El vengador sin piedad

Bajar de la cruz a los crucificados de nuestro tiempo

El pecado y la ¿fiesta de hoy de exaltación de la santa cruz?

Bajar de la cruz a los crucificados de nuestro tiempo

El político y filósofo romano Cicerón consideró la crucifixión como el castigo "más cruel y aterrador" que podía existir. Le seguían la cremación y la decapitación. Jesús de Nazaret fue víctima de la peor, la crucifixión, además de la flagelación, en la cual ya morían algunos reos.  Era una combinación de crueldad absoluta, de terrible sufrimiento y de espectáculo para infundir el mayor terror posible en la población, y así tenerla sometida y subyugada, especialmente a los esclavos del Imperio Romano, calculados entre 5 y 10 millones, o sea, entre el 10 al 20 % de la población.

Jesús, el hombre que transformó al mundo con un mensaje de paz, justicia y amor fue uno de tantos, que agonizó en una cruz, un castigo cuyo origen se remontaba a varios siglos antes, procedente de asirios y babilonios, e importado de Persia por los romanos. Fuente: World History Encyclopedia.

Jesús fue condenado a muerte de cruz por motivos religiosos y políticos. Religiosos: Las autoridades judías, lideradas por el Sanedrín (Consejo supremo y tribunal de justicia del pueblo judío, con autoridad religiosa, judicial y administrativa), entendieron que era una gran blasfemia que Jesús se proclamase Hijo de Dios, y lo veían como una amenaza a su autoridad y privilegios porque el pueblo se alejaba de ellos y seguía a Jesús, que los acusaba de oprimir y aprovecharse de la gente para mantener sus privilegios, imponiendo grandes cargas a los demás y sin mover un dedo para ayudarles a llevarlas. Políticos: A la vez ellos lo acusaron falsamente ante el Gobernador romano de soliviantar al pueblo y decir que El era Rey de los Judíos, lo que implicaba una amenaza directa contra el Estado Romano.

Cuenta el Evangelio que Juan Bautista, al ver a Jesús que se acercaba exclamó: “este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

La idea del pecado, asociada al mismo tiempo a la del infierno como castigo del mismo por ser una terrible ofensa a Dios, fue uno de los más grandes martillos, usado durante siglos por la Iglesia oficial para mantener a sus fieles sumisos, dominados, manipulados, obedientes y dóciles. Nada más lejos de Jesucristo y su mensaje, porque:

-El pecado es simplemente el mal que hacemos, a nosotros mismos, a los demás o a la creación, o el bien que dejamos de hacernos a nosotros mismos, a los demás o a la creación.

-El pecado no ofende a Dios absolutamente en nada. Solo lo rechaza por el mal que causa al ser humano o a la creación.

-Dios no necesita ningún sacrificio reparador de nadie.

-La muerte de Jesús no fue una ofrenda a Dios por los pecados del mundo.

-La muerte de Jesús no fue cargar con nuestros pecadoscomo víctimapropiciatoria de un ser humano ofrecida a Dios para reparar las graves ofensas de los hombres a Dios.

-La muerte de Jesús no fue una víctima exigida por Dios para sentirse reparado de las ofensas de los hombres. Esto sería ser un dios, cruel, tirano, justiciero, vengativo, sádico…, que exige ser expiado.

-Dios “no es un vengador sin piedad”. El infierno no es una venganza de Dios, ni un castigo reparador, pues Dios no necesita ser reparado de nada, ni por nadie.

Jesús dice: “quien me ve a mi ve al Padre”. Por tanto, Jesús es la verdadera imagen de Dios. Dios es lo que vemos en Jesús.

¿Qué vemos en Jesús? Preocupación por los enfermos, por lo hambrientos, por los marginados, por los débiles, por los despreciados, por los indefensos, por los emigrantes, encarcelados...

¿Qué vemos en Jesús? Bondad, ternura, compresión y compasión, perdón, fraternidad, amistad, sensibilidad, delicadeza y acogida.

¿Qué vemos en Jesús? Hambre y sed de justicia, de amor y vida, de paz, de igualdad, de solidaridad, de verdad.

¿Qué vemos en Jesús? Honradez, lealtad, misericordia.

Todo eso es lo que vemos en Jesús. Por tanto, todo eso es Dios. Todo eso es lo que debemos ser nosotros. Jesús mismo dice: “yo he venido para que todos tengan vida y vida en abundancia”. Nuestra misión en este mundo es luchar con El y como El para que haya vida en abundancia para Todos los Seres Humanos y para Toda la Creación.

Por tanto, quitar el pecado del mundo es quitar las injusticias, el hambre, las guerras, la violencia, el odio, los malos tratos, los abusos, los engaños, las mentiras, las desigualdades, todo aquello que hace sufrir al Ser Humano o a la Creación. Todo eso es el pecado que vino a quitar Jesús del mundo, que ahora es tarea nuestra. Creer en Jesús es seguirlo a El para hacer en este mundo lo mismo que El hizo: eso es la fe. Seguir a Jesús es destruir toda clase de sufrimientos injustos y evitables que hay en el mundo, es bajar de la cruz a los muchos millones de seres humanos que hay en el mundo clavados a las cruces del hambre, de las enfermedades evitables, de la ignorancia, de las horribles guerras (como en Gaza, en Ucrania, en Sudán y tantos sitios más), sometidos a un trabajo indigno o mal remunerado, a la violencia de género, al machismo que no pocas veces llega a ser mortal, a la emigración forzosa que tantas veces termina en muerte en los cementerios del Mediterráneo, de los desiertos del Sahara o Arizona por temperaturas extremas y hambre.

¿Fiesta hoy de la exaltación de la santa Cruz? Millones de seres humanos y millones de criaturas murieron a lo largo de la historia y siguen muriendo hoy, víctimas de una muerte injusta y prematura: si murieron y mueren para quedar muertos ya nadie les puede reparar un daño tan grande, ya solo la resurrección lo puede hacer. La resurrección reparadora de todo mal nos viene por la Resurrección de Jesucristo, no por su muerte. Por tanto, es la Resurrección lo que realmente nos salva. Jesús fue digno de que Dios le devolviera la vida con la Resurrección por su compromiso total con el ser humano, poniéndose de parte de los oprimidos y denunciando a los opresores, para que estos dejasen de oprimir y los oprimidos de sufrir la opresión y así vivir todos a dignamente. Pero ese compromiso llevó a Jesús a ser perseguido sádicamente por los opresores hasta tener que asumir la peor muerte de todas, por lo cual Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre (Ver Carta de san Pablo a los Filipenses 2,5-11), que a su vez vincula nuestra Resurrección a la Resurrección de Jesús (1ª Corintios 12,15), y a su vez es el propio Jesús el que así lo hace (ver Evangelio de Juan 6,39-40). Por eso, más que hablar de la Exaltación de la Cruz debemos hablar, con inmensa gratitud de la exaltación de Jesús Resucitado para la plenitud de la Vida para El, para todos los seres humanos y para toda la creación que también ansía participar de esa Gran Plenitud de Vida (Ver Carta a los Romanos 8,18-23). León XIV nos recuerda que cuidar de la Creación es también cuestión de fe y humanidad. Pero estamos tan imbuidos del más absoluto neoliberalismo que hay muchos que ven como normal la opresión y a los opresores, así como la riqueza de los ricos y la miseria de los empobrecidos.

Jesús lo sintetizó todo en un único mandamiento promulgado por primera vez en la historia de la humanidad, que El formuló así: “un mandamiento nuevo os doy,  que os améis unos a otros”, y lo repite: “este es mi mandamiento, que os améis unos a otros, como yo os he amado”. Donde hay amor, no hacen falta leyes. Donde no hay amor, no hay leyes que valgan.

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