El gran Diseño

Es como si Dios

lanzara los dados

(S. Hawking, El gran Diseño)





En el año 2010 Stephen Hawking lanza su libro “El gran Diseño, acompañado por el escritor Leonard Mlodinow. Es un libro decisivo y claro incluso para un filósofo o filosofante como yo, en el que el físico inglés aborda un universo sin la hipótesis de Dios, el cual es juzgado “innecesario” para explicar el origen y el funcionamiento del mundo.



El mundo emergería según nuestros autores de la nada, espontáneamente, en virtud de las propias leyes naturales que lo constituyen inmanentemente. La propia vida humana sería un caso de “suerte”, promanante de las mismas leyes del universo y de un azar propicio. Delineamos a continuación esta emergencia del universo según Hawking y Mlodinow de un modo finalmente crítico.





1 (Realismo hermenéutico)



Según nuestros físicos la antigua visión de la realidad tenía un carácter mitológico, ya que se la consideraba dominada por dioses o démones, espíritus que actúan mágicamente. Frente a esa visión mitológica o teológica, la realidad física está gobernada por leyes naturales, las cuales se caracterizan por su orden y regularidad, por su racionalidad y necesidad.



Las leyes físicas que rigen el universo ofrecen un plan o diseño inmanente, un orden y un concierto racional. Estas leyes naturales suelen considerarse como reflejos matemáticos de la realidad exterior, aunque en su concepción actúa el observador humano de los fenómenos naturales como una especie de mente o lente interpretativa, una visión de la realidad que modifica o modela su curso.



Por ello S. Hawking nos habla de un realismo dependiente del modelo, puesto que la realidad es modelada por nuestra mente, observación o interpretación, proyectando un marco teórico, una imagen del mundo, una teoría o visión de lo real. Podríamos hablar de realismo modélico o modelado, hermenéutico o simbólico, a la vez imaginal y pragmático: realismo mental o interpretativo, ya que la observación del mundo resulta de la interacción entre observador y observado.



Incluso podríamos hablar de cierto intuicionismo racional propio de la ciencia (física), redefiniendo la intuición con J. Wagensberg como “el roce entre lo observado y lo no observado, un roce entre lo comprendido y lo no comprendido”. En efecto, nosotros recomponemos y rellenamos en nuestra revisión el lado oscuro o velado, la parte que queda en sombra o ladeada, de un modo complementario, tanto en nuestra visión normal como experimental: en la cual las partículas invisibles en sí mismas, como los electrones o los quarks, son “visibilizados” virtualmente por sus efectos.



Pertinentemente en la física contemporánea no hay un espacio vacío, sino un espacio de mínima energía sujeto a fluctuaciones de partículas virtuales, las cuales tienen energía y tienen efectos, y cuyos campos aparecen y desaparecen.





2 (Big Bang)



Podemos hablar del inicio del universo mundo en el Big Bang o gran explosión originaria, pero no podemos hablar de antes de ese inicio científicamente, o sea, físicamente. Según nuestros autores, el inicio del universo procedería de las propias leyes de la naturaleza de lo real, de un modo espontáneo y, por lo tanto, de la nada, es decir, de nada más. Ahora bien, el concepto científico de la nada no es nada, sino un vacío oscilante, al modo como el concepto heideggeriano de nada no es nada, sino un vacío simbólico o potencial.



Stephen Hawking presenta este origen del universo como espacio sin tiempo y, por tanto, como un espaciamiento sin comienzo temporal. Se trata de un espacio sin tiempo ni bordes, un espacio no plano sino curvado: un espacio vacío cuya energía total es cero y no cambia con el tiempo, posibilitando así la creación espontánea desde la nada (que no es nada sino un vacío tensional o dinámico). En esta cosmovisión el tiempo es una mera dimensión del espacio, configurando con este un espaciotiempo que excluye la independencia del tiempo frente al espacio.



Nuestro universo sería uno de los muchos posibles mundos con leyes diferentes (multiverso), lo que imposibilita una teoría única, aunque posibilita una teoría de teorías (la denominada teoría M): la cual comprende la realidad en sus realizaciones posibles (acercándose así al ser-posible o composible –Possest- de Nicolás de Cusa):



“(Multiverso) Las fluctuaciones cuánticas conducen a la creación de universos diminutos a partir de la nada. Unos pocos de ellos alcanzan un tamaño crítico, tras lo cual se expanden de manera inflacionaria, formando galaxias, estrellas y, al menos en uno de ellos, seres como nosotros” (S. Hawking, El gran Diseño, p. 6).




Existen pues muchos universos, unos colapsan y alguno como el nuestro se expande y llega a producir la vida (humana). Así que somos consecuencia de la fluctuación cuántica del universo primigenio, un universo que emerge por leyes naturales y no sobrenaturales, por un juego de dados y no por Dios, por suerte y no por providencia, así pues, por posibilidades reales.



Y es que los procesos físicos no están determinados con certidumbre, de ahí nuestras predicciones de incertidumbre respecto a eventualidades diversas. Son las leyes físicas las que determinan las “probabilidades” de los procesos naturales, unas leyes que surgen del Big Bang o explosión primigenia, y que constituye la realidad en sus realizaciones. Esta realidad está articulada por fuerzas que rigen el funcionamiento de todo, trasmitidas por partículas de fuerza denominadas bosones.





3 (Teoría M)



Del modo señalado las leyes de la naturaleza se alzan contra las antiguas veleidades de dioses y démones, implantando unas regularidades a modo de legislación sin legislador. La legislación estaría ínsita o insertada en la materia, de la que todo procede y de la que todo consta. Ello está de acuerdo con la Teoría M asumida por S. Hawking, una especie de teoría matriz o mixta, una teoría mapamundi de nuestro universo, considerado como uno entre otros creados de la nada, surgidos naturalmente de su legislación inmanente.



Ahora bien, curiosamente esta teoría M es considerada por nuestro autor irónicamente como “maestra, milagro y misterio”: es la clave maestra de la física contemporánea, pero una clave al mismo tiempo misteriosa y milagrosa, precisamente porque este mundo es raro, y el mundo de la vida humana más raro, misterioso y casi milagroso. Con ello la teoría M se erige en Mater et Magistra (Madre y Maestra), al modo como la vieja Iglesia misteriosa y milagrosa es Madre y Maestra.



Ahora resulta que la intención científica de S. Hawking era pasar del viejo mito (teológico) a la razón, pero visto lo visto el paso parece serlo del mito antiguo (teológico) a la mitología actual (física), así como de la ciencia física a la metafísica. Efectivamente, los viejos dioses y démones parecen haberse transustanciado en las nuevas fuerzas y energías físicas de carácter cuántico, por lo que habríamos transitado de un universo cualitativo a un universo cuantitativo pero misticoide.



Y bien, es cierto que la ciencia aporta racionalidad, inteligibilidad y verificación o falsación, pero en un contexto de reciclaje hermenéutico de viejos conceptos. Y así las leyes de la naturaleza representan la sustancia divina del mundo, tal y como comparece en Platón y Aristóteles, al tiempo que lo casual y el azar representan lo demónico y accidental o accidentado. La diferencia parece meramente ideológica, ya que ahora el clásico Dios necesario se ha convertido en innecesario o contingente, según nuestros autores, y en su lugar se yergue lo necesario: las leyes divinizadas.



En este contexto no hay que olvidar la visión cristiana que va de Descartes a Newton, según la cual las leyes naturales serían reflejo de lo divino, de modo que la divinidad las encarna (así también lo entienden Kepler y Galileo). En este mismo horizonte filosófico, Aristóteles rechaza el átomo inanimado como constitutivo de nuestro ser animado, mientras que Epicuro criticaba el concepto de destino ciego/aciago en nombre de los dioses.



Son argumentos que Hawking y socio cuentan, pero que no tienen en cuenta. Todo ello viene a colación respecto a la crítica del materialismo de Hawking y Mlodinow, cuando recaen en el reduccionismo de la mente al cerebro y del espíritu a la materia con su evolución, expansión e impansión.





4 (Religión y ciencia)



El caso es que la vida tiene un sentido de emergencia que desemboca en la vida humana: la cual obtiene un sentido de existencia a través del hombre y su cultura a modo de sobre-naturaleza. Esta cultura “sobre-natural” no es un cierre inmanente, sino una apertura trascendental, ya que no cierra sino abre el mundo a una trascendencia simbólica o simbolizada, cuyo archisímbolo tradicional es Dios.



Pero no el viejo Dios dictador, sino el Dios diseñado por el hombre como diseñador del mundo a través de sus arquetipos, ideas o leyes, considerados por Escoto Erígena (siglo IX) como creados y creadores, y por P. Davies como el Logos inmanente/trascendente al mundo (de carácter estoico).



El auténtico Dios sería un Dios creador y creado, diseñador y diseñado, al modo como lo divino

(theion) define el trasfondo del universo como un resplandor o radiación de fondo en la Metafísica de Aristóteles, mientras que lo antidivino está señalado por la contingencia y los accidentes o accidencias de lo real.



Y es que no avanzamos, sino que retrocedemos y avanzamos. La vieja religión y su teología tiene un Dios oficial ridículo y ridiculizado por sus oponentes, pero obtiene alternativas como la concitada de Escoto Erígena entre otros muchos. Por su parte, la ciencia física ha alcanzado grandes logros y predicciones, pero apenas si balbucea sobre los temas físicos radicales. La cuestión es que de Dios no sabemos nada, y del universo poco: Dios dice silencio, y el universo hace demasiado ruido en su cáscara de nuez.





5 (Clausura o apertura)



Frente a la física clásica y su universo de una sola historia bien definida, S. Hawking piensa que el universo no tiene bordes, y ello significa que las historias del universo son superficies autosuficientes. Así que el universo clásico era un universo definido, mientras que el universo de la nueva física es un universo autocontenido (self-contained). El encierro y la cerrazón, la encerrona mental parecen presidir científicamente nuestro universo. Es un modo de pensar clausurante o clausurador, lo cual parece avenirse con el cierre de horizontes que nos invade en nuestra época.



El caso es que con la ciencia, con esta ciencia, se explica mejor la negatividad de nuestro mundo y su contingencia o evolución exenta de providencia, pero se implica peor esa negatividad tan cerrada y asfixiante. Esto significa recaer en un materialismo craso o graso, grasiento.



Por el contrario, la religión y su teología han abierto tanto las puertas de la imaginación que los hechos han sido rehechos imaginalmente y la realidad sobrevolada por la suprarealidad. Esto significa recaer ahora en un idealismo deletéreo o celeste, celestial, el cual explica muy bien el bien pero muy mal el mal, aunque este último puede implicarse mejor religiosa o religadamente, trascendentemente.



A pesar de lo dicho y paradójicamente, la ciencia física contemporánea está proyectando una revisión de la materia del mundo de carácter transmaterial, de acuerdo a la coimplicidad de la materia y la fuerza, de la masa y la energía. Por su parte, la religión y su teología está proyectando compensatoriamente una revisión de su viejo idealismo al contacto de la física y la biología, especialmente cuando asume la teoría de la evolución de Darwin y socios.



Pero hay además un punto de confluencia con el que quiero ir concluyendo. En el concepto clave de “singularidad” que se aplica al origen del universo, esta se define como un punto del espaciotiempo en que alguna magnitud física se hace infinita. Por su parte, en el concepto crucial de “encarnación” propio de la religión cristiana, que es el equivalente de la singularidad física, el punto de trascendencia infinita se hace finito y contingente al humanarse.



La clave de conjunción de ambas junturas entre finito e infinito, infinito y finito, estaría bien expuesto respectivamente en la figura o figuración de un Creador que se crea creando, como define Escoto Erígena al Dios, así como de una Creación que se crea creando, como la define S. Hawking. Con lo cual arribamos finalmente a una idea de creatividad o creación de carácter artístico o estético.





6 (Correlacionismo)



La ciencia incluida la física afirma la razón inmanente del mundo a través del cierre categorial de su teoría, atenida a leyes que comprimen los diferentes casos en una fórmula; se trata de una funcionalización de las variables, así como de una matematización de las relaciones observables, como adujera E. Cassirer. La ciencia busca el significado racioempírico y funcional de lo real (así S. Hawking).



Por su parte la religión y su teología proyectan una apertura a la transcendencia, simbolizada por lo divino o sagrado y personificada por el Dios. La religión busca en su teología la verdad en la transcendencia (así Escoto Erígena).



Finalmente la filosofía y las ciencias humanas indagan el sentido existencial, y por tanto humano del mundo, a través de una dilucidación del ser como inmanencia/trascendencia (trascendencia inmanente) de los seres o entes (así M. Heidegger).



Ahora bien, necesitamos el significado de la ciencia, el sentido de la filosofía y la significación de las ciencias humanas, así como la verdad transcendente o religiosa que abre y no encierra, que abra y no encierre. Pues el saber humano es híbrido y complementario, correlativo y correlacionista: correlativista. La filosofía del proceso de A.N. Whitehead podría ser un buen ejemplo de esta simbiosis entre filosofía, ciencia y religión.





7 ( Conclusión: la nueva realidad)



En la física cuántica la realidad del universo se convierte en surrealidad dinámica y potencial, al modo como en la red de redes la realidad del mundo se convierte en surrealidad relacional y virtual. En ambos casos la nueva realidad es un espacio que engulle el tiempo en un contexto de coimplicación y coagulación de lo real surrealizado.



Pero también en ambos casos la presunta cerrazón del sistema de lo real queda abierta no sólo por el proceso de evolución, sino por la trasfiguración de la materia en significación y, por tanto, de lo dado o natural en cultural. Incluso en ambos casos se da una transmutación de lo real en potencial o virtual, lo que significa un tránsito del ser compacto a una “nada” pregnante y preñada, a un vacío oscilante o vaciado tensional y energético, dinámico y relacional, potencial o virtual.



El ser clásico o tradicional queda así atravesado por la nada simbólica: esta nada anida la potencia de un nuevo tipo de ser, posclásico o postradicional, a modo de inmanencia abierta en un movimiento de autotrascendencia. La presunta cerrazón del ser sólido o solidificado se abre así significativamente: simbólicamente.



A través del cruce entre la nueva física y la red de redes, la realidad comparece como en flotación. El universo parece el imaginario de Dios y del diablo, a modo de Alma embrujada del mundo y respiradero semiótico o significativo. El paso de la vieja realidad fuerte a la nueva realidad débil, para decirlo con el amigo G.Vattimo, lleva a los posmodernos a hablar de nihilismo. En todo caso se trataría de un nihilismo simbólico o abierto, y no cerrado o encerrado en la insignificancia y la insignificación.



La realidad ha muerto: viva la surrealidad abierta y no cerrada. Tras la muerte del viejo Dios debería resucitar no su espectro secularizado por una política mortífera que recorre el mundo, sino por su espíritu revivificado y revivificador. Ese espíritu bien podría llamarse Intramodernidad o modernidad con conciencia: con conciencia de nuestra inconsciencia.





(Bibliografía mínima)

---S. Hawking y L. Mlodinow, El gran Diseño, Crítica 2013.

---E. Cassirer (Filosofía de las formas simbólicas, volumen III).

---A.N. Whitehead (Proceso y realidad); P. Davies (La mente de Dios).

---Escoto Erígena (Sobre la naturaleza); Nicolás de Cusa (De Possest).

---J. Polkinghorne (Ciencia y teología); J.Ruiz de la Peña (Crisis y apología de la fe).

---J. Wagensberg (Ideas sobre la complejidad del mundo).

---M. Heidegger (Carta sobre el humanismo); L. Wittgenstein (Tractatus).

---Andrés Ortiz-Osés (El duelo de existir).
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