Francisco en Perú: “Unidos en la esperanza”


Esperanza es lo que despierta Francisco y no ha sido menos en su viaje a Perú. El lema ya lo decía todo pero cada acto y palabra del Papa lo confirmaron. Situado en el corazón de la Amazonía, una vez más puso en primer plano un desafío actual: el cuidado de la casa común pero en el horizonte de una ecología integral, es decir, devolviendo la dignidad a los pueblos originarios que por siglos han sido invisibilizados, explotados, violentados, a quienes se les quiso robar su cultura y su sabiduría ancestral pero a los que hoy el Papa llama: “auténticos y primeros interlocutores” de cualquier decisión que se tome en las tierras que les pertenecen. Por eso, el encuentro con los pueblos originarios en Puerto Maldonado fue muy conmovedor. Ellos exigieron sus derechos y con sus trajes, bailes y lenguas propias, defendieron su dignidad y afirmaron que no están dispuestos a dejársela quitar una vez más. Y el Papa apoyó esas peticiones proclamando la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas. Más aún, la lectura de algunos extractos de la Laudato Si en lenguas autóctonas, mostraba esas palabras proféticas que trae la encíclica y que van en perfecta consonancia con la urgencia de liberación que actualmente tiene no solo la creación sino todos los pobres, entre ellos, los pueblos indígenas. En otras palabras, el Papa apoyó incondicionalmente la pluralidad eclesial abogando por una iglesia con rostro amazónico e indígena y señaló el Sínodo de Amazonía del 2019 como momento privilegiado para que todo eso pueda ser realidad.
Dirigiéndose a la población de esa misma región Francisco fue enfático: “Ustedes no son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros: ustedes”. Y evocó a María como madre lo cual los hace hijos, familia, comunidad. Con la Virgen no desaparecen los problemas pero ella fortalece para enfrentarlos. El Papa denuncia que “algunos quieren volver esa tierra anónima, un lugar para comercializar y explotar”, como consecuencia lógica de la cultura del descarte que quiere tratar a la creación y a las personas con la lógica del uso irracional para aprovecharse y dejarlas luego como “inservibles”. Se refirió también a la trata de personas y algo aún más grave: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual y esclavitud del lucro. Por todo esto el Papa les animó a seguir organizándose en movimientos y comunidades de todo tipo para superar las situaciones que los agobian. Y esto, porque la salvación no es abstracta sino concreta. Dios mira personas concretas, rostros e historias concretas. De ahí la necesidad de amar la tierra, sentirla suya, enamorarse de ella para cuidarla y preservarla para sus hijos. A los jóvenes del Hogar El principito les invitó a no renunciar a sus sueños, no contentarse con ser “vagón de cola”, sino motor que empuje una historia nueva para ellos. Preservar sus tradiciones y desde ellas seguir construyendo un mundo para todos y todas.
Uno de los temas que acompañó la visita del Papa en Perú fue el tema de la mujer. Definitivamente para todos aquellos que les cuesta que ese tema se privilegie y dicen que no hace falta más denuncias al respecto, Francisco les muestra con sus palabras la urgencia del mismo y la necesidad de no callarlo. Cabe anotar que en sus discursos saluda con el masculino y el femenino “Hermanos y hermanas” (muchos siguen resistiéndose a este lenguaje inclusivo) y no teme decirlo con todas las letras: “todavía hoy, hay muchas mujeres desvalorizadas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No podemos naturalizar la violencia, tomarla como algo natural. No se puede sostener la cultura machista que no asume el papel protagónico de las mujeres en sus comunidades. No se puede mirar para otro lado y dejar que se pisotee la dignidad de las mujeres”. También en la celebración mariana se refirió al feminicidio como una plaga que afecta nuestro continente y frente a la cual hay que luchar con una legislación y una cultura que repudie toda forma de violencia contra la mujer.
Para todos aquellos que siguen insistiendo en la separación entre fe y política, una vez más, el Papa mostró la dimensión política de la fe y con su lenguaje claro y directo interpeló, desde lo que Él es – un hombre de fe- a las autoridades del país: Hay que luchar no solo contra la degradación ambiental sino también a esa otra degradación que lo contamina todo. “la corrupción. Cuánto mal hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese ‘virus’ social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados”. Exhortó a una cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil, sin excluir a las organizaciones eclesiásticas. “Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”. Perú tiene que ser una tierra para todos y no para unos pocos, un Perú con espacio para todas las sangres.
En Trujillo, se privilegió la valoración y vivencia de la religiosidad popular. Esa fe sencilla, herencia del pueblo latinoamericano que lo invade todo y da ese cariz profundamente católico a estas tierras, especialmente, con el amor a la Virgen, en la advocación de la Virgen de la Puerta, a la que el Papa llamó también madre de la esperanza y de la misericordia. En ese contexto, al dirigirse a los sacerdotes, religiosos/as y seminaristas les recordó que fue en esa piedad popular en el que conocieron a Dios y no deben dejar de beber de esa fuente. “Memoriar” esa vocación primera para que el árbol de la vocación tenga raíces fuertes que la mantengan viva. Liberarse de los mesianismos y autoritarismos que desdicen de la vocación al servicio al que están llamados. No han de ser profesionales de lo sagrado sino contagiar el amor a Jesús con la fuerza del testimonio.
En Trujillo también se solidarizó con todos los afectados por los fenómenos naturales y que aún hoy no han podido reconstruir sus hogares. Además se refirió a toda la violencia organizada como el sicariato, la inseguridad, la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente, en los más jóvenes que les impide construir un futuro con dignidad. Todas esas situaciones que destruyen la confianza mutua e impiden construir una red de contención y esperanza, no puede tener la última palabra. Por eso hay que llenar la vida de Jesús y no dejarse robar la esperanza. Ese encuentro con la población lo terminó pidiéndole a todos que cantaran la marinera virgencita de la puerta que tanto expresa el sentir del pueblo creyente.
Con las religiosas de vida contemplativa el Papa rezó la hora tercia y las animó a renovar su llamado, dejando de lado los corazones encogidos que han perdido la fecundidad y les impide vivir su vocación misionera y universal. Ellas son necesarias en la vida de la Iglesia porque su oración es imprescindible para presentar a Dios las necesidades del mundo, “sin vergüenza”, como hicieron los que bajaron por el techo al paralítico para que Jesús lo curara. Es decir, la contemplación no las exime de sentir el sufrimiento del mundo y trabajar por él desde su vocación específica. Una nota menor: les dijo que no fueran “chismosas” y comparó el chisme con el terrorismo, como una bomba que causa mucho mal. Es verdad que el chisme causa mucho mal. Pero personalmente creo que es necesario superar el estereotipo de “mujer chismosa”. ¿Habría dicho esto el Papa a los varones monjes o religiosos? Creo que no. Y el chisme existe en todos los seres humanos y hay que combatirlo. Pero las mujeres no somos las únicas depositarias del mismo.
En el discurso a los Obispos, a partir de la historia de Santo Toribio de Mogrovejo, los invitó a salir de sus comodidades para llegar a los destinatarios. Querer llegar “a la otra orilla” y llevar el evangelio con la audacia con que lo hizo Santo Toribio y su capacidad de amar a aquellos pueblos, aprendiendo su lengua y defendiéndolos por encima de todo. Una iglesia que, como lo dijo también en su discurso, ha de cuidarse de la tentación de la división y debe promover la unidad que no es ajena a los conflictos pero que pasa por el diálogo honesto y sincero. Una iglesia que no puede dejar la situación social de lado sino que esta forma parte de la evangelización porque la caridad siempre va de la mano de la justicia y por eso, es inherente a ella, denunciar todo lo que atente la vida de todos pero, sobre todo, de los más pobres y vulnerables. Se podría decir de este discurso “El que quiera entender que entienda” (Mc 4,9), como dice el pasaje de la parábola de la semilla porque más claro no puede hablar el Papa a los jerarcas de la Iglesia, ojala entiendan todo lo que les dice de tantas maneras.
Dirigiéndose a la gente reunida en la Plaza de Armas le invitó a hacerse una pregunta: ¿qué me confío el señor? porque en esa tierra “ensantada” (haciendo referencia a los santos peruanos frente a los cuales el Papa hizo una oración) Jesús les invitó a seguirlo y a pedirle las fuerzas para poder hacerlo de verdad.
Finalmente con una multitudinaria misa en la Base aérea de Las Palmas terminó su viaje por Perú hablando de lo que lleva su corazón: los pobres, los marginados, los excluidos. Refiriéndose a las grandes ciudades dijo que algunos consiguen tener los medios adecuados para vivir pero son muchísimos los “no ciudadanos”, “los ciudadanos a media” o los “sobrantes urbanos” que están al borde de nuestros caminos, que van a vivir a las márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para llevar una vida digna y duele constatar que muchas veces entre estos “sobrantes humanos” se encuentran rostros de tantos niños y adolescentes. Se encuentra el rostro del futuro”. Esta situación revela una sociedad cruel e inhumana. Ante esto cabe preguntarse: “¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos? Hoy el Señor te invita a caminar con Él la ciudad, te invita a caminar con Él tu ciudad. Te invita a que seas su discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida: ¡Alégrate, el Señor está contigo!”.
Se acabó la jornada, el Papa volverá a Roma. Como en todas sus visitas son muchos los gratos y buenos sentimientos que suscitó con su presencia. Son muchas e intensas las palabras que pronunció todas ellas “cargadas de evangelio”. Pero como ya lo dije antes, la parábola del sembrador se hace actual. Las semillas se han esparcido por todas partes pero, ¿entenderemos lo que nos ha dicho? Ya que el Papa invitó con tanta fuerza a la esperanza, desde allí quiero concluir con esperanza: tanta semilla ha de florecer en esas tierras y en nuestra iglesia universal. Pero sinceramente, como tanto repite Francisco, recemos por cada uno de nosotros para que escuchemos en verdad y pongamos en práctica tanto que hemos visto y oído en estos días.
(Foto tomado de: http://www.la-razon.com/mundo/Francisco-Puerto-Maldonado-Foto-AFP_LRZIMA20180119_0038_11.jpg)
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