Naturaleza, ser y no ser, querer y no querer.


En el sentido vulgar del término, entendemos por naturaleza todo aquello que no es el hombre y sus productos: el campo, los animales incluidos los domésticos; el bosque; la montaña; la nieve... por citar aquello con que suspira el urbanita cuando de la ciudad huye.

Hay una cierta relación de amor/odio hacia la Naturaleza que es a la vez afán de dominio y sentimiento de frustración, de apartamiento y de integración. El hombre busca liberarse de los lazos tiranos, de los imperativos de la Naturaleza, de sus leyes pero a la vez no puede desprenderse del hecho de que la necesita por ser él, también, "naturaleza". Y se sume en la perplejidad cuando esas leyes naturales hacen valer su poderío en forma de volcanes, terremotos, maremotos, inundaciones y demás desastres naturales.


Son consideraciones simples, es cierto, pero inciden en el drama del hombre, en su ser o no ser. La cultura no es otra cosa que una permanente demostración de huír de la Naturaleza. Y sin embargo mejor nos iría sintiéndonos parte de la Naturaleza, asumiendo que somos, eso, parte de ella.

No otra cosa que "crear cultura" es aquel imperativo bíblico de "creced y multiplicaos y dominad la tierra". Expresión de la superioridad intelectual del hombre que, por ortra parte, estaba sujeto a sus leyes.

Sólo en los últimos siglos de la Humanidad "parece" que el hombre ha logrado dominar la Naturaleza ...destruyéndola. Es la permanente pretensión de separarnos de ella por todos los medios a nuestro alcance:

--por la ciencia y la razón, para no ser tildados de animales (y lo que hacemos es usar de las mismas para convertirnos en los mayores depredadores de los competidores naturales);

--por la técnica, por ejemplo, huyendo de meteorologías adversas creando microclimas de eterna primavera;

--por la medicina y ciencias de la salud, aspirando a una perenne edad dorada de la que despertamos justo a la hora en que las Parcas cortan el hilo;

--por la política: el "uno" quiere encarnar las ideas de todos (que no es otra cosa, por otra parte, de expresar de un modo civilizado la prepotencia del macho dominante de la manada);

--por la expansión de todas las egolatrías, cada individuo quiere monopolizar el espacio vital de los demás;

--por la teología, en fin, no queremos ser ni siquiera hombres.


Parece que el hombre es un sempiterno "no querer ser". Nos humillamos ante veleidades fabricadas por nosotros, para así hacernos semejantes a ellas.

Veamos si por la misma razón, la razón de ser, volvemos a retomar el lugar de donde partimos.Aunque seamos lo más excelso de todo, nunca llegaremos a ser el centro de nada.

Todo esto son buenas palabras, principios generales, consideraciones vagas... Cierto. Pero las acciones concretas y coyunturales siempre responden a principios.

Un hecho sin importancia puede mostrar lo que digo. Paso mucho tiempo en un pueblo de Burgos, censadas 95 personas, residentes 38. Desde siempre el temor a las serpientes ha llevado a matarlas, aún sabiendo que las serpientes son beneficiosas para el campo. ¿Qué criterio seguir, el de respeto a la naturaleza o el del temor secular, reflejado en el mito de Adán y Eva? Unos vecinos, esgrimiendo palos, me mostraron una enorme serpiente de más de un metro de larga, que se había enroscado en un rincón y que alzaba su cabeza de modo amenazador. Con un palo conseguí introducirla en una caja, la llevé lejos y la solté en la espesura.

Dígase lo mismo respecto a talas de bosques, incendios intencionados, repoblación forestal, plantación de árboles en los pueblos, cuidado de los animales domésticos (y no domésticos), etc. etc.
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