Dejar que la piara de cerdos se despeñe.

Con el buen juego gastronómico que procura el cerdo, del que se aprovecha todo, uno no entiende cómo puede haber religiones que tengan un odio cerval al cerdo, Judaísmo e Islam. Ya sólo por este "detalle", debieran ser proscritas. [Mera hipótesis histórica: ésta y no otra fue la causa secular de que España, en otros tiempos, no quisiera saber nada de judíos y moros, expulsados una y otra vez de las dehesas extremeñas y castellanas. ¡Prohibir la carne de cerdo, el jamón de Guijuelo, las morcillas de Burgos, los chorizos de Soria o de León...!]

Tomando la cosa algo más en serio y cambiando de tercio, escribir no es algo gratuito ni nadie lanza ideas al viento para liberarse de ellas o para que queden como rastros de aire. El convencimiento de que uno está en la verdad lleva aparejado el proselitismo: "Quiero que los demás participen del gozo de mi verdad".

Quien se ha liberado de credos, prejuicios crédulos, jaculatorias como flotadores salvíficos, compulsión para rezar, suplicar y pagar... pretenderá hacer ver a los demás la bondad que lo anima y tratar de que los otros descubran tal verdad.

Pero la lucha contra los credos anquilosados o escleróticos ni es gratuita ni es fácil ni se corresponde con el esfuerzo realizado.
Por el camino inverso –el de la oposición frontal-- resulta prácticamente imposible echar por tierra dos mil años de credulidad en que tantos y tantos apologetas, místicos, ascetas, videntes, dogmáticos, tratadistas, teólogos, moralistas, propagandistas, catequistas, pastores, sanadores, milagreros y maestros de la fe en general han pasado sus vidas escribiendo, convenciendo, adoctrinando.

Con el añadido de que gran parte del producto es de altísima calidad literaria, aunque con la gran probabilidad de que sus peroratas las más de las veces eran ¡para convencerse unos a otros de creencias de las que todos dudaban!.

Mejor vía es la que su mismo Maestro enseñó: los demonios huidos del poseso se alojaron en una piara de cerdos que, desbocada, se precipitó por el abismo.

Tómese como metáfora y dejemos que siga ascendiendo el cristianismo hasta la cúspide del despeñadero: seguir defendiendo irracionalidades que se desvanecen y que la masa cada vez menos inculta (1) “acepta” con sorna.

Bastará un leve empujón, un momento de vacilación, una enajenación pasajera y la ristra de la creencia comenzará a caer por el despeñadero. De hecho ya algunos se han despeñado, enseñando a los otros que es mejor esconderse en los tugurios de la credulidad.

Consuela ver cómo muchos antiguos fervorosos creyentes, alpinistas de la fe, cansados de la pendiente o aburridos ante el paisaje desolado de las alturas, han desistido de la ascensión y han retornado al llano, tildado por los escaladores como Sodoma y Gomorra: “ellos” siempre han tenido las alturas para desdeñar los valles fértiles donde crece la vida.

Hay muchos que preferimos la vitalidad de Sodoma y el dinamismo de Gomorra. Los artesanos de Sodoma ríen y cantan; los escaladores de la fe sufren el secarral de los montes y miran hacia atrás con rostro amargado. ¿Pasar toda la vida buscando algo en unas alturas que ni sabemos lo que encierran? Puaff...

Ellos son lo que dejan que su vida se pudra llorando por supuestos pecados –generalmente los pecados de este mundo, no los suyos-- o buscando convencerse de la alegría que les embarga.

(1) Sí, despotricamos contra los planes de estudio cada vez más degradados. Pero hay una sustancial y astronómica diferencia entre la masa de niños de Occidente que ha pasado por la escuela y las otras masas del pasado que jamás supieron lo que era un libro. Al no saber aceptaban cualquier cosa que “el leído” les dijera. Hoy se lee y el pueblo “se entera”. Sea novela, historia, ensayo, revista o periódico, todos a su modo van generando opinión y dejando un poso de pensamiento en el lector. De ahí que la gente cada vez se crea menos lo que le dicen... ¡más si ve que le engañan!
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