La Iglesia colombiana: una Iglesia en salida misionera

Comenzamos el año y se siente un impulso renovador en todo lo que hacemos. Ese mismo Espíritu de cambio ha de verse reflejado en nuestra experiencia eclesial. En este sentido, el XII Congreso Nacional Misionero de Colombia a realizarse del 26 al 29 de mayo de este año, en Bucaramanga, es una excelente ocasión para desplegar la dimensión misionera en nuestras iglesias particulares.
Este congreso auspiciado por la Comisión Episcopal de Animación Misionera, las OMP de Colombia y la Arquidiócesis de Bucaramanga recoge el impulso de la V Conferencia General del Episcopado en Aparecida al discipulado misionero como también la constante alusión del Papa Francisco a la Iglesia “en salida”: “Salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).
La historia de estos congresos comenzó con la petición que la primera santa colombiana, Laura Montoya, le hizo al Nuncio Roberto Vicentini, de que realizara un congreso misionero. Eso fue en el año 1924 y, a partir de ahí, no han dejado de celebrarse con cierta periodicidad.
En ese primer congreso, una de sus líneas de acción fue continuar con la publicación del Boletín de Misiones que, posteriormente se transformó, en la actual Revista Misiones. Los lemas de los siguientes congresos nos permiten hacernos una idea del camino recorrido y los énfasis señalados en esos momentos particulares. Es así como en 1977, el II congreso se realizó bajo el lema “Ser cristiano es ser misionero”. De alguna manera fue otra forma de hablar del discipulado misionero, como dos caras de la misma moneda, señalado tan claramente en Aparecida.
El III congreso (1982) tuvo como lema “Salvación universal: compromiso de Colombia católica” y el IV Congreso (1987) “Colombia, llegó tu hora de ser evangelizadora”. Como puede verse, en estos congresos se invocaba la identidad católica de nuestra patria y la urgencia de fortalecerla con una evangelización eficaz.
El V Congreso Nacional Misionero (1988) se realizó en homenaje al centenario del nacimiento del Obispo misionero, Monseñor Miguel Ángel Builes. El VI congreso (1991) pretendió proyectar a nivel nacional la Redemptoris Missio y las conclusiones del COMLA IV. El VII congreso (1994) invitó a hacer del congreso una experiencia que fuera imposible dejar de comunicarla: “Venimos, experimentamos y anunciamos”. El VIII Congreso (1988) de nuevo explicita el compromiso con la patria buscando que esta sea un foco fecundo de misioneros: “Colombia, fortalece tu fe: Envía mensajeros”. El IX Congreso (1999) fue ocasión para celebrar las Bodas de Diamante de las OMP en Colombia. El X Congreso (2002) anunció ese dinamismo de salir de la propia comodidad, invitando con su lema a llegar a muchos: “Iglesia Diocesana, sal de tu tierra”. Finalmente el XI Congreso (2010) buscó aterrizar las conclusiones de Aparecida en la Iglesia colombiana mostrando la centralidad de Jesucristo en la constitución de una Iglesia “en permanente estado de misión”: “Con Jesús, por el camino y en la mesa”.
Este breve recorrido nos anima a prepararnos para el XII Congreso Nacional Misionero cuyo lema “¡Somos Iglesia colombiana en salida misionera!” nos invita a vivir decididamente la identidad misionera, en el seno de nuestras propias comunidades. De hecho en la Redemptoris Missio (No. 33) se señalan tres niveles para vivir la misión: al interior de las propias comunidades, con aquellos cristianos que se han alejado de la Iglesia y con los que necesitan de un primer anuncio porque no han escuchado hablar de Jesucristo. El XII Congreso quiere centrarse en el primer nivel, dejando los otros dos como énfasis para los siguientes congresos.
Ahora bien, el hecho de centrarse en la propia comunidad eclesial nos significa un repliegue para adentro sino un esfuerzo por hacer que esta comunidad tenga una identidad misionera clara y eficiente. Que se le pueda identificar como iglesia misionera, todos en camino hacia las “Galileas” que hoy nos desafían y donde Jesús nos pide que le escuchemos.
Es muy significativo el texto bíblico que enmarca este congreso “Vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10) porque en este texto Jesús se aparece a las mujeres que muy de mañana habían ido al sepulcro y les pide, le digan a los hermanos, que vayan a Galilea. Es de suponer que ellas también se dirigen con ellos a Galilea y todos allí reunidos reciben el mandato misionero: “Vayan pues a todas las gentes y háganlas mis discípulos” (Mt 28,10). Así se constituye, desde los orígenes, una comunidad donde varones y mujeres comparten la misión de Jesús en condiciones de igualdad y todos se sienten corresponsables de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Ir pues al XII Congreso Nacional Misionero de Colombia es una oportunidad de “despertar, profundizar y madurar la conciencia y la acción misionera de nuestras iglesias particulares para que sus planes y procesos de evangelización respondan con mayor generosidad y eficacia a los desafíos de la misión ad gentes, que el mandato de Jesucristo y las urgencias del mundo, nos plantean para la construcción del Reino de Dios”, como señala claramente el objetivo del mismo.
Eso sí, se necesita ir con un corazón abierto y generoso y con el deseo sincero de poner en práctica lo que el Papa Francisco señaló: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras, que exige la conversión pastoral, sólo puede entenderse en este sentido: Procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG 27). La invitación está hecha, depende de nosotros acogerla y llevarla a feliz término.
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