Bautismo con cierto sinsentido (1)

Podría haber dicho también “Bautismo, concierto sin sentido” y habría sido lo mismo. Antes y después, el cierto sinsentido de los ritos, todos ellos. El adjetivo “cierto” tomado en su acepción partitiva: tiene significado para unos y es un absurdo para otros.

Al fin --ya dejen su preocupación algunos--, “celebramos” el rito del bautismo. Fiesta familiar, nada más, llena de enjundia humana pero vacía de contenido: todo lo que en el rito se dice es pura y simple ficción. Se reduce a creer que todo eso es cierto.

No vamos a repetir conceptos que ya hemos expresado repetidas veces aquí. Por si sirven de referencia: UNODOSTRESCUATRO enlaces.

El bautismo es una de esas cosas, entre innumerables, que el crédulo acepta y admite pero que cualquier persona normal que se pare a pensar en ella, no puede por menos de rechazar, ya que choca con las más elementales leyes, primero del sentido común que intuye falsedades, también de la biología, de la antropología, de las ciencias relacionadas con las religiones comparadas… Todas esas instancias, aunadas, vienen a decir que el bautismo es un puro mito.

Siempre que me refiero al bautismo no puedo por menos de acordarme de los achicharrados por la Inquisición Pedro de Bruys y Enrique de Lausana, quizá unos fanáticos más, pero, en esto del bautismo, bien asistidos de argumentos. Contemporáneos ellos de San Bernardo o Pedro Abelardo, su gran ariete, todos enfrentados entre sí.

Dejaré el tono beligerante, a sabiendas de que la oposición frontal a una creencia, la reafirma. El asunto bautismo es algo arraigado en la credulidad general y es el primero de los sacramentos: procedo a respetar tal creencia. No por ello, sin embargo, dejo de rogar al contertulio que se preste a considerar los considerandos que siguen.

Quizá crean, los que creen, que el Bautismo, ese acto que “nos da la nueva vida, nos hace renacer y nos une con Cristo y con su Iglesia…” es algo exclusivo, distintivo, característico del cristianismo (catolicismo, protestantismo…).

No es así. Muchísimos ritos del cristianismo son copia literal de ritos de otras religiones. ¿Esto no les podría hacer pensar a los creyentes honrados? ¿Por qué los ritos cristianos son ritos “pregnantes”, ritos que “operan” lo que en ellos se dice –“ex ópere operato”-- y no deducen que sean lo mismo que los otros?

Otra consideración que podría hacerles pensar: ¿por qué Jesús se bautiza en el Jordán? ¿Qué indica o quiere decir ese acto en el contexto en que el Bautista y Jesús se movían? Y, en contraste con eso, el hecho de que Jesús no realizara en su vida ningún bautismo. Dirán aquello de “id por todo el mundo… bautizando en el nombre de...” Según leemos, esta frase fue un añadido muy posterior que no pudo decir Jesús ni aparece en los textos más antiguos ni en los otros evangelios, sólo en Mateo.

El rito de lavar, bañar o purificar con agua es tan antiguo como antiguo es el hombre. Tiene su fundamento en el hecho de limpiar al recién nacido. El cristianismo no hizo otra cosa que incorporar a su liturgia ritos similares, añadiendo capas conceptuales propias al hecho normal de lavar al recién nacido.

Si se puede hablar de originalidad, diríamos que incrustó entre tales conceptos la idea del pecado original. Originalidad que quienes pudieron hacerlo, hablaron de aberración. Vinieron luego las largas y controvertidas consideraciones teológicas, los innumerables tratados sobre los sacramentos, los maravillosos efectos del bautismo… Y los escollos filosóficos, más bien lógicos, entre ellos el “problema” de los niños que mueren sin bautizar.

El agua, lo mismo que la luz, es símbolo común en todas las religiones. El agua implica lavado y limpieza, higiene en general, y, por lo tanto, representa purificación. Lo mismo que el agua limpia el cuerpo, tomada como símbolo purifica el alma. ¿De qué la purifica? Las opciones religiosas son variadísimas.

Dado que nos hemos extendido en consideraciones no previstas, seguiremos mañana con el mismo asunto.
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