o algo. Jesús reprocha a quienes, habiéndolo visto, no tienen fe (Jn 6,36).

c) Estructura racional

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La experiencia requiere racionalidad como estructura, aunque también puede contener irracionalidad. Muchos afirman que la razón es inútil para conocer lo divino, y que solo un conocimiento “sobrenatural” aporta alguna claridad. Job, tras protestar, aceptaría así el misterio insondable de Dios. Pero Baldo advierte que definir el actuar divino como misterioso puede justificar atrocidades sufridas por creyentes, especialmente marginados, y beneficia a quienes disfrutan del privilegio de liderar el acontecer humano. No hay razón religiosa sin experiencia con lo divino, como no hay aritmética sin experiencia con los números. Algunas religiones, como la cristiana, nunca han revelado completamente a su Dios en ninguna cultura; las inculturaciones parciales suelen volverse exclusivas, perdiendo riqueza experiencial.

d) Estructura social

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La comunidad es imprescindible: enseña, valora, critica y equipa. No existe un modelo comunitario universal: cada experiencia religiosa requiere comunidades peculiares. Las comunidades evolucionan: ejemplo, la comunidad judía antes y después del exilio en Babilonia, cuya orientación teológica —más o menos tradicional— afecta la interpretación del libro de Job.

3. Reflexiones finales

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Las cuatro estructuras señaladas están interrelacionadas; analizar una aisladamente conduce a una comprensión reduccionista. La experiencia transforma al ser humano y al ente: sentidos, imaginación, razón, sociabilidad… todo se transfigura. Cada experiencia genera modos diversos de ser (un teósofo no mira la estrella polar igual que un navegante). No hay un “yo” definitivo ni un Dios estático: ambos se hacen y se transforman con cada experiencia teologal. Finalmente: ¿nos humaniza más el ser humano con este Dios o sin él? Quizá esa sea la pregunta más profunda sobre la utilidad de una religión.

4. Concluyendo

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Como cierre valorativo de esta reflexión, concluyo con el siguiente texto de la página 48: Los seres solo se manifiestan de modo específico en la experiencia apropiada. El astro sol, por ejemplo, solo existe como tal para los que tienen una experiencia astrocientífica. Fuera de ella, podemos percibirlo como calentador, luminaria, bronceador, etc., pero no como astro. Pero hay más: la experiencia astrocientífica es la que instituye al sol como astro y al astrocentífico también como tal. Igual sucede con la experiencia de la maternidad: constituye a la madre en madre y también al hijo en hijo. Pues bien, la experiencia religiosa no es una excepción: los Dioses y los humanos en cuanto creyentes solo existen como tales dentro de las experiencias religiosas; y son estas las que erigen a los Dioses en Dioses y a los humanos en religiosos. Fuera de dicha experiencia, por tanto, no hay Dioses -al menos como Dioses- ni seres humanos religiosos. Es lógico, según esto, que el ateo niegue la existencia de Dios como Dios: no desea ni tiene experiencia de Dios y, por tanto, para él no existe. Tampoco existen las relaciones matemáticas para quien carece de ellas y, además, se niega a tener experiencias de ellas. Es evidente que todas las actuaciones de Job están teñidas de religiosidad y así hay que comprenderlas.

Ya en la página anterior, Baldo había precisado que los Dioses son, cuando menos, seres transformados por los seres humanos. Determinar, además, si los Dioses son únicamente transformados o, por el contrario, han sido hechos completamente por los humanos, es tarea imposible para nuestra razón.

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