Don Pío, Don Lúcido y Don Dubitoso. Diálogo de besugos.
Don Pío . Mira esta caja. ¡Qué maravilla de hechura, qué brillo, qué color, qué materiales!... ¡Qué...! Pero no, no es en su fábrica donde reside su perfección: tiene la cualidad de ser mágica.
Don Lúcido. Hermosa caja, en verdad.
Don Pío. Su perfección y belleza es lo de menos. Lo importante es que dentro hay un trasno. Y más importante para tí es que, si crees en él, te aportará bienes sin cuento.
Don Lúcido. ¿Un trasno? Permíteme que tenga dudas. Primero tengo que ver qué hay dentro y después saber que es un trasno. ¿Tú sí lo crees?
Don Pío. ¿Cómo no voy a creer? Le he oído.
Don Lúcido. No creo que le hayas oído. Primero, no me consta por ninguna referencia anterior que existan los trasnos.
Don Pío. Bueno… pero lo creas o no, la posibilidad de que dentro haya un trasno es muy alta, de un 50%, porque o lo hay o no lo hay.
Don Lúcido. Pues… sí, es cierto.
Don Pío. Pues dada tan alta probabilidad y dado que lo oí, yo estoy seguro de que dentro hay un trasno.
Don Lúcido. No tergiversemos las matemáticas. Cierto que puede haber o puede no haber, pero la probabilidad no es del 50%.
Don Pío . [Queda pensativo] Pues sí…
Don Lúcido. Pues no. Son necesarias evid… [cortándole]
Don Pío¡Calla! Ahora mismo le he oído dentro de mí. Me acaba de decir algo terrible: todo aquel que no crea que el trasno está dentro, sufrirá terribles castigos, te quemará un fuego espantoso, no se acabará tu tormento.
Don Lúcido. No dramaticemos: lo único que te pido es algo más convincente que tu propia audición. Y por supuesto yo no he oído eso que dices.
Don Pío . ¡Es que no tienes ni predisposición ni intención de escuchar!
Don Lúcido. Me pongo a ello [Intervalo]. No oigo nada.
Don Pío. Tienes que esperar más y, sobre todo, tener sinceridad en la escucha
Don Lúcido. Pues seguiré escuchando.
Don Pío ¿No oyes?
Don Lúcido. Pues sinceramente no.
Don Pío. Tienes la mente tan cerrada que hasta el mismo trasno se niega a que lo oigas.
Don Lúcido. ¿Qué? ¿Es que el trasno elige a quienes van a oírlo?
Don Pío ¡Por supuesto! No hay peor ciego que el que no quiere ver. Aunque él abriera la tapa de la caja y se te mostrara, tú no lo verías. Ésta es la magia de quien cree en el trasno.
Don Lúcido. Aquí debe haber gato encerrado. El trasno estaría en la caja lo creyera yo o no. ¿O el que esté depende de creerlo? Yo nunca he visto un trasno; quisiera saber cómo es; quisiera oír al menos su voz… pero cuando te lo digo, tú me pides pruebas muy raras, fallan las que tú me dices o te inventas una cosa nueva. Algo raro hay aquí.
[Ya hay personas alrededor observando la discusión][Y más lejos, una multitud]
Don Pío . No, no… el trasno no falla. El que fallas eres tú.
Don Lúcido. Quizá entre las personas que están aquí… [Pregunta y…] Lo ves, nadie lo ha visto.
Don Pío ¿Ves esa cantidad de gente? Todos esos han oído al trasno. Y tienen su voz metida dentro de sí.
Don Lúcido. Pues voy a preguntarles… [Hace muchas preguntas] Cierto. Todos han oído algo. Pero aquí hay algo raro: unos parecen haber oído a un hada, otros dicen que es un duende, otros dicen que es como voz de animal, otros… Y respecto a la voz, unos dicen que es dulce, otros atronadora, otros apenas si la oyen pero la sienten… Y por último, lo más raro: la mayoría dice que conoce a otros que la han oído, pero que ellos no.
Don Pío ¡Claro! Es que no sabes que dentro, al lado del trasno, hay otro ser, hoy diríamos que es un trol, que finge ser el trasno para engañar. Pero reconocerás que hay mucha gente que lo ha oído.
Don Lúcido. Cierto. Pero también hay muchos que dicen que no.
Don Pío Por supuesto. Esa es la labor del trol, hacer que mucha gente no pueda oír su voz
Don Lúcido. Pues ahora sí que estoy confuso: ¿cómo sabes tú cuándo es la voz del trasno y cuándo la voz del trol?
Don Pío ¿Que cómo lo sé? No tengo duda alguna: porque el trasno me quiere. Él me asegura que sólo le oigo a él.
Don Lúcido. Vamos a ver: dices que con el trasno hay un trol en la misma caja, que el trol confunde a veces… ¿Por qué no pensar que es siempre el trol el que habla con distintas voces? ¿No podría estar sólo el trol?
Don Pío . No insistas. Yo lo sé y basta. Volvamos al principio: esto es una caja, ¿no?
Don Lúcido. Sí.
Don Pío ¿Qué sentido tiene una caja si no es para contener algo? Lo más lógico es pensar que dentro habrá algo.
Don Lúcido. La misma lógica que pensar que la caja está vacía.
Don Pío . Sí, pero la lógica nos dice que una caja es para contener algo. La razón de su existencia es contener algo.
Don Lúcido. ¿Dices entonces que es imposible que la caja esté vacía?
Don Pío Por supuesto.
Don Lúcido. Pero eso que afirmas tan rotundamente, tiene un error lógico.
Don Pío No desde el momento que, como te he venido repitiendo, yo he oído al trasno que está dentro.
Don Lúcido. Pues volvemos a lo mismo: ¿cómo lo has oído?
Don Pío Hablemos de algo que sabes que existe, la telepatía. Así lo oído.
Don Lúcido. Precisemos, pues: lo has oído con la mente, no con los oídos.
Don Pío Más correcto sería decir que lo he oído o sentido con el corazón.
Don Lúcido. Seamos personas normales y hablemos con claridad: el corazón no oye.
Don Pío Estamos hablando de manera metafórica respecto al corazón.
Don Lúcido. ¡Esto sí que es una novedad! ¡Oyes algo no con los oídos sino con un corazón que es algo simbólico! ¿Los demás también lo oyen con el corazón que es un símbolo? Algunos dicen que sí lo han oído.
Don Pío No, ésos son precisamente los que oyen al trol.
Don Lúcido. Dejemos a los demás: yo no oigo ni al trasno ni al trol. ¿Soy un anormal?
Don Pío Lo que a ti te sucede es que sufres un bloqueo.
Don Lúcido. ¡Esto sí que es nuevo! ¿Cómo afirmas que estoy bloqueado si te digo que estoy dispuesto a admitir que oigo algo... ¡si lo oigo!?
Don Pío Afirmo que estás bloqueado porque así lo afirma el trasno.
Don Lúcido. En este punto ya son demasiadas cosas las que afirmas sin conocer nada de ellas, las dices porque sí: hablas de magia, telepatía, trasnos, troles, cajas llenas… pero sin aportar evidencia alguna, sin aceptar que otros intenten hallar pruebas.
Don Pío ¿Te olvidas de lo que te puede pasar si no admites que el trasno te quiere hablar, y te habla, si tú le dejas? Te pueden sobrevenir muchas calamidades ahora y, sobre todo, en la vida eterna.
Don Lúcido. ¿Después de que yo muera? ¿Amenazas en un más allá que también habría de investigar? Presupones demasiado: lo mismo que no había un “yo” antes de nacer, tampoco habrá un “yo” después de que haya muerto. Me resulta muy difícil, por no decir imposible, creer tantas cosas. Y todo por el simple hecho de querer saber lo que hay en esa caja tan hermosa y resplandeciente.
Don Pío Imagina que te equivocas. Es mayor el riesgo de perder la felicidad que te puede transmitir el trasno, incluso comándote de bienes materiales para tu seguridad y bienestar en este mundo. Y, si te equivocas, te expones a sufrir las consecuencias terribles que te esperarían.
Don Lúcido. Supongo que al menos el trasno no me obligará a creer que él está ahí dentro. ¿Para qué quiere que yo crea eso si a él ni le va ni le viene? ¿Qué es lo que quiere de mí?
Don Pío Quiere tu felicidad. Y para conseguirla nos ha dado unas instrucciones.
Don Lúcido. [Cada vez más asombrado] ¿También?
Don Pío Sí. Aquí tengo una lista [se la muestra]
Don Lúcido. ¿¡Y esto!? ¡“Prohibido comer caca”!
Don Pío ¿No es ciertamente una regla certera y apropiada?
Don Lúcido. ¿… …? Y esto otro que pone en la lista, “Aportaciones”, ¿para qué es?
Don Pío Pues primero para mantener limpia y pulida la caja. Después para poder contar a otros qué maravilla se encierra aquí y para que puedan oír al trasno.
Don Lúcido. ¿No puede hacerse oír directamente?
Don Pío Claro que puede y lo hace. Pero hay muchos como tú que necesitan el testimonio nuestro, porque a ellos les habla el trol.
Don Lúcido. A propósito, ¿por qué no se libra del trol?
Don Pío Pues… yo no lo sé, porque eso sí que es un misterio. Quizá para probar la confianza en su voz.
Don Lúcido. Esto no tiene salida: yo me puedo equivocar, pero tú también te puedes equivocar. No creo que haya un trasno en esa caja. No estoy seguro, desde luego, pero seguiré creyendo que esa caja está vacía o contiene alguna cosa que no es el “bicho” que tú dices.
Don Pío ¿¡Pero cómo puedes dudar de mi palabra!? Y, sobre todo, ¿cómo te atreves a despreciar al trasno contenido en esta caja?
Don Lúcido. Visto cómo te pones, no sólo dudo de que haya algo ahí, es que afirmo que no hay nada.
Don Pío ¡No digas tamaña barbaridad! Es irracional lo que dices. Y por otra parte, ¿te crees más listo que el trasno, que hace oír la voz de la verdad a tantísima gente?
Don Lúcido. Puestos a creer me siento más inclinado a creer que ahí no hay nada. Y mi grado de certeza es mayor que el tuyo que te basas en psicofonías. Y como no estoy seguro, voy a esperar a que se abra la caja. ¿La abrimos ahora?
Don Pío ¡No puedo! Lo tengo prohibido.
Don Lúcido. ¿Por qué?
Don Pío Porque entonces no valdría nada lo que el trasno dice: hay que confiar en él.
__________________________________________________________________
[En este momento interviene un tercer personaje, Don Dubitoso]
Don Dubitoso. Oyéndoles, veo que ninguno de los dos sabe lo que hay dentro de la caja. Y sería absurdo decir que SÍ están convencidos de ello no teniendo seguridad de ninguna de las dos posibilidades.
Don Lúcido. Yo no afirmo certeza alguna, simplemente digo que falta precisamente la certeza que proporcionan las evidencias.
Don Dubitoso. ¿No es también otro dogmatismo afirmar que no existe una cosa porque no se tienen evidencias de ello?
Don Lúcido. ¿Es dogmatismo querer abrir la caja para ver lo que hay dentro y entonces estar seguro de lo que otro me dice?
Don Dubitoso Por lo que veo la caja no se puede abrir. Está cerrada herméticamente. Si se intenta abrir se rompe.
Don Lúcido. ¿Y eso cómo lo sabe si no lo ha intentado?
Don Dubitoso. Lo cierto es que no lo sé pero “parece”… Bueno, estoy seguro de que es algo que no se puede abrir.
Don Lúcido. Entonces tienes que aceptar lo mismo que yo, que tenemos que rechazar lo que dice Don Pío.
Don Dubitoso. ¡Cuidado! Yo no rechazo nada
Don Lúcido. Entonces, ¿estás de acuerdo con lo que él dice?
Don Dubitoso. Pues a decir verdad no lo sé. No sé si tiene razón o no.
Don Lúcido. Yo tampoco, pero por eso le he pedido que me dejara abrir la caja. Y como tú, en el fondo, también quieres saber lo que hay, voy a intentar abrirla.
Don Dubitoso. Sigo pensando que la caja no se puede abrir.
Don Lúcido. Pues estás cayendo en el dogmatismo de la duda perseverante. Y te aferras a eso como Don Pío a sus escuchas.
Don Dubitoso [Para sus adentros] ¡Qué presuntuoso, qué orgulloso, qué desconsiderado!
Don Lúcido. [Hace un pequeño agujerito en la caja] ¡Pues he conseguido hacer un pequeño agujero! Quizá ahora pueda salir su voz con más claridad. Y si lo hacemos más grande es posible que podamos ver…
Don Pío¡Esto es un escarnio, esto es un insulto, esto es una terrible irreverencia!
Don Dubitoso No, todavía no podemos saber nada. Ese agujerito no es suficiente.
Don Lúcido. Pero al menos sabemos algo, que por este agujerito no sale voz alguna.
Don Pío Ah, el trasno se esconde. Y se esconde porque dentro de sus condiciones para conocerlo está el creer en su voz.
Don Lúcido. Esto ya es desbarrar. Ante tal desatino, desisto de contender contigo.
Don Pío ¡Ha sido el trol el que ha permitido hacer un agujero! Pero ese agujero es otra ilusión del que quiere engañar, como siempre hace. …¡Aún así, no se puede ofender al trasno! ¡¡¡Yo no puedo consentirlo!!! ¡¡El trasno te castigará!!
Don Lúcido. [Se aleja.]
DON PÍO aborda a otras personas y con plácida suavidad les habla del trasno bondadoso que lleva dentro de la caja.______________________
DON DUBITOSO mira con interés y cierta fascinación a DON LÚCIDO y con auténtico temor a DON PÍO ante sus últimas palabras.
Relaboración propia a partir de un artículo de Rubén Arroyo.