La Iglesia resultante tras la criba del poder (1/2).

La doctrina que pone como centro al hombre, su dignificación y enriquecimiento es digna de elogio, de escucha y de seguimiento. Antes y ahora, en todo tiempo. De ahí que al mensaje “social” que aparece en los Evangelios no se le pueda poner pero alguno.

Haciendo un resumen muy sucinto de las ideas que en éstos aparecen, el Jesús del Nuevo Testamento

• prefiere la presencia y compañía, no de los ricos y potentados de este mundo, sino de los parias y los desheredados, de los publicanos y los pecadores, de los enfermos y tullidos…

• Su mensaje a favor de los pobres y en contra de los ricos es claro y contundente.

• Como señal suprema de perfección preconiza la renuncia a todas las posesiones.

• Condenó, según sus palabras, “al injusto dios de la riqueza”, “al fraude de la riqueza”.

En los primeros tiempos del cristianismo, es sabido que la doctrina cristiana se expandió gracias a la aceptación que de tal Buena Nueva tuvo entre las clases más oprimidas y desfavorecidas: atrajo en masa a esclavos y libertos, obreros y pequeños artesanos oprimidos por los gravosos impuestos del Imperio, a los campesinos proscritos… Fueron éstos los que constituyeron la extensa base social que hizo posible su propagación y su posterior legalización exclusiva.

Algo lógico, por otra parte: el capitalismo agrario de Roma asfixiaba al pueblo llano; los Césares eran verdaderos dictadores que oprimían a la masa laboral. Su máximo anhelo, como lo sería y lo es hoy, era redimirse de su penuria.

El cristianismo, fiel en un principio a las enseñanzas transmitidas, les prometía eso y mucho más, actuaba incluso como “sociedad de socorros mutuos” y en sus ceremonias todos eran iguales.

¿Qué sucedió tras la oficialización del cristianismo y, sobre todo, tras el surgimiento de una potente casta sacerdotal? Que la doctrina de Jesús, en cierto modo con un germen revolucionario para su época, se fue desvaneciendo, “ajustándose” al espíritu de los tiempos y, a la postre, tergiversándose.

• La Iglesia comienza a tener poder en el entramado civil y el poder siempre es conservador (no desea que cambien las estructuras productivas).

• Ese “germen revolucionario” quiebra ante compromisos con el Estado.

• Se reinterpreta y relativiza todo aquello que quiera decir igual y libertad.

• Las tradiciones relacionadas con la reforma social asentadas en los primeros tiempos desaparecen.

• Bien pronto, la Iglesia asume como necesario el sistema económicos del Imperio, que a la luz del Evangelio resultaba injusto y esclavizador.
Volver arriba