Eugenio Trias y el límite

Ha muerto el filósofo del límite, Eugenio Trias, el día 10 de Febrero, la víspera de mi limitante cumpleaños setenta, que es también la edad de su fallecimiento, un número que en simbología bíblica viene a significar lo ilimitado de lo limitado. Me lo comunica nuestro común amigo Patxi Lanceros, que también anda algo limitado. A todo ello se añade en el posterior día de la Virgen de Lourdes, la dimisión del Papa Benedicto XVI, sin duda por sus propias limitaciones.

Así que paso mi aniversario muy delimitado, recordando al colega y amigo filósofo, rememorando su figura pausada, su pensamiento figurativo y algunas cartas que aún conservo de nuestra correspondencia; acompañando y acompasando el nerviosismo de esta fecha con incierta esperanza eclesial, al tiempo que pienso en todos estos límites como posibilidades de apertura o abrimiento (radical).

Eugenio Trias falleció el día de Santa Escolástica, y curiosamente se inició en la santa filosofía escolástica en el Opus Dei, aunque pronto se desescolastizó a su paso por el Partido comunista, circulando de un extremo al otro, hasta acceder definitivamente al camino de la vía media de por vida, proyectando una filosofía presidida por la razón abierta y cromática.La filosofía de E. Trias es la filosofía del límite, precisamente porque en el límite encuentra nuestro autor el gozne o quicio de una realidad desquiciada sin ese límite, junción o juntura de lo real en su ser.

El ser es así el límite, por cuanto el ser es limítrofe o fronterizo, puente o puerta, bisagra “que une y escinde” lo por él de-limitado. Nuestro filósofo recrea el concepto de límite a partir de una tradición que va de Kant a Wittgenstein y Heidegger, reentendiéndolo como la frontera entre lo exterior y lo interior, la luz y su sombra, el sonido y el silencio. En una carta que me envió el 12.VII.1988, Eugenio se interpreta a sí mismo como límite personalizado cuya sentido está en: “la integración del logos apofántico (sustancia griega) y el logos cristiano-germánico que es todo él música callada y palabra de silencio”.

Decía F. Savater que la filosofía del límite es una filosofía limitada, pero quizás ahí radique su gracia y decoro. Algunos filósofos han interpretado el límite de Trias más wittgensteiniana que heideggerianamente como un límite negativo y sin puertas, encerrado, contra el que solo cabe arremeter desde dentro pero sin salidas o éxtasis. Los chichones que la razón se hace golpeando los barrotes del límite producirían cierto escepticismo existencial. Así lo entiende nuestro común amigo Isidoro Reguera en su artículo “Eugenio Trias y la filosofía española”.
Y, sin embargo, el límite de Trias se abre simbólicamente en su devenir, sobre todo musicalmente al final de su vida, cuando nuestro filósofo se encuentra más limitado y herido por el cáncer de pulmón de fumador, a modo de abrimiento y apertura trascendental o trascendente. La música y el simbolismo acaban transitando el límite del filósofo, ese límite al que ha llegado ahora para cohabitarlo y al que ha interpretado como el “espacio-luz”, según su propia terminología casi platónica.

En el límite de Trias no caben éxtasis, tiene razón I. Reguera, pero caben “énstasis”, o sea, interiorizaciones del sentido. Su visión del mundo no es agnóstica o escéptica, sino gnóstica o simbólica. Por ello yo pienso que la filosofía de nuestro filósofo no es una filosofía premoderna, moderna ni posmoderna, sino más bien intramoderna, ya que ha buscado siempre auscultar las sombras de la razón y sonsacar el sentido simbólico. Curiosamente su muerte se produce tras la muerte del gran simbólogo del Círculo Eranos, G.Durand.

Nuestro filósofo se sintió muy atraído por el Círculo Eranos, especialmente por H. Corbin, y yo mismo pude facilitarle el acceso a los temas eranosianos de la gnosis y el simbolismo, así como de lo matrial, matriarcal o matricial. En otra carta que aún conservo, nuestro autor pone en correlación el ámbito hueco de las Madres con la “pared-luz” de nuestro común aliado, el escultor Jorge Oteiza, así como también con su propia idea del “espacio-luz”.En este contexto el límite simbolizaría el espacio matricial encarnado como luz radical (una especie de visión del horizonte mediterráneo).

Eugenio Trias ha llegado al límite definitivo que él mismo iluminó simbólica y musicalmente. La gran enseñanza de su filosofía es que el hombre debe asumir la vida hasta el límite: el límite hollado u horadado ya por nuestro filósofo. Ahora bien, allegarse al límite es naufragar, si bien resulta que aquí naufragar es llegar a puerto.

El filósofo ha proyectado en su filosofía una auténtica arquitectura sinfónica. Casado a la vez con una arquitecta castellana y con la lengua castellana, Trias es un auténtico filósofo al que rendimos homenaje otros filósofos solo filosofantes. La obra de nuestro colega ha hecho un poco más habitable, siquiera simbólicamente, el límite que nos aguarda al final, pero que ya nos delimita y circunscribe. Por este carácter, su obra no es una obra de polvo o polvareda, pero tampoco empolvada, pues la escritura que nos ha legado es polvo simbólico o espiritual, polvo enamorado o anímico, polvo estelar que trasfigura lo sombrío de las sombras de nuestro propio inframundo.

Con su entrada definitiva en el límite definitorio, Eugenio Trias ha desenmascarado la corrupción cultural que supone el no haberle concedido en vida el premio Príncipe de Asturias de Humanidades, quizás porque el propio Príncipe y las Humanidades están en apuros. Se une así curiosamente a la tarea crítica de su hermano Jorge Trias, al desvelar este simultáneamente la corrupción político-empresarial, tal y como queda al descubierto en los llamados papeles de Bárcenas, los cuales configuran un oscuro espacio-sin-luz.
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