Lutero tenía razón. ¿Cambiará la Iglesia?

Por estos foros revolotean muchos que han abrazado el estado "religioso", metonimia eufemística para ocultar un sentimiento y un pensamiento de superioridad sobre quienes son fieles "del montón", afirmando, de paso, que ése es el más sublime "camino de perfección", el suyo, la vida monástica.

También en estos foros hay presencia de comunidades religiosas femeninas que reflexionan profundamente, es un suponer, y para sus adentros sobre la profesión elegida. Digo lo de reflexionar porque en ello se engloba su vivencia ad extra y ad intra.

Y digo para sus adentros porque de puertas afuera ya vierten sus reflexiones fervorosas y podemos gozar de sus palabras, recabar sus consejos o admirar su "relaxatio vivendi" (quizá se diga "laxa vita", vida relajada, vida tranquila, vida sin sobresaltos).

Otra cosa es lo que piensan y no dicen sobre la “agonía” (del griego “agon, agonos”, lucha) en que viven, sobre sus carencias y vivencias frustrantes, que también las hay, cosas bien lejos de poder ser divulgadas.

¡Qué choque supuso para mí hace ya muchos, muchos años, el descubrimiento de Lutero al leer una biografía suya:  Lutero y el nacimiento del protestantismo. J.Atkinson. Alianza Editorial). Descubrí al fraile fervoroso, al monje erudito, al padre solícito, al pensador inquieto, al escritor prolífico, al luchador infatigable... al hombre y al padre. Cuidado, también al fanático interesado cuando la “revuelta de los campesinos” (su libro terrible contra ellos Wider die Mordischen… 1525 ).

Y de ahí pasé a algunos de sus escritos. Recomiendo para quien quiera ver una síntesis de su pensamiento la lectura de “Los artículos de Schmalkalda”, apenas 22 páginas, escrito destinado al posible concilio que él preconizaba.

Qué gran hombre, digo, y qué inmenso su legado, aunque hoy, sin embargo, no pasa de ser otro descomunal crédulo, el profeta del Protestantismo como Pablo lo fue del cristianismo, a la altura de Ambrosio de Milán, Agustín de Hipona, Nicetas de Remesiana --ese predicador godo que dicen que escribió el Te Deum-- o Nicolás de Cusa, es un suponer.

Vamos a referirnos a algo relacionado con el inicio de este escrito y en concreto con el voto de castidad impuesto a los que pretenden llevar una vida plena de perfección. Parecería que al citar a Lutero soy incongruente con mi pensamiento, sosteniendo sentencias de un gran crédulo, pero las aporto por aquello de que no hay cuña mejor que la de la propia madera:

El que ha hecho voto de vida monástica cree que lleva una vida más perfecta que el cristiano corriente y se imagina que, con sus obras, no sólo va a ir al cielo él mismo, sino que ayudará a otros a conseguirlo. Pues bien, eso es negar a Cristo.

La primera frase sigue vigente hoy día: creer llevar una vida de perfección puede resultar algo osado, pero ¡es que si no pensaran eso se vendría abajo todo su tinglado vital! Lo de negar a Cristo, lógicamente es impensable, es idea "luterana". ¿Habrá alguno que pregunte por qué?  

Prohibir el matrimonio de los clérigos e imponer al sagrado estado sacerdotal la exigencia de una castidad de por vida es un abuso de poder y hasta de justicia. Han actuado como unos perversos anticristos, como tiranos, como verdugos y han dado ocasión a esa serie innumerable de pecados horrendos ya abominables de lujuria en los que todavía están hundidos... La santidad no consiste en sobrepellices, tonsuras, ornamentos amplios o en otros ritos que se han inventado ellos y que no tienen nada que ver con la Sagrada Escritura, sino en una fe auténtica en la palabra de Dios.

A Paul Luther (1533-1593), su hijo, le podría haber parecido mal a secas y podría haber dado razones históricas, sociológicas, económicas... respecto a tal exigencia. Pues no, los argumentos del padre, Martin Luther, son estrictamente teológicos: es una aberración que va contra las enseñanzas de Cristo. Remito al documento citado. Quince años más tarde, Trento rechazó todo. Y Trento llega hasta hoy.

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