Anarquía y religión
¡Guerra a la guerra!
(Ramón Acín).
1.- La exposición
Visito la exposición del pintor y escultor, escritor y político aragonés Ramón Acín en el Museo Pablo Serrano, invitado por su comisario Carlos Mas que hace de fino cicerone, y allí se revive la atmósfera cultural de entreguerras del pasado siglo, estéticamente atravesado por figuras como Gargallo o Picasso, Buñuel o Sender, Tolstoi o Lorca, y que transita del impresionismo al expresionismo, del modernismo al surrealismo, del simbolismo al dadaísmo.
Se observa la influencia goyesca en sus negruras pictóricas y la crítica política radicaloide, pero también la luz y el colorido de la naturaleza y la vida en su escultura sutil. La alegoría del baile es el símbolo libertario de la libertad, cuya encarnación son las pajaritas de papel que intentan volar como los pájaros.
En el cartel de su vieja exposición en el Rincón de Goya en Zaragoza, Ramón Acín ofreció el prototipo de artista que proyecta en sus obras: un profeta judeocristiano pero pagano o secularizado (con gorro de papel), el cual se ubica entre un símbolo de la cultura helena y otro del arte contemporáneo.
Observo con especial atención la levitación de sus leves figuras escultóricas en cartulina o fina chapa de hierro o aluminio, entre las que destacan la Bailarina aérea y la Bañista acuática, ambas ondulantes y flotantes, así como un Cristo crucificado en chapa de cobre que baila ensimismado y retorcido en la cruz, con su derecha hacia arriba y su izquierda hacia abajo, cubierto su rostro por los cabellos, como un Deus absconditus (Dios escondido) que no quisiera ser visto o no quisiera ver este mundo inmundo…
2.- Amplificación
La desmaterialización de los materiales, reconvertidos en figuras espiritualoides, comparece como un rasgo de mística anarcoide, la cual se diferencia así del pesante materialismo marxista o comunista.
El que quiera completar y profundizar en esta exposición del autor aragonés puede acudir en la red a la “fundaciónacín”, donde podrá estudiar otras dos figuras repetidas, pero estilizadas exquisitamente: el Crucificado y la Bailarina, cuyo doble interés radica en su contraste real y su parecido formal. Ya el crítico portugués C. Sá Pereira destacó estas dos “figurinhas”, como las denomina, en un comentario lúcido en “Ilustraçao” de 1931 sobre la exposición de nuestro autor en el Ateneo de Madrid.
Mientras que la Bailarina eleva toda su figura hacia arriba vitalmente, el Cristo crucificado se desploma hacia abajo mortalmente: es el diálogo entre la vida y la muerte, la ascensión y la descensión, el cielo y los ínferos (para expresarlo con María Zambrano). Lo curioso del caso es que ambas figuras en principio tan opuestas, apuestan por una misma puesta en escena evanescente, desmaterializada y espiritual, como reafirma nuestro autor inspirándose en Unamuno.
De esta manera, se da un acercamiento simbólico entre la bailarina y el Cristo, el cual comparece suspendido en el aire como la danzarina, dejando así en suspenso la divinidad tradicional ahuecada aquí por una nueva humanidad lírica. Hay que resaltar al respecto la gracilidad cuasi femenina del Cristo, el cual porta largos cabellos y un faldellín.
No hay aquí ninguna blasfemia: nuestro autor era anticlerical pero no antirreligioso, al igual que tantos otros modernos que, como Mallarmé, entendían la figura del artista moderno como una mezcla de “sacerdote y bailarina”, así pues de sagrado y profano. El propio artista aragonés, que denostaba la mediocridad del que se sitúa en el punto medio estático, se autodefinía como amador y odiador de todo, dialécticamente.
3.- Cultura anarco
Ello emparenta a Ramón Acín con su colega anarco-mística Simone Weil, también crítica del punto medio neutro o neutralizado, indiferente, cuando coafirmaba la presencia dinámica y simultánea de los contrarios, ser nada y ser todo, ser todo verdad y nada verdad, dialécticamente. He aquí juntos en el Aragón de nuestra guerra (in)civil el anarquista artista y la anarquista filósofa, ambos libertarios pero no violentos o terroristas. Como afirmó nuestro autor pacífica y pacifistamente en vísperas de tiempos turbulentos:
“Nadie puede condenar y ejecutar a otro
ni en nombre de la ley ni en nombre de nada”
(Florecicas, 23 de marzo, 1923).
El anarco pacífico Ramón Acín se parece al respecto al anarco pacífico Melchor Rodríguez, el llamado “ángel rojo” que salvó en nuestra guerra a tantos prisioneros porque “se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas”. Hay pues un anarquismo negro o violento y un anarquismo blanco o blando, anarcoidal. La anarquía se pervierte en negra cuando se convierte en un “ismo” extremista; pero resulta blanca cuando se afirma en un “”istmo” abierto. En nuestro caso, Ramón Acín detenta un “anarquistmo” abierto inmanentemente al otro, mientras que Simone Weil detenta un “anarquistmo” abierto trascendentemente al Otro (Dios).
En este último caso ya místico, la filósofa francesa defiende una anarquía como Dios manda (en el Evangelio), o sea, sin el antiguo Dios despótico y sin los viejos amos prepotentes, sosteniendo así una especie de teología negativa de toda dominación sea divina o humana, de la Iglesia o del Estado.
Pues bien, ha sido el también anarcoidal Fernando Arrabal quien, desde su propia posición libertaria, ha criticado nuestro anarquismo tradicional. Invitado por la CNT de Barcelona a perorar sobre anarcosindicalismo, nuestro dramaturgo añadió al lema clásico “Ni Dios ni amo” la coletilla subversiva “ni CNT”. Arrabal acabó predicando a los anarquistas, consternados, sobre la Virgen María y la mística española, declarándose anarquista a lo divino, cuyo reino no es de este mundo. Nos las habemos de nuevo con un anarquista cultural o espiritual, surreal o surrealista, y no literal, fundamentalista o mortífero.
4.- Conclusión: Cristo y la bailarina
En este contexto final cobra renovado interés el Cristo pacífico de Ramón Acín, que baila en la cruz la muerte al modo de una bailarina, deletéreamente, como anunciando la apertura de la resurrección a modo de insurrección simbólica. El Crucificado de nuestro autor es un Cristo vacío o vaciado de su vieja prepotencia divina, en nombre de su encarnación humana, humanista y humanitaria.
Radicalizando al Cristo unamuniano de Velázquez, este Cristo ramoniano queda plenamente oculto bajo el velo de su larga cabellera, pues es el Dios oculto o ausente de nuestra (pos)modernidad, el Dios “rajado” que asume el sinsentido cerrado de este mundo, y lo revierte en sentido simbólico y abierto.
(Colofón) Como colofón podemos constatar la revisión lúdica y pacifista que del mito del héroe y del dragón realiza Ramón Acín en su entorno. En efecto, en una vieja fotografía puede verse junto a su amigo Manuel Lloréns, el cual alancea antiheroicamente con una vara sin punta al dragón que resulta ser una pacífica pajarita de papel.
5.- Bibliografía mínima:
---Ramón y Katia Acín, El arte contra la violencia, Catálogo de la exposición en el Museo Pablo Serrano, Zaragoza 2016.
---C. Mas y E.Casanova, Ramón Acín toma la palabra.
---Fundación Ramón y Katia Acín, en la red: www.fundacionacin.org
---C. Sá Pereira, Um artista: Ilustraçao, 1931.
---M.Unamuno, El sentimiento trágico de la vida
---S.Mallarmé, Álbum de versos y prosa.
---Simone Weil, La gravedad y la gracia.
---María Zambrano, El hombre y lo divino.
---Varios, Arrabal 80, edición de Raúl Herrero.
---Aurelio L. Orensanz, Anarquía y cristianismo.
---A.Ortiz-Osés, El duelo de existir, así como El Dios heterodoxo.
(Ramón Acín).
1.- La exposición
Visito la exposición del pintor y escultor, escritor y político aragonés Ramón Acín en el Museo Pablo Serrano, invitado por su comisario Carlos Mas que hace de fino cicerone, y allí se revive la atmósfera cultural de entreguerras del pasado siglo, estéticamente atravesado por figuras como Gargallo o Picasso, Buñuel o Sender, Tolstoi o Lorca, y que transita del impresionismo al expresionismo, del modernismo al surrealismo, del simbolismo al dadaísmo.
Se observa la influencia goyesca en sus negruras pictóricas y la crítica política radicaloide, pero también la luz y el colorido de la naturaleza y la vida en su escultura sutil. La alegoría del baile es el símbolo libertario de la libertad, cuya encarnación son las pajaritas de papel que intentan volar como los pájaros.
En el cartel de su vieja exposición en el Rincón de Goya en Zaragoza, Ramón Acín ofreció el prototipo de artista que proyecta en sus obras: un profeta judeocristiano pero pagano o secularizado (con gorro de papel), el cual se ubica entre un símbolo de la cultura helena y otro del arte contemporáneo.
Observo con especial atención la levitación de sus leves figuras escultóricas en cartulina o fina chapa de hierro o aluminio, entre las que destacan la Bailarina aérea y la Bañista acuática, ambas ondulantes y flotantes, así como un Cristo crucificado en chapa de cobre que baila ensimismado y retorcido en la cruz, con su derecha hacia arriba y su izquierda hacia abajo, cubierto su rostro por los cabellos, como un Deus absconditus (Dios escondido) que no quisiera ser visto o no quisiera ver este mundo inmundo…
2.- Amplificación
La desmaterialización de los materiales, reconvertidos en figuras espiritualoides, comparece como un rasgo de mística anarcoide, la cual se diferencia así del pesante materialismo marxista o comunista.
El que quiera completar y profundizar en esta exposición del autor aragonés puede acudir en la red a la “fundaciónacín”, donde podrá estudiar otras dos figuras repetidas, pero estilizadas exquisitamente: el Crucificado y la Bailarina, cuyo doble interés radica en su contraste real y su parecido formal. Ya el crítico portugués C. Sá Pereira destacó estas dos “figurinhas”, como las denomina, en un comentario lúcido en “Ilustraçao” de 1931 sobre la exposición de nuestro autor en el Ateneo de Madrid.
Mientras que la Bailarina eleva toda su figura hacia arriba vitalmente, el Cristo crucificado se desploma hacia abajo mortalmente: es el diálogo entre la vida y la muerte, la ascensión y la descensión, el cielo y los ínferos (para expresarlo con María Zambrano). Lo curioso del caso es que ambas figuras en principio tan opuestas, apuestan por una misma puesta en escena evanescente, desmaterializada y espiritual, como reafirma nuestro autor inspirándose en Unamuno.
De esta manera, se da un acercamiento simbólico entre la bailarina y el Cristo, el cual comparece suspendido en el aire como la danzarina, dejando así en suspenso la divinidad tradicional ahuecada aquí por una nueva humanidad lírica. Hay que resaltar al respecto la gracilidad cuasi femenina del Cristo, el cual porta largos cabellos y un faldellín.
No hay aquí ninguna blasfemia: nuestro autor era anticlerical pero no antirreligioso, al igual que tantos otros modernos que, como Mallarmé, entendían la figura del artista moderno como una mezcla de “sacerdote y bailarina”, así pues de sagrado y profano. El propio artista aragonés, que denostaba la mediocridad del que se sitúa en el punto medio estático, se autodefinía como amador y odiador de todo, dialécticamente.
3.- Cultura anarco
Ello emparenta a Ramón Acín con su colega anarco-mística Simone Weil, también crítica del punto medio neutro o neutralizado, indiferente, cuando coafirmaba la presencia dinámica y simultánea de los contrarios, ser nada y ser todo, ser todo verdad y nada verdad, dialécticamente. He aquí juntos en el Aragón de nuestra guerra (in)civil el anarquista artista y la anarquista filósofa, ambos libertarios pero no violentos o terroristas. Como afirmó nuestro autor pacífica y pacifistamente en vísperas de tiempos turbulentos:
“Nadie puede condenar y ejecutar a otro
ni en nombre de la ley ni en nombre de nada”
(Florecicas, 23 de marzo, 1923).
El anarco pacífico Ramón Acín se parece al respecto al anarco pacífico Melchor Rodríguez, el llamado “ángel rojo” que salvó en nuestra guerra a tantos prisioneros porque “se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas”. Hay pues un anarquismo negro o violento y un anarquismo blanco o blando, anarcoidal. La anarquía se pervierte en negra cuando se convierte en un “ismo” extremista; pero resulta blanca cuando se afirma en un “”istmo” abierto. En nuestro caso, Ramón Acín detenta un “anarquistmo” abierto inmanentemente al otro, mientras que Simone Weil detenta un “anarquistmo” abierto trascendentemente al Otro (Dios).
En este último caso ya místico, la filósofa francesa defiende una anarquía como Dios manda (en el Evangelio), o sea, sin el antiguo Dios despótico y sin los viejos amos prepotentes, sosteniendo así una especie de teología negativa de toda dominación sea divina o humana, de la Iglesia o del Estado.
Pues bien, ha sido el también anarcoidal Fernando Arrabal quien, desde su propia posición libertaria, ha criticado nuestro anarquismo tradicional. Invitado por la CNT de Barcelona a perorar sobre anarcosindicalismo, nuestro dramaturgo añadió al lema clásico “Ni Dios ni amo” la coletilla subversiva “ni CNT”. Arrabal acabó predicando a los anarquistas, consternados, sobre la Virgen María y la mística española, declarándose anarquista a lo divino, cuyo reino no es de este mundo. Nos las habemos de nuevo con un anarquista cultural o espiritual, surreal o surrealista, y no literal, fundamentalista o mortífero.
4.- Conclusión: Cristo y la bailarina
En este contexto final cobra renovado interés el Cristo pacífico de Ramón Acín, que baila en la cruz la muerte al modo de una bailarina, deletéreamente, como anunciando la apertura de la resurrección a modo de insurrección simbólica. El Crucificado de nuestro autor es un Cristo vacío o vaciado de su vieja prepotencia divina, en nombre de su encarnación humana, humanista y humanitaria.
Radicalizando al Cristo unamuniano de Velázquez, este Cristo ramoniano queda plenamente oculto bajo el velo de su larga cabellera, pues es el Dios oculto o ausente de nuestra (pos)modernidad, el Dios “rajado” que asume el sinsentido cerrado de este mundo, y lo revierte en sentido simbólico y abierto.
(Colofón) Como colofón podemos constatar la revisión lúdica y pacifista que del mito del héroe y del dragón realiza Ramón Acín en su entorno. En efecto, en una vieja fotografía puede verse junto a su amigo Manuel Lloréns, el cual alancea antiheroicamente con una vara sin punta al dragón que resulta ser una pacífica pajarita de papel.
5.- Bibliografía mínima:
---Ramón y Katia Acín, El arte contra la violencia, Catálogo de la exposición en el Museo Pablo Serrano, Zaragoza 2016.
---C. Mas y E.Casanova, Ramón Acín toma la palabra.
---Fundación Ramón y Katia Acín, en la red: www.fundacionacin.org
---C. Sá Pereira, Um artista: Ilustraçao, 1931.
---M.Unamuno, El sentimiento trágico de la vida
---S.Mallarmé, Álbum de versos y prosa.
---Simone Weil, La gravedad y la gracia.
---María Zambrano, El hombre y lo divino.
---Varios, Arrabal 80, edición de Raúl Herrero.
---Aurelio L. Orensanz, Anarquía y cristianismo.
---A.Ortiz-Osés, El duelo de existir, así como El Dios heterodoxo.