¿Convencer a un crédulo?
Si a un creyente se le quiere "convencer" de lo erróneo de su creencia o "guiarle" por una vía más racional y humana o, de manera más radical, desmontar los fundamentos que le animan a creer, se cerrará en su caparazón, no razonará, simplemente reforzará su postura y la defenderá con uñas y dientes. En su interior rogará al Señor su Dios que preserve su fe de los malvados.
Sucede que la creencia no es sólo conocimiento de algo revelado, no es sólo verdades creídas... Todo ese conglomerado tiene un componente actitudinal que la hace más vigorosa, más enraizada en el convencimiento y, más o menos, soporte de la existencia. Sin esas verdades, así lo cree también, su vida no tendría sentido.
No es la verdad en cuanto tal, es la actitud la que genera mártires, sean cristianos primitivos, albigenses, cátaros o mártires de Al-Aqsa. ¿Por qué un creyente pone en riesgo la vida por defender la fe en Jesucristo y sin embargo la defensa de una verdad científica --la función clorofílica o la reproducción asexuada-- jamás generará mártires? Precisamente por ese componente actitudinal.
A una persona normal, ésa que trata de guiarse por criterios contrastados y racionales y que está convencido de la improductividad de las creencias, sorprende siempre la firmeza con que responden los crédulos y dan testimonio de su fe:
--afirman sin rubor lo que profesan;
--dan por "supuesto" todo lo que creen;
--muestran sin ningún recato la autosuficiencia de su credo;
--predican, todos sin excepción, que su religión es la única, la verdadera, haciendo suya la afirmación de la Iglesia romana, que se denomina a sí misma "católica", es decir, universal;
--creen, convencidos, que sus dogmas son más consistentes que las mismas leyes de la naturaleza, porque ambos proceden de una misma fuente, el Dios creador
El camino, pues, como en todo lo que se refiera a la relación humana, no es el ataque furibundo ni tratar de "reconducir" a nadie. Lo dicen ellos mismos para atraer prosélitos: "La fe no se impone, se propone", con la salvedad de que tal afirmación fue ignorada a más de ser impensable durante más de quince siglos cuando primaba lo otro, "La fe que se propone, se impone".
Antes lo fue por la fuerza. Ahora pretenden que sea por el convencimiento de su virtualidad salvadora y dignificadora de la exsistencia.
Quízá esté sucediendo lo contrario, que el mayor nivel educativo está asimilando la verdad contraria: "La fe que no salva, ni se propone ni se impone, se depone", con lo que estamos en el mismo slogan, pero a la contra. La sociedad está haciendo deposición de fe y limpiando el polvo crédulo pegado a sus sandalias.
Pero aunque así fuera --se ve que la realidad es tozuda y y así lo está diciendo--, el hecho mismo de presentar otra doctrina más pegada a lo humano, otros valores más creíbles y con mayor fuerza, otras formas de vida tan dignas como las que propone la Iglesia --tal verdad, al ser propuesta, se impone-- atrae la atención de la inteligencia y suscita más adhesiones que las crédulas. Ésa es la filosofía de lo humano que "se propone" y por sí misma "se impone".
Ésta es la vía, pues, para "discutir": mostrar la doctrina, la filosofía, el credo humanista sin más. Hoy, al menos, ya es posible.
Encontramos una tipología doble, con sus múltiples ramificaciones, entre aquellos que tratan de iluminar las mentes crédulas:
a) los estudiosos del fenómeno religioso, los filósofos de lo humano, los pedagogos de ciencias humanísticas, éstos que por consagración al pensamiento enseñan lo que enseñan (que todo es creación del hombre, que todo se resume en antropología cultural, que detrás no hay nada, etc.);
b) los que ya han vivido previamente dentro del marasmo de la religión en su esencia pura, el mundo de los consagrados y han visto desde dentro lo que allí se esconde: al abandonarlo y encarar una vida humana ilusionante, donde el verdadero amor es el conyugal y filial, donde el trabajo es productivo y redunda en beneficio social... ven que lo anterior era un sucedáneo, un trampantojo, un engañabobos.
Queda otra consideración, la de predicar con el ejemplo. Pero de esto hablaremos otro día, dado que tal prédica tiene quizá más valor dentro de la religión que fuera de ella. Al menos la religión predica la bondad, el amor y la concordia social, amén de ayudar con instituciones a los menesterosos.